Principios de los años 60. Don Shirley es un pianista de
música clásica que decide hacer una gira por el sur de los Estados Unidos.
Hasta aquí nada fuera de lo normal. Pero el eje de la cuestión es que Don
Shirley es negro y en los años 60 no es fácil ser negro en el sur de los
Estados Unidos. La historia de este pianista es el eje de Green Book, la película ganadora del Oscar, y podría decirse que
era esperable su triunfo en la medida en que, en general, transita todos los
caminos de la corrección política y varios lugares comunes de las películas
norteamericanas. Se trata de una road
movie con los estereotipos bien marcados: Don Shirley, además de ser negro,
es pulcro, posee un fuerte discurso basado en el valor de la dignidad humana y
es un genio artístico. Su chofer es un ítaloestadounidense que vive en el
Bronx, su centro es su esposa y la vida de una numerosa familia italiana que se
junta a comer pasta y que siempre tiene algún miembro vinculado a la mafia. Es
decir, todos los clichés habidos y por haber. Tony Lip, ése es su seudónimo, es
prácticamente un analfabeto, no puede controlar sus emociones violentas y es un
hombre fiel; además, es un antiintelectualista y odia a los negros pero la
historia termina bien, y, a pesar de todo un camino marcado por las diferencias
entre ambos, el negro y el blanco se hacen amigos y terminan festejando navidad
juntos. Si a esto le sumamos que se trata de una comedia dramática con buenas
actuaciones que trata de denunciar constantemente las vergonzosas leyes y
tradiciones que segregaban a los negros en Estados Unidos, tenemos un film que
es candidato serio a ser premiado porque ya no importa si la película es buena
o mala. Lo que importa es que tenga un mensaje acorde con los tiempos y la
moral vigente.
Sin embargo, hay otras lecturas posibles, o al menos algunos
elementos que aparecen en el film y que pueden plantear ciertas fragmentaciones
en el discurso hegemónico de la corrección política. Nada nuevo, por cierto,
porque, de hecho, en la extensa bibliografía de pensadores que han trabajado la
problemática del racismo y también del género, hace décadas que se hacen este
tipo de señalamientos y que podríamos sintetizar en la crítica a la presunción
de homogeneidad de los grupos. Cuando hablo de homogeneidad me refiero a esa
postura que entiende que los grupos señalados como desaventajados se
estructuran monolíticamente, son fácilmente identificables y capaces de entrar
en una generalización rápida. Así, todos los individuos pertenecientes a grupos
como “los negros”, “las mujeres”, “los indígenas”, “los gays”, etc. tendrían
los mismos intereses y padecimientos porque lo que los determina es su
condición de pertenencia a ese grupo. Se trata, claro está, de una mirada
profundamente etnocéntrica que no entiende que esos grupos tienen tantas
diferencias individuales internas como las que tienen los grupos que se
consideran aventajados. Insisto en que esto ha sido advertido hace ya algunas
décadas por muchos de los principales defensores de políticas especiales de
discriminación positiva para minorías. Más específicamente, advierten que no es
lo mismo ser un negro rico que un negro pobre; que no es lo mismo ser una mujer
blanca que una mujer indígena; y que no es lo mismo ser un gay famoso nacido en
New York que ser un gay ignoto nacido en Latinoamérica, por solo mencionar
algunas de las múltiples variables que atraviesan las identidades individuales
de las personas. Es que además de ser parte de una minoría determinada por
género, etnia, religión, objeto de deseo, etc., los individuos se constituyen
también por la cultura, el país de origen, las tradiciones, el status
socioeconómico, las relaciones interpersonales, etc. No tomar en cuenta estas
diferenciaciones puede ser muy efectivo al momento de exigir derechos pero
también puede tener como consecuencia la pérdida de libertades de los miembros
de esos grupos y el surgimiento de una serie de beneficios que son
usufructuados solamente por quienes dicen representar a estos grupos. Por citar
solo un ejemplo, enormemente controversial, la exigencia de la propiedad
colectiva e indivisible que exigen determinados grupos indígenas, cuya
titularidad no es individual sino comunitaria, es enormemente beneficiosa para
poner un límite al avance prepotente del capital sobre tierras ancestrales pero
tiene, como contrapartida, una limitación severa sobre las libertades de los
miembros de la comunidad, ya que éstos serían incapaces de vender su parcela o
comenzar una nueva vida en condiciones materiales dignas en otra comunidad. Es
una prerrogativa que protege de los avances del afuera pero que, al mismo
tiempo, coarta las libertades hacia adentro.
En el caso de Green
Book, los blancos desprecian a Don Shirley por su condición de negro y se
lo hacen sentir a cada momento los hombres y mujeres de todos los lugares por
los que transita su gira como también el propio Estado cuando tiene
reglamentaciones segregacionistas y una policía que lleva a la práctica esa
discriminación. Pero también es verdad que Don Shirley desprecia a su chofer
blanco por toda su brutalidad italiana a tal punto que, en un principio, le
exige que, prácticamente, haga el trabajo de servidumbre para el cual Don
Shirley tenía encomendado a un hindú. Por otra parte, tal como queda expuesto
en varias escenas, los negros pobres ven con malos ojos a Don Shirley porque
viste bien y porque tiene actitudes arrogantes de artista y de rico. Asimismo,
en un momento de la película, Don Shirley es sorprendido por la policía
manteniendo relaciones sexuales con un hombre blanco y acaba siendo humillado
por la policía. Si bien no se ahonda demasiado en este episodio, se deja ver
que, al menos en ese Estado del sur, al momento de la discriminación, primó más
ser gay que ser negro porque Don Shirley y el hombre blanco gay recibieron el
mismo maltrato.
Para finalizar, no hay que olvidar que el chofer de origen italiano,
blanco, es segregado por otros blancos por razones étnicas y culturales, y que,
como se muestra al final de la película, también existen oficiales de policías
que, lejos de maltratar a un negro y a un ítaloestadounidense son capaces de
ayudar aun en un día de navidad con una intensa nevada.
En lo personal soy escéptico en cuanto a esperar que
Hollywood y sus decisiones en lo que a premiaciones respecta, avance en
desmitificar y señalar algunas de las ideas que se instalan sin demasiado
sustento pasando por encima de la verdadera complejidad del mundo y de las
relaciones interpersonales. Sin embargo, quizás agudizando la mirada o leyendo
un poco entrelíneas, podamos encontrar elementos que nos ayuden a pensar que
detrás de los grupos también hay diferencias y que no existen variables únicas
para determinar la identidad de nadie.
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