En las últimas
semanas he tenido la suerte de realizar presentaciones de mi libro El Adversario a lo largo de todo el
país. Desde Villa La Angostura pasando por Rosario y Colón (Entre Ríos) pude
desarrollar algunos de las ideas principales que vengo exponiendo en esta
revista y he podido compilar en el libro. Ahora bien, en estas presentaciones
en las que el público participa abiertamente llamativamente se repitió una
pregunta que la recuerdo bien porque me generó cierta zozobra. La voy a
mencionar y luego le pediré algo de paciencia para aclarar algunos conceptos.
La pregunta podría sintetizarse así: ¿qué pasa cuando el adversario te
considera un enemigo?
Para responder
a este interrogante se debe comenzar teniendo en cuenta que si una de las principales
discusiones de la política actual pudiera esquematizarse, bien cabría
identificar dos grandes grupos. Por razones pedagógicas los denominaré
“consensualistas” y “agonistas”. Los primeros consideran que la democracia y la
política necesitan de un consenso básico sobre un conjunto de instituciones y
que los conflictos que naturalmente pudieran surgir se pueden resolver a través
del diálogo y de la negociación. Este grupo se afirma en el presupuesto de que
el conflicto no es inherente a la condición humana o que, en todo caso, si lo
es, resulta posible eliminarlo a través de un acuerdo. Para restringirnos a los
últimos siglos, la tradición contractualista encajaría bien en esta descripción
y en la actualidad podría ubicarse allí a aquellos pensadores que forman parte
de lo que podría denominarse “republicanismo liberal”.
Pero también
existe otra tradición, igualmente compleja y que ha abrevado de diferentes
líneas de pensamiento, que aquí denominé “agonista”. Los agonistas consideran
que el conflicto es inherente a la democracia y a la política. Es más,
entienden que lo político es en sí mismo conflicto y que una sociedad con
perspectiva de futuro es la que convive con los antagonismos y no aquella que
busca eliminarlos. Dentro de esta tradición hay pensadores identificados con la
derecha como Carl Schmitt pero también toda una línea hegeliano-marxista que
hoy encuentra como referentes a pensadores como Ernesto Laclau o Chantal
Mouffe, representantes de lo que suele denominarse “izquierda lacaniana”.
Laclau se
encuentra “de moda” por defender una visión de populismo que los editorialistas
de los grandes medios no pueden o no quieren entender, pero a mí me interesa en
estas líneas reivindicar lo que Mouffe denomina “modelo adversarial” pues
resultará central para dar cuenta del interrogante antes planteado.
La autora de En Torno a lo político propone una democracia agonista en la que el
conflicto es parte inescindible y en la que naturalmente existe un “otro” con
el cual disputar. La existencia de este “otro” suelen generar escozor en las
visiones consensualistas porque suponen que una sociedad donde existe un otro
es una sociedad fracturada. Pero para Mouffe la pregunta es distinta y podría
formularse así: “¿ese otro es un adversario o es un enemigo?”
En otras palabras, del otro lado siempre habrá
un grupo con quien confrontar pero el punto sería cuáles son los límites de ese
enfrentamiento. En este sentido ella analiza el punto de vista del antes
mencionado Carl Schmitt quien afirma que lo propio de lo político es la
distinción amigo-enemigo y que la lucha contra este último es una lucha
existencial “a muerte”. Pero ni siquiera hay que remitirse demasiado a la
academia pues puede tomarse como ejemplo la utilización del término “enemigo”
durante los golpes militares en Argentina, en especial, el último. Frente a
esta visión Mouffe propone un punto de vista que no elimina el conflicto pero
que sí lo enmarca dentro del juego democrático. Desde esta perspectiva, el otro
con el cual se disputa es un adversario con el cual se luchará con todas las
fuerzas posibles pero siempre en el marco del Estado de Derecho y el veredicto
de las urnas.
