“Es un
sentimiento. No puedo parar” (Hinchada de Vélez)
Como viene sucediendo desde hace ya varios
años y con ritmo espasmódico, la problemática de la inseguridad ha reaparecido
en los últimos días como eje de los debates públicos a partir de una serie de
casos que han conmocionado a la sociedad. Cada vez que esto sucede, la
discusión suele entrar en una zona muerta en la que los opositores, sean
políticos o referentes mediáticos, acusan al gobierno de no tener un plan
contra el delito y de poseer una ideología garantista que insólitamente es
presentada como “pro-delincuencia”. Por otra parte, desde los sectores cercanos
al gobierno se afirma que especialmente los medios de comunicación son culpables
de generar un clima de pánico y efervescencia social que es funcional a las
“soluciones” de derecha vinculada a las políticas de “mano dura”.
Este esquema quizás tiene aspectos
particulares por la propia historia de nuestro país y por las disputas
políticas actuales. En otras palabras, el genocidio perpetrado por la última
dictadura militar hizo que la problemática de la inseguridad estuviese
vinculada a la violencia institucional en manos de la policía, los militares y
los civiles, en una complementación que apuntaba a la eliminación física y a
atentar contra la propiedad privada de las víctimas. Incluso en democracia las
nunca del todo depuradas fuerzas policiales siguen sumando casos de “gatillo
fácil” que generalmente son invisibilizados por los principales medios de
comunicación.
Sin embargo, por otro lado, agudizados por la
desigualdad de las políticas neoliberales, el negocio de la droga y la propia
fisonomía de los grandes centros urbanos, las últimas décadas han sido testigo,
en general, del crecimiento de hechos delictivos que, en boca de damnificados
de clase alta y con ideologías reaccionarias, lleva a falsas contraposiciones por
las cuales se alega que el gobierno estaría más preocupado por “derechos
humanos del pasado” que por los “derechos humanos del presente”. No obstante quizás
sea esta matriz vinculada a la propia historia de nuestro país la que hace que
varios sectores progresistas observen con cierto desdén los reclamos por mayor
seguridad considerando que se trata de una agenda de “la derecha” o de los
“pequeños burgueses asustados”. Con todo, bien cabe mencionar que este es un
bosquejo demasiado general e injusto con todos los matices e incluso con
algunos de los cambios que se produjeron desde el gobierno en materia de
seguridad, no sólo creando un Ministerio sino poniendo al frente del mismo a
una funcionaria de tradición progresista como Nilda Garré.
Pero quisiera, entonces, retomar la aparente
dicotomía inicial entre algo así como la “inseguridad real” y la “sensación de
inseguridad”.
Para ello me
serviré sólo de algunos elementos que me resultaron de interés en un libro publicado
por el sociólogo argentino Gabriel Kessler en 2009 titulado El sentimiento de inseguridad.
Algo que muchas veces se pasa por alto y que
Kessler encara rápidamente es la relación que hay entre la problemática de la
inseguridad y las emociones. Más específicamente, cuando un homicidio o un robo
violento toman estado público parece natural que nos invada entremezcladamente
una gran cantidad de emociones como el miedo, la indefensión, la impotencia o
la bronca. Se trata de emociones abruptas y espontáneas que, con el tiempo,
ceden. Sin embargo, el hecho de que esto que llamamos “inseguridad” se
transforme no tanto en una reacción acotada a una situación particular sino en
algo duradero vinculado a un determinado objeto transforma a una emoción en un
“sentimiento”. En otras palabras, la problemática de la inseguridad registrada
en sucesivas encuestas muestra que las sensaciones que rodean a ésta se
mantienen entre las principales preocupaciones de los argentinos y no se agotan
en una reacción puntual y limitada vinculada a ser damnificados directos o
indirectos de algún tipo de atentado contra la propiedad.
Ahora bien, decir que la inseguridad es un
sentimiento puede ser interpretado como una subestimación del problema pues
toda la tradición filosófica occidental ha establecido una jerarquía por la
cual los sentimientos, emociones y pasiones están vinculadas a la
irracionalidad y, por tanto, no son las vías adecuadas para tomar decisiones en
el ámbito de lo público. Pero está claro que esa no es la intención de Kessler
ni la mía. Más bien se trata de mostrar cómo este elemento está presente y si
puede aportar algo al debate. En este sentido, retomo lo que en particular me
interesa y es la investigación de Jean Delumeau en El miedo en Occidente cuando desarrolla, tomando el lapso de
mediados del siglo XIV hasta el 1800, el lugar central que el miedo ha tenido
en nuestra cultura. Lo interesante que aparece allí es el desarrollo filológico
que muestra cómo las diversas lenguas europeas e incluso el español antiguo, en
general, han establecido una distinción entre algo así como una mal llamada “inseguridad
objetiva” relacionada con los hechos reales y concretos, y una “inseguridad
subjetiva” entendida como un sentimiento que no necesariamente es la consecuencia
natural de la primera.
