lunes, 30 de diciembre de 2019

Salir de Europa. Salir de Twitter (publicado el 25/12/19 en www.disidentia.com)


El jueves 12 de diciembre Gran Bretaña dio un paso clave hacia el Brexit: los conservadores, liderados por Boris Johnson, arrasaban en las urnas y así obtenían los escaños suficientes para destrabar la situación de parálisis en la que había quedado el parlamento tras el referéndum por el cual el 52% de los británicos había votado abandonar la Unión Europea.
Más específicamente, los tories obtenían 47 escaños más que en la última elección para llegar a 364, esto es, 38 escaños más que los que se necesita para tener mayoría; mientras que los laboristas, con Corbyn a la cabeza, perdían 59 bancas. Para encontrar una diferencia más holgada en favor del Partido Conservador hay que remontarse a 1987, el momento de esplendor de Margaret Thatcher, y esto se explica por el hecho de que Johnson y su discurso crítico hacia la UE ha recibido el apoyo de sectores que tradicionalmente han votado por los laboristas. Sí, los conservadores han triunfado en distritos donde son mayoría los trabajadores.
¿Por qué ha sucedido eso y por qué se suele dar en distintas partes del mundo que las perspectivas conservadoras y/o de derecha ganan cada vez más espacio para sorpresa de la prensa dominante? La respuesta es compleja pero intentaremos aquí avanzar en algunas líneas.
Es que si bien todos los países son distintos y habría que analizar caso por caso para encontrar los matices, hay una serie de tendencias que suelen repetirse y que hablan de países que en general se encuentran más o menos polarizados y que cuando se los segmenta en determinadas variables nos permiten comprender comportamientos y posicionamientos.
A propósito, la periodista Annabelle Timsit, publicó el 13 de diciembre en www.qz.com, una nota titulada “The UK election result shows why Twitter does not speak for most voters”. Allí Timsit indica que si bien, a diferencia de anteriores elecciones, tanto en Gran Bretaña y en el mundo, las encuestas no fallaron, hubo un espacio, literalmente una burbuja, en la que el resultado sorprendió: Twitter. Efectivamente, el día de la elección, entre las etiquetas más mencionadas estaba #KickBorisOut o #VoteTheToriesOut. Si esta red social fuese representativa de la opinión pública británica o al menos de los ciudadanos que van a votar, sin dudas, y por amplio margen, Boris Johnson habría recibido el cachetazo electoral más grande de los últimos tiempos. Sin embargo, apoyándose en datos de un paper publicado por J. Mellon y C. Prosser en la revista de la universidad de Manchester, Research & politics, Timsit intenta explicar por qué se ha dado esa divergencia entre el mundo real y el mundo de la red social. Puesto que viene al caso, es necesario subrayar que el artículo de Mellon y Prosser lleva un título lo suficientemente descriptivo como para alejar toda duda: “Twitter and Facebook are not Representative of The General Population: Political Attitudes and Demographics of British Social Media Users”.    
 Si bien los datos pueden diferir entre una red social u otra, los autores afirman que los usuarios británicos de Twitter en especial, pero también de Facebook, no representan al pueblo británico en aspectos tan sensibles como la demografía, el género, la edad, la ideología y el nivel educativo.
En líneas generales, los usuarios de Twitter son más jóvenes, tienen mayor preponderancia en grandes ciudades y tienen un nivel educativo más alto que el promedio. En ellos prevalecen las posturas de izquierda liberal y progresistas más cercanas al laborismo y hay un especial énfasis e interés en los temas políticos de la agenda pública. Sin embargo, aunque resulte paradójico, los usuarios de Twitter son menos propensos a votar que los ciudadanos más despolitizados. Evidentemente, para las nuevas generaciones, es más fácil opinar desde el celular de última generación que tomarse unas horas para depositar el voto. Dicho con algo menos de sarcasmo, habría que indicar que lo que se evidencia es que el mayor interés en los temas de la política no deriva en el apoyo a un partido sino en actitudes antipolíticas como la negación del voto. Los usuarios de Twitter no representan la realidad pero, a su vez, los usuarios de Twitter no se sienten representados por las instituciones vigentes. Curiosidades y perplejidades de la burbuja…
Haciendo un desagregado, los investigadores encuentran que Twitter es utilizado en general por menores de 50 años con amplia preeminencia de quienes tienen entre 18 y 29 años; asimismo, en Gran Bretaña, los más jóvenes son más propensos a poseer títulos universitarios que aquellos mayores de 50 años. Sin embargo, los mayores de 75 años son más propensos a votar que los que tienen entre 18 y 25 años. Si estos elementos los comparamos con el promedio de las encuestas que realizaba The Economist podremos entender por qué lo que pasa en Twitter no es lo que le pasa a la sociedad: entre los jóvenes de 18 a 34 años, Corbyn obtenía un 53% de intención de voto contra 25% de Johnson; entre los que tienen entre 45 y 54 años, en cambio, el conservador vencía 44% a 33% al laborista. Y si continuamos hacia arriba de la pirámide, entre los mayores de 65 años, Johnson llegaba al 66% contra el 16% del laborismo.
Insisto en que más allá de las particularidades de cada país, hay tendencias que son similares. De hecho recuerdo que aquí mismo, algunos meses atrás, avanzaba en una hipótesis en torno a las razones por las cuales los medios estadounidenses no habían podido imaginar que Trump se quedaría con la victoria. Allí les mencionaba el caso del artículo de Nate Silver There really was a media liberal Bubble”, donde la periodista indica que en los medios estadounidenses no hay un equilibrio entre republicanos y demócratas, que la supuesta independencia y neutralidad es una quimera y que la concentración geográfica es tal que la perspectiva del Estados Unidos profundo está casi invisibilizada. Silver lo apoya con datos del año 2013 en los que se muestra que solo el 7% de los periodistas estadounidenses asumía su condición de “republicano”, que la producción periodística se encuentra centralizada en New York, Washington o Los Ángeles, esto es, distritos cosmopolitas donde son mayoría los demócratas, y que a diferencia de lo que ocurría en los años 70, donde los periodistas con título universitario apenas si superaban la mitad, el número de egresados universitarios en las redacciones se ha acrecentado a más del 92%, número que debe leerse a la luz del hecho de que en las universidades estadounidenses el pensamiento demócrata es abrumadoramente hegemónico.
Tomando en cuenta estos datos, podría decirse que, en todo caso, Twitter representa el micromundo de periodistas, sectas universitarias y progresías de centro izquierda, pero, claro está, por suerte, el mundo es todavía un lugar algo más complejo y demuestra elección tras elección que este pensamiento hegemónico no siempre logra ser determinante en el resultado de las elecciones.
Podemos discutir largo rato acerca de si es conveniente que Gran Bretaña salga de la UE y esa discusión excede este espacio. Pero lo que sí podríamos afirmar con certeza es que los ciudadanos de a pie, los políticos y los interesados en los debates de la agenda pública, deben salir con urgencia de Twitter, al menos, si lo que desean es comprender lo que está pasando allí afuera, en el mundo real.   


martes, 24 de diciembre de 2019

Gobernar un pueblo de demonios (editorial del 21/12/19 en No estoy solo)


