La discusión
en torno a la denominada “ley de medios” durante los últimos años de la
administración kirchnerista, tuvo como consecuencia algo más importante que la
sanción de la ley: el hecho de poder esclarecer que detrás de las noticias había
intereses, y que la independencia, la neutralidad y la objetividad, en el mejor
de los casos, son inalcanzables y, en el peor, solo son el eufemismo utilizado
en una operación de encubrimiento ideológico. Asimismo, tomar conciencia de la
posición dominante de determinados grupos mediáticos, hizo que la disputa comunicacional
se trasladara a internet, plataforma que, con nulo o escaso costo, se
transformaba en el espacio donde poder librar “la batalla cultural”. Hay
infinidad de ejemplos de medios o usuarios que disputan esta batalla a diario,
a veces, con relativo éxito, pero el sentido de estas líneas es llamar la
atención sobre un fenómeno bastante particular que no deja de sorprender, pues
muchos de los que tienen conciencia crítica respecto al rol de los medios
tradicionales, consumen con enormes dosis de ingenuidad la información que
circula a través de redes sociales o medios online. Podría decirse, entonces,
que aquellos que se dieron cuenta que Clarín mentía todavía no se han dado
cuenta que los usuarios también mienten y que la información que circula en las
redes suele estar enormemente tergiversada. Si tomamos en cuenta que las nuevas
generaciones ya no se informan a través de los medios tradicionales sino,
fragmentaria y descontextualizadamente, a través de lo que circula en las redes
sociales, el panorama es alarmante.
Sin ir más
lejos, en los últimos meses se ha desatado una enorme controversia en EEUU
respecto a Facebook. ¿Qué sucedió? Esta red social, que ya cuenta con
aproximadamente 1700 millones de usuarios en todo el mundo, decidió incluir una
suerte de “lista” de las principales noticias y/o posteos, tal como hacen otros
sitios. La pregunta que surgió allí es: ¿quién determina cuáles son las noticias
y los posteos a destacar? Facebook respondió que esa lista es confeccionada por
un algoritmo que toma en cuenta tres criterios: afinidad, importancia y fecha
de la publicación. En otras palabras, aquellas publicaciones que encontramos en
las redes sociales estarían filtradas según la “cercanía” que tengamos con
ellas, la cantidad de interacciones que los usuarios hayan tenido con tales
noticias y la fecha de publicación, privilegiando, claro está, aquellas más
actualizadas. Con todo, investigaciones periodísticas mostraron que tal
algoritmo estaba digitado por un conjunto especializado de “editores” con la
facultad para visibilizar o invisibilizar determinada información. Por ello, impulsado
por el bloque republicano, el Senado estadounidense realiza una investigación
al respecto pues hay sospechas de que esa edición tiene un sesgo político e
ideológico.
Pero
supongamos que detrás de Facebook no hay editores sino, efectivamente, un
algoritmo. ¿Acaso esto disminuiría la gravedad del asunto? Todo lo contrario,
por la sencilla razón que explicábamos antes: comienza a haber cierto acuerdo
en cuanto a que todo editor de un medio es parcial pero no existe tal
conciencia respecto de la información que circula y que es priorizada en la
web. Ahora bien, ¿qué es un algoritmo? Se trata de un conjunto de reglas e
instrucciones que, a través de un conjunto finito de pasos, permite llevar
adelante una actividad o resolver problemas. Casi siempre se los vincula con la
matemática aunque su definición las excede a tal punto que hasta un manual de
usuario común puede ser visto como un algoritmo. A su vez, en la informática
los algoritmos son clave y no existirían ni programas ni computadoras sin
ellos.
En este
sentido, Kevin Shavin, en una charla TED titulada How algorithms shape our world afirma: “Las matemáticas en general
han pasado de ser algo que se extrae y se deriva del mundo a algo que realmente
empieza a darle forma al mundo que nos rodea y al mundo dentro de nosotros, [y
lo hacen] específicamente con algoritmos, que son básicamente las matemáticas
que utilizan las computadoras para tomar decisiones. [Las matemáticas, a través
de los algoritmos, moldean nuestro mundo y] adquieren sentido de verdad porque
se repiten una y otra vez, se osifican, se calcifican y se vuelven reales”.
