jueves, 1 de diciembre de 2016

Fidel Castro hacia el porvenir (contra el realismo capitalista) [Publicado el 29/11/16 en www.veintitres.com.ar]

La confirmación plena de que “No hay alternativa” parece ser el mensaje que desean legarnos aquellos que, incluso con pretensión de asepsia, han abordado la muerte de Fidel Castro. Resulta llamativo que quienes indican que es casi imposible acceder a la información sobre lo que sucede en Cuba gracias a una supuesta dictadura criminal, opinen con severidad y taxativamente respecto de lo que allí acontece máxime cuando, en el mejor de los casos, lo que conocen de Cuba son las playas de Varadero y el Twitter de Yoani Sánchez. Pero como en Argentina la opinión es el deporte nacional, todos debemos opinar, en especial y con mayor énfasis, si se trata de un tema que desconocemos. Y justamente, como no me considero un experto, antes que hablar de Fidel Castro y de la revolución, prefiero referirme a la operación de instalación confirmatoria de lo que Mark Fisher llama “realismo capitalista”. Porque para este profesor de filosofía nacido en Reino Unido, los tiempos que corren son aquellos en los que, más que nunca, se pretende que aceptemos con resignación aquella sentencia de Margaret Thatcher por la cual “No hay alternativa” al capitalismo. En este sentido, los titulares del estilo “La muerte del último revolucionario”, “El cierre de una era”, o “El fin del siglo XX”, en un sentido no faltan a la verdad pero, en otro, nos quieren decir otra cosa.
De aquí que no sea casual que Fisher recoja una frase que se le atribuye tanto a Fredric Jameson como a Slavoj Zizek y que indica “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Efectivamente, basta con estar atento a, al menos, un sector de los discursos ecologistas para darse cuenta de ello.        
Hay un sinfín de razones para explicar por qué nos resulta imposible pensar el fin del capitalismo pero es interesante observar cómo el capitalismo actual que Fisher también llama “posfordismo”, tiene la capacidad de presentarse siempre como “lo nuevo” cuando, en realidad, en palabras de nuestro autor, “la política neoliberal no tiene que ver con lo nuevo, sino con un retorno al poder y los privilegios de clase”. Por ello no debe sorprendernos escuchar que es el momento para que Cuba se “modernice”, salga del “retraso”, se abra, precisamente, a “lo nuevo”, que no es otra cosa que todo aquello que Cuba vivió antes de la revolución: un país enormemente desigual con una casta privilegiada que esclavizaba a las grandes mayorías.
Sin dudas, un poco antes o un poco después, la presión de las nuevas generaciones que no vivieron aquello, generará transformaciones en la cultura cubana como la juventud genera transformaciones en todas las culturas. Sin embargo, curiosamente, solo se hace hincapié en la insatisfacción de los jóvenes cubanos “atados” por el socialismo pero no se nos dice nada de la insatisfacción de los jóvenes capitalistas, los cuales, a pesar de estar presuntamente “libres”, sufren lo que Fisher denomina “hedonia depresiva”, esto es, una depresión que no está vinculada a la incapacidad de hallar placer sino a no poder hacer otra cosa más que buscar placer.  
Pero retomemos la idea de “lo realista”. En política, cuando se nos pide que seamos “realistas” se nos pide que aceptemos lo que hay y que eso que hay es el capitalismo. Cualquier alternativa puede ser encomiable desde lo discursivo pero, aparentemente, choca con “los hechos”. Quienes critican a Castro y no lo definen como un asesino, le endilgan que su modelo era utópico e irrealizable, es decir, lo acusan de no ser realista. Sin embargo, “lo realista” como vinculado a determinados hechos duros o a cosas presuntamente incontrovertibles, es algo que debe ser puesto en tela de juicio pues en eso, precisamente, consiste la hegemonía, es decir, en presentar como algo dado, natural y universal lo que en realidad son los valores y la concepción del mundo de una facción. En palabras de Fisher: “No hace falta decir que lo que se considera “realista” en una cierta coyuntura en el campo social es solo lo que se define a través de una serie de determinaciones políticas. Ninguna posición ideológica puede ser realmente exitosa si no se la naturaliza, y no puede naturalizársela si se la considera un valor más que un hecho. Por eso es que el neoliberalismo buscó erradicar la categoría de valor en un sentido ético. A lo largo de los últimos 30 años, el realismo capitalista ha instalado con éxito una “ontología de negocios” en la que simplemente es obvio que todo en la sociedad debe administrarse como una empresa, el cuidado de la salud y la educación inclusive. Tal y como han afirmado muchísimos teóricos radicales, desde Brecht hasta Foucault y Badiou, la política emancipatoria nos pide que destruyamos la apariencia de todo “orden natural”, que revelemos que lo que se presenta como necesario e inevitable no es más que mera contingencia y, al mismo tiempo, que lo que se presenta como imposible se revele accesible” (Fisher, M., Realismo capitalista, Bs. As., Caja Negra, p. 42).
Lo interesante de este realismo capitalista es que es capaz de deglutir toda disrupción e incluso de presentar como disruptivo aquello que es funcional al sistema. El mejor ejemplo de ello son las “jornadas solidarias” que aquí en Argentina suelen realizar ONG, Fundaciones con fondos de dudosa procedencia, la Iglesia y hasta canales de TV. La exigencia de solidaridad introduce la variable de una ética individual y nos dice que, en algún sentido, tenemos la obligación de ayudar a los que menos tienen pues cargamos con la culpa de formar parte de aquella mitad de la población mundial que todavía se da el lujo de tener sus necesidades básicas satisfechas. Claro que, ese tipo de acciones solidarias, omite la identificación del responsable de esa desigualdad. Solo nos dice de manera “realista” que la desigualdad es un hecho y que no es la lucha colectiva contrasistémica sino el aporte individual solidario el que debe enfrentar el desequilibrio. En la página 39 del libro citado, Fisher lo indica así: “El chantaje ideológico que viene ocurriendo desde [la moda de] los conciertos [solidarios] insiste en que individuos compasivos y solidarios pueden terminar con la pobreza (…). Es necesario actuar de una vez, se nos dice; hay que suspender la discusión política en nombre de la inmediatez ética. Product Red, la marca de Bono [el cantante de U2 que organiza acciones solidarias] (…) es la aceptación “realista” de que el capitalismo es el único juego que podemos jugar. Al buscar que una parte de las ganancias de las ventas de los productos particulares se destinen a buenas causas, Product Red encarna la fantasía de que el consumismo occidental, lejos de estar intrínsecamente implicado en la desigualdad global sistémica, puede más bien contribuir a resolverla. Lo único que tenemos que hacer es comprar los productos correctos.”
Nótese cómo este fenómeno se reproduce aquí cuando determinadas marcas nos dicen que al comprar su producto estamos ayudando al Hospital X, a un mundo más saludable o a la construcción de un potrero, sin decirnos por qué al Hospital X le faltan fondos, por qué el mundo está en una crisis ambiental sin precedentes y por qué ya no existen potreros. 
Sería necio negar que el sistema cubano tiene deficiencias, del mismo modo que sería necio negar que la revolución ha hecho que millones de cubanos vivieran mejor de lo que vivían y de lo que vivirían en un sistema capitalista abierto. Pero lo más importante de la revolución que, sin dudas, hoy no podría tener el formato que tuvo, es haber desnaturalizado lo que parecía obvio, haber mostrado que es falso que no haya alternativa. Porque alternativas hay muchas. Si la del modelo cubano no es adecuada para los tiempos actuales, para la Argentina o para buena parte del mundo, pues entonces busquemos otra y, cuando la encontremos, probablemente nos daremos cuenta que esa alternativa puede hallar en el espíritu de la revolución cubana y de Fidel Castro al menos algunos principios valiosos y algunas guías (siempre perfectibles, claro), pero guías al fin. Como diría Silvio Rodríguez: “Yo no creo que haya sido en vano, pero pudo ser mucho mejor. Hacia el porvenir partieron sombras…cuando no alcance solo podré alertar. Si alguien me oye allí, no se olvide, pues, de iluminar”. 

