Hacia principios de este año y con la misión de enfrentar un
flagelo que afecta al 13,7% de la población británica, la Primer Ministro,
Theresa May, decidió crear el Ministerio de la Soledad. Si hubiese sucedido en
Venezuela habría programas enteros, publicaciones y memes varias burlándose de
las ocurrencias del socialismo del siglo XXI, pero sucedió en el primer mundo.
Y si de primer mundo hablamos qué mejor que hacer referencia
a los países nórdicos, aquellos que siempre aparecen como sinónimos de progreso
y modernidad. Los nórdicos, o al menos eso nos cuentan las moralinas
decadentistas que espasmódicamente nos quieren recordar que siempre se vive
mejor lejos de nuestra tierra, tienen el Estado de Bienestar perfecto, igualdad
de género, la mejor educación guiada por principios liberales, un sistema de
protección de la salud admirable, y, por si esto fuera poco, para colmo, son de
los más felices de la tierra. Y no tienen la felicidad sudamericana, que es
siempre presentada como una felicidad “natural” e “irracional” propia de quien
gusta más de la playa que del trabajo. Los nórdicos no. Los nórdicos tienen la
felicidad seria, la felicidad comprometida con los valores occidentales de la
modernidad. Es que los nórdicos no son populistas. Los nórdicos son
progresistas.
Sin embargo, según la OCDE, Islandia lidera el ranking de
consumo de antidepresivos por habitante, doblando el porcentaje de, por
ejemplo, España que, por cierto, se encuentra entre los primeros diez países
con mayor consumo. El único país latinoamericano que aparece en el top 30 es
Chile.
En cuanto a Finlandia, aparece entre los primeros países en
lo que a igualdad de género respecta pero, al mismo tiempo, la tasa de
violencia de género es de las más altas del mundo. Asimismo el consumo de
alcohol es sorprendentemente alto y hay estadísticas que afirman que el 14% de
las muertes de los finlandeses se debe a problemáticas derivadas del consumo de
alcohol.
Noruega, por su parte, considerado el país más desarrollado
del planeta, ocupa el tercer lugar de Europa en lo que a muertes por sobredosis
respecta y, en Dinamarca, cada vez son más frecuentes las agresiones a
inmigrantes condenados a vivir en guetos, tal como sucede en Suecia, donde según
el documental “La teoría sueca del amor”, de Erik Gandini, los inmigrantes
tardan un promedio de siete años en ser integrados y conseguir un trabajo
estable y formal.
Si bien, naturalmente, existen múltiples variables para
comprender estos fenómenos y hay quienes dicen que las particularidades del
clima juegan un papel relevante, “La teoría sueca del amor” avanza sobre una
hipótesis interesante que podría ampliarse al universo de los países nórdicos.
Y es que contrariamente a lo que se suele suponer, lo que sobresale en este
tipo de sociedades es su extremo individualismo, su renuncia a la
interdependencia y su apuesta por una autosuficiencia entendida siempre de
manera egoísta y nunca como parte de una comunidad.
Desde el punto de vista del documental que viera la luz en el
año 2015, el punto de inflexión hacia este tipo de cultura se dio a partir de
1972, año en que, impulsado desde el mismísimo Estado, se avanzó en la línea
del manifiesto socialista titulado “La familia del futuro”. Allí, en nombre del
valor de la independencia, se llamaba a una liberación en favor del individuo,
una emancipación de las relaciones interpersonales. Que las mujeres se liberen
de los varones, que los ancianos se liberen de los hijos y que los adolescentes
de liberen de sus padres. Toda vinculación pareció entenderse como dependencia
y el nuevo modelo de familia presuntamente socialista llamaba a desvincularnos
entre los humanos para vincularnos directamente con el Estado.
En este sentido, no casualmente el documental comienza
reflejando el éxito de un banco de esperma que permite la inseminación
artificial a domicilio. Cualquier mujer, a través de internet, puede comprar su
dosis de esperma, pagar el costo del envío hasta la puerta de la casa, abrir la
caja, llenar la jeringa, recostarse e inseminarse. Así una mujer autónoma puede
tener un hijo sin tener contacto alguno con un varón: simplemente elige entre
los varones que se van a masturbar al banco de esperma y dejan su biografía en
internet para ser más “seleccionables”. Un paso más hacia el “Hágalo usted
mismo”.
