¿El gobierno
ha decidido estratégicamente cambiar la forma de comunicar o estamos todavía
ante la situación coyuntural de una presidenta que continúa con la recuperación
física tras su operación? Difícil ser concluyente al respecto pero, sin dudas,
es ostensible la diferencia entre aquellos años en los que la presidenta tenía
una enorme exposición pública diaria y estos meses en los que sus apariciones
son esporádicas. Por las razones que
fueran, el hecho de retirarse de los primeros planos de la comunicación,
delegando en otros funcionarios esa labor, ha dado lugar a las más curiosas
observaciones. Porque, en algún sentido, la comunicación gubernamental hoy
transita por los carriles que la prensa hegemónica tanto le exigía:
conferencias de prensa diarias del jefe de gabinete, declaraciones asiduas de
un ministro de economía más fuerte que sus antecesores y de cualquier otro
ministro o funcionario que la prensa requiera. El resultado de este cambio es
que los que querían preguntar ahora pueden preguntar todos los días y eso
expuso que su rezongo obedecía menos a las escasas conferencias de prensa que
al contenido de las respuestas que se dan en las mismas. Pero, claro está, con
el correr de las semanas, políticos y periodistas opositores unieron su voz
buscando instalar el interrogante acerca de la gobernabilidad de la Argentina proyectando,
ansiosos e impacientes de temerosos que son, un final precipitado de la
administración kirchnerista. La argumentación era bastante simple: como el
gobierno de CFK se ha caracterizado por una alta exposición pública de la
presidenta, el hecho de que esto no esté sucediendo implica que la presidenta
ya no gobierna, o no está en condiciones de hacerlo. Digamos que el
razonamiento no será recordado por su brillantez pero en un enero en el que no
pasa nada más que los buenos culos de siempre en la playa, se puede permitir.
Pero si se
ahonda un poco más en esta línea argumentativa se podrá observar la
equiparación que se hace entre el gobernar y la constante exposición pública,
como si gobernar fuese, más bien, una incesante catarata de actos públicos con
discursos y discursos y más discursos.
Insisto en que el cambio ha sido abrupto pero de allí no se sigue
necesariamente que la desmesurada exposición pública sea signo de un primer
mandatario presente. Podría llenarse esta página con distintos casos, con diferentes
estilos y mucho menos expuestos que, para bien o para mal, guste o no,
gobernaron en la Argentina y en el mundo.
Con todo, quizás
podría haberse dado el caso de que, reflexionando, tras la operación, la
presidenta interpretara que ese enorme esfuerzo físico diario no era tan
necesario y que debía delegar en otros hombres y mujeres esa labor; o quizás,
simplemente, tras recuperarse plenamente volverá a la modalidad a la que nos
tuvo acostumbrados. Yo no sé cuál de las dos opciones es la correcta, aunque por
lo que uno ha visto actuar a la presidenta difícilmente podamos pensar una CFK
retirada de las apariciones públicas y los discursos que marcan doctrina. Más
allá de eso, si fuese su consejero, humildemente, advertiría que apariciones
más esporádicas y en ocasiones especiales pueden resultar incluso más efectivas
que las intervenciones diarias. Pues en las condiciones actuales de concentración
de propiedad de los medios de comunicación, la enorme exposición puede ser la
excusa perfecta para que las tergiversaciones transformen a una figura en el
objeto de ira e indignación casquivana de una audiencia con alta propensión y
necesidad de ira e indignación casquivana.
Pero volvamos
a la relación entre el “mandar” y el “hablar” pues resulta curioso que la
equiparación de ambas acciones se dé solo cuando nos referimos a la política y
no cuando nos referimos a otros ámbitos donde se habla y se manda mucho
también. Pienso en las grandes empresas, por ejemplo, esas grandes empresas con
intereses económicos diversificados que incluyen medios de comunicación. ¿Usted
se imagina a esos grandes dueños teniendo que hablar para demostrar que mandan?
Y ni siquiera me refiero a hablar públicamente sino a hacerlo al interior de la
empresa. ¿A alguien se le puede ocurrir que Bartolomé Mitre o Héctor Magnetto
necesitan hablar para demostrar que mandan? ¿Y qué de los Paolo Rocca o los
Franco Macri? ¿Acaso no veríamos como una muestra de debilidad el hecho de que
estos personajes tengan que salir a hablar? Es más, diría yo, la característica del poder inteligente
es el silencio, un rey bien guardado que no tiene que salir a cazar alfiles,
torres ni peones. Algo que se agiganta en el contexto del capitalismo
financiero, ya que allí ni siquiera se sabe de quiénes son algunas empresas o
qué parte del paquete accionario le corresponde a quien. Y sin embargo a nadie
se le ocurre decir que en esas empresas hay acefalía. Todo lo contrario: cuanto
más desperzonalizado, cuanto menos se
hable y cuanto más en las sombras esté el poder, mejor.
