“En tus opiniones también menospreciás la
victoria del pueblo de la provincia de Buenos Aires sobre el aparato duhaldista
y confundís el voto popular con movimientos de aparatos.
Cuando te quejás de la CGT no podés reconocer que, nos guste o no, son ellos los que hoy representan a los trabajadores.
También caés en el reduccionismo político de equiparar a la CGT con Barrionuevo. Sería como equiparar a los empresarios con Martínez de Hoz. (…)
Cuando te quejás de la CGT no podés reconocer que, nos guste o no, son ellos los que hoy representan a los trabajadores.
También caés en el reduccionismo político de equiparar a la CGT con Barrionuevo. Sería como equiparar a los empresarios con Martínez de Hoz. (…)
Acierto y me equivoco como cualquier ser humano.
Vos sos una buena persona. No te voy a quitar méritos. A veces sos un
intelectual brillante y otras veces opaco. Pero no olvides que también fuiste
un militante político y como tal merecés un análisis más profundo y piadoso,
pero siempre con los pies en la tierra. (…)
Por eso creo que vos y yo no pensamos tan
diferente, sino que tenés miedo. Miedo de que te confundan, porque creés que la
individualidad te va a preservar. Pero no te olvides que pertenecemos a una
generación que siempre creyó en las construcciones colectivas. La
individualidad te pondrá en el firmamento pero sólo la construcción colectiva
nos reivindicará frente a la historia. Al fin y al cabo todos somos pasantes de
la historia”
Este fragmento corresponde a carta que Néstor Kirchner le enviara a José
Pablo Feinman hace más de una década. Fue publicado en el libro de este último,
El flaco, y en estos días me lo hizo
recordar el periodista Alfredo Silletta quien, en su página, www.info135.com.ar escribiera un
interesante artículo en torno a la movilización del viernes 18 de noviembre.
Como bien indica Silletta, las palabras de Kirchner pueden ser útiles para
pensar el modo en que se construyen mayorías y advertir la tentación de las
vanguardias políticas y/o intelectuales.
Siendo más específicos, puede haber buenas razones, aun desde el campo
popular, para no haber marchado. Principalmente la vergonzosa actitud de la
cúpula de la CGT que el año pasado paraba por ganancias y este año apenas
marcha cuando el contexto la empuja, a pesar de que se estima en, al menos, un
10% la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Incluso también se puede advertir
que muchos de los movimientos sociales que convocaron, casi recién asumido el
nuevo gobierno, estaban sentados en la mesa para negociar, quizás más
preocupados por sostener sus estructuras y su anclaje territorial que por la
conflictividad social.
A esto se puede agregar algunas de las razones que se expusieron en un
comunicado de La Cámpora en torno al proyecto de Emergencia social que tuvo
media sanción en el Congreso. En este comunicado se indica que es absurdo
pensar que una ley pueda crear un millón de puestos de trabajo cuando existe
una política gubernamental de eliminar el mal llamado “costo laboral”; que la
noción de “emergencia” parece vinculada a una situación de excepcionalidad que
en cuanto tal, desaparecería en el corto plazo y que puede interpretarse como
una medida circunscripta a paliar los costos de la “pesada herencia”; y que
dado que el culpable de la situación actual es el gobierno y no el Congreso, la
movilización debió haberse convocado a la plaza de mayo.
Todas estas parecen buenas razones y, sin embargo, frente a un
adversario político claro, resulta incomprensible no acompañar de lleno este
tipo de iniciativas. En este sentido, las buenas razones esgrimidas por la
Cámpora y el “kirchnerismo duro” no alcanzan para explicar un comunicado
crítico en esta coyuntura.
Ahora bien, ¿señalar el carácter inoportuno de este comunicado significa
invitar a aliarse con Barrionuevo? Claro que no y, de hecho, el fragmento de la
carta de Kirchner aquí citada intenta mostrar que la CGT es mucho más que un
deleznable dirigente. Con todo, es real que la construcción política realizada
por quien presidiera la Argentina entre 2003 y 2007, tuvo enormes muestras de
pragmatismo en el mejor y en el peor sentido, esto es, construyendo incluso con
los “impuros” o con aquellos con los que, se sabe, no llegaremos juntos al
final del camino. A su vez, la crítica a la actitud egoísta de algunos
intelectuales que Kirchner desliza en la carta son aplicables también a ciertos
espacios progresistas y de izquierda que parecen estar más cómodos en
posiciones testimoniales o en la unanimidad del sí mismo. Una vez más, estas
palabras no deben entenderse como un llamado a una unidad desesperada con todo
aquel que pueda traccionar algún voto, no solo porque las convicciones nos
compelen a brindar una propuesta coherente sino porque desde el punto de vista
estratégico tampoco es garantía de sumar más votos. Preguntémosle a Macri si
no, que soportó la presión de todo el establishment económico y mediático, fue
a la elección sin aliarse con Massa y, finalmente, ganó todo, incluso la provincia
de Buenos Aires. Así, sumar por sumar a veces no tiene sentido pues lo que
entra por un lado sale por el otro, tal como le puede ocurrir a Massa aliándose
con la denuncista serial Margarita Stolbizer. Pero no hay posibilidad de
construcción electoralmente competitiva si se sigue agudizando la fragmentación
que ya se vislumbró durante el año 2015 al interior del kirchnerismo.
Asimismo, más allá del natural juego de la sorpresa respecto a “la”
candidatura, en el espacio del kircherismo duro parecen darse mensajes
contradictorios o, mejor dicho, parece haber una tensión entre mensajes
públicos que llaman a la unidad y los movimientos internos en los que no parece
haber ánimo de una construcción más amplia. O en todo caso, lo que sería peor
aún, quizás esa tensión no sea tal y lo que haya sea simplemente
confusión.
Aunque siempre con límites, mientras los partidos políticos sigan
compuestos por seres terrenales, las mayorías habrá que construirlas con las
estructuras disponibles, aunque más no sea para alcanzar el poder y luego
transformarlas o conducirlas. Se trata de construcciones colectivas en las que
muchas veces se debe ceder.
En este sentido, más de diez años después, seguramente Kirchner volvería a escribir la misma carta, aunque ya no dirigida a un intelectual sino a todos aquellos que se sienten parte del movimiento nacional e incluso a aquellos que simplemente no están de acuerdo con el actual gobierno. Porque señalar con el dedo desde casa o rodeado de un grupo de incondicionales es fácil. Pero ¿saben qué? Así no se construye poder.
En este sentido, más de diez años después, seguramente Kirchner volvería a escribir la misma carta, aunque ya no dirigida a un intelectual sino a todos aquellos que se sienten parte del movimiento nacional e incluso a aquellos que simplemente no están de acuerdo con el actual gobierno. Porque señalar con el dedo desde casa o rodeado de un grupo de incondicionales es fácil. Pero ¿saben qué? Así no se construye poder.
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