La extensión y la cantidad de elementos que aparecen en Sinceramente, el libro de CFK, hace que sea difícil poder tener una mirada de conjunto que dé cuenta de aspectos conceptuales, anécdotas, coyuntura, revelaciones y por qué no, de las lecturas entre líneas acerca de lo que podrían interpretarse como mensajes de cara al futuro inmediato. Aun sabiendo que la empresa está destinada al fracaso intentaremos hacerlo ofreciendo además una posible guía de lectura agrupada en una serie de categorías que no siempre coinciden con las de la autora. De aquí que varias veces a lo largo del texto aclaremos entre paréntesis el número de página de la cita o la referencia.
Según la propia CFK, se trata de un libro “que no es autobiográfico ni tampoco una enumeración de logros personales o políticos, es una mirada y una reflexión retrospectiva para desentrañar algunos hechos y capítulos de la historia reciente y cómo han impactado en la vida de los argentinos y en la mía también” (p.11). Agreguemos que tiene una lectura ágil pues está expresado en el lenguaje de la oralidad, a tal punto que al leerlo es natural que en cada línea se nos represente la voz de ella. Vinculado a eso ha surgido una insólita polémica en torno a si el libro lo ha escrito CFK como si esto fuera realmente importante o como si valiese la pena ponernos a discutir sobre lo que parece simplemente una herida narcisista de algunos políticos y de muchos periodistas incapaces, por cierto, de escribir, ya no un libro, sino una nota. En lo personal, la sensación que da es que el libro, o la mayoría de él, ha surgido de conversaciones de ella con alguien, probablemente impulsadas por alguna pregunta o según una lista de temas (de hecho, por momentos, el libro se repite, como si en la conversación o en el monólogo sobre distintas preguntas ella hubiera mezclado los temas). Ese alguien seguramente grabó la exposición de ella y luego es posible que también se haya encargado de tipear el texto y pulirlo. Es así como imagino yo la construcción de un libro en el que, a diferencia de los publicados por políticos a través de un ghost writer, el estilo de ella está muy presente. Es más, podría decirse que es tan clara la decisión de que el libro tenga el tono de una conversación, y las particularidades de la oralidad, que incluye comentarios desafortunados o deslices de esos que uno puede cometer en una exposición oral pero que filtraría en un libro. Por ejemplo, no pareció del todo feliz el comentario que ella realiza cuando, en el contexto de la operación que se le iba a realizar en la cabeza, confiesa que estaba paranoica y que mandó, no a las fuerzas del Estado, pero sí a Wado de Pedro y a gente de Abuelas e H.I.J.O.S a investigar si el médico que la había tratado de manera poco amistosa, era hijo de algún ex represor (p.287). Tampoco parece del todo apropiado dar a entender que en 2015 aumentó el 1% del PBI para favorecer la candidatura de Scioli (p.323) o que en la marcha a favor de Nisman hubo un apoyo “gentista” y no popular (p.499), más allá de que seguramente tenga razón.
Otra frase que yo no hubiera incluido es, respecto a su silencio entre el fin de su mandato y las elecciones de octubre de 2017: “Necesitábamos todos descansar: yo de los argentinos y los argentinos de mí” (p.47). En este sentido, con todo, habría que decir algo a favor: a contramano de la híper corrección política que suelen tener estos libros, CFK se permite también interpelar y hasta molestarse con los ciudadanos argentinos, dejando ese lugar tan transitado que afirma que el dirigente simplemente tiene que escuchar. Por eso se pregunta: “¿Por qué la autocrítica se le demanda solo a los dirigentes?” (p.182) y más adelante, a propósito de la inexplicable decisión de buena parte de la ciudadanía de votar a Francisco de Narváez, ella dice: “no era enojo lo que me provocó aquel resultado, sino dolor por Néstor y muchísima preocupación. “¿A quiénes estoy gobernando?”” (p.234). Esa sensación de ajenidad que solemos tener los ciudadanos cuando en una elección notamos que más de la mitad más uno vota a un candidato que aborrecemos, la expresa quien fuera presidente de los argentinos. Cualquier asesor sugeriría no escribirlo en un libro ni decirlo públicamente pero ella se lo permite del mismo modo que algunas páginas más adelante asume pesimistamente que a veces, cuando escucha determinados razonamientos, se le da por pensar que la batalla cultural está perdida (p.269), y que Clarín ha hecho mucho para que Cambiemos llegue al poder pero también la ciudadanía ha tenido su cuota de responsabilidad (p.300).
