En el discurso de
asunción de su segundo mandato presidencial, el 10 de diciembre de 2011, CFK
introdujo un elemento conceptual muy rico al momento de analizar la identidad
kirchnerista. Me refiero a definir al modelo como “nacional, popular y
democrático”. La pregunta, entonces, giraba en torno a qué quería decir
“democrático” porque la tradición que se suele denominar “democrática” es
enormemente diversa y atraviesa un abanico que va desde posturas radicales
hasta liberales. Recuerdo que algunos días después de aquel discurso publiqué
un artículo que luego fue incluido en mi libro El adversario, donde mi hipótesis era que ese elemento novedoso que
CFK sumaba a la definición del modelo tenía que ver con el núcleo progresista
que definía al kirchnerismo. Es decir, no hay duda de que el kirchnerismo es un
peronismo pero tampoco hay duda que no se puede definir al kirchnerismo sin el
elemento progresista que, aun cuando fuese minoritario en número, fue el que
hegemonizó su discurso. Es natural que ello generara rispideces con parte del
peronismo tradicional que en algunos casos continuó bajó la conducción de CFK y
en otros rompió, porque hay en el progresismo una buena cuota de antiperonismo.
Solo una conducción clara y al frente del gobierno podía sostener en un mismo
espacio a Guillermo Moreno y Horacio Verbitsky, por poner algunos nombres
representativos de las dos tradiciones a las que me vengo refiriendo más allá
de que en el medio hay una enorme cantidad de matices. Asimismo, tenemos
discursos de Kirchner y de CFK en los que se deja bien en claro que el
kirchnerismo es ante todo peronista y que cualquier intento de correrlos de ahí
sería “bajarles el precio”, como también es real que quienes gobernaron la
Argentina entre 2003 y 2015 atravesaron procesos de enorme disputa con el PJ,
los gobernadores de tradición más, llamemos, “federal”, y los sindicatos, esto
es, los principales símbolos en los que se supo apoyar el peronismo. Y si
queremos actualizar la lista de tensiones o vaivenes, en el último tiempo CFK
creó Unidad Ciudadana para ir por fuera del partido pero en la lista incluyó a
varios sindicalistas y pocos días atrás se sacó una foto con Moyano.
Desde el punto de vista
conceptual, entonces, el elemento “democrático” que el kirchnerismo agrega a lo
nacional y popular, (sigo pensando, en este caso, lo mismo que en 2011)
proviene de la reivindicación de ciertos principios liberales sintetizados en
una enorme cantidad de conquistas vinculadas a derechos individuales, y en la
política de Derechos Humanos. Asimismo, en el terreno, digamos, más político,
lo “democrático” corresponde a una visión no consensualista sino agonal de la
democracia. En otras palabras, frente a la tradición liberal que considera que
la democracia es diálogo, consenso y armonía, el kirchnerismo suscribiría a una
tradición que algunos identifican como neomarxista, o de izquierda lacaniana,
en el que se sostiene que la democracia es “agón”, esto es, disputa, conflicto.
Pero se trataría de una tensión que se resuelve dentro de los límites
institucionales del juego democrático. Así, frente a los zonzos que siguen
repitiendo que el kirchnerismo es populismo schmittiano que entiende que el
otro es un enemigo a eliminar, la figura correspondiente sería, desde mi punto
de vista, la del modelo adversarial que propone Chantal Mouffe y que refiere
justamente a la idea de que si la disputa con ese otro se va a hacer dentro de las
instituciones democráticas entonces ese otro no es un enemigo sino un
adversario. Con el adversario la disputa es feroz pero nadie busca eliminar a
nadie.
Ahora bien, en el
discurso que diera CFK como senadora el último 8 de agosto, en ocasión de la
votación del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo (IVE), la
expresidente indicó que a lo nacional, popular y democrático habría que
incorporarle lo feminista “porque hay dentro de la explotación de los
trabajadores, del capital sobre el trabajo…una subcategoría de explotación.
[Porque] un trabajador es explotado pero una mujer trabajadora es más
explotada”. Esta afirmación se dio en el contexto en el que CFK analizaba el
modo en que el movimiento Ni una menos había incorporado, a la agenda de la
lucha por acabar con los femicidios, la problemática de la desigualdad
económica.