En estas horas el gobierno está consiguiendo que el congreso apruebe una ley de emergencia que considera esencial para intervenir en una situación que es objetivamente dramática. Mientras eso sucede se van conociendo las medidas y a través de ellas se puede inferir que el gobierno encontró las cuentas mucho peor de lo que la imaginaba. Todo esto, claro, cuando apenas lleva diez días de asumido. Siempre en líneas generales, Alberto Fernández está cumpliendo con sus promesas de campaña y confirma lo que en este mismo espacio avizoramos varias semanas atrás. Me refiero a que más allá de que las circunstancias sean distintas, Alberto tiene en la cabeza recrear las condiciones con las que asumiera Néstor Kirchner y comenzar un shock redistributivo de abajo hacia arriba. Para ello avanza con un plan de desdoblamiento del tipo de cambio que intenta suplir la devaluación generalizada que se imponía. ¿Por qué lo hizo? Porque a diferencia del año 2003, hoy tenemos una inflación del 55% y en una economía bimonetaria como la nuestra, una devaluación del 30% se trasladaría a precios. El desdoblamiento del tipo de cambio con las excepciones pertinentes orientadas a favorecer la producción es coherente con el plan del gobierno pero su éxito dependerá de su transitoriedad ya que, pasado un tiempo prudencial, quienes conocemos a la Argentina, sabemos que la economía dejará de mirar el dólar oficial y comenzará a regirse por los dólares paralelos. El otro punto es el intento de regresar a los superávit gemelos tal como lo hiciera, también, el gobierno de Kirchner. Aquí el problema es el déficit fiscal y se puede resolver de dos maneras: o gastando menos o cobrando más impuestos. El gobierno, una vez más, coherente con sus promesas y a diferencia de la receta fracasada de Macri, eligió el segundo camino porque entiende que es la única manera de reactivar la economía. ¿Quiénes deberán pagar más impuestos? En principio, los que pueden y allí, claro está, comienzan las quejas porque nadie quiere pagar más impuestos y no todos pueden lo mismo. Porque no es lo mismo el empresario sojero, con espalda para especular con la liquidación de divisas, que el pequeño productor, y no es lo mismo el snob que pasa seis meses en Europa gastando dólares y dólares que aquella familia de clase media que ahorró todo el año para irse 10 días a Río de Janeiro. Con la llegada al congreso de la ley se avanzaría en una segmentación entre grandes y pequeños productores, lo cual es una medida razonable si no se quiere cometer el mismo error que en 2008 frente a un sector que está dispuesto a hacer un “esfuerzo patriótico” con el gobierno de Macri pero que le hará la vida imposible al actual gobierno por razones ideológicas antes que económicas. En el caso del turismo tal segmentación parece más difícil y naturalmente habrá enorme mal humor en la clase media más allá de que el gobierno esgrima que no puede permitir que se vayan del país 5000 millones de dólares en turismo. Es razonable el mal humor de la clase media, que fue perjudicada con el gobierno anterior y no se ve beneficiada con estas decisiones del actual gobierno. Pero también son atendibles los argumentos de la Casa Rosada.
El aumento de los bienes personales parece una buena medida también por ser un impuesto progresivo, si bien en el corto plazo sería deseable que el gobierno eleve la base no imponible. Porque está muy bien que los que tienen bienes en el exterior, o los que tienen mucho, paguen más pero es absurdo que pague bienes personales un tipo que tiene dos departamentos y que alquila uno de ellos para recibir el equivalente a 200 dólares mensuales.
El caso de las jubilaciones merece un párrafo aparte ya que en estos momentos el gobierno es corrido por izquierda por quienes gobernaban hasta hace 11 días y cambiaron la ley de movilidad para ajustar a los jubilados. Pero la oposición advierte, con buen tino, que si se suspende la ley de movilidad no va a ser para alcanzar un número superior al que ésta arrojaría sino para recortar. Ese razonamiento tiene sentido ya que si el espíritu fuera brindar un aumento mayor podría mantenerse la ley y luego brindar un bono tal como se está haciendo ahora con los que cobran menos de 19000 pesos. Sin embargo el punto es más complejo y lo que entiendo que el gobierno quiere hacer es simple: achatar la pirámide. Es decir, una vez más, siguiendo a Kirchner, por decreto, le dará a lo que menos cobran un aumento mayor que a los que más cobran, generando una redistribución al interior del sistema previsional. Y de paso, aunque sea incómodo reconocerlo, dará una fuerte señal al momento de negociar la deuda mostrando que el gasto social, que se calcula en un 60% del presupuesto, quedará desindexado. En buen criollo: los que más cobran se van a perjudicar.  ¿Que por lo bajo están puteando y que se espera un tira y afloje fenomenal de acá a marzo especialmente de aquellos con regímenes especiales? Sí, claro. Pero el gobierno tiene que mostrar a los acreedores que cuenta con números que cierren. ¿Que si Macri hubiera suspendido la ley de movilidad estaríamos diciendo barbaridades de él? Por supuesto. Con todo, y la salvedad no es menor, la intervención del actual gobierno sería en favor de los que menos tienen. Los cuatro años de Macri demostraron que no estaba en su espíritu dirigir la ayuda hacia allí.
Una reflexión final con algún matiz filosófico: es enormemente injusto criticar a un gobierno a diez días de asumir un país en llamas pero no se puede pasar por alto que en materia comunicacional estos primeros días han sido horrorosos: el decreto de retenciones que primero fue publicado y luego explicado, la filtración constante de información sensible y determinante de las nuevas medidas, apariciones desordenadas de Cafiero diciendo un día una cosa y luego rectificándola. Sabiendo que del otro lado hay todo un dispositivo mediático con la intención de tergiversar, sesgar y desinformar, el gobierno debería ser más prolijo. La tergiversación, el sesgo y la desinformación estarán igual pero al menos la fuente debe ser precisa y ordenada.
Otro punto a tomar en cuenta tiene que ver con la reedición de los términos de un debate que fue muy fuerte tras la 125 y las restricciones al dólar que impusiera el segundo gobierno de Cristina. Me refiero a esta idea de que aquel que compra dólares o quiere viajar al exterior es una suerte de traidor a la patria. Y la verdad es que no lo es o si lo es no lo será porque quiera comprar dólares o ir a Miami. Hay un montón de gente que quiere comprar dólares porque la historia argentina le ha demostrado que de esa manera conserva valor. ¿Es por eso un hijo de puta? ¿Y si alguien quiere vacacionar afuera del país porque le place y/o porque vacacionar en Argentina a veces le sale casi lo mismo, es un egoísta al que le falta empatía con los pobres de nuestro país?  No seamos hipócritas.
Y en lo que respecta a la solidaridad, como les comentaba las semanas anteriores, es correcto que el gobierno busque imponer en el debate público esa idea porque si lo logra será muy difícil oponerse. Pero lo importante es que el gobierno sepa que esa es una batalla semántica y que no crea ni diseñe políticas que dependan de la solidaridad porque, de ser así, será difícil que triunfe. Casualmente, a propósito de la solidaridad, me venía a la cabeza un párrafo de La paz perpetua, un libro del filósofo prusiano Immanuel Kant, que en uno de sus pasajes famosos, al momento de pensar el contrato social, afirma que éste podría conformarse y sostenerse aun cuando los individuos que lo acuerdan fueran demonios. En otras palabras, si quienes conformamos un Estado, una sociedad o una comunidad fuésemos ángeles que siempre estamos pensando en lo mejor para el prójimo, probablemente no haría falta acordar ni siquiera la conformación de un Estado pues viviríamos libres en paz y armonía. Si la analogía es válida, el nuevo gobierno no puede idear una política cuyo éxito dependa de que los argentinos seamos solidarios porque no lo somos o en todo caso hay una buena parte que no lo es. Con esto no pretendo juzgar a nadie. Se trata simplemente de describir. Así, entonces, la nueva ley de emergencia se impone por el desastre heredado pero tendría que esbozar razones como para poder recibir también la aceptación de un pueblo que sea “insolidario”. En otras palabras, deberá funcionar y ser seductora aun cuando todos nos saquemos la careta y nos comportemos como lo que en buena parte somos: verdaderos demonios.          


