jueves, 19 de septiembre de 2019

CFK y el concepto de "nuevo orden" (editorial del 13/9/19 en No estoy solo)


Días atrás, en la presentación que hiciera en Misiones, CFK volvió a señalar la necesidad de plantear un “nuevo orden”. Los que viven de fantasmas y de apreciaciones sesgadas, sea por mala fe, sea por dificultades de lectocomprensión, la corrieron por derecha y se apresuraron a afirmar que se viene una reforma constitucional; otros, por las mismas razones, la corrieron por izquierda y agitaron la idea de que “orden” es sinónimo de “represión”.
No se trata de hacer aquí una exégesis del pensamiento de CFK pero parece claro que está diciendo otra cosa, vinculada a esta idea que viene desarrollando desde hace al menos dos años y que define al orden neoliberal como una “desorganización de la vida”. De aquí que hacia el final de su libro, en la página 589, ella indique: “Si alguien me pidiera que definiera a Mauricio Macri en una sola palabra, la única que se me ocurre es: caos. Sí… Mauricio Macri es el caos y por eso creo firmemente que hay que volver a ordenar la Argentina. Como se dice por ahí: que cada cosa esté en su lugar; la heladera en la cocina y el inodoro en el baño”.
Si bien no es del todo glamoroso hablar de cocinas e inodoros, tampoco es casual el ejemplo porque pareciera que CFK entiende que el tiempo de la épica de la batalla cultural ya pasó o, al menos, aquel tiempo debe ceder circunstancialmente ante la urgencia de que la mayoría de la ciudadanía ha padecido una creciente precarización de su vida y sus relaciones. Es un falso dilema, o una falsa oposición pero en tiempos posmo y de políticas de las “pequeñas cosas”, pareciera que CFK está pensando que antes de discutir la hegemonía cultural hay que lograr que la gente coma y tenga laburo.
En esta misma línea, su idea de “nuevo orden” no tiene ninguna pretensión de nueva constitución. De hecho, y sé que ameritaría un largo debate, hasta el propio mentor de la Constitución del 49, Arturo Sampay, en sus últimos años, reconocía que era posible un cambio estructural sin modificar el texto de la Constitución de 1853 sino reinterpretándolo. Tampoco ese nuevo orden, como les decía anteriormente, refiere a una supuesta implantación de un sistema represivo en las calles, más allá de que el kirchnerismo, y lo bien que hizo, en su momento, trató de poner alguna limitación razonable a la compulsión por el corte de calle. En otras palabras, habrá tensión en las calles porque es un hecho objetivo que hay hambre y que ese problema no se va a poder solucionar inmediatamente; también habrá tensión porque hay sectores y dirigentes que se sirven de la necesidad de la gente con hambre para administrar recursos y poder y, por último, habrá tensión porque al interior del espacio panperonista aparecerán disputas entre un progresismo que acoge acríticamente el discurso de la corrección política y sectores con pretensión de representar mayorías aun cuando éstas no piensen como les gusta a los progresistas.
Dicho esto, la noción de “nuevo orden”, desde mi punto de vista, debe pensarse como “nueva organización” en el sentido en que aparece ya en aquel mítico discurso de Perón que vio la luz bajo el título de La comunidad organizada.
Allí, más allá de citar innecesariamente a decenas de filósofos, Perón retoma una tradición que tiene continuidad, a groso modo, en Platón-Aristóteles, Santo Tomás, Hegel y en lo que se conoce como doctrina social de la Iglesia. En líneas generales se trata de la discusión acerca de si es posible pensar a la sociedad como una sumatoria de átomos, individuos con derechos capaces de realizarse por sí mismos e, incluso, muchas veces, contra la propia comunidad; o más bien deberíamos pensar que la realización individual se logra como parte de un colectivo y que la piedra fundamental de la sociedad es, antes que los individuos racionales y autointeresados, la familia como unidad esencial que guarda una relación de continuidad natural con el Estado.    
Si el individuo se realiza en la comunidad, el Estado es el espacio de articulación de esa realización. Un Estado presente y una comunidad en la que cada uno cumple el rol que el organismo social requiere es la gran utopía que difiere mucho de la propuesta liberal en la que el único Estado justificable es el mínimo Estado posible y en el que los individuos son arrojados a la intemperie en una carrera meritocrática en la que no todos corren en igualdad de condiciones.
Es ésta, entonces, la idea que, desde mi punto de vista, tiene CFK cuando habla de “Nuevo orden”, idea que es cara a la tradición peronista, que no viene a proponer una revolución institucional y anticapitalista en un sentido fuerte, y que se opone a la mirada trosko-nietzscheana, para seguir en la línea de citar filósofos, que, vinculando el orden a la represión, es funcional al desorden y a la desorganización de todas las estructuras e instituciones que dan estabilidad a una construcción colectiva.

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