Episodio 1: el último sábado entrevisté al ex vicegobernador
de la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto. Hizo declaraciones fuertes y
la nota fue levantada por los principales medios de este país, entre ellos el
portal INFOBAE y los diarios Clarín y La Nación. Incluso el diario ABC
de España, a través de una corresponsal militante, se hizo eco de la nota. Días
después, varios editorialistas dedicaron sus espacios de radio y televisión
para comentar las supuestas declaraciones de Mariotto. Digo “supuestas” porque
la mayoría de los medios reprodujo el recorte de la nota radial que había
realizado el primer medio importante que levantó la nota. No usaré este espacio
para hacer una exégesis de las palabras de Mariotto pero claramente hubo una
tergiversación. Se presentó a Mariotto como formando parte del gobierno y como protagonista
de una estrategia gubernamental por la cual se eligió a un moderado para engañar
al electorado y luego dar rienda suelta al “verdadero peronismo” que vendría a estatizar
los servicios públicos y el comercio exterior cuando él simplemente dijo que
eso era lo que le gustaría aunque lamentablemente, en el gobierno, no había
lugar para el debate. Es decir, lo que era una crítica al gobierno se expuso
como un plan del gobierno y para reinstalar la idea de la coexistencia, cada
vez más en tensión, entre un ala dura y un ala moderada dentro del Frente.
Episodio 2: el humorista Dady Brieva, quien no se caracteriza
por las declaraciones solemnes, fue titular de cuanto medio exista en la
Argentina por haber afirmado, supuestamente, “Tenemos que ser Venezuela”,
“Seamos Venezuela”, etc. Quizás Brieva quiere que seamos Venezuela pero no dijo
eso, al menos según lo entiendo yo. El sentido de su intervención fue que dado
que cualquier intento de avanzar en una política de transformación del statu quo provoca que la oposición acuse
al oficialismo de seguir el modelo de Chávez y Maduro, pues entonces “seamos
Venezuela”. Es decir, si por apenas hacer algunas pequeñas modificaciones nos
acusan de radicalizados, entonces seamos radicalizados y vayamos por las
transformaciones. Total nos dicen radicalizados aunque no lo seamos. Una vez
más, se toma a alguien que no forma parte del gobierno como portavoz del mismo
cuando en realidad está criticando al gobierno, al igual que lo hizo Mariotto,
por ser demasiado moderado; y, una vez más, se intenta azuzar la disputa
interna entre un ala dura y un ala blanda en el gobierno.
Episodio 3: a principio de la semana, el canal TN exponía
imágenes que presuntamente correspondían a una protesta en Villa Azul. Horas
más tarde, los intendentes de Avellaneda y Quilmes, Jorge Ferraresi y Mayra
Mendoza, denunciaban que esas imágenes correspondían a protestas en Chile.
Tenían razón y el medio tuvo que pedir disculpas; días más tarde varios medios
hacen circular un supuesto video de Milagro Sala bailando en una fiesta en
plena cuarentena. Todos se indignan. A las horas alguien advierte que se
observa un arbolito de navidad en el video. Pues claro, correspondía a la
fiesta del año nuevo. Uno de los periodistas que había difundido el video y
había obtenido más de 1800 RT hasta este momento, finalmente aclaró que se
había equivocado y que el video no correspondía a la cuarentena. Este segundo
mensaje no llegó a los 50 RT. 1800 contra 50. El trabajo estaba hecho. “Que la
verdad no disminuya tu indignación”, podría ser uno de los nuevos apotegmas del
periodismo. Nadie censuró nada y hasta pidieron disculpas. Y sin embargo fueron
más los que se enteraron y se quedaron con la mentira que con la verdad.
Episodio 4: un día después de una marcha libertaria
anticuarentena que reunió unas 200 personas en Plaza de Mayo, C5N publica que
el economista libertario que se pasea por cuanto canal de TV exista, Javier
Milei, cobró ayuda del Estado. En realidad la cobró porque su empleador la
pidió pero a nadie le importó. Lo que se intentó mostrar es una doble moral del
economista al que diariamente vemos realizar sus performances antiestatistas.
Como si no pudiéramos rebatir con argumentos teóricos sus tesis perimidas y los
desastres que generó en nuestro país cada intento de aplicar las políticas que
Milei defiende. ¿Hacía falta intentar desacreditar su persona tal como muchas
veces hace el propio Milei cuando habla de “los políticos”? Alguien dirá que se
le ha dado un poco de su propia medicina. Pero la verdad es que es una medicina
de mierda. Sigo prefiriendo los debates. Si Milei decide no hablar más que sea
porque siente que pierde la batalla discursiva. No por una supuesta mancha en
su vida personal, mancha que, además, insisto, en este caso a mí no me parece
tal.
Episodio 5: el exministro de justicia de Brasil, Sergio Moro,
iba a dar una charla en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires. Cuando la información circuló, hubo una enorme ola de repudios de
personalidades de relevancia y hasta de algún funcionario del gobierno
nacional. Finalmente los organizadores decidieron dar de baja el encuentro.