jueves, 19 de diciembre de 2019

Subirse a los árboles (publicado el 12/12/19 en www.disidentia.com.ar)

Si los tiempos que corren son del aquí y el ahora, del vértigo, de la pura inmediatez, hoy les quiero proponer una metáfora del alejamiento, del tomar distancia. Sí, sugiero subirnos a un árbol para ver todo desde allí, no como gesto de superioridad ni de guiño al ecologismo sino solo para tener una mejor perspectiva de las cosas. Será un gesto de rebeldía como el de Cósimo Piovasco de Rondó, el personaje principal de la novela El Barón rampante que Italo Calvino publicara en 1957.
Nacido circunstancialmente en Cuba, este escritor italiano luchó como partisano contra el fascismo en la segunda guerra mundial y se afilió al partido comunista. En 1947 publica su primera novela y luego realiza estudios literarios en la universidad licenciándose con una tesis sobre Joseph Conrad.
A lo largo de su vida publicó una docena de novelas, otra docena de libros de cuentos y algunos volúmenes de ensayos. Del neorrealismo saltará pronto a la literatura fantástica y es allí donde más lo disfruto.
El Barón rampante forma parte de una trilogía fantástica junto a El Caballero inexistente y a El Vizconde demediado y cuenta la historia de Cósimo, un preadolescente miembro de una familia aristocrática de una comarca menor de lo que en 1767 era la República de Génova. Cósimo era un chico con carácter a tal punto que tras una discusión con su padre decidió subirse a un árbol para, literalmente, no bajarse nunca más. Así, lo que parecía un capricho acabó siendo un estilo y una manera de enfocar la vida.
Sin tocar nunca el piso, con los años, Cósimo aprende a cazar, conoce el amor y a decenas de amantes, es un profuso lector y es capaz de vincularse con el ladrón más buscado, al tiempo en que se transforma en el verdadero protector de la comunidad gracias a su sagacidad y astucia.
Habiendo vivido entre fines del siglo XVIII hasta aproximadamente los años de la caída de Napoléon, es natural que Cósimo, devenido Barón tras la muerte de su padre, se cartee, siempre desde los árboles, con los principales filósofos iluministas de la época y hasta se atreviese a escribir un Tratado político inconcluso sobre una República arbórea y, en el marco de los años de la revolución francesa, un Proyecto de Constitución para Ciudad Republicana con Declaración de los Derechos del Hombre, de las Mujeres, de los Niños, de los animales domésticos y Salvajes, incluidos pájaros, peces e insectos, y de las plantas sean de alto Tallo u Hortalizas y Hierbas. Sí, lo que al momento de la publicación de la novela se transformaba en una de los pasajes más risueños puesto que Calvino parecía llevar al paroxismo el carácter presuntamente igualitarista y jacobino de la revolución francesa, sesenta años después se parece bastante a las banderas de algunos grupos de activistas que logran determinar políticas públicas. Una vez más, si de predicciones se trata, hay que hacer más literatura y menos ciencias sociales.
Regresando a Cósimo, algunos interpretaron que el muchacho había sido tomado por la locura, máxime cuando comenzó a hacer apología de la vida de pájaro y se transformó en abogado de ellos frente a cualquier pleito por el que tuvieran que pasar. No lo vieron defendiendo gallinas de las presuntas violaciones de los gallos pero Calvino afirma que lo llegaron a ver disfrazado de lechuza. Efectivamente, Cósimo se había compenetrado tanto con su causa que publicó escritos tales como El canto del Mirlo o Los diálogos de los Búhos. Incluso lanzó La Gaceta de las Urracas y luego todos esos escritos los unió en una publicación que llevaba como título El monitor de los bípedos. Entiendo que siendo de interés de los pájaros, la distribución de los ejemplares estaba garantizada y podía alcanzar prácticamente cualquier lugar del planeta tierra sin contaminación alguna. Simplemente había que esperar la próxima migración.
Por razones fortuitas, un día Cósimo se entera que en un pequeño pueblo de España, existen unos nobles exiliados que también viven en los árboles. Así emprende el largo viaje, siempre a través de los frondosos bosques europeos, para llegar y certificar que no se trataba de habladurías pues efectivamente habías varias familias viviendo sobre las ramas de plátanos: eran nobles que se habían rebelado contra Carlos III y éste los había enviado al exilio. Pero claro, la burocracia y las administraciones habían generado una paradoja pues existía un viejo Tratado por el cual se determinaba que ningún exiliado podía pisar ni transitar ese suelo. Así fue que, si la prohibición estaba en pisar el suelo, los nobles no tuvieron mejor idea que subirse a los árboles.
No pienso contarles el final pero una última anécdota cuenta que Napoleón, ya emperador, visitó Italia y que en una de sus giras fue a visitar a Cósimo que, tras recibir el saludo del oriundo de Córcega, simplemente le pidió que se apartara porque le tapaba el sol. Frente a ello, como el gran Alejandro Magno hiciera con Diógenes el cínico, Napoleón expresó: “Si yo no fuera Napoleón quisiera ser Cósimo”. 
Pero el mejor legado para estos tiempos donde importa más que el qué soy que el qué hacer, donde lo que el individuo siente se transforma en verdad dogmática y donde todo discurso vinculado a la racionalidad moderna es tildado de autoritario por el autoritarismo caprichoso del posmodernismo, lo encontramos en la charla que nuestro protagonista tuviera, justamente, con Voltaire. Allí, en medio de distintas disquisiciones acerca de la potencia de la razón, Cósimo afirma que quien quiere mirar bien la tierra, más que embarrarse, debe siempre mantenerse a una distancia tan prudencial como necesaria. Quizás no haga falta retirarse hurañamente hacia las montañas entonces; quizás, trepando al árbol más cercano, aprendamos de la historia de Cósimo y mirando alrededor nos demos cuenta que en los árboles, además de pájaros, todavía puede haber algo de lugar para los hombres.   

domingo, 15 de diciembre de 2019

Alberto y las incógnitas de los primeros días (editorial del 14/12/19 en No estoy solo)


