La
confirmación plena de que “No hay alternativa” parece ser el mensaje que desean
legarnos aquellos que, incluso con pretensión de asepsia, han abordado la
muerte de Fidel Castro. Resulta llamativo que quienes indican que es casi
imposible acceder a la información sobre lo que sucede en Cuba gracias a una supuesta
dictadura criminal, opinen con severidad y taxativamente respecto de lo que
allí acontece máxime cuando, en el mejor de los casos, lo que conocen de Cuba
son las playas de Varadero y el Twitter de Yoani Sánchez. Pero como en
Argentina la opinión es el deporte nacional, todos debemos opinar, en especial
y con mayor énfasis, si se trata de un tema que desconocemos. Y justamente,
como no me considero un experto, antes que hablar de Fidel Castro y de la
revolución, prefiero referirme a la operación de instalación confirmatoria de
lo que Mark Fisher llama “realismo capitalista”. Porque para este profesor de
filosofía nacido en Reino Unido, los tiempos que corren son aquellos en los
que, más que nunca, se pretende que aceptemos con resignación aquella sentencia
de Margaret Thatcher por la cual “No hay alternativa” al capitalismo. En este
sentido, los titulares del estilo “La muerte del último revolucionario”, “El
cierre de una era”, o “El fin del siglo XX”, en un sentido no faltan a la
verdad pero, en otro, nos quieren decir otra cosa.
De aquí que no
sea casual que Fisher recoja una frase que se le atribuye tanto a Fredric
Jameson como a Slavoj Zizek y que indica “es más fácil imaginar el fin del
mundo que el fin del capitalismo”. Efectivamente, basta con estar atento a, al
menos, un sector de los discursos ecologistas para darse cuenta de ello.
Hay un sinfín
de razones para explicar por qué nos resulta imposible pensar el fin del
capitalismo pero es interesante observar cómo el capitalismo actual que Fisher también
llama “posfordismo”, tiene la capacidad de presentarse siempre como “lo nuevo”
cuando, en realidad, en palabras de nuestro autor, “la política neoliberal no
tiene que ver con lo nuevo, sino con un retorno al poder y los privilegios de
clase”. Por ello no debe sorprendernos escuchar que es el momento para que Cuba
se “modernice”, salga del “retraso”, se abra, precisamente, a “lo nuevo”, que
no es otra cosa que todo aquello que Cuba vivió antes de la revolución: un país
enormemente desigual con una casta privilegiada que esclavizaba a las grandes
mayorías.
Sin dudas, un
poco antes o un poco después, la presión de las nuevas generaciones que no
vivieron aquello, generará transformaciones en la cultura cubana como la
juventud genera transformaciones en todas las culturas. Sin embargo,
curiosamente, solo se hace hincapié en la insatisfacción de los jóvenes cubanos
“atados” por el socialismo pero no se nos dice nada de la insatisfacción de los
jóvenes capitalistas, los cuales, a pesar de estar presuntamente “libres”,
sufren lo que Fisher denomina “hedonia depresiva”, esto es, una depresión que
no está vinculada a la incapacidad de hallar placer sino a no poder hacer otra
cosa más que buscar placer.
Pero retomemos
la idea de “lo realista”. En política, cuando se nos pide que seamos
“realistas” se nos pide que aceptemos lo que hay y que eso que hay es el
capitalismo. Cualquier alternativa puede ser encomiable desde lo discursivo
pero, aparentemente, choca con “los hechos”. Quienes critican a Castro y no lo
definen como un asesino, le endilgan que su modelo era utópico e irrealizable,
es decir, lo acusan de no ser realista. Sin embargo, “lo realista” como
vinculado a determinados hechos duros o a cosas presuntamente
incontrovertibles, es algo que debe ser puesto en tela de juicio pues en eso,
precisamente, consiste la hegemonía, es decir, en presentar como algo dado,
natural y universal lo que en realidad son los valores y la concepción del
mundo de una facción. En palabras de Fisher: “No hace falta decir que lo que se
considera “realista” en una cierta coyuntura en el campo social es solo lo que
se define a través de una serie de determinaciones políticas. Ninguna posición
ideológica puede ser realmente exitosa si no se la naturaliza, y no puede
naturalizársela si se la considera un valor más que un hecho. Por eso es que el
neoliberalismo buscó erradicar la categoría de valor en un sentido ético. A lo
largo de los últimos 30 años, el realismo capitalista ha instalado con éxito
una “ontología de negocios” en la que simplemente es obvio que todo en la
sociedad debe administrarse como una empresa, el cuidado de la salud y la
educación inclusive. Tal y como han afirmado muchísimos teóricos radicales, desde
Brecht hasta Foucault y Badiou, la política emancipatoria nos pide que
destruyamos la apariencia de todo “orden natural”, que revelemos que lo que se
presenta como necesario e inevitable no es más que mera contingencia y, al
mismo tiempo, que lo que se presenta como imposible se revele accesible”
(Fisher, M., Realismo capitalista,
Bs. As., Caja Negra, p. 42).
