El último domingo, la expresidenta
CFK brindó su primer reportaje tras la finalización de su administración en el
gobierno. Lo hizo en el canal C5N, en el programa de Roberto Navarro, y con
ello culminó una etapa de casi siete meses en los que las comunicaciones
oficiales de la conductora del FPV se habían realizado a través de las redes
sociales (con la excepción de aquel recordado acto de abril, bajo la lluvia,
frente a Comodoro Py). En este caso fue una charla telefónica, lo cual no
parece la mejor decisión comunicacionalmente hablando pues en la Televisión
hace falta imagen y en política también. Que haya sido “en vivo” fue mejor que
haya sido grabado pero la presencia de su figura, sus gestos y sus modos hubieran
tenido un impacto enormemente mayor. Desconozco si fue una decisión propia o de
sus asesores pero podría haber sido una buena oportunidad para mostrarse. De
hecho, como se indicara en esta misma columna la semana pasada, el tipo de
liderazgo que construyó CFK ameritaría una presencia mayor desde lo
comunicacional y desde lo político. En otras palabras, la expresidente forjó un
liderazgo fuertemente paternalista y totalizante comparable con los de grandes
figuras de nuestra historia y, en ese sentido, es natural la sensación de
orfandad y vacío que supone su decisión de “retiro” de la vida pública. De
hecho el hashtag #VuelveCristina, más que una definición política, parece un
ejercicio de porteñocentrismo pues ¿cuál es el sentido de este “Vuelve” si no
se había ido a ningún lado? El “Vuelve” tenía sentido con un Perón proscripto y
fuera del país pero CFK no se fue del país sino que, solamente, se fue de la
Ciudad de Buenos Aires para dirigirse al lugar en el que vive desde hace
décadas pero que, vale aclararlo, queda dentro de la Argentina. En todo caso el
verdadero #VuelveCristina se daría en el momento en que la expresidente
decidiera retomar activamente el rol de liderazgo de un espacio que recibe una persecución
mediático-judicial sin antecedentes en tiempos de democracia.
Durante la entrevista no hubo
definiciones ni diagnósticos novedosos políticamente hablando. En todo caso,
los “títulos” fueron el pedido de una auditoría sobre toda la obra pública, el
duro golpe que resultó la “escena López”, la denuncia de una persecución
judicial y política en su contra y las aclaraciones en torno a su relación con
Báez.
Sin embargo, cuando se le preguntó
respecto de su futuro político y de la idea de “ponerse al frente” de la
oposición, CFK fue evasiva y continuó con su idea de “empoderamiento ciudadano”
horizontal y alejado de cualquier tipo de liderazgo vanguardista.
Dicho esto, la pregunta que sigue
sobrevolando y que muchos esperábamos que fuera respondida en el reportaje, es
cuál será el futuro político de CFK o al menos cuál es su plan para el corto y
el mediano plazo. En este punto, considero que las hipótesis al respecto
debieran basarse no solo en el clima de época y el vértigo del cambio en el
escenario político sino en la trayectoria, llamemos, “ideológica” de la propia
CFK.
En este sentido, bien cabe trazar
algunas continuidades que en esta revista supimos delinear cuando en el acto
antes mencionado la expresidente lanzó la idea del “Frente ciudadano”.
En aquel momento señalábamos que la
categoría de “ciudadano” pertenecía más a una tradición socialdemócrata que a
una tradición nacional y popular, lo cual, por cierto, a priori no tiene nada
de malo. Incluso señalábamos que tal categoría estaba emparentada con la idea
de “empoderamiento” que CFK comenzó a utilizar en su último año de mandato y
que resuena mucho a la horizontalidad pregonada por el PODEMOS español.
Y a su vez, indicábamos que sin
renegar del peronismo, en CFK la impronta socialdemócrata y republicana aparece
con fuerza también en su política de DDHH y en, mal que les pese a muchos, el
carácter fuertemente institucionalista ganado, probablemente, en sus años de
legisladora. Insisto con esto: más allá del “relato” liberal que reemplazó al
fantasma comunista por el fantasma populista y lo representa como una suerte de
monstruo antirepublicano y demagogo, CFK ha demostrado en varios aspectos una
perspectiva mucho más institucionalista que la de Cambiemos y que la de muchos
miembros de su propio frente. Por citar algunos ejemplos, frente a la
pornográfica acumulación de vetos y al abuso de los decretos realizados por el
PRO en Ciudad y en Nación, piénsese cómo el kirchnerismo llevó al Congreso la
resolución 125 o la llamada “Ley de Medios”, y cómo esperó pacientemente que el
poder judicial se expidiera sobre esta última a tal punto que el Grupo Clarín
obtuvo el tiempo necesario para no acatarla nunca.
Para finalizar y suponiendo que el
análisis aquí realizado es el correcto: ¿Cómo se compatibiliza un liderazgo
fuerte y verticalista como el de CFK con el llamado a un empoderamiento
ciudadano horizontal? ¿Este llamado supone una renuncia al tipo de construcción
propio del peronismo? Y a su vez, ¿el empoderamiento es un momento superador en
una especie de dialéctica de un proyecto nacional que solo necesita
verticalismo y liderazgos hasta que el pueblo y los sujetos de forma individual
alcancen la autonomía o es lo que impone la circunstancia en la coyuntura
particular en la que la conductora, por diversas razones, no quiere ejercer esa
conducción, no hay nadie capaz de reemplazarla y se espera la aparición de un
nuevo liderazgo?
Lo siento, pero se trata de preguntas
que, al menos hoy, no le puedo responder.
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