El último jueves 8 de febrero
confluyeron en la sede de la UMET distintos sectores del peronismo. El hecho es
novedoso porque en un mismo escenario se pudo ver a los principales referentes
del kirchnerismo, el massismo y el randazzismo acompañados por intendentes,
diputados, senadores y hasta un gobernador. Por supuesto, no es un dato menor
la ausencia de los líderes de cada espacio pero puede tratarse de una decisión
razonable en la medida en que el mayor enfrentamiento, adoptando, por momentos,
un tono casi personal, se da entre esos liderazgos y no entre las líneas que
siguen. Porque, salvo algunos casos puntuales, digamos que entre Agustín Rossi,
Felipe Solá y Alberto Fernández, por ejemplo, hay muchísimo en común más allá
de que distintas circunstancias hayan hecho que circularan por senderos diversos
en los últimos años. Por otra parte, para Massa y Randazzo es difícil intentar
aparecer como líderes de una unidad por razones estrictamente electorales, esto
es, porque hicieron una pésima elección. El caso de CFK es más complejo pues se
puede someter a discusión hasta qué punto su elección fue buena o no. A juzgar
por el apoyo con el que se despidió de la administración en 2015, la elección
de 2017 fue mala. Pero tomando en cuenta el aparato político, económico,
mediático y judicial que enfrentó, nadie puede subestimar ese caudal de votos
en la provincia de Buenos Aires. Con todo, si miramos el mapa entero, más allá
de la provincia, el kirchnerismo tuvo, salvo honrosas excepciones, una
participación testimonial y en algunos casos enfrentando a los gobiernos
peronistas locales. Como en su momento indiqué, y lo hice con el “diario del
viernes”, consideré un error que CFK se presentara a elecciones porque eso le
daría a Cambiemos el “rival perfecto” y porque jugaba, en una elección de medio
término, la mejor carta sin plan B. ¿Por qué el rival perfecto? Porque
Cambiemos ha entendido la política en términos temporales, futuro versus pasado
y, claro está, por ahora, se ha apropiado del futuro, lo cual lo transforma en
un competidor casi invencible porque ningún supuesto pasado le gana a un
supuesto futuro. En cuanto a por qué CFK es la mejor carta no hace falta
agregar demasiado: veamos, si no, la enorme dificultad que tuvo el kirchnerismo
en lo que a sucesión refiere y qué difícil le resultó encontrar candidatos
propios para la Ciudad de Buenos Aires y los principales distritos del país.
Quizás por haber hecho una lectura
similar tras la derrota de octubre, CFK ha mantenido el perfil bajo después de
su asunción en el Senado incluso en aquellos días en los que se votó una baja
en las percepciones de los jubilados y de aquellos que reciben la AUH mientras,
en las calles, se vivía un clima de enorme violencia.
Dicho esto, el espíritu del encuentro
puede sintetizarse en dos frases que se escucharon por allí y que resumen el
modo en que el peronismo trata de posicionarse de cara al 2019. La primera es:
“El único límite es Cambiemos”. Y la segunda es: “Con Cristina no alcanza, sin
Cristina no se puede”. En buen criollo: unidos por el espanto (y con Cristina
adentro). Solo en ese marco puede entenderse el viraje de Hugo Moyano
reconociendo públicamente que aceptaría una invitación de CFK y su acercamiento
hacia los gremios más kirchneristas en una postal inimaginable hasta hace muy
poco tiempo.
Con todo, digamos que el escenario no
es apto para ansiosos porque es muy difícil que una fuerza que recibió una
derrota durísima en 2015 y confirmada en 2017 tenga, a los pocos meses de la
última elección, resuelto sus alianzas, candidaturas y el modo de posicionarse
como oposición frente a un adversario que no da respiro y que literalmente “va
por todo”. Pensemos si no en lo que era la oposición a CFK a meses de la
elección de 2015 cuando los grandes editorialistas exigían a Macri y a Massa
que se unieran como la única manera de vencer al oficialismo. Frente a ello,
astutamente, y conociendo las herramientas electorales que el propio
kirchnerismo había creado, Cambiemos jugó a llegar a la segunda vuelta
apostando a una polarización que finalmente le dio resultado. Aquí es todo muy
prematuro pero no resulta descabellado pensar que el kirchnerismo recapacitara
y aceptara jugar una interna frente a un randazzismo que siempre la exigió aun
sabiéndose perdidoso y a un massismo que no tendrá alternativa si es que no
desea evanescerse en la ancha avenida de la nada. Ese escenario hoy favorecería
a CFK en la interna pero yo no descartaría un acuerdo por el cual los distintos
espacios pudieran consensuar un candidato “tapado”, quizás algún gobernador,
impulsado por una ex presidenta como candidata a gobernadora de la Provincia de
Buenos Aires. Si CFK “bajara” a la Provincia, en un mano a mano con Vidal sin
balotaje, el resultado sería abierto y obligaría a la actual gobernadora a
“embarrarse” en el contexto en el que un Macri cada vez más errático en lo
económico pierde imagen positiva.
Para finalizar, una pequeña reflexión
pues tras la última elección compartí con ustedes un parecer: la foto política
del momento es un Macri reelecto y una Vidal reelecta. Hoy no hay nada que
permita pensar lo contrario pero la película siguió avanzando y el viento de
cola postelectoral se le ha evaporado detrás de la quita a los jubilados y del
escándalo Triaca que insólitamente no le costó la cabeza al ministro aunque sí
a 10 familiares de funcionarios en una medida demagógica si las hay. Digamos,
entonces, que el gobierno naturalmente va a seguir perdiendo votos. Para
enfrentar ello es necesario un acuerdo de cúpulas y de referentes, y un
proyecto con una serie de principios básicos tal como se intenta avanzar en
encuentros como los de la UMET y en muchísimos otros que se vienen dando. Pero
sobre todo se necesita una mejora en la capacidad de escucha y cuando digo eso
me refiero a la actitud de cierto progresismo indignado frente a casos como el
de Chocobar o frente a la política gubernamental de ingreso de las Low Cost. Puntualmente, si al ciudadano
que defiende la indefendible acción de Chocobar lo vamos a acusar de ser
“prodictadura” y al que quiere viajar en una Low Cost lo acusamos de traidor a los cielos soberanos porque
quiere viajar más barato aunque de esa manera afecte el empleo argentino, (del
mismo modo que acusábamos de traidor a la patria grande a quien quería comprar
dólares hace unos años), no haremos otra cosa que saludar a una tribuna propia
cada vez más autorreferencial. En este sentido, la oposición parece no haber
comprendido que hay que dejar de enojarse con el votante y que el voto a
Cambiemos se ha basado más en razones culturales, emocionales, ideológicos y
morales, que en razones económicas. Por ello, si no se es más receptivo a
algunas demandas objetivas, lo cual no significa hacer lo que la encuesta o el focus group quiera o aceptar, sin más, los
caprichos de mayorías eventualmente derechizadas, la oposición podrá ganar identidad,
pero renunciará por mucho tiempo a ganar una elección.
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