La semana
pasada, en Bolivia, Evo Morales tomó
posesión del cargo de presidente para el período 2015-2020. La descripción de
la simbología que conlleva este tipo de eventos merecería una revista entera y
una capacidad narrativa que quien escribe estas líneas quizás no tenga. Así que
quisiera centrarme en aquello que usted suele encontrar en estas notas, es
decir, la pretensión de un análisis conceptual. En esta ocasión, entonces, voy
a centrarme en el discurso que diera el Vicepresidente de la Nación, Álvaro
García Linera, en el edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional, minutos
antes de tomarle juramento a Morales. La razón es que creo que el discurso de García
Linera posee aspectos inaugurales y formas interpretativas novedosas de las
principales categorías de la teoría política de al menos los dos últimos
siglos.
De formación
marxista y pese a haber ejercido la vicepresidencia durante los últimos 9 años,
García Linera no cesó una labor de producción académica sinceramente envidiable
que lo ha catapultado a ser uno de los intelectuales más importantes de la
región y el mundo. Gracias a ello es que pudo sintetizar en breves minutos los
principios de lo que él llama “socialismo comunitario del Vivir Bien”.
El primer
aspecto a destacar del discurso de García Linera es que la propuesta original y
progresista que encarna el proyecto boliviano de Morales se basa en identidades
plurales. Dicho de otro modo, a diferencia de lo que podría ocurrir con el marxismo
clásico que entendiendo la disputa en términos estrictamente económicos ponía a
la clase proletaria como el sujeto (revolucionario) de la historia, García Linera
entiende que el momento actual del capitalismo supone la aparición de
identidades múltiples. En este sentido, habla de distintos tipos de sujetos que
tienen a su vez diversas reivindicaciones capaces de confluir en un mismo
espacio (tal como podría decirnos Ernesto Laclau). No es casual, entonces, que
García Linera vaya más allá de la reivindicación romántica de los indígenas y a
éstos sume los campesinos, los obreros y la juventud.
Dicho esto, García Linera avanza en la línea de lo que él
entiende por “socialismo”, categoría bastardeada y que hoy, de la mano de las
acciones de los partidos que se dicen socialistas, cada vez más se ha
transformado en un significante vacío capaz de incluir prácticamente cualquier
tipo de práctica e ideología.
La visión del Vicepresidente en este punto es muy
interesante porque ahí sí, quizás, desempolvando viejas concepciones de su
formación, entiende al socialismo como un momento de transición y ubica al
Estado como liderando ese momento hacia una sociedad que será aquella en la que
las fuerzas comunitarias se gobernarán organizada y autónomamente.
En palabras del propio García Linera: “socialismo no es una
etiqueta partidaria (…) tampoco es un decreto, porque eso sería reducir la
acción colectiva del pueblo a una decisión administrativa de funcionarios
públicos (…) ni es estatizar los medios de producción [pues] eso ayuda mucho a
redistribuir riqueza, pero la estatización no es una forma de propiedad
comunitaria ni una forma de producción comunitaria de la riqueza”.
El socialismo tiene,
entonces, para García Linera, un límite nacional. En otras palabras, es el
campo de batalla que se libra al interior de las fronteras nacionales entre dos
formas civilizacionales: la de los estertores del capitalismo versus la de un
comunitarismo que siempre estuvo a la defensiva pero que ahora empieza a cobrar
una fisonomía robusta.
“El socialismo (…) es la vieja economía capitalista aun
mayoritaria gradualmente asediada por la nueva economía comunitaria naciente.
Es la lucha entre el viejo Estado que monopoliza decisiones en la burocracia y
un nuevo Estado que cada vez democratiza más decisiones en comunidades, en
movimientos sociales, en la sociedad civil”.
Este socialismo que, en palabras de García Linera, es un puente
hacia otro tipo de sociedad, viene a cubrir los déficits de las repúblicas
democráticas liberales. En esta línea se presenta como un modelo cuyas
decisiones está en manos de la sociedad y donde la misma participa activamente
de las decisiones públicas a contramano del lento proceso que durante los
últimos siglos confinó al ciudadano a la esfera de un goce privado. Tal mirada
no es novedosa pues se encuentra presente en la ecléctica constitución
boliviana que, entre otras cosas, incluye nuevas formas de participación y
representación, y formas alternativas de economías que no eliminan al
capitalismo pero lo ubican como una forma histórica y, por lo tanto, no
necesaria, del intercambio de bienes.