Tras la euforia de la asunción, los primeros días de gestión se enmarcan en lo simbólico independientemente de que el discurso de Alberto del 10 de diciembre, además de lineamientos generales, avanzó en algunas promesas más o menos concretas. El discurso fue correcto y contrasta con las intervenciones vacías y reñidas con la fluidez del expresidente. El nuevo presidente, presentado ya no como “presidente de la República” sino como “Presidente de la Unidad de los Argentinos” (en lo que puede leerse como todo un dato), conformó incluso a muchos críticos aunque, claro, se verá cómo se instrumentan y el alcance de lo que hasta ahora solo han sido declaraciones. Porque resulta claro que el poder judicial hay que reformarlo pero todavía no hay precisiones y las resistencias serán feroces; en cuanto a los medios, tampoco queda claro el alcance del anuncio de mantener la cantidad de pauta oficial para no dañar a las empresas pero no utilizarla para publicitar acciones de gobierno sino para fines educativos. Más allá de que el sentido de la pauta, como indica toda la tradición republicana es, justamente, dar a conocer las acciones de gobierno, no queda claro cómo sería este giro. Asimismo, resulta evidente lo que quiso decir el presidente cuando afirmó que no habrá más pauta para periodistas en particular, pero allí también aparece un interrogante puesto que si la pauta solo va a grandes medios o a empresas, etc., puede salir el tiro por la culata ya que el Estado estaría centralizando el dinero favoreciendo a las empresas en contra de muchos periodistas independientes que pagan espacios y sostienen sus programas gracias a esa pauta. Además, las operaciones de prensa no se hacen con plata en blanco que ponga el Estado para el blog que algún periodista sostiene solo como pantalla; se hace con plata en negro, en algunos casos de la caja chica y en otros casos de fondos reservados como pueden ser los de la AFI. Es tan delicado el panorama de los medios hoy y es tanta la dependencia de éstos hacia las pautas de los distintos niveles del Estado que un paso en falso en ese sentido podría ser determinante. Conocer cómo es el modelo de negocios actual, tomar en cuenta la experiencia fallida de los últimos años de kirchnerismo en el que los beneficiarios fueron, en algunos casos, empresarios que dejaron trabajadores en la calle, y partir del actual escenario en el que la concentración mediática se ha profundizado resulta esencial.
Se anunció la intervención de la AFI y, justamente, la eliminación de los fondos reservados pero todavía tampoco se sabe bien qué se va a hacer y anunciar una medida así sin una acción inmediata puede ser peligroso.
En lo que tiene que ver con la economía, la situación también es una incógnita: por lo que se ve, la cartera económica fue subdividida y a diferencia de otras administraciones, el ministro central es Kulfas (de producción) y no Guzmán (de Economía). Este último aparece orientado a la renegociación de la deuda. Pergaminos académicos pero falta de experiencia en gestión abren un interrogante porque un buen paper no garantiza éxito cuando en la mesa te enfrentas a unos gurkas.
También resulta incierto cuando se habla de pedirles solidaridad y un esfuerzo a los que más tienen. En todo caso, está muy bien que se declare públicamente eso pero entiendo que el nuevo gobierno debe tener alguna herramienta más para sentarse a negociar. Ojalá así sea.
En lo que respecta al gabinete hay equilibrio entre personas con experiencia y trayectoria y otras que no. En algunos casos, parecen mejores quienes secundan que quienes encabezan y está claro que con algunas designaciones tuvo que “pagar” las apoyos recibidos. Hay áreas relevantes y cargos de mucho peso en los que, a juzgar por las designaciones, pareciera que Alberto ha decidido no delegar y ser él mismo quien se encargue. No demos nombres para no ofender a nadie pero ustedes pueden imaginar.
Asimismo, las urgencias son enormes pero se ha declamado muchísimo sobre la importancia de la educación y la ciencia. Es bueno el equipo que secunda a Trotta y es bueno el equipo que va a ciencia. La diferencia con lo anterior es abismal y se descuenta que habrá recursos porque hay una decisión política de que así sea. Sin embargo, resta que se conozca el plan en ambas áreas. Decir “más y mejor educación y más y mejor ciencia” es fácil pero tendrá que ser el gobierno popular quien encare debates internos incómodos para el progresismo. ¿Acaso todo pasa por más becarios y más investigadores CONICET sin que demos la discusión acerca del perfil de egresados y de para qué queremos doctores? ¿Todo el problema educativo lo vamos a reducir a un problema de salarios o vamos a aceptar que los docentes están mal pagos pero también están mal formados y tienen algunas prerrogativas que podríamos discutir? ¿Las reformas necesarias en el estatuto docente las va a hacer el gobierno nacional y popular o para no entrar en conflictos internos dejará ese frente abierto para que el próximo gobierno de derecha que alguna vez regrese al poder tome algunos datos reales y arrase con todo? Entiendo que esto no se puede encarar en el corto plazo pero en el mediano plazo debería ser una oportunidad que no hay que desaprovechar.
En cuanto a los conflictos que vienen, por lo que puedo prever, los principales ataques de la oposición, en un principio al menos, serán fuertemente ideológicos y se darán en el terreno de la moral. El tema “seguridad” estará en el eje y, de repente, los grandes medios volverán a repetirnos en loop el robo de la esquina tomado con cámara de seguridad, el asesinato del día, etc. Elegir allí a alguien como Frederic es toda una declaración de principios pero auguro enorme cantidad de conflictos para controlar las fuerzas de seguridad en un contexto en que la disputa entre garantismo y punitivismo estará a la orden del día. De hecho, casi como un aviso, en el primer día de gestión, la cuenta de Twitter de la flamante Ministro fue hackeada.
Quien parece entender que en seguridad habrá conflicto es Kicillof y justamente por ello allí designó a Berni, un hombre de las fuerzas, y no una antropóloga del CONICET. El tiempo dirá si es correcta la perspectiva de Alberto o la de Kicillof. También en el terreno de lo moral la cuestión del aborto estará en el centro tal como se sigue de las designaciones en el Gabinete. Allí el conflicto es transversal a los partidos porque es transversal a la sociedad. Macri abrió el debate pensando que cualquier resultado sería ganancia para él y en parte se equivocó. Aquí también el final es abierto. La línea de Alberto es la de profundizar la variante progresista que es muy potente en grandes centros urbanos con presencia de clases medias ilustradas. Pero Alberto también ha recibido el apoyo de la otra mitad del país, especialmente vinculada a provincias del norte y al peronismo más clásico, que a pesar de no tener peso en la agenda mediática, es cuantitativamente relevante. El gobierno parece decidido a avanzar y allí habrá conflicto. 
Antes de terminar, y habiendo mencionado a la Provincia de Buenos Aires, hay que decir que en sectores del Frente de Todos hay quienes se sienten destratados y, por lo bajo, acusan a Kicillof de cortarse solo o armar un gabinete que, salvo honrosas excepciones, está armado con “los propios”. También hay sectores del Frente de Todos que indican que a nivel nacional, más allá de que se ha tratado de contentar a todos y cargos nunca sobran pero hay suficientes, las principales cajas han sido para un sector en detrimento de los otros, repitiendo viejos errores. Una vez más, estos enconos iniciales hoy se reducen a mucha gente enojada que putea por lo bajo. Si esa mucha gente enojada en un tiempo acaba generando un cisma es imposible saberlo.
Como venimos advirtiendo, vivimos en un mundo en el que los tiempos de los procesos se acortan. Si a esto le sumamos el caso específico de Argentina, el nuevo gobierno se enfrenta a una sociedad que mayoritariamente lo apoya pero que tiene poco margen y, por ende, poca paciencia. Además, en frente hay una oposición agazapada y esa oposición es Laura Alonso twitteando que si el peronismo refugió nazis es normal que ahora le abra las puertas a dictadores y asesinos del siglo XXI como Evo Morales. Es decir, la oposición al gobierno nacional y popular está y será encabezada por referentes cuyo posicionamiento está lejos de la búsqueda de consensos y el respeto por las tradiciones e identidades que constituyeron este país. La oposición serán los Laura Alonso y no los Lipovetzky, esto es, aquellos que votaron todos los ajustes de Macri, pero que tenemos que quererlos porque son pañuelo verde. Sería bueno que esto estuviera claro y no equivocar el diagnóstico.
Por todo lo dicho, en este contexto hay que ser muy preciso porque no habrá espacio para el error, ni para las divisiones ni para la improvisación.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

De minotauros, ofendidos y nuevas lenguas (publicado el 28/11/19 en www.disidentia.com)


