miércoles, 26 de abril de 2017

Futuro mata bolsillo (editorial del 23/4/17 en No estoy solo)

La referencia a los tiempos pasado, presente y futuro es un clásico de la comunicación política y, a meses de las próximas elecciones, resulta interesante observar el modo en que oficialismo y oposición se identifican con alguna de estas tres temporalidades.
El futuro es, naturalmente, el tiempo que mejor prensa tiene, y si bien no ha sido así en todas las culturas, es coherente que lo sea en un sistema capitalista que siempre pone el deseo de consumo un paso más allá, esto es, en el futuro, y una cultura judeocristiana que pone también en el futuro la posibilidad de salvación. Con todo, el capitalismo parece jugar en un tiempo particular que reúne el presente y el futuro inmediato pues si bien el objeto de deseo siempre está a un paso de ser consumido, paralelamente se te invita a que consumas lo más posible en el tiempo presente aunque más no sea para que te surja el deseo de volver a hacerlo pronto, en el futuro que está a punto de venir.     
Presentarse como “Cambiemos” supone un diagnóstico del presente y una promesa de futuro. Como slogan es muy interesante aunque naturalmente tiene dificultades una vez que te toca ser gobierno porque el “cambiemos” te incluiría a vos mismo. En este sentido, la paradoja de “Cambiemos” es que si sigue impulsando el cambio terminará siendo cambiado, salvo que, claro está, logre reciclarse y aparecer como novedad a pesar de ser oficialismo, ser “lo nuevo” a pesar de ser “lo que hay”. Esta estrategia de reciclaje está en marcha en la medida en que el actual gobierno sigue haciendo referencia al kirchnerismo como responsable presente. Es decir, hace casi un año y medio que el kirchnerismo no es gobierno pero se lo presenta como si lo fuese a partir de la inacabable “pesada herencia”. La noción de “pesada herencia” es la que permite al macrismo hacer presente al kirchnerismo en una operación muy curiosa pues el kirchnerismo, que es pasado, aparece como presente y por lo tanto, responsable de un presunto pasado ominoso y de la crisis actual. En esta operación, al macrismo, esto es, a aquello que se presenta como lo otro del kirchnerismo, solo le queda ser “futuro permanente”. De aquí que lo que identifique a Cambiemos sea la expectativa y haber logrado eso es todo un mérito del oficialismo. En otras palabras, que un oficialismo pueda sostenerse como promesa es la garantía de un voto de confianza el día de mañana.
En cuanto al kirchnerismo, desde el año 2013 le ha resultado enormemente difícil aparecer como promesa de futuro. Ese mismo año pretendió ganar las elecciones sin promesas, sino por lo ya hecho, y tropezó fuertemente en la provincia de Buenos Aires. En 2015, su enfrentamiento con Macri no fue un enfrentamiento entre futuros alternativos sino un enfrentamiento entre los que se presentaban como futuro y los que pretendían ser una continuidad del presente. Así, las únicas referencias al futuro utilizadas por el kirchnerismo giraban en torno a la posibilidad de que éste deviniese negro en la medida en que ganara Macri.
En cuanto a su vínculo con el pasado, el kirchnerismo tiene con él una relación mítica, lo cual, por cierto, no es para nada criticable. No se puede comprender el presente sin trazar las continuidades con el pasado y menos se puede plantear un futuro sin tomar en cuenta lo ocurrido en el pasado. La relación mítica, tan propia de los movimientos populares que, de por sí, se basan en la idea también mítica de “pueblo”, se expresa con demasiada claridad en el “Vamos a volver”. Así, el futuro no es estrictamente novedad sino regreso de lo que ya existía.
Para el macrismo, la relación mítica se da con ese futuro que nunca llega y en el cual se depositan todas las recompensas, tal como promete el capitalismo y la tradición judeocristiana que se mencionaban al principio. El pasado, en cambio, es algo a cancelar y a no revolver, más allá de la temeraria aventura con la que embisten algunos referentes negacionistas del actual gobierno. Pero la única posibilidad de subsistencia de un macrismo que sea pura expectativa, puro futuro, es deshistorizar, tal como se observa en los nuevos billetes cuando se elige poner animales en vez de próceres.
Dicho esto, de cara a las próximas elecciones, si bien la situación económica, históricamente, ha jugado un rol relevante en la toma de decisiones, una variable central para comprender el comportamiento del electorado girará en torno a la posibilidad que tenga el macrismo de seguir ostentando su identificación con el futuro, pues si la oposición es capaz de arrebatarle ese privilegio, el gobierno deberá cargar sobre sus espaldas toda la responsabilidad que le cabe por este presente. Esto significa que la próxima elección la ganará quien pueda identificarse con el futuro, independientemente de si en el bolsillo hay un peso más o un peso menos.  
   


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