      

3 comentarios:

martin flaco dijo...

Yo creo que en el siglo xx, fracasaron casí todas las revoluciones y que gran parte de esos fracasos entre otras cosas , condujeron a fortalecer al capitalismo .
Pienso ademas en todos los movimientos culturales que cuestionaron al sistema , fueron absorbidos por este y resignificados , por ejemplo la figura del "che"el sistena la convirtió en una pieza de consumo , lo mismo sucedió con el punk y el movimiento hippy , a lo que apunto es que es muy dificil plantear una contra-hegemonía si los movimientos que lo cuestionan al sistema , terminan absorbidos por este y a la vez son resignificados ...
Comento porque tambien soy parte del deporte nacional jaja.
Me resulto muy valioso la parte del articulo en que señalas , lo que determinadas empresas nos muestran como si se compra determinado producto uno termina contribuyendo con un fin solidario pero a la vez jamas esas mismas empresas nos plantean porque faltan fondos o porque hay una mala distribucion de la riqueza ...
Gracias por desnaturalizar lo que intentan por todas partes que sea una obviedad ...
Saludos Dante y gracias por ayudar a pensar.

Anónimo dijo...

Te crees que todo se olvida y podes seguir asi como si nada?

Que no te cruce sorete maltratador

martin flaco dijo...

Gran articulo dante como siempre