En cuanto a la autocrítica de CFK hay pasajes muy interesantes. Por ejemplo, cuando entiende que no fue del todo acertado hablar despectivamente de la soja como un “yuyo” (p.211) o cuando, hablando de Néstor Kirchner, reconoce que, el hecho de su muerte, le quitó a ella el complemento perfecto para poder identificar aspectos de la construcción política para los cuales el expresidente tenía una habilidad inigualable (p.265). Este punto es clave porque algunas páginas más adelante vuelve sobre el tema para dejar en claro que “tendría que haber pensado en alguien para cubrir la parte que hacía [Néstor] con el peronismo, con el PJ, con los dirigentes” (p.290). ¿Acaso esa lección explica el acercamiento actual entre CFK y Alberto Fernández? Las menciones a este último son numerosísimas en el libro y nunca se hace referencia a él de manera negativa. Si es por avanzar en el terreno de las elucubraciones, allí puede haber alguna pista.
Otro elemento central de la autocrítica está vinculado a su relación con Moyano y el sindicalismo. Más allá de que, como veremos más adelante, Moyano y las estructuras sindicales son acusadas de misóginas y de haberse dejado llevar por Clarín para paralizar el país pidiendo por ganancias cuando en la actualidad su preocupación principal pasa por los despidos, CFK indica “a veces creo que debería haber intentado que Moyano no se enojara” (p.290). A propósito de la disputa con el líder camionero, en el libro aparece el verdadero motivo: el hecho de que Moyano le pidiera que Héctor Recalde fuera su compañero de fórmula en 2011 y que Facundo Moyano fuera el candidato a Vicegobernador en la fórmula de Scioli. La negativa a ambos pedidos habría sido el origen de la ruptura. Para ir cerrando el capítulo de la autocrítica, cabe indicar que CFK se pregunta, de manera general, si “estábamos listos para dar la batalla por la ley de medios” (p.241) y afirma que probablemente haya puesto demasiadas expectativas en ella como si su sanción fuera el fin de todos los males que aquejaban al país. También vinculado a la ley de medios, la expresidente admite que debió haber avanzado, en paralelo, con una ley antimonopolio si lo que se buscaba era acabar con la posición dominante en el espectro audiovisual (pp. 544, 549 y 550). En lo que respecta a la persecución judicial que sobrevino especialmente después de 2015 sobre la propia CFK, sus hijos, los funcionarios de su gobierno y muchos de sus simpatizantes, se pregunta: ¿Cómo pudimos creer que la derecha es democrática? (p.401). Y por último, en uno de los alegatos más potentes del libro y en el contexto del capítulo que le dedica al tema del Memorándum y la muerte de Nisman, CFK afirma: “La ilusión de firmar el memorándum e imaginar la fotografía del juez argentino a cargo de la causa sentado en Teherán tomándole declaración a los acusados iraníes fue, hoy lo puedo confirmar, una verdadera ingenuidad de nuestra parte, que nos hizo olvidar los intereses geopolíticos en pugna (…) Creo que esa voluntad mía y la omnipotencia de pensar que podíamos arreglarlo todo terminaron jugándonos en contra. Fueron esos los componentes que se condensaron en el Memorándum: una mezcla de ingenuidad, omnipotencia y creo, mirándolo en retrospectiva, mucho voluntarismo” (pp.480-482).
La defensa
Más allá de las autocríticas, Sinceramente es un libro de defensa y justificación de lo hecho a tal punto que buena parte del libro repasa las conquistas y los pilares del modelo kirchnerista. Pero también es un libro donde ella hace una defensa de su persona y de su familia. Por ejemplo, hay un capítulo entero dedicado a dar cuenta de la polémica en torno a la fortuna familiar, desde sus orígenes en el estudio de abogados hasta las buenas y malas decisiones económicas ocupando ya cargos electivos. En este punto, resulta evidente por el espacio que le brinda, que CFK está indignada y conmocionada por la persecución que viene sufriendo especialmente su hija Florencia y las consecuencias físicas que ello le ha traído aparejado. En este contexto surge con don profético la advertencia que le hiciera Néstor Kirchner y que, según se infiere, CFK habría subestimado: “Néstor me lo dijo: te van a perseguir a vos y a tus hijos” (p.73).