Probablemente influenciados por aquellos pensadores románticos que aparecieron como respuesta a las abstracciones de la ilustración, no es casualidad que en tiempos donde todo parece pasar por la cuestión de la identidad, la problemática del lenguaje y del uso de la lengua se encuentre en el centro de los debates públicos. Asimismo, si bien demandaría muchísimas aclaraciones, referencias y matices, se ha instalado que el lenguaje determina el modo en que percibimos la realidad y que el carácter performativo del lenguaje crea realidad, en un sentido fuerte, esto es, literal, de lo cual algunos deducen que la realidad toda no sería otra cosa que lenguaje y que, por lo tanto, si modificásemos el lenguaje, cambiaríamos la realidad. 
La discusión teórica es interesantísima y excede el espacio y el interés de esta nota pero quería retomar una obra del escritor argentino Julio Cortázar para graficar mi punto de vista al respecto. Se trata de una obra muy poco conocida, publicada en 1949, denominada: Los reyes. Allí Cortázar retoma un mito griego clásico y le da una interpretación muy particular. En una entrevista que diera a la televisión española lo explica así:
“En cuanto a Los Reyes, ése es un caso muy extraño (…) La idea del libro me nació en un autobús (…) ahí me surgió el mito de Teseo y del minotauro pero sucede que yo lo vi al revés. (…) Existe la versión oficial del mito: Teseo es el héroe que entra en el laberinto guiado por el hilo de Ariadna para poder volver a salir… y busca a ese monstruo espantoso, que es el minotauro, que devora a jóvenes rehenes… y entonces lo mata y sale como el gran héroe (…)
Yo vi eso totalmente al revés. Yo vi en el minotauro al poeta, al hombre libre, al hombre diferente, y que por lo tanto es el hombre al que la sociedad, el sistema, encierra inmediatamente: a veces lo meten en clínicas psiquiátricas, a veces lo meten en laberintos (…)
Entonces Teseo, en cambio, es el perfecto defensor del orden. Él entra allí para hacerle el juego a Minos, el rey. Es un poco el gánster del rey que va a matar al poeta. Y efectivamente, en ese poema, cuando tú conoces el secreto del minotauro, es que el minotauro no se ha comido a nadie. El minotauro es un ser inocente que vive con sus rehenes y que juega y danza y ellos son felices (…). Llega este joven Teseo que tiene los procedimientos de un perfecto fascista y lo mata. (…) Esa inversión del tema causó cierto escándalo en los medios académicos (…) pero a mí me divirtió escribirlo”.
Esta inversión del mito, tal como lo llama el propio Cortázar, me hizo pensar en el modo en que muchas veces cómo, aquello que presuntamente nos viene a liberar, puede ser, en cambio, aquello que viene a instaurar un viejo orden o, en todo caso, un nuevo orden que contenga menos libertad que el anterior. En otras palabras, cuando probablemente con buenas intenciones el hecho de que alguien se sienta ofendido acabó justificando una limitación en los modos de expresarnos, la única puerta que se nos estaba abriendo no era  la de una sociedad más igualitaria sino la de un laberinto sin salida: el laberinto del qué tenemos que decir, del qué palabras podemos utilizar. Curiosamente, cuando en muchísimos países se han despenalizado los delitos de calumnias e injurias para proteger, especialmente a los periodistas, de una herramienta que muchas veces se utilizaba veladamente para amedrentar las voces críticas al poder, buscan imponernos una serie de eufemismos, en muchos casos, enormemente hipócritas, ante la posibilidad de que alguien pudiera ofenderse. Que alguien se sienta ofendido alcanza porque cualquier cosa que huela a objetividad o a parámetro universal determinado por las leyes de un Estado es denunciado, paradójicamente, como pura arbitrariedad.
La presión hacia el hablar presuntamente correcto es tal que lo único que se va a generar es un hiato entre los discursos públicos y los discursos privados. O quizás debamos buscar lenguajes ocultos, códigos o jergas que solo puedan ser comprendidos por unos pocos y sean inaccesibles a las policías del buen hablar. Quizás debamos recurrir a algunos de esos juegos del lenguaje que se encuentran en el poema “Jabberwocky” de Lewis Carroll, construido con palabras sin sentido, o en el libro Enlamasmédula del poeta argentino Oliverio Girondo. Por su parte, Cortázar lo ensayó en el famoso capítulo 68 de su libro Rayuela. Allí se reproduce un texto erótico formulado en un lenguaje que solo los dos amantes pueden reconocer. No interesa allí el significado de las palabras (que en su mayoría no lo tiene). Lo que importa es que el significado, en algún sentido, surge del ritmo, de la cadencia, la sonoridad y la modulación, y que por ser un código inaccesible para un tercero escaparía a los límites neovictorianos:
“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias”. 
Terminemos aquí antes que el Teseo fascista interprete de modo sesgado este maravilloso fragmento erótico y abracémonos al minotauro cortazariano que experimenta y de esa manera se parece bastante a ese hombre libre que debe crear un nuevo decir similar al que tendremos que crear nosotros si queremos evitar una censura que ya no viene desde los cuarteles sino con los manuales ilustrados y culpógenos de la corrección política.  

domingo, 1 de diciembre de 2019

El “volver” y el “ser mejores” (editorial del 30/11/19 en No estoy solo)


