Desde que se
instaló en las canchas argentinas el cantito en el que se insulta al presidente
me interrogué, como un experimento mental, qué sucedería si interpeláramos a
los hombres y mujeres que expresan su descontento y les pidiéramos que, después
de putear, nos cuenten a quién alentarían (políticamente hablando, claro).
Porque está claro que, al menos circunstancialmente, lo que une a quienes
insultan a Macri es su oposición a la gestión de Cambiemos pero no resulta
evidente que todos votarían a un mismo candidato opositor si las elecciones
fueran mañana.
Como usted
notará, lejos de una gran revelación, simplemente quería exponer la dificultad
que tiene la oposición para encontrar un candidato capaz de representar su
crítica al modelo cambiemita. Dicho de otro modo, CFK es la principal referente
de la oposición pero no todo opositor se ve representado por ella y por el
kirchnerismo. En este sentido, si bien muchos de los que se burlan del presidente
popularizando lo que se tituló como “el hit del verano” son kirchneristas, lo
cierto es que votantes de Cambiemos o adherentes a un peronismo no K, empiezan
a considerar que dos años es bastante tiempo como para seguir adjudicando
responsabilidades a una presunta pesada herencia. Por ello, quienes cantan
“Mauricio Macri la puta que te parió” no necesariamente cantan “Ooooh, vamos a
volver”.
Con todo, más
allá de que existen intentos por avanzar hacia la unidad del arco opositor, por
ahora no hay razones para ser optimistas en el corto plazo y si uno se deja
llevar por la estrategia del kirchnerismo en tanto espacio mayoritario de la
oposición, el plan pareciera ser análogo al de Macri en 2015, esto es, “jugar”
a salir segundo en 2019 detrás de un oficialismo desgastado y, en un eventual
balotaje, recibir todo el voto unido por el espanto. Porque, no olvidemos, la
estrategia política de Cambiemos fue esa cuando se negó a aliarse a Massa en
2015 y volvió a repetirse de forma más evidente todavía en 2017 cuando Esteban
Bullrich y Gladys González, candidatos de tercera línea, con todo respeto, le
ganaron a CFK. ¿Pero acaso fue mérito de esos candidatos haber triunfado?
Claramente no. ¿Entonces fue mérito de Vidal? Sí, pero sobre todo, mérito del
efecto reactivo que genera CFK en un sector de la sociedad. De este modo,
Cambiemos podría haber puesto un ladrillo, un burro, o a Homero Simpson y le
hubiera ganado a CFK porque muchos votantes hubieran votado cualquier cosa que
apareciera como “lo otro” del kirchnerismo. De aquí que los K tengan derecho a
pensar que en 2019 podría suceder lo mismo pero, en este caso, contra Macri.
Pero al día de
hoy, cabe decir que la descripción del escenario tiene algo de objetivo y
también bastante voluntarismo. Porque es verdad que, desde diciembre, quita a
los jubilados mediante, algo pareció haberse roto entre una parte de la
sociedad y el gobierno pero eso no parece alcanzar para que peligre la
reelección de Macri, Vidal y Rodríguez Larreta por citar los tres distritos/cajas
más importantes del país. Es que si hablamos de rechazo, al día de hoy, marzo
de 2018, son más los que rechazan a CFK que a Macri. Esto no será siempre así
pero el resultado de las últimas elecciones está a la vista.
Retomando el
tema que originó estas líneas, podrá pensarse, quizás, como paradojas del
destino que si a Macri lo hizo presidente el fútbol sería maravilloso y natural
que su declive y final comience por allí también pero la vida real tiene
paradojas aunque pocas veces tan lineales. Dicho esto, y casi entre paréntesis,
no debe sorprender que quizás la única hinchada importante que todavía no ha
insultado al presidente es la hinchada de Boca. Desconozco si esto habla del
control que Angelici tiene sobre la hinchada o si la pasión futbolera boquense,
mayoritariamente agradecida a los éxitos deportivos de la gestión
Bianchi/Macri, puede más que las ideologías políticas y la objetiva
pauperización del poder adquisitivo de las mayorías. El gobierno conoce bien
este aspecto y por eso no resulta casual que periódicamente debamos asistir a
la patética escena por la cual emblemas de los momentos de gloria del primer
equipo de fútbol xeneize como Guillermo Barros Schelotto, Martín Palermo o
Carlos Tévez sean consultados por periodistas boquenses y oficialistas para que
dejen algún título de apoyo a Macri (¡pensar que años atrás una observación
sesgada de Carlos Tévez sobre Formosa fue equiparada a la opinión de un
sociólogo especialista en pobreza!).
Una tercera
opción podría ser que lo que está sucediendo es que Boca se asume como “poder”
y que todas las hinchadas identifican a Boca como “el poder”, de aquí que
cuando el resto de los equipos recibe fallos en su contra (algo que pocas veces
le sucede a Boca), antes que putear al referí putean al poder que referencian
en Macri. Si este fuera el caso y se tratara de un fenómeno representativo de
la sociedad, algo que, por cierto, habría que tomar con pinzas, se estaría
dando un paso importante en la formación de un bloque popular porque uno de los
elementos centrales de éste, hablando en términos de Ernesto Laclau, es la
unificación de una serie de demandas insatisfechas en torno a un otro que
aparece como el poderoso y que durante el kirchnerismo no era, naturalmente, el
gobierno, sino Clarín en tanto emblema de “los poderes fácticos”.
Pero, claro
está, en términos laclausianos también, para que ese bloque se conforme hace
falta un líder común y todavía, de cara al 2019, ni las hinchadas ni la
sociedad han coreado ese nombre.
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