Por ello no es casual que el último capítulo haya sido escrito el martes 25 de marzo de 2019, recién llegada del viaje a Cuba donde fue a visitar a su hija después de que los médicos le sugirieran que no viajara en avión. Tampoco parece casual el énfasis que CFK pone en el diagnóstico de los médicos cubanos que afirman que Florencia sufre un trastorno de estrés postraumático. La anécdota con el médico cubano es clave porque cuando éste intenta explicar qué significa “postraumático”, le indica que es lo que en general sufren los soldados cuando regresan de una guerra. Y CFK entiende que lo que hizo el Grupo Clarín contra su gobierno, tal como lo expresara el recientemente fallecido Julio Blanck, fue una guerra.
Esto apoya otro de los puntos que CFK quiere dejar en claro: sus hijos padecieron el poder, incluso en las pequeñas cosas, como en las bajas notas que algunos maestros le ponían a Máximo por ser “el hijo de”. Y si hablamos de elucubraciones o especulaciones podría decirse que si la figura de Alberto Fernández sale enormemente fortalecida, la otra figura enormemente valorada es la de Máximo quien, en varias de las anécdotas, aparece como formando parte del círculo de la toma de decisiones o al menos teniendo una palabra que era fuertemente escuchada por sus padres incluso cuando Máximo transitaba su adolescencia o sus primeros años de juventud. Asimismo, sin llegar ni por asomo a la ponderación de Alberto Fernández, quien recibe una caricia bastante sorprendente y hasta, digamos, “sospechosa” es Sergio Massa. Adjetivo de esta manera porque CFK le otorga mérito por haber sido aquel que, siendo Jefe de Gabinete y tras enterarse de la propuesta que tenía Amado Boudou en torno a los fondos de las AFJP, levantó el teléfono y le pidió a CFK que lo recibiera a pesar de que en el mismo relato CFK cuenta que Massa se reía y que tomaba como un delirio lo que finalmente iba a hacer una de las decisiones más valoradas por CFK de su propio gobierno.
Los que no salen bien parados, y también de allí uno podría aferrarse para entender algunas decisiones políticas del pasado reciente y, por qué no, del futuro inmediato, son Lavagna, Scioli y Lousteau. En cuanto al primero, ni siquiera le adjudica demasiado mérito en la renegociación de la deuda puesto que, según ella, quien la llevó adelante en el plano operativo fue Guillermo Nielsen (p.197). A Lavagna también lo acusa de parecer un lobista de las empresas públicas en lo que respecta a la presión por el aumento de tarifas y se expone el por qué de su apartamiento del cargo. Esto tiene que ver con la disputa, en 2005, entre Duhalde y Kirchner. En ese contexto, Lavagna, ministro de Economía de Kirchner heredado de la administración Duhalde, ante la pregunta de Mirtha Legrand acerca de a quién iba a apoyar en las elecciones en las que se disputaba la interna bonaerense entre CFK y Chiche Duhalde, dice: “Yo no apoyo a nadie. La economía no va a elecciones”. Esa indecisión le molestó a Kirchner y meses después, pasadas las elecciones, el expresidente le pidió la renuncia (p.201).
Por su parte, a Scioli le critica haber cuestionado la política de DDHH que el kirchnerismo había levantado como bandera (p.202) y no haber tenido una postura firme en 2015 en relación a los fondos buitre (p.365). Por último, el caso de Lousteau es bastante particular porque CFK le adjudica entera responsabilidad por la resolución 125 que sería el comienzo del conflicto con las patronales del campo. La expresidente cuenta que Lousteau le acerca la propuesta de las retenciones móviles y que en un principio a ella le pareció basada en un criterio adecuado. Sin embargo, cuando Alberto Fernández le preguntó a Lousteau si habría algún problema, éste respondió: “No, a ellos no les interesa la soja” sino las retenciones al trigo y el maíz (p.209).
Para cerrar el apartado de las defensas podría decirse que, como nunca antes, realizó una defensa cerrada de Amado Boudou afirmando que sufre una persecución judicial por la sencilla razón de que no le perdonan el haber acabado con el pingüe negocio de unos pocos en torno a las AFJP. (p.280). También refiere a la persecución que padecería Milagro Sala y Julio de Vido, en este último caso, producto de una operación en la que estaría involucrado el exministro Javier Iguacel. Para finalizar, también se ocupa de aclarar su relación con Cristóbal López y Lázaro Báez brindando datos acerca de la obra pública y de los negocios de las empresas durante la administración provincial y nacional de los Kirchner.
Peronismo, Bergoglio y el punto de vista de una mujer
CFK también se ocupa de dar cuenta de su posición en torno a figuras y temas sobre los cuales siempre hubo tensiones, y en los que se la ha corrido por izquierda y por derecha.
