Alguna vez en este espacio
mencionamos que con Milei es difícil negociar porque la presidencia para él es
un puesto menor. Su proyecto es un proyecto mesiánico y no de construcción
política, menos de permanencia en el poder. No creo que lo haga, pero Milei es
alguien que un día podría levantarse e irse a su casa. Su afán refundacional se
mezcla con aspectos psicológicos de necesidad de reconocimiento y de
demostración en su disputa personal frente a quienes considera “pares”. Por
eso, en el escándalo LIBRA, Milei no pudo utilizar la estrategia del “no sabía”
y si ésta apareció fue balbuceando: es que para él es más doloroso quedar como
un tonto que como un estafador. Narciso herido mata moralidad.
Dicho esto, incluso el presidente
que desprecia su cargo, a tal punto que en su perfil de Twitter, su medio de presentación
de cara al mundo, se presenta como economista y no como presidente, la lógica
de la política, aun de manera inconsciente, opera y lo ha llevado a cometer
errores que se han repetido en anteriores gobiernos. Puntualmente, respecto a
la inflación, el gobierno queda preso de un éxito prematuro y probablemente
sorprendente incluso para los propios funcionarios: tras devaluar 120%, la
inflación de repente se desploma a menos de 3% mensual en pocos meses y se
transforma en el gran activo del presidente, el cual, a su vez, le permite
granjearse en su disputa intelectual acerca de la economía, Escuela austriaca,
paleolibertarismo, etc., para sostener que la inflación se reduce a un fenómeno
monetario. Fue tan sorprendente ese éxito que el 3,7% de inflación de marzo del
25 cayó como un balde de agua fría cuando un plan menos radical podría haber
trazado un sendero en el que ese 3,7 hubiese sido celebrado. Con esto me
refiero a que Milei podría haber planteado reducir a la mitad la inflación cada
año de mandato para llegar al último casi en un dígito (105% en 2024, 52,5% en
2025, 26,25% en 2026 y algo más de 13% en 2027) y se estaría hablando del
milagro argentino. Sin embargo, la alta imagen positiva sostenida en 2024 le
dio a entender que la baja de inflación era su carta, y vaya si lo es. De aquí
que haya sucumbido al clásico pisotón sobre el precio del dólar al que todos
los gobiernos acuden. Y el resultado está a la vista: en pocos meses se comió
el increíblemente exitoso blanqueo de entre 20000 y 23000 M de dólares y ahora
debe acudir al FMI a pedir un préstamo de otros 20000 M.
Según un twitt de CFK, la Fase 3
del programa, nombre que le dio el gobierno a este período inaugurado por el
acuerdo con el Fondo para teñir de planificación lo que fue lisa y llanamente
un salvataje, es el tercer período de carry
trade a través del cual los grandes capitales y amigos del gobierno podrán
acceder a pingües negocios con retornos en dólares únicos en el mundo durante
unos meses, hasta que decidan pegar la vuelta.
Es cierto que este será un gran
momento para el carry trade más allá
de que parece injusto, como mínimo, cargarle a Milei la devaluación inicial. En
todo caso, podemos acordar que la devaluación fue desmedida y podemos criticar
la decisión política de a quiénes se le cargó tal devaluación (porque no fue
“solo” a “la casta”), pero esa bomba fue heredada, del mismo modo que la deuda
también lo es, en este caso, no de parte del kirchnerismo, sino de su aliado,
el macrismo en el préstamo político más escandaloso del que se tenga memoria y
por el cual el propio FMI ha quedado atado de pies y manos al destino de la
Argentina como en la famosa fábula del deudor y el acreedor que indica que si
el préstamo es demasiado grande e impagable, el que está en problemas ya no es
el deudor sino el acreedor. Si en aquel momento el FMI fue el Fondo Macrista
Internacional, ahora no le queda otra que ser el Fondo Mileísta Internacional
para tratar de salvar ese desastre que debería haberle costado la cabeza a más
de un burócrata.
Ahora bien, donde sí parece hacer
justicia la expresidente es en advertir que un nuevo préstamo con el Fondo no
es una señal de triunfo sino la demostración de un fracaso. En este sentido,
más allá de los carry trade, el
gobierno se comió las ventajas de la megadevaluación, luego se comió los 20000/23000
M del blanqueo y todo hace presumir que, con un dólar a 1200, tras las
elecciones, se va a comer los 20000 M del Fondo. Eso aun con superávit,
licuadora y motosierra. Porque evidentemente, los números no dan. En el
gobierno, naturalmente, esperan los dólares de la cosecha (por cierto, qué hermoso
momento para estar vivos escuchar a un presidente anarco capitalista apretar a
los exportadores exigiendo que liquiden antes que les suba el “impuesto”) y, a
mediano plazo, inversiones grandes más acceso a los mercados gracias a la baja
del Riesgo País. Pero a mediano plazo estamos todos muertos, y nadie explica de
dónde van a salir los dólares que la Argentina necesita.
Por cierto, tampoco lo hace la
oposición que es capaz de afirmar que el dólar está barato y al minuto
siguiente quejarse de una devaluación, que al final no fue tal (por ahora). A
propósito de la vereda de enfrente, CFK dio un paso para atrás y le dio por
ganada la batalla del desdoblamiento al gobernador. ¿Qué pedirá a cambio?
¿Lapicera con cartucho de tinta completo? ¿Avanzará en la insólita estrategia
de bajar a ser candidata en la tercera sección para asegurarse ganar y así
eclipsar al gobernador?