En este sentido, García Linera afirma que “en el socialismo
coexisten muchas formas de propiedad y de gestión de la riqueza: está la
propiedad privada y la estatal; está la propiedad comunitaria y la cooperativa.
Pero hay solo una propiedad y una forma de administración de la riqueza que
tiene la llave del futuro: la comunitaria, que solo surge y se expande en base
a la acción voluntaria de los trabajadores, al ejemplo y experiencia voluntaria
de la sociedad. La propiedad y gestión comunitaria no puede ser implantada por
el Estado. Lo comunitario es la antítesis de todo Estado. Lo que un Estado
revolucionario, socialista, puede hacer, es ayudar a que lo comunitario que
brota por acción propia de la sociedad, se expanda, se fortalezca, pueda
superar obstáculos más rápidamente. Pero la comunitarización de la economía
solo puede ser una creación heroica de los propios productores que deciden
exitosamente asumir el control de su trabajo a escalas expansivas”.
Llegados a este punto, García Linera deja entrever, una vez más,
su formación marxista aunque aggiornada a estos tiempos para, en algún sentido,
mostrar que la propia lógica del capitalismo ha generado las condiciones y las
estructuras desde las cuales se podrá avanzar hacia otro tipo de sistema
económico y otra civilización.
“El capitalismo es una civilización que ha subordinado todos los
aspectos de la vida a una maquinaria de acumulación de ganancias. Desde el comercio,
la producción, la ciencia y la tecnología, la educación, la política, el ocio,
la naturaleza misma, todo, absolutamente todo, ha sido pervertido para ser
sometido a la dictadura del lucro. Y para ello, paradójicamente, el capitalismo
se ha visto obligado a despertar de manera mutilada, parcial, a fuerzas
comunitarias, como la interdependencia entre los seres humanos, como el mercado
mundial, como la ciencia y las tecnologías o el internet, pero para someterlas
al servicio de la ganancia monetaria ilimitada de pocos. Y es por ello que lo
que algún día tendrá que sustituir al capitalismo como sociedad, necesariamente
tendrá que ser otra civilización que libere e irradie a escala mundial todas
esas fuerzas y poderes comunitarios hoy existentes pero sometidos al lucro
privado”.
Aquí aparecen elementos comunes, desde mi punto de vista, con la
visión neomarxista de Michael Hardt y Antonio Negri quienes en el célebre libro
publicado en el año 2000, Imperio,
entendían que el sujeto revolucionario del nuevo milenio sería la “multitud”, esto
es, un espacio de identidades múltiples y diferenciadas de alcance planetario
constituido por el capitalismo pero capaz de alcanzar un nivel de conciencia y
mancomunión que, llegado el caso, será el verdugo del propio sistema que la
creó.
Según García Linera, este proceso de comunitarización “puede
llamarse, con Marx, “Comunidad Universal”, “Ayllu planetario” o “Vivir Bien”
pero lo que importa es que se trate de una comunitarización universal y
total de las relaciones humanas y de los humanos con la naturaleza”.
Comprendida ya la noción de socialismo y el sentido que se le da a
lo comunitario, resta ahora, para finalizar, una breve mención al sumak kawsay, (“Vivir Bien”), voz
quechua cuyo sentido es más abarcativo que la idea de bien común pues no solo refiere
a aquello que pueden compartir los hombres entre sí sino que apunta a resaltar
el vínculo entre éstos y la naturaleza. En este sentido, el “Vivir Bien”
implica una armonía con la naturaleza lo cual no significa llevar adelante una
política de no intervención sobre los recursos naturales sino una utilización
responsable que sea sustentable medioambientalmente. Por ello, García Linera
indica que “El rescate del intercambio metabólico vivificante entre ser humano
y naturaleza practicado por las primeras naciones del mundo, por los pueblos
indígenas, es la filosofía del Vivir Bien; y está claro que no solo es la
manera de enraizar el futuro en raíces propias, sino que además es la única
solución real a la catástrofe ambiental que amenaza la vida entera en el
planeta”.
Pero frente al ecologismo de ONG o a las éticas empresariales
bienpensantes del marketing verde, García Linera entiende que éste es un
proceso revolucionario que no viene a “administrar de mejor forma o más humanitariamente
el capitalismo” sino que viene a “luchar para construir la Comunidad de los
pueblos”.
Este ha sido el discurso de
asunción de un Vicepresidente. ¿Hace falta que agregue que algunas cosas
interesantes están pasando en Bolivia?
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