Usted me dirá
que estoy comparando lo incomparable. Eso es verdad solo en el sentido de que
un presidente en tanto funcionario público está obligado a publicitar sus
acciones. Pero nadie pone en cuestión eso. De lo que estamos hablando es de que
la exposición pública no es sinónimo de presencia en el mando y de que existen
infinidad de formas de rendir cuentas públicas sin una enorme exposición. Equiparar
la presencia en el poder con las apariciones públicas habituales sería aceptar la
lógica mediática que supone que todo lo relevante políticamente sucede en y a
través de los medios. Sería llevar el ágora a los estudios de televisión y
sobredimensionar el marketing y la cultura de la imagen, elementos centrales de
toda actividad humana en el mundo actual, pero incapaces de explicar por sí
mismos la compleja red variables que entran en juego en una administración
política.
Pero a su vez
el gobierno no puede dejar de comunicar y menos puede prescindir de una oradora
extraordinaria como CFK. De aquí que el kirchnerismo esté en un dilema: por un
lado, para poder contraponerse a la hegemonía de la prensa opositora y en aras
de evitar una comunicación mediada por la nunca transparente intervención del
periodismo, tiene que exponerse en demasía y centralizarse en la figura de CFK.
Esto, claro está, tiene como consecuencia que no haya fusibles y que todo, lo
bueno y lo malo, pase por la voz y el cuerpo de ella. Por otro lado, si
renuncia a las intervenciones diarias, la lógica periodística que entiende que
lo real es sólo aquello que es reflejado por los medios, instalará rápidamente
la idea de ausencia de poder, de una presidenta abatida y un fin de ciclo tan
profundo que ni siquiera debería respetar los tiempos institucionales de un
sistema democrático. Por cuál de los cuernos de este dilema se inclinará el
kirchnerismo es una incógnita. Y en este escenario no encuentro otra manera de
cerrar que recurriendo a una frase de Gilles Deleuze ya utilizada en esta
columna: “No hay lugar para el temor ni para la esperanza: solo hace falta
buscar nuevas armas”.
1 comentario:
Querido Dante,
ahora un poco más seriamente. Me frustraron varias cosas que veo en tu blog.¿Por qué publicás esos comentarios llamémoslos opositores pero que son simplemente ofensivos/agresivos y faltos de ideas/contenidos?
Busqué tu blog porque estaba interesada en saber un poco más quién eras, qué pensabas, además de lo que te escucho en 678.
Esta nota repite lo mismo que se estuvo discutiendo en el programa la semana pasada. ¿¿Por qué??Parece que la metodología de repetir 40 veces las notas (que ya tiene el programa) se hubiera expandido también a tus escritos. ¿por qué? me frustra un poco. En el programa me cansa ver las repeticiones y tengo que confesar que me da algo así como una "vergüenza ajena" cuando pasa. Porque me gusta el programa y entiendo que tal vez lo quieran repetir por si hay nuevos televidentes...¿pero ya en tus notas lo mismo? Quisiera leer algo más tuyo, alguna idea un poco más personal, más jugada, ¡me interesa! (¡y me interesa la novedad!) Pero, claro, son ganas mías nomás.
Creo que hay que tomar perspectiva, salirse un poco y reír. Falta el humor, la frescura.
Me encanta tu alegría. La veo cuando te veo. Pero no la leo en las pocas notas que leí. No sonrío cuando te leo, si se entiende lo que quiero decir. Hace falta reír, más, es necesario.
Otra vez, ¿cómo se hace para tomar contacto con vos??
No tengo más que este blog, ni twitter, ni fb, etc. ¿Qué hacer?
Citar a Deleuze acá donde vivo se critica mucho. Yo lo hice en un booklet, sin saber, y me enteré de que incluso hay un nombre para la gente que hace eso, ya ni me acuerdo cuál es, en inglés. Lo vamos a seguir haciendo igual, queda claro, siempre que querramos.
¡¡Necesito frescura de la Argentina!! ¡lo necesito!
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