Finalmente,
Macri se bajó tras el “primer tiempo” y no pudo terminar su partido. Las
metáforas futboleras de las que tanto se precia servirían para decir que hubo
un cambio antes de que empiece la segunda etapa, algo que sucede cuando los
equipos han jugado muy mal los primeros 45 minutos. Así, entonces, el segundo
tiempo fue para Macri, sinceramente, solo un libro. El expresidente tendrá
algunos días de centralidad en la agenda mediática y no mucho más. Rey muerto,
rey puesto.
Naturalmente
habrá quienes por interés o miopía presentarán la decisión como un
renunciamiento patriótico adornado con jerga republicana de coaching
palermitano, pero la verdad está a la mano. Se bajó porque no le daban las
encuestas y porque ni siquiera podía garantizar el apoyo de su espacio. No hay
nada de malo en eso: CFK se dio en cuenta 2019 que no le alcanzaban los votos y
le pidió a Alberto que la acompañara para sumar lo que faltaba.
Nada es
imposible en Argentina, pero ni la peor versión de un gobierno popular pudo
revitalizar la figura de Macri. Quizás porque todo está demasiado fresco. No lo
sabemos. Pero pareciera que el ingeniero pasará a la historia como el
responsable de una pésima gestión al frente de un gobierno. Aun cuando las
comparaciones nunca son del todo precisas, digamos que si el gobierno de
Alberto Fernández ha sido un mal gobierno con todo en contra (herencia, pandemia,
guerra, sequía), el de Macri ha sido un mal gobierno con todo a favor (una
economía con problemas pero con margen de maniobra, apoyo de poderes fácticos,
peronismo en crisis, préstamos millonarios para financiar la campaña, etc.). Si
Alberto no pudo hacer andar un auto heredado con serios problemas, Macri chocó
la calesita. Esto no busca exculpar a Alberto. Solo pretende explicar por qué
buena parte de la sociedad rechaza a Macri.
Otra
interpretación que ha circulado bastante es la de Macri en el espejo de CFK. Se
trata de una versión tentadora para los que ingenuamente creen que la verdad es
un promedio entre dos polos, y necesitan un gobierno a imagen y semejanza de su
presunta moderación.
Lo
cierto es que más allá de las diferencias entre CFK y Macri, electoralmente
hablando, el dato es que Macri no es el dueño de los votos como sí lo es CFK. A
todo esto, claro está, hay que ponerle mil comillas, pero CFK es la que pudo
poner un presidente a través de un video de youtube. Macri no puede hacer eso
porque los votos de CFK son kirchneristas mientras que los votos de Macri no
son macristas sino antiperonistas. Esto significa que cualquiera puede ocupar
ese espacio: Bullrich, Milei, Rodríguez Larreta o un ladrillo. Por supuesto que
si CFK confirma su decisión de no formar parte de una lista, esos votos van a
ir para algún lado, pero la centralidad que ella continúa teniendo en el
espacio es evidentemente más potente que la de cualquier otro dirigente, aun
cuando parece imposible que 4 años después pueda, por dedocracia, poner al
presidente que quiera. Pero esta CFK desgastada por el tiempo natural de la
política, los ataques desproporcionados y los errores no forzados, sigue
manteniendo una centralidad, para los propios y para los extraños.
Por
cierto, ¿hay beneficiarios de esta decisión? Alguien con ironía podría decir
que el primer beneficiado es el pueblo argentino, pero aquí estamos para ser serios,
de modo que, sin dudas, hay que mencionar a Patricia Bullrich quien, todo hace
prever, competiría con Rodríguez Larreta en una eventual interna. En caso de
triunfar, no faltarán biografías sobre el particular derrotero de una dirigente
que arrancó en la guerrilla de montoneros para culminar de sheriff de un Tea
Party vernáculo, pero lo cierto es que ella trae como aspecto novedoso el hecho
de representar una versión de una derecha que dice lo que va a hacer. En esto
se diferencia del Macri de 2015 que tenía que mentir para ganar la elección.
Aquí puede que la situación sea exactamente la inversa: Bullrich tiene que
decir exactamente lo que va a hacer para poder ganar, lo cual habla más de un
hastío de la población frente a la vacuidad progre, que de un giro ideológico
hacia la derecha. En realidad, y esto sucede también en el caso de Milei, sin
ánimo de desestimar cierta euforia liberal, es probable que Bullrich reciba más
votos por su supuesta “mano dura” antes que por su mantra de recortes en el
Estado como única solución para el drama argentino.
Asimismo,
decía que sucedía algo similar en el caso de Milei, en el sentido de que la
inmensa mayoría de sus eventuales votantes apoyan su figura por el discurso
antipolítico y anticasta, incluso hasta por su perfil disruptivo y sus
exabruptos, pero no por las, por momentos, delirantes discusiones pseudo
académicas acerca del paleo libertarismo y sectas varias.
En
cuanto al FDT, naturalmente, la decisión de Macri no fue bienvenida en la
medida en que resultaba el candidato contra el que sería más fácil confrontar.
En todo caso, para el oficialismo vienen semanas de “operativos clamor”: por un
lado, aparecerán las operaciones del oficialismo oficialista de la Casa Rosada
a través del off the record,
intentando instalar un operativo clamor para que CFK confirme su paso al
costado como lo hizo Macri; por otro lado, desde el oficialismo opositor del
kirchnerismo duro, se insistirá en evidenciar el operativo clamor para que el
presidente decline su candidatura y para que, al mismo tiempo, CFK revise su
posición. Probablemente la realidad venza al narcisismo y haga que sea más
factible lo primero que lo segundo, lo cual le resolvería un problema al
kirchnerismo pero le mantendría vigente el más importante: ¿qué hacer si CFK no
es candidata?
No
sabemos si la inexistencia de un plan B para el caso de que CFK se mantenga
firme en su decisión de no participar, es incapacidad o una forma de presionar
a la líder. Quizás sea las dos cosas. En todo caso, lo sabremos en poco tiempo.
El
internismo en los dos espacios con posibilidades de ganar la elección augura
unas PASO con una fragmentación del voto que puede asemejarse a aquella primera
vuelta del año 2003 con un candidato más votado que no llega al 25% de los
votos. En este río revuelto, y dependiendo de un sinfín de variables, entre las
que se podría mencionar una derrota por poco margen de Bullrich en la interna,
asoma Milei como una figura que, siempre y cuando alcance un piso de unos 20
puntos, podría capitalizar, pos PASO, los votos de la exministra de seguridad.
Si no
fuera por el hecho de que el desarrollo del proceso eleccionario y sus
consecuencias van a afectar directamente la vida de millones de personas,
podríamos afirmar, con una alta cuota de cinismo, que lo que viene resultará,
al menos, entretenido.
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