En primer lugar está su relación con el peronismo y luego su relación específica con Perón y Evita. Hay varias menciones a ellos a lo largo del libro pero hay una particularmente simbólica. Es que CFK reivindica en más de una ocasión el denominado Modelo argentino que Perón presentara el 1 de Mayo de 1974 y que ha sido siempre relegado por las visiones, llamemos así, del peronismo de izquierda, por tratarse de un documento de “el último Perón” (p.170). Por otra parte, afirma que Perón era un genio y que le infundía un respeto intelectual mientras que Evita le generaba pura emoción: “Pienso que Evita es imagen y construcción simbólica. Perón era y es construcción intelectual” (p.170).
En segundo lugar, está la relación con Bergoglio. Según CFK, cuando éste fue entronizado como papa, las clases altas creyeron encontrar allí el líder anti K que se necesitaba (p.384). Pero la esperanza les duró poco y CFK se encarga de detallar la excelente relación que entabló con él, la cantidad de veces que lo visitó, etc. No obstante, resulta revelador que CFK reconoce, si mi memoria no falla, por primera vez, que había tensiones con Bergoglio, aunque las adjudica a una suerte de competencia masculina por el poder entre Kirchner y él (p.385). No piensa esa disputa en términos ni políticos ni dentro de la lógica peronista sino en términos de ciertas características esenciales del género masculino algo que, por cierto, desde mi punto de vista, no hace justicia con la correcta descripción de la disputa. En ese contexto, CFK confiesa haberle a dicho a Francisco una enigmática frase: “¿Sabe qué creo que pasó entre ustedes, Jorge (…)?. En el fondo, creo que la Argentina era un lugar demasiado chico para ustedes dos juntos” (p.387). La tensión entre Bergoglio, en calidad de Francisco, y CFK, entonces, no habría existido porque CFK no compite por las jefaturas políticas como sí habrían competido Kirchner y Bergoglio: “Nunca iban a aceptar la jefatura el uno del otro. Esto no quiere que yo considere a Bergoglio mi jefe, porque no lo es. Pero yo no compito. Y vuelvo a repetir: creo que no fue una cuestión menor que los dos hayan sido hombres” (p. 390).
En relación con Francisco, CFK aclara que nunca hablaron del tema “aborto” y eso nos da pie para desarrollar unas líneas sobre la presencia del feminismo en Sinceramente. Aquí, una vez más, CFK se ocupa de listar todas las leyes que tuvieron como foco a las mujeres y dedica algunos pasajes a justificar su cambio de posición en torno al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. Entiende, en ese sentido, que la sociedad civil será más potente que el dogma (p.416) y que no soportaría dentro de quince años ser interpelada por su nieta quien, según lo que ella supone, le echaría en cara no haber apoyado un proyecto que recibe un enorme impulso de las estudiantes jóvenes, especialmente, de las clases medias y altas de los grandes centros urbanos. Admite haberse equivocado al haber dicho algunos años atrás que ella no era feminista sino femenina (p.415) y considera haber cambiado de parecer respecto a las manifestaciones del Ni una menos puesto que, desde su perspectiva, la primera movilización, en junio de 2015, fue impulsada por varias periodistas que intentaron convertirlo en un acto contra su gobierno pero luego la movilización de los años posteriores se transformó en algo mucho más amplio y diverso. También adjudica a la cuestión de género la presión para que entregara el mando un día antes de lo establecido constitucionalmente y hace una defensa, no del todo feliz desde mi punto de vista, acerca de por qué finalmente se negó a hacer el traspaso. Por último, le adjudica a los paros de los gremios y al lockout patronal una fuerte carga machista (pp. 295 y 172) y aplica el mismo criterio cuando analiza las tapas que le hiciera la Revista Noticias, especialmente aquella de “El goce”, en la que una caricatura de ella aparece teniendo un orgasmo gracias al presunto abuso de poder. Con todo, sobre este punto cabe indicar que si bien el componente, llamemos, “feminista”, está presente en el libro, al momento de analizar comparativamente el trato que ella recibió con el que recibe actualmente Vidal, CFK se permite un giro. Específicamente, la expresidente advierte que ella sufrió, por parte de los medios hegemónicos, no solo tapas degradantes vinculadas a aspectos de su intimidad, sino también la invención de affaires con guardaespaldas y amigos. Sin embargo, curiosamente no le ocurre lo mismo a la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, a pesar de que está recientemente separada y es una persona joven que probablemente esté interesada en formar una nueva pareja. De aquí CFK concluye inteligentemente que, entonces, no se trata de un asunto de género: “esto de los medios de comunicación inventándome amantes o novios no tiene que ver sólo con la misoginia sino también –y fundamentalmente- con la ideología política” (p.45).
