Días atrás, en la presentación que hiciera en Misiones, CFK
volvió a señalar la necesidad de plantear un “nuevo orden”. Los que viven de
fantasmas y de apreciaciones sesgadas, sea por mala fe, sea por dificultades de
lectocomprensión, la corrieron por derecha y se apresuraron a afirmar que se
viene una reforma constitucional; otros, por las mismas razones, la corrieron
por izquierda y agitaron la idea de que “orden” es sinónimo de “represión”.
No se trata de hacer aquí una exégesis del pensamiento de CFK
pero parece claro que está diciendo otra cosa, vinculada a esta idea que viene
desarrollando desde hace al menos dos años y que define al orden neoliberal
como una “desorganización de la vida”. De aquí que hacia el final de su libro,
en la página 589, ella indique: “Si alguien me pidiera que definiera a Mauricio
Macri en una sola palabra, la única que se me ocurre es: caos. Sí… Mauricio
Macri es el caos y por eso creo firmemente que hay que volver a ordenar la
Argentina. Como se dice por ahí: que cada cosa esté en su lugar; la heladera en
la cocina y el inodoro en el baño”.
Si bien no es del todo glamoroso hablar de cocinas e inodoros,
tampoco es casual el ejemplo porque pareciera que CFK entiende que el tiempo de
la épica de la batalla cultural ya pasó o, al menos, aquel tiempo debe ceder
circunstancialmente ante la urgencia de que la mayoría de la ciudadanía ha
padecido una creciente precarización de su vida y sus relaciones. Es un falso
dilema, o una falsa oposición pero en tiempos posmo y de políticas de las “pequeñas
cosas”, pareciera que CFK está pensando que antes de discutir la hegemonía
cultural hay que lograr que la gente coma y tenga laburo.
En esta misma línea, su idea de “nuevo orden” no tiene
ninguna pretensión de nueva constitución. De hecho, y sé que ameritaría un
largo debate, hasta el propio mentor de la Constitución del 49, Arturo Sampay,
en sus últimos años, reconocía que era posible un cambio estructural sin
modificar el texto de la Constitución de 1853 sino reinterpretándolo. Tampoco
ese nuevo orden, como les decía anteriormente, refiere a una supuesta
implantación de un sistema represivo en las calles, más allá de que el
kirchnerismo, y lo bien que hizo, en su momento, trató de poner alguna
limitación razonable a la compulsión por el corte de calle. En otras palabras,
habrá tensión en las calles porque es un hecho objetivo que hay hambre y que
ese problema no se va a poder solucionar inmediatamente; también habrá tensión
porque hay sectores y dirigentes que se sirven de la necesidad de la gente con
hambre para administrar recursos y poder y, por último, habrá tensión porque al
interior del espacio panperonista aparecerán disputas entre un progresismo que acoge
acríticamente el discurso de la corrección política y sectores con pretensión
de representar mayorías aun cuando éstas no piensen como les gusta a los
progresistas.
Dicho esto, la noción de “nuevo orden”, desde mi punto de
vista, debe pensarse como “nueva organización” en el sentido en que aparece ya
en aquel mítico discurso de Perón que vio la luz bajo el título de La comunidad organizada.
Allí, más allá de citar innecesariamente a decenas de
filósofos, Perón retoma una tradición que tiene continuidad, a groso modo, en
Platón-Aristóteles, Santo Tomás, Hegel y en lo que se conoce como doctrina
social de la Iglesia. En líneas generales se trata de la discusión acerca de si
es posible pensar a la sociedad como una sumatoria de átomos, individuos con
derechos capaces de realizarse por sí mismos e, incluso, muchas veces, contra
la propia comunidad; o más bien deberíamos pensar que la realización individual
se logra como parte de un colectivo y que la piedra fundamental de la sociedad
es, antes que los individuos racionales y autointeresados, la familia como
unidad esencial que guarda una relación de continuidad natural con el
Estado.
Si el individuo se realiza en la comunidad, el Estado es el
espacio de articulación de esa realización. Un Estado presente y una comunidad
en la que cada uno cumple el rol que el organismo social requiere es la gran
utopía que difiere mucho de la propuesta liberal en la que el único Estado
justificable es el mínimo Estado posible y en el que los individuos son arrojados
a la intemperie en una carrera meritocrática en la que no todos corren en
igualdad de condiciones.
Es ésta, entonces, la idea que, desde mi punto de vista,
tiene CFK cuando habla de “Nuevo orden”, idea que es cara a la tradición
peronista, que no viene a proponer una revolución institucional y
anticapitalista en un sentido fuerte, y que se opone a la mirada
trosko-nietzscheana, para seguir en la línea de citar filósofos, que,
vinculando el orden a la represión, es funcional al desorden y a la
desorganización de todas las estructuras e instituciones que dan estabilidad a
una construcción colectiva.
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