Finalmente, en el discurso con el que el presidente
inaugurara las sesiones ordinarias del parlamento, no hubo agenda legislativa,
lo cual quizás haya sincerado que este año el congreso estará, de hecho,
paralizado. Solo voluntarismo y algunos datos, muchos de los cuales fueron
ostensiblemente falsos, como el de la presunta baja de la inflación, la
creación de empleo y un manipulado número de pobreza. Lo que no faltó tampoco
fue lo que a mí me gusta llamar la política “IT”, en referencia al payaso de
Stephen King que se hizo famoso en la película homónima y que, en realidad, no
tiene forma alguna sino que adopta la de los miedos que tiene el que lo ve. No
solo en Argentina pero desde hace algunos años y, en particular, durante el año
2019, se abusará de la política “IT” y es probable que el gobierno, incapaz de
mostrar logros, base su campaña en endilgarle al peronismo todos los males que
asustan a una sociedad. Para muestra, valga la nota que publicara Jaime Durán
Barba el sábado 23 de febrero en el bisemanario Perfil y que se titula “Cristina, Maduro y el autoritarismo”. Allí,
el asesor afirma: “Las que cometen los asesinatos masivos en Venezuela son
guardias revolucionarias paramilitares. Si Cristina gana las elecciones, cambia
la Constitución, como anuncia, y arma a los barras bravas, a su Vatayón
Militante de presos comunes, a los motochorros y a grupos de narcotraficantes
para que maten a sus opositores tendríamos una guardia semejante. Si radicaliza
su posición revolucionaria podría participar directamente del negocio del
narcotráfico como lo hace la cúpula militar venezolana, apresar a los jueces
que combaten el delito como anunció uno de sus voceros y dictar una amnistía
preventiva para todos los asesinos y narcotraficantes. Sería una iniciativa
revolucionaria novedosa del garantismo al frente del Ministerio de Justicia”.
Es preocupante que el principal asesor del gobierno haya
escrito una pieza semejante porque nos permite avizorar el nivel de debate
público que tendrá la campaña. Con todo, me permito marcar qué curioso es lo
que sucede con Maduro en el discurso de muchos de los antichavistas porque se
ha transformado en un significante vacío al que se le adosan todos los vicios.
Con esto no pretendo defender a Nicolás Maduro, quien tendrá su responsabilidad
en la crisis venezolana, pero el Nicolás Maduro de carne y hueso es distinto
del significante Maduro que hoy por hoy es casi una entidad mítica, un fantasma
que asusta a los chicos. Incluso Maduro, como el Cuco, podría no existir en la
realidad pero su efecto sería el mismo. De aquí que cuando discutimos sobre
Venezuela y sobre Maduro tendríamos que acordar si vamos a hablar de la
realidad o de las construcciones simbólicas que se hacen sobre algunos de los
protagonistas de la realidad. En el discurso de Macri no faltó el presidente de
Venezuela, como tampoco faltó la referencia al narcotráfico y al decreto sobre
la extinción de dominio, una aberración jurídica que hace obsoletas a las
instancias de apelación y elimina la presunción de inocencia pero que se
realizó para lograr dos cosas: por un lado, incomodar a la oposición y
exponerla como cómplice en caso de rechazarlo, y, por otro lado, para instalar
que el problema de la Argentina de hoy se debe a la corrupción y no a un modelo
económico. Sobre esos carriles transitó el discurso de casi una hora del
presidente Mauricio Macri.
Pero yo me quiero detener en un tópico que fue central en el
discurso, que está presente desde los orígenes de Cambiemos y que es cada vez
más frecuente en el presidente y sus principales adláteres: la referencia a la Verdad.
Macri, Vidal y la mujer pobre que es puntera política y aparece en todos los
spots de campaña de Cambiemos hablan de la importancia de la Verdad. En este
último caso nos dice que antes era pobre y ahora también pero al menos ahora le
dicen la verdad. Todo Cambiemos ha hecho de esa idea un motivo de sus discursos
probablemente como una extensión del concepto de “relato” que los medios
opositores al kirchnerismo habían instalado montándose en un INDEC cuyos
números no eran representativos de la realidad. Si el kircherismo fue un
relato, entendiendo por tal, una falsedad o un discurso ficcional que
distorsionaba la realidad, el macrismo viene a hablar con la Verdad. En lo
personal, nunca se me ocurriría pedirle Verdad a la política, no porque me
guste que me mientan sino porque el ámbito de la Verdad puede ser la religión,
la filosofía o, incluso, para algunos, la ciencia, pero nunca la política. En
todo caso, a la política le pediría proyectos colectivos o soluciones concretas
a problemáticas cuya coordinación no puede ser implementada por un solo
individuo, pero nunca se me ocurriría ir a pedirle “la Verdad”.