Considero que
esta categorización es útil para entender al kirchnerismo pues éste no comprende
la democracia y lo político en un sentido consensualista pero tampoco adopta la
perspectiva agonista que entiende que el otro es un enemigo, pese a la
insistencia y a la recurrencia con que obsesivamente los amanuenses del poder
intentan vincularlo con Carl Schmitt. Porque
más allá de haber heredado el verticalismo peronista y caracterizarse por una
explícita concentración de las decisiones en la figura de Cristina Fernández,
guste o no, se trata de un movimiento que ha crecido a la luz de la maduración
democrática de nuestro país. De esto se sigue que exista una apuesta por un
trasvasamiento generacional hacia los sub 35 que han crecido en democracia y
cuyos principales referentes son nietos recuperados o bien tienen la edad de
ellos.
Y sin embargo
la pregunta sigue vigente porque hasta ahora hemos respondido cómo entiende la
política y la democracia el kirchnerismo pero ¿qué pasa con aquel “otro”, con
aquel considerado “adversario”? Dicho de otra manera, aquel con el que el
kirchnerismo confronta, ¿considera al kirchnerismo un adversario o un enemigo?
Y allí
comienza la perplejidad porque especialmente desde el conflicto entre el
gobierno y las patronales del campo representadas por el Grupo Clarín y el
diario La Nación entre otros, estamos
siendo testigos de un adversario que parece entender la democracia no como la
única sino sólo como una de las formas a través de las cuales volver al poder.
Esto no quiere decir que estos grupos concentrados estén comprometidos en un
plan de golpe de Estado similar a los que pulularan en Latinoamérica en los
años 70, pero sin dudas serán los principales amplificadores o creadores de
cuanto conflicto pudiera generar focos de desestabilización hacia al gobierno
tal como ha sucedido en Ecuador, Paraguay, Venezuela y Bolivia entre otros.
En este
sentido se puede retomar la pregunta clásica de cualquier teoría práctica: ¿qué
hacer? Y para semejante interrogante una respuesta que debe despejar toda duda
pues como se decía anteriormente, esta generación sub 35, aun en el hipotético
caso de un golpe, no ve en la acción armada una opción y ni siquiera observa
que el otro (golpista) sea un enemigo pues la manera de confrontar con ese
accionar se daría siempre en el marco del Estado de Derecho. Y con esto no
estoy haciendo ninguna hipótesis de futuro ni delineando un camino a seguir.
Más bien estoy haciendo una descripción del pasado reciente y del sendero ya
transitado por las Madres de Plaza de Mayo que nunca utilizaron la justicia por
mano propia sino que lucharon para que los tribunales nacionales juzgaran a los
genocidas con los principios de nuestra Constitución democrática. Allí hay un
excelente ejemplo de una disputa política en la que de un lado se considera al
otro un adversario pero del otro lado se considera al oponente, un enemigo. A
la luz del aprendizaje de nuestra historia democrática la apuesta debe ser una
y clara: aun cuando el otro nos considere enemigo, siempre y bajo cualquier
circunstancia, habrá que responderle como adversario.
3 comentarios:
El 27/10 vamos a llenar las plazas de todo el país, compañeros. Que nuestro recuerdo de Néstor sea militante y perseverante en la búsqueda de una Argentina más justa, libre y soberana.
A no aflojar, que el garcaje está agazapado y espera su oportunidad de volver al poder por el medio que sea.
Que pasa con nosotros las personas que no militamos en política sino en organizaciones sociales sin renombre, en el interior del país , y que estamos mucho más en contacto con el pueblo propiamente dicho? consideramos que los kichneristas son autistas que no ven la realidad, consideramos que Argentina no es Buenos Aires solamente, pensamos que los que se sientan en 6,7,8 ni siquiera conocen lo que es el interior del pais, con sus carencias y atrasos, etc.etc.
Todos nosotros pensamos igual que su comentario de ·El infierno3 sólo que los actores son exactamente al reves, el partido gobernante piensa que ó estás con el ó no tenés que existir y trata de eliminarte por todos los medios.
Está muy gastada la muletilla esa de que los kircneristas pensamos que "o están con nosotros o no tenés que existír",Graciela!
¿De dónde sacás semejante absurdo?
Por favor!
Matías.
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