El gobierno que hizo de la despolitización un culto, necesita
polarizar, disputar, crear una épica para movilizar a un electorado propio que
es un electorado de baja intensidad. Debe hacer hervir a los tibios: Venezuela,
La Cámpora narcotraficante, el gobernador comunista, Hezbollah kirchnerista,
doctrina Chocobar y Servicio cívico voluntario en Valores. ¿Cómo lograr que los
vuelva a votar el 34% que los eligió en la primera vuelta de 2015?
El progresismo cae en la trampa como siempre y se indigna,
rezonga en su cámara de eco y trata de idiota a quien no vota progresista. Pero
el progresismo elige buenos platos en Palermo, hegemoniza las agendas y tiene
más causas nobles que votos. No le gusta reconocerlo. Sin embargo, lo abofetean
en Brasil, en Estados Unidos y en Gran Bretaña. Aunque eso sí: en Twitter y en
las universidades gana todas las discusiones.
Votantes macristas casi no hay ni hubo. Más bien, la gran
mayoría de los votos de Macri son antikirchneristas y antiperonistas. No está
ni bien ni mal o quizás sí pero no importa. Simplemente es y en las últimas
elecciones esa suma de núcleo duro de derecha con espuma en la boca más unos
cuantos asustados y otros tantos ingenuos que creyeron que no les iban a sacar
nada de lo que tenían, alcanzó para ganar la elección. El electorado que
acompaña a los Fernández es más intenso, politizado y movilizado. Suena mejor
pero no alcanza para ganar en un sistema donde hay balotaje ni lo exime de evitar
su microclima. Está sobresemiologizado: cree que todo es un asunto de
comunicación. Hay una ingenuidad más grande que la que tenían los iluministas
del siglo XVIII porque cree que, explicando, la razón guiará al electorado y
los llevará a votar bien. Quien no vota bien lo hace por estar engañado por un
señor muy malo llamado Durán Barba. Todo se puede deconstruir menos la
terquedad.
Los Fernández se pueden beneficiar con que en las PASO no voten
los menos comprometidos con la política. Ese perfil, naturalmente, es más
propenso a votar al gobierno que ahora sale a buscar el voto “abuelo” que, los
que gozan con bromas de mal gusto, llaman “senil”. La contrapartida de ello es
la juventud. Allí los Fernández arrasan pero cruzan los dedos y esperan que el
domingo de elecciones no funcione instagram. La grieta es multinivel: viejos
contra pibes, k contra anti k, verdes contra celestes, republicanos contra
populistas. Sí, siempre gana el gobierno.
No todo es comunicación pero si vas a comunicar hacelo coordinadamente.
El “Frente Todos”, en este sentido, parece el “Frente todas las partes” porque
cada uno de los pedacitos que lo conformó comunica lo que quiere. Han hecho de
Alberto un equilibrista antes que un candidato y lo ponen a la defensiva o en
el rol de tener que explicar. Se desgasta como si fuera gobierno. En un
reportaje Matías Lammens reconoce que no tuvo la posibilidad de reunirse ni con
CFK ni con Máximo, a quienes ni siquiera conoce personalmente. Es el candidato
a Jefe de Gobierno de la Ciudad. Días atrás circuló que se reunieron los
equipos de comunicación del Frente Todos por primera vez para acordar algunos
puntos y unificar el discurso. Faltan 20 días para las elecciones.
Para el macrismo el problema es el presente. No tiene nada que
mostrar. Su gobierno no es el peor de la última era democrática porque existió
el gobierno de De la Rúa. Mintieron, ejecutaron un plan para pocos y hasta
fueron ineficientes en esa ejecución. Ya casi ni se preocupan en prometer.
Dólar quieto hasta lo que dé. Luego estalla. Lo van a votar igual.
Para el kirchnerismo el problema es el pasado porque los
votantes a los que debe seducir tienen instalados que el pasado es malo.
Alberto juega con referenciarse en un pasado más remoto, casi un Edén virginal:
Néstor. Estratégicamente está bien y hay que decirlo con el diario del viernes
porque con el del lunes es fácil. Hay que decir que está bien incluso si sale
mal como estuvo bien la estrategia de CFK de correrse del centro de la escena apareciendo
como vice para garantizar todos los votos a la fórmula. En 2015 se intentó
satisfacer a los propios poniendo a Zannini como el garante. No alcanzó. Se
hizo campaña más por Aníbal que por Scioli. Perdió Aníbal, perdió Scioli y
perdió la Argentina. Ahora la garante es ella. Todos los votos adentro. Punto.
Quizás alcanza o quizás no pero tras años de cometer errores en la estrategia
electoral, esta decisión fue buena y logró hacer explotar Alternativa Federal y
la avenida del medio que nunca fue ancha. La Argentina es un país polarizado
donde la mayoría dice ser ecuánime y estar equidistante. Casi todos dicen estar
en el medio pero solo se ve que hay un lado y otro. Es un enigma para los politólogos.
También lo es para los geómetras.
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