Los 33 asistentes a la mesa
política del Frente de Todos tuvieron la oportunidad de expresar su posición en
el documento “Democracia sin proscripciones. Unidad para transformar”.
El presidente “ganó”, sobre todo,
cuando el kirchnerismo no le vació el llamado a la mesa que venía reclamando, y
cuando el documento incluyó las variables externas de la pandemia y la guerra
como factores fundamentales que habrían afectado la eficacia de la gestión.
Otro punto a su favor fue que en el texto se indica que las PASO son el camino
para dirimir la necesaria “unidad en la diversidad” del Frente. Como dijimos
semanas atrás, que un presidente festeje el llamado a internas debe ser único
en el mundo, pero la alternativa que le quedaba a Alberto era que lo sustituyan
de un dedazo. Quizás se trate de una victoria pírrica del presidente porque, si
no es por un dedazo, será sustituido por consenso del Frente, pero al menos
hasta ahora retiene una porcioncita de poder.
A propósito de un presidente en
las PASO, trascendió que habría sido el propio Máximo Kirchner, aunque luego lo
ratificó públicamente Andrés Larroque también, quien, con buen tino, habría
planteado lo que nos hemos cansado de repetir aquí: si hay Alberto no hay PASO.
¿Se trata de un apoyo al
presidente? Yo diría todo lo contrario. Porque efectivamente hay dos
interpretaciones posibles: una sería la que inferiría que, dado que sería
suicida llevar al presidente a medirse en una PASO que va a perder, él debería ser
el único candidato del espacio en tanto presidente; pero la otra interpretación,
y creo yo la más cercana a la realidad, es la que indica que va a haber PASO
pero lo que no va a haber es Alberto Fernández. Veremos cómo se articula eso
pero si hay un consenso fuerte en torno a un candidato o en torno a la
necesidad de dirimir en una PASO un candidato, el presidente deberá dar un paso
al costado. Tiene excusas para hacerlo. Podría aducir que este momento necesita
una decisión magnánima en pos de la unidad; también podría indicar que, ante la
renuncia de su compañera de fórmula, él interpreta que es necesario dar un paso
al costado para dar lugar a una nueva generación de dirigentes; incluso podría
decir que su sacrificio personal contra
la derecha ha cumplido su ciclo y ahora es momento de ir hacia adelante, etc.
Salida elegante que nadie creerá pero que tampoco importa. Eso sí: el resto a
jugar la interna.
Pero el kirchnerismo también tuvo
sus triunfos en el documento. En primer lugar, desde el propio título que habla
de “proscripción”. Todos sabemos que buena parte de la política de los últimos
años se ha centrado en el lenguaje, bajo la algo ingenua teoría de que
finalmente todas las batallas que deben darse son por el lenguaje, pues, quien
nombra, construye realidad. Entonces la idea fue instalar una “proscripción”.
Todos saben que la proscripción es falsa pero a nadie le importa tampoco: hay
que instalarlo.
No es un asunto controversial; no
depende de la perspectiva; tampoco es materia de autopercepción: Cristina no
está proscripta por la sencilla razón de que si quiere presentarse se presenta.
Legalmente no hay nada que se lo impida. Distinto sería denunciar que hay
sectores que quisieran proscribirla. A ese mensaje yo podría suscribir pues es
evidente que, desde la oposición, sectores del poder judicial y empresarios
poderosos, entre ellos, dueños de medios, fantasean con verla tras las rejas o
al menos imposibilitada de ejercer cargos. No entendieron todavía que ese
ataque la fortalece a ella pero el odio es visceral y, como el amor, es más
fuerte.
La confusión puede deberse a que
fue ella misma la que en aquel discurso de defensa pública ante las acusaciones
que estaban en la justicia, culminó diciendo que no se iba a presentar a ningún
cargo para no perjudicar al espacio. Aquel día ella decidía autoexcluirse. Sin
embargo, algunas semanas después, en otro discurso, comenzó a hablar de
proscripción. Y no es verdad. A tal punto es falso que podrán intentar militar
una épica de resistencia antiproscripción pero si ella mañana decide ser
candidata, simplemente lo será, aun cuando recaiga sobre la actual
vicepresidente una condena en primera instancia. Cómo militar un “al carajo la
proscripción” y después ver a la líder del espacio, eventualmente,
presentándose a elecciones como cualquier otro ciudadano, será digno de unas
piruetas argumentales que bien valen una buena compra de pochoclos. Es más, se
dijo que una de las decisiones de la mesa política fue la formación de una
suerte de comisión para intentar convencer a CFK de que sea candidata. Aunque
ya de por sí se nos presenta como sorprendente el sentido de la comisión, lo
cierto es que expone que, si de convencer se trata, lo que hay es una decisión
personal y no un impedimento legal. Es una obviedad aclararlo, pero en
Argentina las obviedades son necesarias. Lo mismo vale para lo que hay que
militar: ¿militamos un operativo clamor o militamos un “no” a la proscripción?
Los dos al mismo tiempo no se pueden militar y militar el primero es perfectamente
válido, más allá de su efectividad electoral; ahora bien, militar el segundo es
ya ingresar en una era de “kirchnerismo mágico”.
Por último, si todavía a alguien
le quedaba alguna duda, se reafirmó la idea de unidad. Nadie rompe. La unidad
como condición necesaria, pero no suficiente, para ganar, no se negocia más
allá de que adentro de la bolsa hay arañazos por todos lados. Todos
debilitados, sin capacidad de imponer su candidato ninguno de los espacios que
forman el Frente, se necesitan más que nunca.
Unidos por el espanto, la
casualidad del número de los asistentes y el espíritu del documento me
rememoraba aquella tragedia en Chile en la que 33 mineros habían quedado
sepultados durante semanas y donde, con ayuda del final feliz y el rescate de
todos con vida, tenemos presente el famoso papelito que indicaba “los 33
estamos bien”.
Seguramente habrá quienes
pretendan extender la metáfora de los 33 mineros a la situación del Frente de
Todos por considerar que los asistentes a la mesa política están pidiendo ayuda
e incomunicados con el exterior. Pero entendemos que decir ello quizás sea ir
demasiado lejos.
Lo que en todo caso sí podemos
decir es que los 33 del Frente de Todos, que por ahora están bien, van a
necesitar los votos de 48 millones de personas que, en su mayoría, no pueden
decir lo mismo.
1 comentario:
Maracillosa analogía
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