Las anécdotas y el pragmatismo de Kirchner
Más allá de lo desarrollado hasta ahora, cabe decir que el libro es riquísimo en anécdotas y muchas son una muestra de la forma en que se entiende y se maneja el poder en la Argentina. Entre las más jugosas se pueden mencionar aquella en la que se revela que fue Putin quien le obsequió la famosa carta escrita por San Martín (p.14), el reconocimiento de que era ella quien le escribía los discursos a Kirchner (p.34) y que, en el mejor momento de la Alianza, Graciela Fernández Meijide se había opuesto a que avanzara el proyecto de derogación de las leyes de Punto final y Obediencia debida porque eso iba a afectar su carrera política (p. 190). Resulta revelador también el hecho de que Scioli le hubiera pedido que encabezara la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires en 2015 y que ella admitiera haberse negado para evitar que la oposición pudiera decir que buscaba fueros o que se convertiría en comisaria política de él. Por cierto, también se pregunta CFK si en caso de haber aceptado no hubiera ayudado a obtener los pocos votos que faltaron para que Scioli triunfara (p.49).
No están ausentes, por supuesto, las anécdotas en torno a Héctor Magnetto. Desde acusarlo de ser un vendedor de creencias (p.571) y ser el verdadero creador de Macri, muy por encima de Durán Barba, hasta contarnos cuán elogioso era el CEO de Clarín con Kirchner en 2007 (p.531). Asimismo, CFK narra el momento en que, después del conflicto con las patronales del campo, Kirchner propicia un encuentro con Magnetto (p.537) y éste se hallaba fuertemente afectado por un cáncer que le impedía hablar salvo que lo hiciera a través de un aparato que amplificaba su voz: “Algunas cosas le entendía, pero en los últimos tiempos era muy difícil comprenderlo cuando hablaba; ese era otro de los problemas que teníamos. Además de no compartir las cosas que decía, tampoco le entendía” (p.538). No obstante, lo más curioso de la anécdota es que CFK cuenta que su caniche mini toy Cleo, empezó a gruñirle a Magnetto y a mostrarle los dientes insistentemente hasta que debió ser retirada de la sala ante la posibilidad cierta de que atacara al invitado (p.538).
Magnetto no quería que ella fuese candidata y el enfrentamiento con él es abierto. Con todo ella reconoce que no enfrenta a un empresario sino a un hombre de poder, un hombre que pretende utilizar todos los recursos y todas las instituciones para construir poder a tal punto que se anima a afirmar que la única persona en el país que no le teme a Magnetto es Paolo Rocca.
Pero las anécdotas me resultaron interesantes, además, porque muestran el pragmatismo de Néstor Kirchner. Por ejemplo, CFK cuenta que Kirchner quería pactar con Duhalde en 2003 y que éste le había ofrecido ser el Jefe de Gabinete del que estaba siendo el gobierno de transición para que Kirchner tuviera más visibilidad. Sin embargo, ella le dijo que si aceptaba no la iba a ver más. Ante semejante presión, Kirchner no aceptó la oferta (p.113). Otra muestra de pragmatismo es la decisión de Kirchner de que sea Cobos quien acompañe a CFK en la fórmula y la razón puede sorprender: Kirchner creía que la única manera de que el peronismo no acabara desestabilizando a CFK era poner un vice radical porque el peronismo jamás jugaría con la posibilidad de que un radical asumiera la presidencia (p.175). Kirchner tampoco quería avanzar con el Fútbol para todos porque creía que todavía era posible recomponer la relación con Clarín incluso después del año 2008 (p.236) ni creía que hubiera que confrontar con los gremios (p.297).
Otras anécdotas vinculadas a su figura es la de su negativa a ir al Teatro Colón por considerarlo un emblema de la oligarquía (p.115) o los comentarios críticos que Kirchner hacía respecto de las organizaciones armadas de los años 70. Asimismo, llama la atención que ella indique que no pretendía ser la presidente de los argentinos (p.173) y que considerara que lo mejor era que Kirchner estuviera dos mandatos si bien él creía que la solución para la Argentina solo podía venir de la mano de veinte años de gobierno popular. Es curioso también todo aquello que rodea a las preparaciones de la semana del Bicentenario y que CFK sea capaz de decir que el 25/5/10 fue el día de mayor felicidad de sus mandatos.