Lo interesante
de este realismo capitalista es que es capaz de deglutir toda disrupción e
incluso de presentar como disruptivo aquello que es funcional al sistema. El
mejor ejemplo de ello son las “jornadas solidarias” que aquí en Argentina
suelen realizar ONG, Fundaciones con fondos de dudosa procedencia, la Iglesia y
hasta canales de TV. La exigencia de solidaridad introduce la variable de una
ética individual y nos dice que, en algún sentido, tenemos la obligación de
ayudar a los que menos tienen pues cargamos con la culpa de formar parte de
aquella mitad de la población mundial que todavía se da el lujo de tener sus
necesidades básicas satisfechas. Claro que, ese tipo de acciones solidarias,
omite la identificación del responsable de esa desigualdad. Solo nos dice de
manera “realista” que la desigualdad es un hecho y que no es la lucha colectiva
contrasistémica sino el aporte individual solidario el que debe enfrentar el
desequilibrio. En la página 39 del libro citado, Fisher lo indica así: “El
chantaje ideológico que viene ocurriendo desde [la moda de] los conciertos
[solidarios] insiste en que individuos compasivos y solidarios pueden terminar
con la pobreza (…). Es necesario actuar de una vez, se nos dice; hay que
suspender la discusión política en nombre de la inmediatez ética. Product Red,
la marca de Bono [el cantante de U2 que organiza acciones solidarias] (…) es la
aceptación “realista” de que el capitalismo es el único juego que podemos
jugar. Al buscar que una parte de las ganancias de las ventas de los productos
particulares se destinen a buenas causas, Product Red encarna la fantasía de
que el consumismo occidental, lejos de estar intrínsecamente implicado en la
desigualdad global sistémica, puede más bien contribuir a resolverla. Lo único
que tenemos que hacer es comprar los productos correctos.”
Nótese cómo
este fenómeno se reproduce aquí cuando determinadas marcas nos dicen que al
comprar su producto estamos ayudando al Hospital X, a un mundo más saludable o
a la construcción de un potrero, sin decirnos por qué al Hospital X le faltan
fondos, por qué el mundo está en una crisis ambiental sin precedentes y por qué
ya no existen potreros.
Sería necio
negar que el sistema cubano tiene deficiencias, del mismo modo que sería necio
negar que la revolución ha hecho que millones de cubanos vivieran mejor de lo que
vivían y de lo que vivirían en un sistema capitalista abierto. Pero lo más
importante de la revolución que, sin dudas, hoy no podría tener el formato que
tuvo, es haber desnaturalizado lo que parecía obvio, haber mostrado que es
falso que no haya alternativa. Porque alternativas hay muchas. Si la del modelo
cubano no es adecuada para los tiempos actuales, para la Argentina o para buena
parte del mundo, pues entonces busquemos otra y, cuando la encontremos,
probablemente nos daremos cuenta que esa alternativa puede hallar en el
espíritu de la revolución cubana y de Fidel Castro al menos algunos principios
valiosos y algunas guías (siempre perfectibles, claro), pero guías al fin. Como
diría Silvio Rodríguez: “Yo no creo que haya sido en vano, pero pudo ser mucho
mejor. Hacia el porvenir partieron sombras…cuando no alcance solo podré
alertar. Si alguien me oye allí, no se olvide, pues, de iluminar”.
Yo creo que en el siglo xx, fracasaron casí todas las revoluciones y que gran parte de esos fracasos entre otras cosas , condujeron a fortalecer al capitalismo .
ResponderEliminarPienso ademas en todos los movimientos culturales que cuestionaron al sistema , fueron absorbidos por este y resignificados , por ejemplo la figura del "che"el sistena la convirtió en una pieza de consumo , lo mismo sucedió con el punk y el movimiento hippy , a lo que apunto es que es muy dificil plantear una contra-hegemonía si los movimientos que lo cuestionan al sistema , terminan absorbidos por este y a la vez son resignificados ...
Comento porque tambien soy parte del deporte nacional jaja.
Me resulto muy valioso la parte del articulo en que señalas , lo que determinadas empresas nos muestran como si se compra determinado producto uno termina contribuyendo con un fin solidario pero a la vez jamas esas mismas empresas nos plantean porque faltan fondos o porque hay una mala distribucion de la riqueza ...
Gracias por desnaturalizar lo que intentan por todas partes que sea una obviedad ...
Saludos Dante y gracias por ayudar a pensar.
Te crees que todo se olvida y podes seguir asi como si nada?
ResponderEliminarQue no te cruce sorete maltratador
Gran articulo dante como siempre
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