La referencia a los tiempos
pasado, presente y futuro es un clásico de la comunicación política y, a meses
de las próximas elecciones, resulta interesante observar el modo en que
oficialismo y oposición se identifican con alguna de estas tres temporalidades.
El futuro es, naturalmente, el
tiempo que mejor prensa tiene, y si bien no ha sido así en todas las culturas,
es coherente que lo sea en un sistema capitalista que siempre pone el deseo de
consumo un paso más allá, esto es, en el futuro, y una cultura judeocristiana
que pone también en el futuro la posibilidad de salvación. Con todo, el
capitalismo parece jugar en un tiempo particular que reúne el presente y el
futuro inmediato pues si bien el objeto de deseo siempre está a un paso de ser
consumido, paralelamente se te invita a que consumas lo más posible en el
tiempo presente aunque más no sea para que te surja el deseo de volver a
hacerlo pronto, en el futuro que está a punto de venir.
Presentarse como “Cambiemos”
supone un diagnóstico del presente y una promesa de futuro. Como slogan es muy
interesante aunque naturalmente tiene dificultades una vez que te toca ser
gobierno porque el “cambiemos” te incluiría a vos mismo. En este sentido, la
paradoja de “Cambiemos” es que si sigue impulsando el cambio terminará siendo
cambiado, salvo que, claro está, logre reciclarse y aparecer como novedad a
pesar de ser oficialismo, ser “lo nuevo” a pesar de ser “lo que hay”. Esta
estrategia de reciclaje está en marcha en la medida en que el actual gobierno
sigue haciendo referencia al kirchnerismo como responsable presente. Es decir,
hace casi un año y medio que el kirchnerismo no es gobierno pero se lo presenta
como si lo fuese a partir de la inacabable “pesada herencia”. La noción de
“pesada herencia” es la que permite al macrismo hacer presente al kirchnerismo
en una operación muy curiosa pues el kirchnerismo, que es pasado, aparece como
presente y por lo tanto, responsable de un presunto pasado ominoso y de la
crisis actual. En esta operación, al macrismo, esto es, a aquello que se
presenta como lo otro del kirchnerismo, solo le queda ser “futuro permanente”.
De aquí que lo que identifique a Cambiemos sea la expectativa y haber logrado
eso es todo un mérito del oficialismo. En otras palabras, que un oficialismo
pueda sostenerse como promesa es la garantía de un voto de confianza el día de
mañana.
En cuanto al kirchnerismo, desde
el año 2013 le ha resultado enormemente difícil aparecer como promesa de
futuro. Ese mismo año pretendió ganar las elecciones sin promesas, sino por lo
ya hecho, y tropezó fuertemente en la provincia de Buenos Aires. En 2015, su
enfrentamiento con Macri no fue un enfrentamiento entre futuros alternativos
sino un enfrentamiento entre los que se presentaban como futuro y los que
pretendían ser una continuidad del presente. Así, las únicas referencias al
futuro utilizadas por el kirchnerismo giraban en torno a la posibilidad de que
éste deviniese negro en la medida en que ganara Macri.
En cuanto a su vínculo con el
pasado, el kirchnerismo tiene con él una relación mítica, lo cual, por cierto,
no es para nada criticable. No se puede comprender el presente sin trazar las
continuidades con el pasado y menos se puede plantear un futuro sin tomar en
cuenta lo ocurrido en el pasado. La relación mítica, tan propia de los
movimientos populares que, de por sí, se basan en la idea también mítica de
“pueblo”, se expresa con demasiada claridad en el “Vamos a volver”. Así, el
futuro no es estrictamente novedad sino regreso de lo que ya existía.
Para el macrismo, la relación
mítica se da con ese futuro que nunca llega y en el cual se depositan todas las
recompensas, tal como promete el capitalismo y la tradición judeocristiana que
se mencionaban al principio. El pasado, en cambio, es algo a cancelar y a no
revolver, más allá de la temeraria aventura con la que embisten algunos
referentes negacionistas del actual gobierno. Pero la única posibilidad de
subsistencia de un macrismo que sea pura expectativa, puro futuro, es deshistorizar,
tal como se observa en los nuevos billetes cuando se elige poner animales en
vez de próceres.
Dicho esto, de cara a las
próximas elecciones, si bien la situación económica, históricamente, ha jugado
un rol relevante en la toma de decisiones, una variable central para comprender
el comportamiento del electorado girará en torno a la posibilidad que tenga el
macrismo de seguir ostentando su identificación con el futuro, pues si la
oposición es capaz de arrebatarle ese privilegio, el gobierno deberá cargar
sobre sus espaldas toda la responsabilidad que le cabe por este presente. Esto
significa que la próxima elección la ganará quien pueda identificarse con el
futuro, independientemente de si en el bolsillo hay un peso más o un peso menos.
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