Tras el
resultado en las últimas PASO apareció la idea de “fin de ciclo kirchnerista”
tal como había sucedido después de las elecciones legislativas de 2009. En
aquel momento, la idea de que el kirchnerismo había llegado a su fin y que a
duras penas podría terminar su mandato en 2011, dio lugar a una importante
cantidad de bibliografía que hoy se halla en depósitos de grandes editoriales,
mesas de saldo, o museos de curiosidades. Sin embargo, hay dos hechos que se
han transformado en un límite a la continuidad del kirchnerismo y que no
estaban presentes en 2009. El primero es biológico y se relaciona con la muerte
de Néstor Kirchner; el segundo es institucional y tiene que ver con la
imposibilidad de reelección de CFK. Es en esta línea que se comprende que confirmándose
que los votos obtenidos en estas elecciones no alcanzarán para lograr una
reforma constitucional, naturalmente aparezca, una vez más, el vaticinio de un inexorable
final del kirchnerismo. ¿Pero puede ser todo tan lineal y simple? ¿Acaso la
continuidad del kirchnerismo está atada a la posibilidad de una reforma
constitucional? ¿No es posible un kirchnerismo con CFK fuera del gobierno?
Para tratar de
responder estos interrogantes, admítase que más allá de que parece haber
demasiada ansiedad en decretar el fin del kirchnerismo, no resulta descabellado
suponer que una vez abandonada la Casa Rosada, asuma quien asuma, el
kirchnerismo cerrará su ciclo. Esto obedece a que el modo de construcción
política de los Kirchner es un modo peronista, verticalista y personalista. A
algunos les puede gustar y a otros, muchos de los cuales simpatizan con el
gobierno pero se pretenden intelligentzia
inmaculada e iluminada, no. Pero está claro que en el peronismo la conducción
no se discute y no hay ninguna duda de que quien conduce es CFK. A los ojos de
la ciudadanía y en términos electorales, este modo de construcción tiene sus
pro y sus contra porque en momentos de bonanza quien acapara los laureles es el
conductor pero en momentos de flaqueza no hay instancias intermedias que lo
protejan. Pero el kirchnerismo es así y en ese aspecto muestra una impronta
fuertemente peronista. A juzgar por los resultados en las elecciones ni a Perón
ni a los Kirchner les ha ido mal pero resulta claro que, para este tipo de
construcciones, el límite a la reelección es una dificultad que tanto Perón
como Kirchner, a nivel provincial, pudieron resolver con una constitución que
permitía reelecciones indefinidamente. Pero CFK no tiene esa posibilidad, de
aquí que se asocie fin de mandato con fin del kirchnerismo pues las plumas
opositoras generan una equivalencia entre el tiempo del mandato del conductor
en la Casa Rosada, la posibilidad de seguir conduciendo y, lo que es más
discutible aún, el entierro de un proceso que, como se demostró en el
peronismo, puede sobrevivir a su líder.
Para
especificar mejor esto hagamos un experimento mental y supongamos que CFK
decide no apoyar a Scioli y busca ungir un candidato “tapado”. En 2015, ese
candidato hace una muy buena elección pero pierde en ballotage frente a la
expresión opositora que supere la fragmentación. ¿Esto significa que se acabó
el kirchnerismo? Puede que sí pero también puede que no, no sólo porque CFK
difícilmente decida “retirarse” de la política sino porque el kirchnerismo ha
logrado instalarse, con tensiones e interpretaciones en pugna, dentro del campo
de las identidades políticas de la Argentina. Y nótese que no estoy haciendo
referencia a las conquistas logradas en estos 10 años, conquistas que la
ciudadanía ha naturalizado y que costará mucho remover. Me estoy refiriendo más
bien a una transformación cultural profunda que pone al kirchnerismo como
referente de todas las discusiones. Se está “en” o “contra” el kirchnerismo, se
es “más” o “menos” kirchnerista, o se tendrá que “volver a” o “superar” al
kirchnerismo, pero lo que parece haber marcado estos tiempos es la existencia
de un proceso cuya complejidad excede largamente todo lo sucedido en los
últimos 30 años. Porque el menemismo también transformó la realidad (desde mi
punto de vista, de manera negativa) pero no hay allí ninguna épica, ninguna
identidad y ninguna continuidad histórica que alguien tenga el descaro de
asumir públicamente. Distinto es el caso del kirchnerismo, el cual, más allá de
que para algunos sea puro peronismo, para otros un tipo de izquierda y para
otros un populismo reaccionario, ha marcado una época y posee vastos sectores
dispuestos a asumirlo como identidad. Porque los dirigentes pueden ir y venir y
la dirigencia argentina toda ha demostrado una veleidad y un carácter
acomodaticio vergonzante a lo largo de toda la historia. Pero la cuña que ha
clavado el kirchnerismo garantiza una permanencia que hace pensar que no resulta
del todo aventurado suponer que quizás en 20 años algún referente llegue al
gobierno levantando las banderas de Kirchner y CFK del mismo modo que hasta el
día de hoy miles de jóvenes llevan como estandarte a Perón y Evita.