Pondré un
ejemplo. Según un Estudio del BID publicado hace apenas unos años, las ciudades
de Guatemala y San Salvador tienen una tasa de homicidios veinte veces mayor
que las de Buenos Aires o Santiago de Chile (entre 103 y 95 cada 100000
habitantes en las primeras contra apenas 5 en las segundas). Ese es el dato que
denominaríamos “inseguridad objetiva”. Sin embargo, el mismo estudio muestra
que la “inseguridad subjetiva”, esto es, la sensación de inseguridad que tiene
la gente es más o menos similar en las 4 ciudades. Así, ante la pregunta “¿Usted
se siente inseguro?”, el 50% de los habitantes de San Salvador y el 61% de los
residentes en la ciudad de Guatemala respondieron que sí, casi a la par del 53%
de Santiago de Chile y superados por el 66% de la Ciudad de Buenos Aires.
Lo que estos números muestran es, entonces,
que no existe necesariamente relación directa ni causal entre la inseguridad
objetiva y la inseguridad subjetiva y gracias a estos datos es posible concluir
que nuestra sensación de inseguridad no tiene estricta correlación con las
posibilidades reales de ser víctima de algún hecho delictivo.
¿Esto quiere decir que no hay delitos ni
muertos y que éstos son un invento de una prensa destituyente? Claro que no. Los
delitos y los homicidios en ocasión de robo existen y seguramente todos hemos
sido testigos directos o indirectos de algún hecho de estas características. Aun
cuando estemos infinitamente mejor que buena parte de las principales ciudades
del mundo y Latinoamérica, sería deseable que ni un solo caso sucediera porque
la estadística no puede ser nunca consuelo de los familiares de la víctima. Pero
por otro lado ¿que estos hechos no sean inventados exime de responsabilidad a
los medios de comunicación? Claramente no, porque los principales responsables
de esa diferencia fenomenal entre la posibilidad real de ser víctima de un
delito y el sentimiento subjetivo de indefensión rayano en el pánico que nos
rodea cada vez que salimos a la calle, no son otros que los medios que obsesivamente
repiten una y otra vez aquellos asesinatos o robos que más conmocionan a la
opinión pública. Es allí donde la utilización amarillista de la muerte
televisada y los programas hechos con cámaras de seguridad espectacularizando
el atraco, deben detenerse, por un momento, a reflexionar qué tipo de
comportamientos sociales están provocando y qué se espera de una ciudadanía
atravesada por un desproporcionado sentimiento de inseguridad.
5 comentarios:
Muy claro y pedagógico. Sólo faltaría un gráfico de ejes cartesianos con las respectivas curvas de inseguridad (objetiva y subjetiva) para aclarar con infografías lo que algunos no quieren entender con tipografía.
Abrazo, Dante.
Damián.
El análisis es realmente muy bueno y veraz por donde lo mires.., el problema es que estos medios amarillistas , perversos y agresivos al ser dominantes , no hay forma de neutralizarlos.Su lema es : "repite una mentira 100 veces y se transformara en verdad" . Un abrazo. Roberto
Maestro: sobre esto publicamos este hallazgo hace un par de años, sobre lo que la consultora J Walther Thompson publicó en su estudio sistemático "Anxiety Index" y de como fue manipulado por Clarín.
Está acá:
http://huincanoalineados.blogspot.com.ar/2010/05/de-como-clarin-crea-una-mala-noticia.html
Espero que le interese
Saludos maestro
Rick
me parecio sumamente importante la pregunta que hiciste ya dos veces en 678: ¿Qué propuesta tiene el progresismo frente al tema de "la inseguridad"?
saludos
Coincido plenamente con la propuesta de la necesidad de una agenda progresista sobre la "inseguridad". Creo que algo que alimenta el temor es el desconocimiento y la descontextualizacion de los hechos delictivos. Esto podría al menos atenuarse con la existencia de un 'mapa del delito' veraz y actualizado, para las principales ciudades del país y que se difundiera por medios audiovisuales e internet. En dicho sitio, podrían recibirse denuncias que vayan desde un crimen hasta un robo o la existencia de 'transas' de la droga en una plaza o esquina. Las denuncias deberían ser chequeadas, e informar el resultado. Se que organizar esto no es sencillo, pero si el gobierno muestra la voluntad política que ha tenido con otros temas, no solo se restaría a la campaña mediática del miedo y el desanimo como bien señala la presidenta, sino que colaboraría en la disminución del delito.
Hugo MDQ
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