Y en una semana todo cambió. Salimos del estado de ensoñación
en que nos había sumergido el aislamiento y el consumo demoledor de
información. Se los decía en el último editorial: estábamos repitiendo
boludeces. Una de ellas era que los aplausos de las 21hs. en los balcones
demostraban el triunfo de lo colectivo por sobre lo individual, la conciencia
de la importancia del Estado después de la larga noche neoliberal. Pero dos
días después de escribir aquel editorial comenzaban, a las 21:30, en los
balcones de algunos barrios de la ciudad, cacerolazos contra “los políticos”
pidiéndoles que se bajen el sueldo. Estos reclamos no son representativos pero
tampoco refleja la realidad esas encuestas que hablaban del 93% de apoyo a Alberto.
No quiero decir que se hayan propuesto mentirnos. A lo que voy es que son
encuestas que no sirven para nada porque el humor social, y máxime en “cuarentena”,
es enormemente cambiante.
La otra boludez que se repetía la echó por tierra el propio
presidente cuando anunció la extensión del aislamiento hasta el 13 de abril.
Allí dijo que era un falso dilema el que se planteaba entre “la vida” y “la
economía”. Eso era justamente lo que les comentaba en el editorial de la semana
pasada. Queda lindo como slogan decir que defendemos la vida ante todo pero es
estúpido pensar que atendiendo la economía estamos descuidando la vida porque
la economía también tiene que ver con la vida. De aquí que el gobierno haya
lanzado una importante cantidad de medidas para tratar de morigerar el impacto
de una crisis económica que puede ser sin precedentes. Y de aquí también que,
entiendo, el gobierno haya comprendido que la “cuarentena” no puede extenderse
más allá de mediados de abril. No puede porque el país no lo resiste y porque
no está claro si el costo social, económico y sanitario de una “cuarentena”
extendida en el tiempo continúa siendo menor al costo sanitario que tendría el efecto
del coronavirus. ¿Eso transforma al gobierno en un gobierno insensible que se
olvida de la vida? No, lo transforma en un gobierno sensato que tiene que
decidir tomando en cuenta un montón de variables y que tiene, por supuesto,
varias limitaciones, algunas que vienen desde afuera y otras que vienen desde
adentro.
Las que vienen de afuera están claras. Se llaman “poder real”.
De hecho, horas después de que el presidente apuntara a Paolo Rocca,
mágicamente, la agenda mediática dio un vuelco. El problema dejó de ser “la
vida” y pasó a ser “la economía”. Así, al otro día ya mandaban al notero a
Florencio Varela para encontrar un caso de un señor que diga que no tiene para
comer (lo cual era cierto, pero también era cierto una semana antes y nadie le
fue a poner el micrófono). Y luego, mientras los canales de TV repetían “todos
juntos” como si fuéramos a una guerra, ese poder real cerró filas cuando
trascendió que el gobierno podría declarar de interés público el sistema
privado en caso de que la pandemia desbordara el sistema público. ¡Todos
juntos… pero no entres a mi prepaga! Los periodistas independientes coincidían
así, de repente, y de manera independiente, claro, con los intereses del dueño
del canal que, en algún caso, es el dueño de una de las prepagas más
importantes del país. Como sucedió cuando los bancos le mostraron los dientes,
el gobierno tuvo que recular.
Respecto a las limitaciones que vienen de adentro, a la
burocracia y a los errores en materia de comunicación que había mostrado el
gobierno desde su asunción, ahora se le agregó un error organizativo insólito
entre el BCRA, ANSES y el gremio de los bancarios por el cual, el viernes,
cientos de miles de personas se agolparon en los bancos pretendiendo cobrar. Se
trató mayoritariamente de jubilados, es decir, grupos de riesgo, y los
principales inconvenientes estuvieron en el conurbano, justamente, donde todos
sabemos que si empieza a circular el virus se puede vivir una catástrofe. Este
error se sumó a haber calculado que los 10000 pesos del Ingreso Familiar de
Emergencia alcanzarían a 3.600.000 personas cuando, al momento en que escribo
estas líneas, ya se habían anotado 11.000.000. ¿Alguien puede explicar
esto?
En aquel momento fue una frase que buscaba contraponerse al
desgraciado e inútil gobierno de los CEOS, pero si se pretende ser un “gobierno
de científicos”, sea lo que fuera ello, no se puede fallar así. Porque mientras
discutimos a Foucault y a Derrida no estamos pudiendo organizar la fila de un
banco. En este sentido, si hablamos de inclusión en serio, dejemos de lado
discusiones baladíes e incluyamos a los jubilados pagándoles bien y ordenando
el modo en que van a cobrar. Eso es inclusión y es una inclusión desde el
bolsillo y desde el respeto.
De esta manera, por las imposiciones que vienen “desde
afuera” y por las impericias que vienen “desde adentro”, el gobierno culmina
una semana recibiendo un cachetazo de la realidad para el cual tiene que tener
respuesta inmediata porque es probable que pase mucho tiempo hasta poder
mostrar buenas noticias.
Nadie dice que sea fácil pero la única manera de defender al
Estado es haciéndolo funcionar bien. Cualquier error en ese sentido deja el
terreno fértil para todos aquellos que aun hoy intentan achicarlo pero que
luego piden su presencia cuando tienen miedo.
Es imperioso, entonces, para el gobierno, achicar el margen
de error porque la sobreexpectativa que ha generado la preventiva y correcta
acción de Alberto vendrá en su contra cuando presumiblemente nos encontremos
con un pico de la enfermedad. Todo lo que se ha hecho bien hasta ahora y todos
los elogios cosechados se echarían por la borda si dentro de un mes estamos
igual que España e Italia a pesar de haber hecho un aislamiento de 25 días y el
costo lo pagará Alberto. Hay que impedir eso porque se juegan un montón de
vidas de manera directa y muchas más de manera indirecta. Pero también porque
si el gobierno sale debilitado de este imponderable verá condicionado el resto
de su gestión y nos expondrá al regreso recargado y virulento de las
expresiones que tanto daño le han hecho a la mayoría de los argentinos.
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