¿Cuánta paciencia le tendrán los argentinos al nuevo gobierno? Nadie lo sabe a ciencia cierta pero se puede coincidir en que la paciencia será poca y ni por asomo se acercará al “happy hour” del gobierno saliente que blindado mediáticamente tuvo prácticamente entre dos y dos años y medio de gracia mientras nos prometía que la salvación estaba siempre en un segundo semestre que nunca llegó. ¿Por qué habrá poca paciencia? Las razones son al menos dos y, para ser honestos, son razones que exceden al gobierno entrante. Por un lado habrá poca paciencia porque el bloque ideológico que hay enfrente buscará esmerilar desde el primer momento aun cuando la dirigencia política que busca representar ese espacio no esté a la altura del desafío y deba recomponerse tras el fracaso de Macri. En otras palabras, aun cuando Macri no tenga la capacidad de liderar la oposición desde el llano y aun cuando se auguran momentos difíciles para mantener cohesionada a la oposición, el gobierno de los Fernández tendrá enfrente un bloque cultural homogéneo en estado de ebullición permanente. La historia se repite como tragedia y luego como farsa, de modo tal que no habría que sobredimensionar los aprietes públicos de algunos personajes de las patronales del campo pero, a la luz de lo que uno observa en los países vecinos, es posible que se intente desde allí generar una continuidad asfixiante de conflictos, aquello que, finalmente, acabó horadando al gobierno de CFK, más allá de que entre 2011 y 2015 se cometieron muchos errores y la economía transitó un camino irregular. Pero si ustedes recuerdan aquellos días, el ataque era constante, contra lo bueno, contra lo malo, contra lo que era cierto, contra lo que era falso. En este sentido, es de esperar que vuelva “la inseguridad”, que cada instancia judicial se transmita en cadena nacional privada, etc.  
Por otra parte, el padecimiento de una mayoría de la población ha sido tal en estos cuatro años que el actual gobierno llega a la administración con una sobreexpectativa. Insisto: no tiene la culpa. Es más, ni siquiera ha prometido demasiado y en general Alberto ha sido bastante mesurado. Pero mucha gente espera un cambio radical en su vida diaria, un shock de bienestar que no va a venir, al menos en lo inmediato. Para apuntalar estos aspectos déjenme repetir dos cosas que comenté en editoriales pasados:
Primero: la Argentina será Venezuela no porque Alberto derive en el chavismo sino porque enfrente hay una oposición radicalizada que no tendrá mucho que envidiar al anticastrismo Made in Miami. Cualquier intervención estatal será vista como una injerencia comunista, como mínimo.
Segundo: no se olviden que el máximo de éxito posible para el gobierno de Alberto es llegar a 2023 con un escenario más o menos similar al de 2015. Es decir, con 25% de inflación, habiendo recuperado el poder adquisitivo que Macri quitó (un 20% a los que tienen paritarias y muchos más a los independientes), bajando la pobreza a menos de 30% y reduciendo unos puntos la desocupación. Es casi imposible pero, aun si lo lograra, eso tampoco garantizaría la paz social porque con esos números, en 2015, la elección se perdió, si bien, claro, no se perdió solo por esos números.
Asimismo, está el factor externo: renegociación de la deuda y contexto regional. En cuanto a lo primero, hay varios intereses cruzados que presuponen que finalmente habrá un acuerdo aun cuando algunos de esos intereses desearían que el gobierno peronista se hunda. Pero si el gobierno peronista se hunde parece que se hunden unos cuantos actores más.
Con todo, no será menor cuál sea el resultado de esa negociación. La paradoja es que es lo primero que debe hacer el gobierno y, a su vez, lo que surja de aquella negociación probablemente condicione sus cuatro años de mandato.
Y en lo que respecta a Latinoamérica… cualquier análisis que pretenda hablar de tendencias queda en ridículo: algunas semanas atrás era la crisis del liberalismo, Moreno y Piñera contra las cuerdas, Lula libre, triunfo de Fernández en Argentina, de Morales en Bolivia y del Frente Amplio en la primera vuelta de Uruguay. Hoy: Argentina, desde el punto de vista ideológico, solitaria y a contramano de la región. En este sentido, el denominado grupo de Puebla, aun cuando sea doloroso decirlo, reúne hoy a referentes del progresismo para los cuales parece haber pasado su momento y para los cuales, en general, resulta difícil imaginar un regreso. En otras palabras, podemos hacer reuniones y fotos para transmitirlas por C5N mientras contamos la historia como nos gusta pero allí hay más simbolismo y nostalgia que poder real. Si la única respuesta al neoliberalismo que viene a acabar con cualquier atisbo de redistribución material es política de identidad y reconocimiento mientras twitteamos causas nobles y miramos en Netflix el documental de Pepe Mujica y Noam Chomsky, auguro tiempos difíciles.     
Por último cabría una comparación, si es que se trata de poner el eje en las expectativas. Porque podría decirse que el gobierno de Macri se sostuvo gracias a la creación de expectativas que de a poco se fueron desmoronando para una mayoría de la ciudadanía pero lo que Macri venía a ofrecer era eso: puro futuro; el cambio por el cambio mismo, es decir, la expectativa de algo nuevo independientemente de qué tuviera adentro eso nuevo.
En el caso del gobierno de Fernández, la expectativa es bifronte o se apoya en una proyección y una experiencia pasada. Es decir, hay expectativa porque, hacia adelante, se espera mejorar y se espera mejorar porque en el pasado los principales pilares de este nuevo gobierno demostraron que era posible un país distinto. Se hace allí una mezcla que se sintetiza bien en el slogan de “volver mejores” que no es otra cosa que la expectativa basada en lo que se hizo, para lo cual se necesita “volver”, y la expectativa puesta en un futuro distinto de lo que hay ahora y también, en parte, de lo que hubo hasta 2015. Esta es la parte del “mejores”.
Pero habrá muy poco tiempo y el argumento de la pesada herencia, que en este caso es una pesada herencia verdadera, no dará más que unos meses. Será ingrato e injusto. Recién se estará volviendo… y ya habrá que ser demasiado mejores.     

domingo, 24 de noviembre de 2019

Son todos lo mismo (editorial del 23/11/19 en No estoy solo)


Yo te voy a ser claro. Para mí son todos lo mismo y por eso yo no estoy ni con unos ni con los otros. Yo no pongo las manos en el fuego por nadie. Al fin de cuentas, gane quien gane, el lunes hay que laburar. ¿A vos te cambia en algo este gobierno o el que viene? ¿O un golpe de Estado por allá? Entonces no hay que darle bola. Todo es lo mismo. Tendrían que quitar la obligación de votar. Este país se va a salvar cuando los políticos devuelvan la que se llevaron. Yo leo Clarín pero no estoy con Clarín porque puede ser que mienta, apriete, opere, tergiverse y tenga posición dominante pero tampoco estoy con esos de 678, que nunca los vi pero un día, cuando salió al aire de madrugada tras la suspensión de Arsenal vs. Cambaceres, mostraron que en una plaza alguien escupió la foto de un periodista que dice estar en el medio. Y a mí no me gusta la violencia. Ni de un lado ni del otro. Porque así se empieza… alguien escupe la foto de un periodista que está en el medio y cuando te querés acordar la gente te escupe en la calle si pensás distinto…y se acabó la democracia y se acabó todo.
Las guerras son de lo peor porque yo no avalo lo que hicieron los milicos matando, torturando y secuestrando pero tampoco estoy con los guerrilleros pone bombas. Que unos lo hacían desde el Estado mientras que los otros… no importa. Yo me levantaba todos los santos días e iba a laburar. Y los argentinos somos gente de laburo. No somos violentos. Lo que hace falta es justicia. Ni mano dura ni mano blanda: mano justa. Y si te denuncian marche preso o que no puedas caminar por la calle. Cuando sea la gente la que imparta justicia y no estos corruptos…ya vas a ver.  
Y no estoy con el golpe de Estado en Bolivia que riega de sangre la calle y se lleva puesto a un gobierno popular que supuso ampliación de derechos para mayorías y minorías como nunca antes hubo en aquel país que siempre fue tan miserable….-si se venían a matar al hambre acá esos bolivianos-… pero tampoco estoy con Evo Morales porque parece que hace unos años hizo unos comentarios machistas. Y en esos pequeños detalles se conoce a las personas.
Y a ver… yo lo voté pero es verdad que Macri aumentó la desocupación, la inflación, la pobreza y la deuda pero con Cristina no podíamos confiar en el INDEC y nos gritaba por cadena nacional. Y a mí no me gusta que me griten ni ella ni vos ni nadie. Porque yo no grito. ¿Me entendiste? Yo estoy en el medio. Porque siempre hay que conocer las dos caras de las cosas. Ningún extremo es bueno. Por eso yo no estoy ni con Darwin ni con el diseño inteligente; ni con la redondez de la Tierra ni con aquellos que dicen que es plana. Escucho las dos campanas y luego decido. Mirá… en un diario yo vi que le dieron el mismo espacio a cada una de las posiciones y unos decían una cosa y otros decían otra. Lo mismo en la tele. De un lado había unos que decían que había que vacunarse y otros que decían que no. Por suerte el periodista estaba en el medio. Y esa me pareció la posición más sensata porque los otros dos se peleaban y se gritaban.
¿Viste cómo es esto? Ni con Dios ni con el Diablo. No hay que ser binario en la vida. Eso hay que dejarlo para los conservadores. ¿Cómo le dicen a lo que tenemos que hacer ahora? No sé. Es una palabra rara. Pero basta de grietas. Los humanos vivimos en las grietas desde las cavernas. Por eso yo no estoy ni con los neandertales ni con los floresiensis. Ni con los homo erectus ni con los homo habilis. Ni con los unitarios ni con los federales. Ni con el reloj de pared ni con el reloj de pulsera. ¿Por qué no podemos pensar un reloj que supere todo? Basta de etiquetas. Yo soy yo y soy libre y sé quién soy y con mi culo hago lo que quiero. Tengo mis derechos, pago mis impuestos y nadie me regaló nada.
Porque todos son lo mismo… menos yo. ¿Te gusta ese periodista? A mí me encanta. Siempre está muy centrado. Eso es lo que pido a los políticos. Que sean centrados. Por suerte los intelectuales de ahora también son gente muy centrada y como de a poquito se han transformado en héroes de los bárbaros puede que hasta los convenzan de votar en blanco y que encima éstos les compren sus libros. Yo la próxima voto en blanco o ni voy. Tienen razón esos que aparecen en C5N y ahora volverán a aparecer en TN para decir que son todos lo mismo. Yo igual no miro ni a unos ni a los otros. Prefiero mirar… no importa. Algo más equilibrado. Ni Boca ni River.   
¿Qué quilombo en Bolivia, viste? Algo habrá hecho. Me voy a dormir que mañana hay que laburar. Por suerte tuvimos dos hijos que si hubiéramos tenido tres… ya sabrías cuál sería mi favorito. 