Asimismo, Kicillof sabe que no
puede ser Alberto Fernández y sale a disputar la conducción, lo único que se
disputa en esta interna. No hay que dramatizar tanto. Sí, Kicillof quiere
conducir. Los líderes no son eternos y CFK cometió muchos errores. Hay razones
para pretender conducir. Pero en el peronismo, para conducir hay que ganar y
cometer el “parricidio”. ¿Está Kicillof y su construcción política preparada
para dar esa batalla? El apoyo a Quintela, quien ni siquiera fue capaz de
juntar avales, fue un paso en falso que nos recuerda que, hasta ahora, a lo
largo de todos estos años, quienes intentaron cometer el “parricidio” y quitar
a CFK del medio, han sido impresentables o, al menos, no han tenido la
capacidad para crear una alternativa potente. En cuanto a Kicillof, por lo
pronto debería tratar de diferenciarse en algo que no sea simplemente “no me
gusta que la lapicera la tengan los otros”. Entonces, ¿cuál sería la diferencia
de cara a la sociedad? ¿Por qué votar a Kicillof y no a CFK? ¿Qué novedad
superadora aporta el kicillofismo? ¿Qué receta ofrece para el posmileísmo?
Evidentemente debería ser una receta diferente a la de 2015, cuando él era
ministro de economía, y diferente a la que ofreció Alberto Fernández cuando él
era gobernador. Ya sabemos que Milei es malo, malo, malo, malito y requetemalo,
pero más allá de decir “me opongo”, no conocemos la propuesta superadora del
progresismo 2027. ¿O se trata solo de llamar “fascismo” a todo lo que no nos
gusta, esperar que el gobierno caiga por los errores propios y que nos una el
espanto como en 2019 para luego no saber qué carajo hacer en el gobierno?
En cuanto a las elecciones,
suponer que las legislativas son determinantes para las presidenciales es un
error que resulta evidente apenas levantamos la vista hacia el pasado próximo y
vemos cómo el kirchnerismo perdió en 2009 y ganó en 2011 y el macrismo ganó en
2017 y perdió en 2019. Asimismo, en lo que a butacas en el congreso se refiere,
para el gobierno será todo ganancia porque no renueva ninguna y tampoco podrá
tomarse como un dato preciso el eventual hecho de que le vaya mal a sus
candidatos pues, como vimos en 2023, el candidato es Milei. El resto no
importa. De aquí que cuando uno escucha análisis que, tomando la pobre
performance del candidato libertario en Santa Fe, infieren de allí, la
inminente caída del gobierno, no puede hacer más que sonreír.
Además, una vez elegidos los
legisladores, la reconfiguración es total. En CABA, Adorni y Lospennato se
sacarán chispas, pero es probable que luego los legisladores de ambos espacios
voten lo mismo. De modo que, a los fines estrictos de los espacios a ocupar en
el Congreso, ir separado o ir juntos no altera demasiado. Sí, por supuesto,
juega en el plano simbólico “ganar” una elección, pero no es ni más ni menos
que eso: simbólico. Pensemos, si no, el caso de Santoro. Las encuestas lo dan
arriba con cerca de 30 puntos, más o menos lo mismo que saca el kirchnerismo
hace años y que no le sirve para una elección ejecutiva; y al PRO, la LLA,
Rodríguez Larreta y Marra sumando unos 55 puntos aproximadamente, o sea, lo
mismo de siempre, nada más que fragmentado por ser una elección legislativa
donde no hace falta unirse contra otro y donde con 3 puntos metés un
legislador.
Ahora bien, ya que mencionamos el
terreno simbólico, más interesante podría ser pensar la elección como una
suerte de gran interna que, en ausencia de PASO, debe dirimirse en las
generales: me refiero a la interna por quién conduce la coalición de centro
izquierda y el espacio de centro derecha compartido por Macri y Milei. Está
claro, LLA busca fagocitarse al macrismo que apenas pretende hacer pie en el
espacio que lo vio nacer: CABA. El resto está a tiro de darse vuelta como ya lo
han hecho muchos. El caso de CFK, máxime si ella es candidata, una vez más,
simbólicamente, mostraría a un cristinismo en retirada afincado en el lugar
donde puede hacer pie: el conurbano bonaerense. ¿Eso abriría el juego a que
alguien tome la posta y construya una alternativa a nivel país? ¿Kicillof?
¿Otro gobernador? ¿Han perdido Macri y CFK su capacidad de obturar toda
alternativa? No parece. Entonces lo que sí sabemos es que, paradójicamente, los
dos grandes actores de la política nacional de los últimos 20 años acabarían
recluidos en “sus” distritos sin capacidad para imponerse más allá de ellos y
sin control sobre la tropa, pero con la capacidad intacta de daño (más hacia
adentro que hacia afuera).
Y a su vez, todo este escenario
depende de cómo le vaya al gobierno. Aun sin devaluación, porque un dólar a
1200 no es devaluación, habrá remarcación y se esperan unos 2 o 3 meses con
inflación arriba de 4, quizás 5. No es un buen pronóstico si bien es de suponer
que el dólar permanecerá planchado hasta las elecciones y eso hará que agosto,
septiembre, octubre, sean meses con una inflación más tolerable cercana a 3%.
Esto golpeará más a los sectores bajos, los cuales, a su vez, serán testigos de
unos meses de consumo a todo culo de capas medias altas y altas, con viajes al
exterior, productos importados, etc.
No parece que en el plano
macroeconómico haya muchas novedades de acá a las elecciones. Con el acuerdo
con el Fondo Mileísta Internacional, el gobierno blindó el año. Eso sí, luego
de las elecciones, comienza otro partido y otro país, o quizás el país de
siempre, que no es lo mismo, pero es igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario