Especialmente cerca de las elecciones,
es natural que toda la dirigencia política esté pendiente de sacar su tajada de
cualquier evento, desde los más importantes hasta los más nimios. Moción de
censura, políticos con salarios altísimos que se benefician de un bono
eléctrico, manifestaciones contra la política sanitaria en Madrid, un nuevo
exabrupto de Podemos, etc. Este es apenas un pequeño listado de la agenda
pública de un periódico español de los últimos días sobre el cual los políticos
especulan para obtener votos invirtiendo en ello energía, tiempo y dinero (que
muchas veces solo la energía y el tiempo sean propios, es otro asunto).
¿Pero qué hay si les dijéramos
que por más relevancia que el tema posea, por más escándalo que éste genere, estamos
ante el desafío de satisfacer las demandas y las necesidades de una población
incapaz de mantener un mínimo de atención?
El dato es mencionado en el libro
La civilización de la memoria de pez,
publicado en 2019 y perteneciente al periodista francés, especialista en
comunicación, Bruno Patino, el cual ha tenido una suerte de secuela que ha sido
lanzada al mercado en español apenas algunas semanas atrás.
El particular título del libro se
relaciona con dos descubrimientos: el primero es que, según el autor, un pez es
incapaz de fijar su atención por más de 8 segundos, lo cual significa que tras
ese tiempo su universo mental se reinicia y su experiencia se renueva.
Si para el lector común este dato
es motivo de curiosidad y una razón para apiadarse, mi sugerencia es que no se
apresure porque Google ha descubierto la cantidad de tiempo promedio de
atención que poseen las nuevas generaciones de humanos, esto es, aquellas para
las cuales el teléfono móvil no es otra cosa que una extensión de su cuerpo.
¿Una hora? ¿10 minutos? Nada de
ello. Apenas 9 segundos, es decir, un segundo más que la capacidad de atención
de la que dispone el pez. A partir de ese momento, dice Patino, “nuestro
cerebro se desengancha. Necesita un nuevo estímulo, una nueva señal, una nueva
alerta, otra recomendación”. Para ser justos, ni siquiera hace falta ir a
comprobarlo: simplemente observemos cómo nos hemos vuelto máquinas multitareas,
adictas a la novedad, clicando desesperadamente en busca de la última noticia,
un nuevo like, la próxima
oferta.
La civilización de la memoria de pez es un libro
sobre lo que se conoce como la economía de la atención, elemento esencial para
una etapa del capitalismo en la que la mercancía son los datos y la velocidad
es todo.
La atención es un elemento que
atraviesa todos los órdenes y para graficarlo podemos mencionar uno de los ejemplos
que indica el libro a propósito de la industria discográfica: si antes una
banda luchaba por vender un disco, desde la existencia de Spotify, el mayor
logro es que el usuario se sostenga más de 11 segundos escuchando una canción.
¿Usted logra escuchar una canción hasta el final? Lo envidio.
Ahora bien, en este contexto las
preguntas surgen a borbotones: ¿cómo hacer política en estas condiciones? ¿Es
posible una democracia para “peces humanos” al menos en el sentido que hemos
conocido la democracia hasta ahora? ¿Qué lugar queda para los grandes debates,
los acuerdos, los proyectos a largo plazo y las decisiones racionales si todo
es un aquí y un ahora, un presente absoluto?
Alguno de ustedes dirá: es que la
política ha dejado hace tiempo de ofrecernos grandes debates, acuerdos, etc. Y
es verdad. Incluso se trata de una tendencia que comenzó bastante tiempo antes
de que nuestras vidas estuvieran atravesadas por prótesis tecnológicas,
ordenadores e inteligencia artificial. Agreguemos a esto que, a su vez,
asistimos a un tiempo en que esas generaciones de nativos tecnológicos ya
ocupan espacios de decisión con lo cual no solo los electores están necesitados
de nuevos estímulos, sino que son los gobernantes los que sucumben a este ritmo
frenético y delirante de consumo que confunde lo nuevo con lo bueno. Por
cierto, ¿cómo no va a ponerse de moda modificar la historia si la estamos
reescribiendo para una generación que a los 9 segundos ya ha cambiado el foco
de atención?
Para concluir, y a propósito de
peces, viene a mi mente el principio de aquel famoso discurso de graduación
2005 para los alumnos de Kenyon College que brindara el escritor estadounidense
David Foster Wallace y que luego fuera publicado bajo el título Esto es agua:
“Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con
un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice, “Buen
día muchachos, ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando hasta que
después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta: “¿Qué demonios es el
agua?”
Foster
Wallace utiliza este ejemplo para ilustrar cómo lo más obvio, aquello que nos
rodea y que nos es común, se naturaliza de tal modo que pasa desapercibido. Los
dos peces jóvenes nunca se preguntaron cómo estaba el agua porque para ellos
resultaba simplemente algo dado, incapaz de ser revisado o de transformarse en
un objeto de estudio.
Me
pregunto entonces si la política está tan ensimismada como para no darse cuenta
el contexto que estamos atravesando como civilización y cuáles son los desafíos
inmediatos de sociedades cada vez más fragmentadas, más impacientes y más
intolerantes aun cuando la intolerancia de moda sea una intolerancia “buenista”
al servicio de un mercado de minorías y victimismo.
Si ha llegado hasta aquí sin
distraerse, significa que usted es una rara
avis que ha sabido resistir los estímulos de la disputa por su atención. De
modo que no sería extraño que próximamente sorprenda a alguien preguntando cómo
está la democracia. Pero no se ilusione puesto que, frente a ello, en el mejor
de los casos, le preguntarán qué demonios es la democracia y cualquiera sea su
respuesta, será olvidada en 9 segundos.
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