Mientras desarrolla el caso del banco de esperma, el
documental deja ver un dato escalofriante: casi la mitad de los suecos viven
solos y el 25% de los ancianos mueren viviendo solos. La problemática es tal
que existe una dependencia del Estado encargada exclusivamente de estos casos
ya que constantemente se reportan muertes de ancianos que son encontrados tras
varios días en sus propios departamentos gracias al llamado que hacen los
vecinos, incómodos por el olor nauseabundo que se siente en los pasillos de los
edificios. Un ejemplo bastante particular fue el de un hombre de buena posición
económica cuyo cadáver fue encontrado en su departamento dos años después.
Nadie reclamó ni siquiera la herencia y nadie notó que había muerto porque
pagaba sus servicios a través del débito automático. Es que más que su carácter
humano, lo que importaba era que fuese un cliente cumplidor, incluso después de
muerto. Pero lo cierto es que ante estos casos, la dependencia del Estado trata
de hallar algún familiar y cuando esto no es posible, las pertenencias del
difunto quedan, naturalmente, en manos del Estado.
Tampoco quisiera pasar por alto otro elemento que puede
resultar curioso pero se da en el mismo marco: todas las semanas grupos de
voluntarios se reúnen para buscar gente que se haya perdido en los barrios o en
los bosques sin que nadie las reclame. Sí, pasa en Suecia: el ejemplo de Estado
de Bienestar y modernidad progresista donde para cualquier vínculo pareciera
que hace falta la intervención del Estado.
Con todo, hacia el final, el documental viaja a Etiopía, el
lugar del mapa donde se predican los valores exactamente contrarios a los de
Suecia y donde un médico sueco decide instalarse para atender en una precaria
construcción que pretende hacer las veces de hospital y en el que todo escasea.
El médico utiliza fierros de bicicletas, o aquel plástico que permite organizar
los cables, para sujetar un hueso fracturado; atiende pacientes que llegan con
flechas que les atraviesan el cuerpo, y salva a una niña con el paladar
deformado por un cáncer de lengua. Desde allí señala que pese a todas estas
penurias, los hombres y mujeres de Etiopía nunca se sienten solos como sí se
siente la mayoría de los suecos. Si bien podemos obviar este gesto romántico y
demagogo del documental, resulta interesante el final, aquel en el que se
recurre a una breve reflexión del sociólogo polaco recientemente fallecido
Zigmunt Bauman. Allí indica: “Es falso que la felicidad signifique una vida sin
problemas. La vida feliz significa superar los problemas, luchar contra los
problemas, resolver las dificultades (…) Una cosa que no tienes…una cosa que no
se puede proporcionar por el Estado o por la políticas dirigidas es estar entre
otras personas. Estar con otras personas. Ser uno en compañía (…) Las personas
entrenadas para ser independientes están perdiendo su capacidad para negociar
la convivencia con otras personas. (…) La vida online está en gran medida libre
de riesgos, de los riesgos de la vida… ¡Es tan fácil hacer amigos de internet!
Nunca estás sintiendo realmente tu soledad (…) Cuando no estás conectado lo que
ves es realmente la diversidad de la raza humana (…) Tendrás que enfrentarte a
la necesidad de dialogar (…) y cuando se inicia un diálogo nunca se sabe cómo
va a terminar (…) Cuanto más independiente seas, menos eres capaz de detener tu
independencia para reemplazarla por una agradable interdependencia. Así que al
final de la independencia no está la felicidad. Al final de la independencia
hay vacío de vida, una pérdida de sentido de la vida y un aburrimiento
inimaginable”.
La sociedad sueca actual, aquella constituida sobre la base
de una combinación entre individualismo extremo y Estado de Bienestar,
evidentemente ha resuelto una gran cantidad de dificultades que sociedades con
otros paradigmas no han podido resolver aún. Pero cada vez que quieran
exponernos su ejemplo como modelo a seguir, bien cabe, al menos, alguna
advertencia.
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