Definiendo a Macri y a Cambiemos
Como Sinceramente es también un libro de coyuntura y que se publica en el marco de un año electoral, son continuas las referencias a Macri y a Cambiemos. Pero de entre todas ellas elijo quedarme con las definiciones que ella da a lo largo del libro.
Dice CFK: “Había llegado a la casa rosada un grupo de empresarios listos para cualquier cosa con tal de lograr sus fines (p.24); (…) “Macri podría haber sido el dirigente no de una colonia, sino de un capitalismo pujante (…) Macri podría haber sido un capitalista exitoso, disciplinar al sector agroexportador con retenciones escalonadas y diferenciadas, pero eligió ser el carancho del capital financiero. (p.333) (…) Considero que es un grupo de tareas del capital financiero que han provocado un endeudamiento vertiginoso en el país, superior inclusive al operado durante la última dictadura militar. Esa es la definición correcta porque vinieron con ese objetivo y lo pudieron hacer, porque al igual que la última dictadura militar tuvieron la cobertura incondicional de los medios de comunicación hegemónicos” (p.563).
Refiriéndose al último discurso que Macri diera en marzo, en el marco del inicio de las sesiones del Congreso, CFK apunta: “El 1 de marzo, no solamente apareció el verdadero Mauricio Macri, sino también la única propuesta de Cambiemos, ahora desprovista del marketing electoral: un sistema de creencias basadas en el odio al gobierno anterior –a su base social en particular- y al peronismo en general a través de la apelación constante a la “herencia recibida” y a “los últimos setenta años”, sumado a discursos explicativos de procesos que no comprenden muy bien con prescindencia total de los fundamentos reales (…) de estos discursos” (p.519).
A modo de conclusión: el neoliberalismo como desorganización de la vida
Para la estricta coyuntura de corridas cambiarias y acusaciones de populismo por doquier, CFK deja algunos datos. Por ejemplo, cuando indica que no tiene que haber déficit pero que si lo hay no tiene que ser en dólares (p.324); también resulta demoledor el número de lo que ha pagado en materia de deuda externa e interna el presunto gobierno populista entre 2003 y 2014: más de 112.000 millones de dólares. Incluso tiene espacio para agregar que el kirchnerismo, acusado de clientelista, redujo al 10% los planes que había heredado y que el actual gobierno duplicó los planes que el kirchnerismo le dejó. Por último se pregunta si no es posible un fraude directo a través de la manipulación del resultado de las elecciones o, lo que ella llama un “fraude indirecto”, a través de las estrategias de manipulación vía redes sociales.
Sin embargo, para cerrar, quiero volver a las definiciones sobre Macri y Cambiemos. Por ello, dejé para el final la que creo que es, como dije en este espacio en otro momento, el gran hallazgo conceptual de CFK de los últimos tiempos: “Si alguien me pidiera que definiera a Mauricio Macri en una sola palabra, la única que se me ocurre es: caos. Sí… Mauricio Macri es el caos y por eso creo firmemente que hay que volver a ordenar la Argentina. Como se dice por ahí: que cada cosa esté en su lugar; la heladera en la cocina y el inodoro en el baño” (p.589).
Efectivamente, CFK vuelve en este pasaje a retomar la idea de que el neoliberalismo supone una desorganización de la vida. A pesar de que algunos, con mala fe o dificultades de lectocomprensión, entendieron este pasaje como un intento de llamado al “orden” como concepto clásico de la derecha represiva, CFK está refiriendo al concepto de “orden” de la comunidad organizada peronista. Desde este punto de vista, el individuo se realiza en la comunidad y el Estado es el espacio de articulación de esa realización. Un Estado presente y una comunidad en la que cada uno cumple el rol que el organismo social requiere es la utopía peronista que difiere mucho de un neoliberalismo que retira al Estado, descompone las relaciones, y arroja individuos a la intemperie en una carrera meritocrática en la que no todos corren en igualdad de condiciones y en el que te venden como un ejercicio de libertad lo que es lisa y llanamente un abandono. Esta discusión parece abstracta pero no lo es y aunque no sea fácil darle carnadura, puede que allí esté la clave. No casualmente, en la última página, CFK afirma: “Hay que volver a ordenar todo, pero no en el viejo orden, sino en algo nuevo, distinto y mejor que lo que tuvimos” (p.594).
Finalmente pareciera que no se trata simplemente de volver sino de volver distintos y, sobre todo, mejores.
1 comentario:
Interesante!EXCELENTE!!Gracias
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