Ahora bien,
los algoritmos no solo se encuentran en Facebook sino también en Google y en
toda la web. Para comprender ello, pongamos algunos ejemplos. ¿A vos no te
resulta curioso que minutos después de buscar información sobre un viaje a
Europa, en páginas web que nada tienen que ver con viajes, te aparezcan ofertas
de hoteles en Europa? Y si te gustan los libros, ¿te parece casual que internet
te ofrezca todo el tiempo libros del autor que más te gusta? En este mismo
sentido, ¿por qué un sitio como Netflix te ofrece mirar un estilo de películas
y no otras?
Una respuesta
a esto la dio Eli Pariser, en una charla TED de 2011 que se hizo viral y que se
tituló Beware online “filter bubbles”.
Allí se mostró que las búsquedas de Google no son estándar sino que varían de
usuario en usuario. La razón es que Google utiliza hasta 57 criterios para
personalizar la búsqueda, tomando en cuenta, por ejemplo, ubicación y tipo de
dispositivo. Para dar cuenta de esto, Pariser le pidió a dos amigos que escribieran,
al mismo tiempo, en el buscador de Google de sus dispositivos, la palabra
“Egipto”. A uno de ellos, seguramente menos politizado, el buscador le ofrecía
datos de la ubicación de aquel país e información sobre cómo ir a conocer las
pirámides. Al segundo, más interiorizado en los sucesos políticos, Google le
ofrecía acceso a información vinculada a la denominada “primavera árabe”. Este
sesgo, producido por estos algoritmos que nos ofrecen información según la
forma en que navegamos en Internet, se lo conoce como “burbuja de filtros” y
echa por tierra las fantasías respecto a internet como un espacio abierto a
todo tipo de intercambio, especialmente intercambio de puntos de vista divergentes.
Las burbujas de filtro, basadas en nuestro comportamiento y nuestras
preferencias anteriores, sesgan la búsqueda y el acceso sin contárnoslo; nos
facilitan la información presuntamente relevante para cada uno porque hay
grandes posibilidades de que sigamos interesados en navegar por los mismos
sitios y consumiendo determinado tipo de información, pero de manera solapada
van recortando la realidad a aquello que más se acomoda a nosotros. De hecho,
Pariser cuenta que le asombró cómo, de repente, Facebook dejó de mostrarle las
publicaciones de sus amigos conservadores, por el simple hecho de que un
algoritmo identificó que él prestaba más atención a las publicaciones
progresistas. Dicho esto, ¿ahora te resulta casual que en las redes sociales,
mayoritariamente, tus amigos piensen lo mismo que vos? Estar rodeado de quienes
piensan como uno no es en sí mismo malo pero sí lo es si se pierde vista que se
trata de un microclima. Y esa es la gran trampa de los algoritmos y de las
burbujas de filtro. Porque nadie te avisó de su existencia y vos, que seguís
creyendo que lo que aparece en Google es objetivamente lo más relevante, creés
que la prioridad de unas noticias sobre otras es representativa de una realidad
objetiva. Por ello, tal como indica un estudio reciente de Comunicadores de
Argentina, no resulta casual el modo en que el establishment político y
mediático busca influir en determinadas redes como Twitter. El estudio analiza
las noticias destacadas que brinda Twitter en ciento ocho pantallas durante
abril y octubre de 2016, y allí se resalta que el 90,5% provienen de cuentas de
funcionarios, referentes o ministerios del actual gobierno. Asimismo, si
ponemos el énfasis en la presencia de empresas de comunicación, Twitter destacó
las noticias que provenían del Grupo Clarín (53,7%), La Nación (15,3%) y CNN
(11,4%). Esto quiere decir que cada vez que un usuario ingresa a Twitter se
topa con más de un 80% de noticias tamizadas por el sesgo de estos
conglomerados mediáticos. Y lo grave es que el usuario desprevenido no se da
cuenta.
En este
panorama, el desafío es enorme pues hay una porción de ciudadanos, en su
mayoría jóvenes, que se enfrenta a los medios en general con la misma
ingenuidad que se tenía antes de la discusión sobre la ley de medios; pero a su
vez, existe otra porción de la ciudadanía que ya conoce el funcionamiento de
los medios tradicionales y sus editores pero navega acríticamente por internet
rodeado de algoritmos y burbujas de filtro que le construyen su propia realidad
en cuanto consumidor, haciéndole creer, como hacía y pretende seguir haciendo
Clarín, que esa realidad que le han construido, es la única posible.
2 comentarios:
Es verdad que la ley de medios generó una mirada crítica en gran parte de la sociedad y tambien coincido que esa mirada crítica no se aplicó a redes sociales.
Te felicito Dante por el artículo.
Saludos Martín de berisso
Excelente
Publicar un comentario