¿Saben cuál es mi opinión de Moro? Que ha sido una de las principales espadas
del Lawfare en Latinoamérica, que ha utilizado de manera corrupta su rol en la
justicia para atacar políticamente a sus adversarios. Lejos de observarlo como
alguien que lucha contra la corrupción lo considero parte de un sistema que
atenta contra las democracias del continente. Y sin embargo, creo que debería
haber podido dar la charla; creo que merece decir lo que cree; también tienen
el derecho quienes lo repudian a repudiarlo en los canales correspondientes
pero la cancelación de un evento, esto es, la cancelación de la palabra, no es
algo que haya que celebrar. Es muy peligroso que haya un grupo social que se
erija en tribunal de quiénes pueden y quiénes no pueden hablar. Si se censurara
la palabra de figuras del gobierno nacional porque un sector de la población
los considera ladrones, autoritarios o lo que fuera, ¿qué pensaríamos? A mí me
indignaría. Lo interesante es que las personas que repudiarían a las figuras
del gobierno nacional creen tener razones tan potentes como las que yo tengo
para repudiar a Moro. Esto muestra que una vez abierta la puerta de la censura
por algunas razones se produce una pendiente resbaladiza que rápidamente lleva
a que mucha gente se quede sin voz, máxime en tiempos donde nadie escucha
argumentos sino la moralidad de los actos personales de quien los emite. Yo no
creo que la libertad de expresión ni ningún derecho sean absolutos. Pero tienen
razón los liberales cuando afirman que una vez que se justifica una censura
comenzarán a justificarse muchísimas censuras más.
Último episodio: en los momentos en que escribo estas líneas
Donald Trump firma un decreto para garantizar la libertad de expresión en
Twitter. Esto se relaciona con que la red del pajarito ha blanqueado la
existencia de editores capaces de censurar o calificar noticias. En nombre de
la lucha contra las fake news, Trump
entiende, y entiende bien por cierto, que Twitter aplica un sesgo ideológico en
esas ediciones porque solo se censuran y se califican mensajes de algunas
cuentas y no de otras; solo se llama la atención sobre opiniones, denuncias
falsas, agravios personales e incitación al odio si refiere a personas o grupos
que pertenecen a la agenda de la corrección política de Twitter. En cambio, si
usted tiene una opinión, una denuncia falsa o incita al odio y a la persecución
personal de grupo o persona que esté fuera de la agenda de protección, tiene plena
libertad para decir lo que le dé la gana. En este sentido, Trump afirma: si hay
editores, entonces Twitter debe responder legalmente como lo haría cualquier
medio tradicional sobre todo lo que se escriba allí. Frente a ello Twitter
afirma “nosotros no somos un medio”. Probablemente Trump pierda legalmente la
querella pero triunfa en la disputa simbólica que expone que las redes sociales
no son un espacio de neutralidad. No solo por los algoritmos y las burbujas que
generan sino ahora porque directamente tienen editores con una línea ideológica
clara. Lo cual no está ni bien ni mal. O quizás esté muy bien pero entonces
habrá que responder. Esto de “atacan como partido político pero se defienden
con la libertad de expresión” vale entonces para medios tradicionales como para
redes sociales.
Con todos estos episodios quise hablar, entonces, del
problema de la libertad de expresión en Argentina y en el mundo. Dejé de lado
la cuestión teórica porque los dilemas aparecen sobre casos concretos.
Entonces, si declares lo que declares un medio tergiversará lo que vos digas,
¿de qué libertad de expresión me están hablando? ¿De la libertad del medio a
hacerte decir lo que no dijiste?
¿Ustedes en lugar de Mariotto y Brieva seguirían hablando o más bien se
autocensurarían para evitar la tergiversación? Si por razones políticas,
(porque un error que siempre se repite para el mismo lado no es un error), un
canal importa imágenes de disturbios de Chile para generar zozobra en nuestro
país o miente sobre la actualidad de Milagro Sala; si una red social te dice
que es neutral pero te muestra lo que quiere y te bloquea; si las actividades
públicas van a depender de la aprobación de personas o grupos que se sientan
ofendidos, ¿en qué sentido podemos creer que nos estamos expresando libremente?
Y fíjense que en ninguno de los casos mencionados intervino
un gobierno; es más, en el caso de Trump su intervención es a favor de la
libertad de expresión. Es decir, la censura hoy pasa menos por los gobiernos
que por las empresas (medios tradicionales y/o gigantes tecnológicos) y se
enmarca en un clima cultural en el que en nombre de la protección de presuntos
ofendidos, antes que un cambio en el modo de actuar, se promueve la hipocresía
de un lenguaje para el ámbito público y un lenguaje distinto para el ámbito
privado.
Quienes todavía defienden los medios tradicionales como
espacios de libertad son ridiculizados en el día a día; y quienes ingenuamente
creyeron que la libertad la iban a encontrar en las redes sociales, empiezan a
ver cómo explota su burbuja. No solo porque los que controlan estas redes están
decididos a censurar sino también porque buena parte del público que las
consume son los primeros que, en nombre de la libertad, harán todo lo posible
por cercenarla.
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