¿Qué quiere decir,
entonces, que el movimiento nacional, popular y democrático debe ser también
feminista? No es fácil responder a ello porque si bien el kirchnerismo impulsó
varias iniciativas que favorecieron a las mujeres y la agenda de género ha sido
tomada como propia por el núcleo más duro del kirchnerismo, compitiendo en ese
punto con los sectores trotskistas, pareciera faltar un análisis acerca de qué
lugar se le dará a esas reivindicaciones, desde qué tradición se las interpretará
y cuánto protagonismo tendrá en los años venideros. Porque feminismos ha
habido, hay y habrá muchos pero de lo que se trata es de reconocer qué espacio
ocupan, dentro de una propuesta política, las reivindicaciones que exigen estos
diversos feminismos de modo tal que, en este caso, nos permita comprender de
qué manera afectaría la identidad kirchnerista.
Para ejemplificar las
dificultades pensemos en los argumentos en favor del proyecto de IVE. Allí
digamos que “la pata peronista”, constituida a partir de la doctrina social de
la iglesia, se va a sentir incómoda con el proyecto, más allá de que ese mismo
peronismo también fue determinante en las conquistas obtenidas por las mujeres
desde 1945 hasta la fecha. Pero por más que a Evita se le quiera adosar
extemporáneamente el pañuelo verde, o se quiera hacer historia contrafáctica
respecto a qué habría dicho Evita hoy respecto del IVE, convengamos que ahí hay
una incomodidad para el peronismo. ¿Cómo se resolvió esta incomodidad en el
marco del debate sobre el IVE? En general, utilizando el argumento del aborto
como problema de salud pública que afecta mayoritariamente a mujeres pobres y
machacando con que lo que se está votando finalmente no es aborto sí/aborto no
sino aborto legal o aborto clandestino. En este mismo espacio comenté que ese
argumento era el que tenía mayor posibilidad de resultar persuasivo pero tenía
debilidades porque si se sigue sosteniendo que el aborto es un delito, la
opción de legalizarlo ya que, al fin de cuentas, “se hace igual”, podría dejarnos
perplejos frente a quien nos pregunte por qué, con ese mismo argumento, no se
legalizan otros delitos como podría ser el del tráfico de animales. En cambio,
aunque menos persuasivo para el gran público, entiendo que el argumento liberal
de autonomía de los cuerpos (de las mujeres) es más robusto porque se deshace
de la cuestión de si es o no delito el aborto y corre el eje de la problemática
de la vida (aquel donde se sienten más cómodos los adversarios al proyecto).
Pero más allá de mi posición personal, podría decirse que el primer argumento,
el de la salud pública, podría enmarcarse en cierta tradición popular de defensa
del principio de justicia social. De aquí que el peronismo se sienta más cómodo
con él que con el argumento liberal y que, si mi interpretación fuera correcta,
lo visto durante los últimos meses sería un intento del peronismo k por
resignificar de manera coherente la agenda que colectivos feministas llevan
desde hace tiempo.
De hecho, apoyando esta
interpretación estarían las propias palabras de CFK que, si bien son breves,
parecen distanciarse de algunas miradas radicales del movimiento feminista de
la actualidad, generalmente asociadas a la corrección política progresista que,
como tal, claro está, está muy presente en el kirchnerismo, y de la intelligentsia trotskista que después de
la caída del muro descubrió la agenda de las minorías, a las cuales siempre fue
refractaria, y abrazó sin ninguna culpa el decálogo de las libertades
individuales herederas de la tradición liberal.
Con esto quiero decir que a diferencia de estas miradas de
ultraizquierda que parecen entender que la desigualdad está dada por los
géneros antes que por el capital, o por el patriarcado antes que por el
capitalismo, CFK sugiere que el feminismo debe entenderse como una subcategoría
de la explotación principal que es la explotación del capital sobre el trabajo.
En este sentido es que CFK se alejaría de estas interpretaciones reduccionistas
de un feminismo radical de ultraizquierda que viene impregnando a referentes de
distintas tradiciones, como ser el caso del ex presidente español, José Luis Rodríguez
Zapatero, el cual, si bien de radical y de ultraizquierda no tiene nada,
sintetizó en una frase el núcleo de esta posición. Es que, efectivamente, en una
charla que brindara en julio último, el referente del PSOE español indicó que
Marx estaba equivocado porque la historia de la humanidad no es la historia de
la explotación del hombre por el hombre sino la historia de la explotación de
la mujer por el hombre.
Del mismo modo que lo
nacional, popular y democrático se apoya en determinadas tradiciones pero,
también, se resignifica y se actualiza, habrá que esperar para ver qué
concepción de lo “feminista” es asumido como propio por el espacio
kirchnerista. Con todo, en el discurso de CFK el último 8 de agosto comienza a
haber algunas pistas.
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