domingo, 17 de noviembre de 2019

Alberto: en la búsqueda de un nestorismo originario (editorial del 16/11/19 en No estoy solo)

Que el títere, que el doble comando, que Cristina es Saturno devorando a sus hijos, que en el peronismo la nueva jefatura siempre acaba con la anterior… las especulaciones respecto a la relación entre Alberto y CFK abundan y naturalmente no son más que eso: especulaciones. Pero dado que no son más que eso, me permitiré realizar las propias en función de cierto conocimiento de los actores, de la política, algo de información y una buena dosis de intuición. ¿Puede fallar? Claro.
Es verdad que en estructuras verticalistas no pueden coexistir dos liderazgos. Sin embargo, tal como se puede inferir del libro Sinceramente, CFK piensa su relación con Alberto como el de una sociedad y así busca “reeditar” la que tuvo con Néstor en la medida en que acabó reconociendo que la muerte de él generó un vacío en lo que respecta a la construcción política. Por otra parte, está claro que será Alberto quien tome las decisiones y quien dude de ello lo hace porque no conoce el carácter de Alberto. Pero además, ello se sigue del respeto que CFK tiene hacia la institucionalidad y las jerarquías y sobre todo porque, al menos desde mi punto de vista, CFK ha decidido correrse a un costado. Es decir, el gesto de decidir ser la segunda en la fórmula es también el gesto de quien ya no quiere/no puede cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de una presidencia. Suelo decirlo en este espacio: para mí CFK ya estaba “afuera” antes de 2017 y fue la presión de su entorno y la responsabilidad de saberse líder de su espacio lo que la hizo volver a presentarse aun sabiendo que era una batalla perdida. Asimismo, si participa en 2019 en medio del difícil cuadro de salud por el que atraviesa su hija, es porque se sabe portadora de un importantísimo caudal de votos que es necesario garantizar en un traspaso hacia nuevos dirigentes. Este “estar afuera” o aportar ya no desde la centralidad sino desde un costado, no supone, obviamente, que CFK acepte ser una figura decorativa. Por el contrario, entiendo que CFK fue determinante en el armado de la provincia de Buenos Aires y en la configuración del Senado a tal punto que uno de los conflictos allí tiene que ver con su deseo de imponer quién lidera el bloque. Entonces podrá, por supuesto, sugerir nombres para el Gabinete, en cajas como el PAMI, inundar de militantes de su núcleo duro las segundas y terceras líneas pero la apuesta fuerte por el futuro del cristinismo está en la provincia de Buenos Aires y en el Senado.
En cuanto al albertismo no existe hoy algo así. En todo caso, el albertismo es un conjunto de dirigentes del peronismo de la capital, -entre ellos Víctor Santamaría, si es que se confirman algunos de los nombres del gabinete que responderían a él-, pero por ahora es, sobre todo, nestorismo. Naturalmente, con Cristina al lado no dirá “El nestorismo soy yo” pero pareciera, analizando sus discursos, que él intenta posicionarse como un continuador de aquel kirchnerismo originario, pregrieta. Las circunstancias no son las mismas y llega con enorme legitimidad y con un apoyo popular claro pero entiende que serán clave sus primeros meses para obtener aun mayor legitimidad porque, a diferencia del 2003, tiene un país dividido en mitades y no fragmentado en pedazos. Además, lo que se ve en estos días es nestorismo puro: movidas políticas en secreto, gestos simbólicos y potentes como posicionarse sin ambages frente a lo que sucede  en Bolivia, reunir al grupo de Puebla en Buenos Aires, aparecer imprevistamente en la presentación de un libro sobre el caso de una mujer que acabó presa por un aborto y tomar posición acerca de la necesidad de legalizarlo, etc. Y será nestorismo si se confirma una figura como Nielsen en Economía ya que probablemente Alberto entienda, al igual que lo confesara Néstor Kirchner ante una pregunta de Orlando Barone, que en determinadas situaciones de debilidad hay que dar señales y esas señales a veces imponen una figura de perspectiva pragmático/liberal antes que “un flaco Kunkel”.    
El albertismo, entonces, si es que llegara a constituirse, se hará sobre la base del nestorismo originario, distinguiéndose o asimilando una parte del cristinismo y surgirá del equilibrio inestable entre los distintos espacios que forman el FDT. Si se logra consolidar un adversario común, el escenario de los conflictos objetivos se mantiene en el tiempo -por ejemplo, una renegociación de la deuda que se extienda más de lo previsto-, y la economía, entrando el año 2021 empieza a dar muestras de estabilización, el presidente tendrá algo de tiempo para construir su propia fuerza. Si eso no sucediese, a las presiones externas de los adversarios objetivos, le sobrevendrán las presiones internas. Paradójicamente puede que éstas sean las más preocupantes.    

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Nueva visita al gobierno de los cínicos: el gato que hacía “guau” (editorial del 9/11/19 en No estoy solo)