Pero quiero
insistir con esto: no me interesa en este punto valorar más allá de que,
claramente, tengo una posición tomada. No me interesa porque creo que en este
caso alcanza con la mínima pretensión de describir un fenómeno que, salvo algún
opositor con espuma en la boca, nadie podrá resistirse a reconocer. Porque
efectivamente hay un relato, término que no refiere a una mera ficción sino a
trazar continuidades históricas, a incluirse en una linealidad narrativa y por
sobre todo, a asumir una cosmovisión y un horizonte. Y es porque hay relato que
existe una posibilidad cierta de trasvasamiento generacional cuyo florecimiento
puede no ser inmediato pues no hay que confundir trasvasamiento generacional
con trasvasamiento de poder. En esta línea, como alguna vez escribí en esta
columna, sigo considerando que en el kirchnerismo hay una apuesta por un sujeto
de la historia entendido en términos generacionales y que tal apuesta se
encarna en la generación de los nietos recuperados, aquellos jóvenes que hoy
promedian los 35 años. No es, claro está, que CFK crea que el próximo
presidente tiene que tener esa edad. A lo que me refiero es a que CFK considera
que es en esa generación, aquella de los nacidos entre el 75 y el 80, donde
será posible articular los ideales transformadores que ostentó la generación de
los padres de estos jóvenes con el aprendizaje que surge de haber crecido en el
marco de instituciones democráticas. Esto significa que los sub 35 podrán
levantar banderas de los años 70 pero no observan como alternativa la vía de
las armas porque viven en otra época y en otro contexto. Se trata de una
generación que no está exenta de errores ni de pecados burocráticos pero
entiende que se aceptará siempre el resultado de las urnas y se buscará
justicia en el marco del Estado de Derecho aun cuando el adversario no hago lo
mismo. Si esto es tal como aquí se describe, suponer que el kirchnerismo
desaparecerá porque CFK en 2015 tendrá que dejar su lugar en la Casa Rosada,
sería simplemente un error tan importante como afirmar que si CFK no transfiere
el poder a un sub 35 el trasvasamiento generacional habrá fracasado. Hay, cerca
de la presidenta, dirigentes que hoy rondan
los 50 años y son capaces de asumir la responsabilidad de ser la continuidad
histórica, y también hay una juventud que en 20 años, con aprendizaje y
experiencia democrática, puede, ante la mirada atónita de los escribas propios
y ajenos, llegar a la presidencia dentro del traje de un Nestornauta que disimulará
canas, calvicies, pecados de juventud y algunos kilitos de más.
1 comentario:
Dante: Coincido plenamente. Me queda una sola duda :"los sub 35 podrán levantar banderas de los años 70 pero no observan como alternativa la vía de las armas porque viven en otra época y en otro contexto"....¿te parece?
Los hijos de la montonera que combatió con el Chacho Peñaloza y con Felipe Varela, serían quienes acompañaron a Leandro Alem. Sus hijos llegarían al gobierno con Don Hipólito Yrigoyen, cerrando más de medio siglo de dictadura 'republicana' conservadora. Sus hijos harían el 17 de octubre de 1945 completando la democracia con los derechos sociales y económicos de los trabajadores. Los hijos de esta generación de 1945, harían el Cordobazo y la gesta épica de los años setenta. Los hijos de los sobrevivientes de la derrota de 1976 se sublevarían en las jornadas de diciembre de 2001, liquidando el modelo de desaparición nacional. La Cámpora, La Kolina, HIJOS : Son los hijos que siguen, y están siendo protagonistas de la historia.
Te cito nuevamente "A algunos les puede gustar y a otros, muchos de los cuales simpatizan con el gobierno pero se pretenden intelligentzia inmaculada e iluminada, no".....Eso es lo que yo llamo el pajaro carpintero perforando del lado de adentro http://opiniondeandrea.blogspot.com.ar/2013/09/donde-quieras-que-estes-siempre-hay-un.html
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