Más allá de este comentario, lo cierto es que dejando de lado
algunos energúmenos, en general, el discurso antikirchnerista, antes que
criticarlo todo, no se animó a decirle a la gente que estaba viviendo mal
porque era evidente que en general no era eso lo que estaba pasando. Lo que
hizo, en cambio, fue decirle que estaba viviendo bien pero que eso era ficticio
y poco perdurable. Dentro de este discurso, los más salvajes, llegaron a
afirmar públicamente que la gente vivía bien pero no lo merecía y que comprarse
un celular, tener el aire acondicionado prendido o hacer un viaje a Europa era
parte de una fiesta a la que nunca debieron estar invitados.
No pienso hacer aquí una historia del concepto de Verdad pero
el discurso de Macri no difiere del que tuviera Platón hace 2500 años y que
luego fuera readaptado por el cristianismo. Es que la Verdad sería “lo que está
por detrás”, “lo que no se ve”. La Verdad además es algo permanente, algo que
subyace a ese mundo caótico nuestro de todos los días que todo lo confunde.
Alcanzar esta Verdad, además, exige un esfuerzo intelectual. Por otra parte,
del mismo modo que le sucede al prisionero cuando sale de la caverna en República, la verdad duele y al
principio nos negamos a reconocerla. Todos estos elementos están en el discurso
de Macri, probablemente tanto por su formación como por necesidad ante la
evidencia de que al gobierno le cuesta mostrar datos y hechos concretos que
permitan ser optimistas. Y es por eso que Macri nos dice que están sentadas las
bases para mejorar y que, aunque no lo veamos, estamos mejor que en el 2015,
aspectos que bien podrían sintetizarse en la legendaria frase “estamos mal pero
vamos bien”. Más allá de la indignación, aquella frase tiene una carga
filosófica interesante porque le está diciendo a las mayorías que ellas no son
capaces de ver la Verdad y la realidad sino que están presas de un aquí y un
ahora que obtura la posibilidad de penetrar en la verdadera realidad, del mismo
modo que cuando uno ve un edificio terminado no se da cuenta que está sostenido
por cimientos que debieran ser sólidos. Es más, el debate en la actualidad es
calcado al que mantenía Platón con los sofistas y a aquel que pretendía separar
a la filosofía y a los filósofos de los sofistas. No casualmente estos últimos
eran acusados de asesorar a los políticos induciéndolos a que transiten el
camino de la demagogia dándole al pueblo lo que el pueblo quiere más allá de
que ello sea “pan para hoy y hambre para mañana”. Pero ese pan de hoy, no era “la
Verdad”, no era “la realidad”, decían los filósofos que, en muchos casos, no lo
olvidemos, se oponían a los ideales democráticos que defendían muchos de los
sofistas.
Varios analistas indicaron que el discurso de Macri
inauguraba la campaña antes que las sesiones legislativas. Creo que tienen
razón. Y a eso agregaría que los elementos enumerados en esta nota serán los
ejes de la campaña del oficialismo y que la cuestión de la Verdad será uno de
los “caballitos de batalla” más allá de que este gobierno se haya caracterizado
por incumplir promesas y por viralizar números falsos y manipulados. En todo
caso, será un capítulo más en la historia del cinismo pero lo que va a ser más
interesante es que la cuestión de la Verdad va a ser utilizada por Macri no
solo para moralizar la discusión política adjudicándole al adversario el lugar
de la mentira, sino para instalar en la sociedad que una Verdad entendida como
aquello permanente que está oculto, por detrás, es la base que se ha construido
en estos primeros cuatro años de gobierno que fueron necesarios para enderezar la herencia recibida. Se le
pedirá, así, a la sociedad, un esfuerzo más y una renovación de la confianza
para que, en un nuevo mandato, la Verdad salga a la luz y se pueda palpar
concretamente. Expuesto en estos
términos, no sé si en 2019 Cambiemos pedirá que votemos a un presidente o a un
pastor evangelista new age.
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