Tomar una
semana cualquiera en la Argentina puede servir como muestra de lo dinámica que
es la política y la imposición de agenda. Así, en menos de siete días, tenemos
a un funcionario “renunciado” por tener una cuenta no declarada en Andorra, a
una movilización de cientos de miles de personas contra el gobierno y a un giro
sorprendente de Macri habilitando el debate sobre la despenalización del aborto
en el Congreso. Los primeros dos hechos desaparecieron ya de la agenda y al
momento de escribir estas líneas el tercero está “en progreso” aunque, por la
magnitud de la temática, es de esperar que sea visible al menos hasta su
tratamiento en el Congreso.
Ahora bien, si
nos detenemos en cada uno de los casos, podría decirse que, en lo que respecta
al primero, la pregunta que surge es, naturalmente, por qué no corrieron igual
suerte otros funcionarios o incluso el presidente. Frente a ello se buscará
amparo en una oficina anticorrupción viciada por la parcialidad manifiesta de
su titular, quien fue puesta allí a dedo y, no lo olvidemos, gracias a una
modificación, por decreto, de la ley. Es verdad que ningún caso es igual a otro
pero quien se encarga de determinarlo es una administración de la oficina
anticorrupción que, paradójicamente, nació con un acto de corrupción. Tal
bautismo, confirmado por las actuaciones posteriores, me exime de mayores
consideraciones y da buenas razones para ser escéptico.
En cuanto a la
movilización de Moyano, hubo muchísimo para destacar salvo el discurso del
orador principal cuyo eje fue exactamente el contrario al que debía ser. Me
refiero a que si el gobierno y los medios oficialistas instalan que se trata de
“la marcha de Moyano” para “bajarle el precio” y presentarla como la jugada
individual de un símbolo de la vieja argentina acorralado, el discurso del
orador no debería abusar de los personalismos. Y sin embargo, fue de los
discursos más personalistas que se le han oído al líder de Camioneros.
Asimismo, el campo opositor puede derivar de esta movilización dos lecturas,
una positiva y otra negativa. La positiva es que hay una capacidad intacta para
ganar la calle y la negativa es que ese “ganar la calle” no alcanza para triunfar
en elecciones ya que hoy no hay un liderazgo aglutinador. Porque no es Moyano
quien pueda nuclear esas demandas insatisfechas que se expresan en cada
movilización y que muestran que si bien la oposición tiene un poder de
convocatoria que el oficialismo no tiene, quienes allí asisten representan
siempre al mismo sector y tienen enormes dificultades para romper ese dique. Esto
significa que quienes fueron al 21F seguramente estarán el 8M en el paro por el
día de la Mujer y el 24M cuando se conmemore un nuevo aniversario del último
golpe militar. Son muchos en la calle pero, por ahora, son siempre los
mismos.
En todo caso, como última
reflexión sobre el asunto y para continuar con los aspectos positivos y
negativos, cabe agregar que si Moyano puede mover toda esa gente es un problema
para el gobierno. Pero si, como resulta evidente, los asistentes fueron muchos
más que los que puede mover Moyano, quiere decir que había razones para marchar
más allá de Moyano. Y ese es el gran problema que tiene el gobierno. En cambio,
lo que la actual administración tiene a favor es bastante simple: todos los que
repudian a Macri no acuerdan a quién votar.
En cuanto al
trascendido que fue tapa de Clarín en
torno a lo que sería un guiño del gobierno para debatir en el Congreso sobre la
despenalización del aborto, se trata de una jugada sorprendente, digna de los
mejores tiempos del kirchnerismo. La despenalización del aborto es un reclamo
que los colectivos de Mujeres llevan desde hace décadas y que venía avanzando
hasta que Bergoglio llegó a Papa. Eso hay que decirlo aunque resulte difícil de
digerir. Si se detuvo por orden de él o para no entrar en conflicto con él, no
lo sabemos pero lo cierto es que con la aparición de Francisco el tema pareció
quedar congelado. En este sentido, la jugada del gobierno es de una enorme
audacia política porque incomoda a los propios (en su mayoría conservadores)
pero corre “por izquierda” al espacio nacional y popular que tiene que salir a
explicar por qué su máxima referente, CFK, se opuso siempre a la despenalización,
y cómo se puede seguir reivindicando el progresismo si tu conductor es el líder
de una Iglesia católica que difícilmente acepte que la noción de sujeto de
derecho pueda desvincularse del momento de la concepción.
A su vez, desde
el punto de vista ideológico, este giro del gobierno parece un intento de
ubicarse en un centro, o en la, cada vez menos expresada, presunta “derecha
moderna” que no negocia los derechos de propiedad o que responde a su
vulneración a los balazos, pero que es capaz de sentarse a debatir derechos
civiles apoyándose en cierta línea de la tradición progresista. Porque en el
oficialismo hay muchísimos conservadores pero también hay liberales de
generaciones más jóvenes que no son reacios a los debates sobre minorías y
diversidad. Para éstos es compatible exigir “¡abajo el garantismo, mano dura
para los roba celulares!” y celebrar al mismo tiempo el matrimonio igualitario
como señal de una sociedad inclusiva y avanzada.
Es probable
que la ley no tenga los números, especialmente en el Senado, pero ese será otro
asunto y, en todo caso, parece haberse abierto una puerta que deja entrever que
más temprano que tarde, la Argentina avanzará a favor de la despenalización, en
lo que podría leerse como un capítulo más de la separación entre Iglesia y
Estado iniciado hace ya mucho tiempo. Mientras tanto, claro, se vienen debates
acalorados muchos de los cuales se darán en los medios de comunicación y no
estarán a la altura de la complejidad del tema.
A juzgar por
lo ocurrido la última semana y por el debate que viene, se avecinan tiempos de
convulsión y efervescencia, y como no podría ser de otra manera, para aquellos
a los que nos interesa la política, serán tiempos movilizadores y, sobre todo, apasionantes.
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