Es probable que las listas que se anuncien en algunas horas
confirmen que Juntos por el Cambio comenzó el proceso de desmacrización antes
de lo pensado. Nunca hay que dar por muerto políticamente a nadie en la Argentina
pero sí está a la vista que, al menos en CABA y Provincia, el sector más
radicalizado que acompañaba a Macri ha sido corrido de los primeros lugares. De
esta manera se estaría dando una primera diferencia respecto del proceso que
atravesó CFK estando en la oposición. Efectivamente, hasta aquí Macri parecía
funcionar en espejo y buena parte de su supervivencia política estaba,
justamente, en lograr aquello que había logrado CFK, esto es, condicionar a
cualquiera que estuviera en la oposición a que se sentara con ella a negociar o
ser ella misma la que eligiera al candidato. En otras palabras, la mayor
aspiración de Macri hoy era que la oposición crea que “Con Macri solo no
alcanza pero sin Macri no se puede”. Sin embargo, pareciera que sin Macri, vaya
curiosidad, “Sí, se puede”. E incluso alguien podría dar un paso más y decir
“Sin Macri es la única manera de que se pueda”.
Rodríguez Larreta está jugando en 2021 su candidatura 2023.
Por eso apostó fuerte y asumió el riesgo. Entendió que si va a ser el candidato
tiene que jugar ahora. Así impuso a María Eugenia Vidal en CABA cuando todo
mostraba que si ella jugaba en Provincia la interna se ordenaba. Pero, claro,
quedaba un vacío sucesorio en CABA que iban a capitalizar Bullrich o Lousteau,
y Vidal iba a volver a perder en Provincia. Entonces Rodríguez Larreta se
garantiza un triunfo holgado en su distrito y se garantiza también que, salvo
un cataclismo, María Eugenia Vidal sería la próxima Jefa de Gobierno en 2023.
En paralelo manda a Santilli, su hombre de confianza, a que haga pie en
Provincia para ser el candidato en 2023. La elección en 2021 es casi seguro que
la pierde pero si la ventaja no es enorme aparecerá como el candidato natural a
la gobernación en 2023. Claro que antes deberá enfrentar a la incógnita Manes.
Aquí también se observa la caída de Macri. Es que ya no hay un único liderazgo
y el radicalismo entiende que la única manera de negociar mayor peso en un
eventual gobierno en 2023 es haciéndose fuerte en la provincia. Es decir, el
radicalismo tiene su estructura en las provincias pero no tiene un candidato
fuerte a nivel nacional. Ese problema lo tiene desde hace tiempo y por eso en
cada elección parece más una inmobiliaria que alquila aparatos antes que un
partido. Le alquiló el aparato a Macri con buen resultado y ahora trata de ver
si se puede subir el precio alquilándoselo a un personaje mediático que mezcla
slogans políticamente correctos con marketing motivacional y libros de
neurociencia para leer en la playa. Es más, resultaría bastante paradójico que
el radicalismo aparezca como resurgiendo a nivel nacional entregando, como se
dice al menos hasta esta hora, los tres primeros lugares de la lista a un
extrapartidario mediático como Manes, a una exradical que despotricó contra el
partido infinidad de veces como Stolbizer, y a Emilio Monzó, el hombre que,
celebrando la rosca, rosqueó para la UCedé, para el peronismo, para el Pro…,
etc. Y más paradójico será cuando veamos el modo en que Manes y el radicalismo
intenten aparecer como una novedad que nada tuvo que ver con el gobierno de
Macri. ¿Macri? ¿Qué Macri? Aquí no conocemos a nadie llamado “Macri”. Todo el
mérito de Manes estará en no tener pasado político. “No seré bueno pero al
menos no he demostrado ser malo” podría ser el slogan de campaña.
Para colmo, Manes, a pesar de su narcisismo, no es hoy el
candidato que puede disputarle a Rodríguez Larreta la candidatura a nivel
nacional en 2023, pero si llegara a ganar la interna, debería ser el candidato
a gobernador de la Provincia dentro de dos años. Salvo que también gane la
elección 2021, pero, una vez más, el triunfo del gobierno en Provincia parece asegurado.
En todo caso se discute por cuánto y ese número no será indiferente porque
ganar por un dígito hará que los números totales a nivel nacional se emparejen
bastante si tomamos en cuenta que CABA, Córdoba y Mendoza tendrán un resultado
abrumador en contra del Gobierno y Entre Ríos y Santa Fe también podrían dar un
veredicto “antioficialismo nacional” como factura por las restricciones de la
pandemia.
Las candidaturas del FDT difícilmente muevan el amperímetro.
Es que ninguno de los nombres en danza tiene la capacidad por sí mismo ni de
traer votos ni de perder demasiados. Algunos candidatos estarán allí por mérito
propio pero se buscará un equilibrio entre las fuerzas que forman el Frente, lo
cual muchas veces va en detrimento del mérito. De hecho, algunos de los nombres
que suenan muestran que hay candidaturas que están allí por otras razones. Sin
embargo, como se vota el sello vaya quien vaya, no se notará demasiado y se
dirá que el candidato es el proyecto como se dice cada vez que no es CFK la
candidata. Quedará para otra elección profundizar en las características del
proyecto que el día de la elección general estará cerca de cumplir dos años. La
pandemia es un atenuante pero hasta ahora el proyecto es un Frente que no debe
partirse para ser competitivo. Es más un proyecto electoral y de sostenimiento
en la administración que de gobierno. Para ganarle a Macri hoy le alcanza porque
se necesita un poco de memoria y vacunas. Pero con memoria y vacunas, en 2023,
no va a alcanzar.
Como indicamos aquí varias veces ya, es probable que el
oficialismo gane la elección general, lo cual es relevante al momento de contar
las bancas. Sin embargo, en paralelo, aun cuando pierda en la sumatoria final,
la oposición puede dar golpes simbólicos que la pongan en una situación
expectante de cara al 2023, pues una cosa son los votos concretos y otra es la
interpretación que se va a hacer sobre ellos. Rodríguez Larreta se juega una
parada riesgosa en la provincia pero ganando la interna y sin hacer un papelón
en la general, correría a Macri del escenario, especialmente porque los votos
de la oposición no son del ingeniero sino de cualquiera que enfrente al
gobierno con posibilidades de triunfo. Por supuesto, una derrota en la interna
de la provincia catapultaría al radicalismo a disputarle a Rodríguez Larreta su
lugar de “número puesto” en 2023. En cualquier caso, Macri miraría de afuera esperando
un “operativo clamor” que no sería el popular sino el de los grupos
concentrados nacionales e internacionales que sostuvieron su campaña y su
gobierno. No se sabe qué pasará pero las malas lenguas dicen que Macri tiene
que ir preparando la reposera porque es posible que deba esperar sentado.
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