En noviembre del año 2016 publiqué, gracias a editorial Ciccus, un libro llamado El gobierno de los cínicos. En un principio el título iba a ser El gobierno de los idiotas ya que buena parte del libro estaba dedicado a lo que denominé “democracias idiotas”, esto es, el fenómeno por el cual en Argentina y en distintas partes del mundo, las mayorías, al momento de determinar quiénes debían estar al frente del gobierno, elegían a hombres y mujeres que, paradójicamente, despreciaban lo público. Se trataba de “idiotas”, no porque fueran tontos, sino tomado en el sentido clásico ya que  en Grecia se llamaba así a quienes, ocupados del sí mismo y el goce privado,  renunciaban a la Asamblea, que era el espacio de participación pública en el que se determinaban las leyes que regirían a la comunidad. Hablar de “democracias idiotas” en pleno auge del gobierno macrista tenía un sentido, más allá de que el concepto, insisto, trascendía lo que ocurría localmente y podía traspolarse hacia otras latitudes.
Sin embargo, luego de dudarlo bastante y por algunas sugerencias de mis lectores críticos, opté por poner en el título la palabra “cínicos” y construir el libro sobre ese eje. Visto a la distancia no me equivoqué ya que “democracias idiotas” hay y habrá pero si hay un signo de los tiempos es el cinismo.
Aquí, una vez más, hace falta un poco de etimología y remontarse a Atenas porque la definición actual de “cínico”, entendido como alguien que miente a sabiendas o defiende lo indefendible con plena conciencia de estar haciéndolo, dista mucho del origen de la actitud cínica que tuvo en Diógenes a su máximo exponente, allá por la época de apogeo del imperio de Alejandro Magno. Diógenes, apodado “el perro”, utilizaba la burla, la ironía y la insolencia como un desafío a la cultura imperante y al poderoso. Hoy, en cambio, es esa cultura imperante y ese poder el que se burla, ironiza y se muestra insolente frente al que nada tiene o frente al que está en una posición de debilidad. Siguiendo al filósofo alemán Peter Sloterdijk, esa transformación del cinismo antiguo al cinismo contemporáneo es “el paso de la insolencia plebeya a la prepotencia señorial”.
El término cínico proviene del griego kynikós, que significa “perruno” y fue el término elegido para designar a todos aquellos humanos que se comportaran como “perros”; o sea, todos aquellos que carecían de respeto y de vergüenza. Es que quienes tenían una actitud cínica en la antigüedad eran aquellos que, como Diógenes, despreciaban el dinero y toda posesión; iban por allí despojados de casi toda vestimenta y, como si fueran animales salvajes, orinaban donde la vejiga lo necesitara, se masturbaban o intentaban mantener relaciones sexuales, incluso en público, cuando el deseo llamaba. Visto desde la actualidad podríamos pensar que se trataba simplemente de un grupo de locos. Pero lo interesante es que esas actitudes, en el fondo, escondían una profunda crítica a la cultura ateniense que, según ellos, estaba desnaturalizando a los hombres.
Ahora bien, más allá de lo que uno pueda pensar de los cínicos en la antigüedad, hay un elemento que no se puede pasar por alto: la actitud cínica era una actitud de desafío al poder, basada no solo en el ejemplo de una vida despojada, sino en el expresarse y accionar con franqueza. El cínico hablaba con la verdad, o al menos con lo que consideraba verdadero, incluso cuando aquello pudiera poner en riesgo su vida. El ejemplo famosísimo al respecto es aquel en el que Alejandro Magno se encuentra con Diógenes echado en el suelo, como siempre, y le pregunta, en un gesto de magnanimidad: -“¿Qué es lo que deseas?”. Diogénes lo mira, y con tono despectivo le responde: -“Deseo simplemente que te corras porque me tapas el sol”. La anécdota culmina con Alejandro, el todopoderoso, afirmando -“Si no fuera Alejandro, desearía ser Diógenes” y la razón es clara: Alejandro se da cuenta que quien es capaz de prescindir de las imposiciones y los estímulos de la cultura es (casi) tan poderoso como él, que lo tiene todo.
El punto es que pasaron los siglos y el sentido peyorativo del cinismo continuó pero los cínicos ahora están del otro lado del mostrador. Efectivamente, gracias al interesante rastreo histórico que hace el ya mencionado Sloterdijk en su libro La razón cínica, caemos en la cuenta que ahora el cinismo es una actitud que se ejerce desde y no contra el poder.
Hay cinismo cuando desde el poder se titula, por ejemplo: “Contra las vacaciones: resistirse al descanso como estilo de vida” (La Nación, 22/2/16) y donde en el interior de la nota aparece un testimonio que afirma: “Alguien tiene que decirlo con voz clara de una vez: las vacaciones están sobreestimadas. Son un automartirio anual”; o cuando con el mismo grado de cinismo se titula: “Para Ferreres es mejor ganar un poco menos pero estar ocupado” (Fortuna, 7/2/16); “Diez años en la misma empresa puede ser un fracaso personal” (Clarín, 19/1/16); “La decisión más difícil: a la hora de despedir, se trata de un ser humano” (La Nación, 15/2/16). Esta última nota afirma en su “bajada”: “Tanto en la empresa como en el sector público, la desvinculación debe ser llevada adelante con cuidado extremo”. Pero déjeme avanzar en otro conjunto de notas cuyo mensaje es algo más sutil: “El turismo virtual no para de sumar millas” (La Nación, 17/1/16); “¿Compartimos el wi-fi?” (La Nación, 13/2/16); “Vivir en 30 metros cuadrados: una tendencia que crece entre los porteños” (Clarín, 23/12/15); “Marucha, un corte alternativo y económico para el asado” (La Nación, 25/2/16); “Volver al ventilador: el mejor aliado para combatir el calor y la crisis energética” (Clarín, 31/12/15); “Comprar alimentos más baratos y menos ropa, las formas de ahorro más elegidas” (Clarín, 24/2/16).
Como notará por la fecha, todos estos ejemplos datan del año 2016 y son los que utilicé en el libro. Naturalmente, desde aquel año hasta hoy, la lista se agigantó con decenas de intervenciones, no solo de editores de medios oficialistas, sino, especialmente, de asesores como Durán Barba, quien indicara que “Macri es de izquierda” o funcionarios públicos como González Fraga quien supo afirmar: “Tener dinero afuera es una necesidad para sobrevivir”, “Hay que ver qué tan pobres son los pobres” o “Le hicieron creer al empleado medio que podría comprarse celulares e irse al exterior”. Todo para llegar a quizás una de las máximas exposiciones del cinismo que se ejerce desde el poder. Me refiero al documento realizado por Marcos Peña a través de la Jefatura de Gabinete la semana pasada, titulado “Ocho puntos sobre la economía”. Allí se dice que Sin magia, sin mentira, sin ficción" (…)el país estará listo para crecer (…) [porque ya que se pudo] revertir la herencia de 2015”.  Además, agregaron: “por primera vez en mucho tiempo, Argentina tuvo una idea de largo plazo basada en reglas claras, estabilidad económica e inserción al mundo” (…); "no se puede eliminar la inflación de un día para el otro, pero en estos cuatro años hemos dado los pasos necesarios para empezar a ver una reducción sostenida y sostenible de la inflación (…);

   “En estos años tuvimos que pedir prestado, porque heredamos un déficit enorme y porque habían quedado muchas cuentas sin pagar del gobierno anterior, como la deuda con los holdouts. Decidimos financiarnos de forma transparente y clara. Estos años hicimos un gran esfuerzo para equilibrar nuestras cuentas (…)”. Por último culminan indicando: “se crearon 1.250.000 puestos de trabajo, incluidos los informales. El desempleo sube en parte porque hay más gente saliendo a buscar trabajo (hoy estamos en niveles récord)”.
Mi libro, El gobierno de los cínicos, pretendía hacer una reflexión sobre el poder, las nuevas subjetividades, ciertas paradojas de las democracias actuales y advertir sobre el cinismo como un signo de los tiempos que, naturalmente, transcendía a la Argentina y al gobierno de Macri en particular. Sin embargo, a la luz de los hechos, bien cabría pensar un nuevo libro en el que pudieran glosarse la infinita cantidad de acciones cínicas que desde el Estado y desde las principales usinas del poder fáctico que acompañó a este gobierno, se hicieron moneda corriente. Ese libro podría llevar casi el mismo título aunque habría que agregarle un subtítulo para ser más específico. Si quisiera que tuviera alguna gracia, aprovechando el origen etimológico del “cinismo” que lo vincula a los canes, habría que poner como subtítulo: “El gato que al final era perro” o “El gato que hacía “guau” para, de paso, hacer justicia con la comunidad felina y sacarles de encima este verdadero lastre de identificación con Macri. Si lo que se busca es algo más descriptivo podríamos simplemente titular:Nueva visita al gobierno de los cínicos. Argentina atendida por sus dueños”.
    


  




     







miércoles, 6 de noviembre de 2019

Latinoamérica: algo más que la crisis del neoliberalismo (publicado el 30/10/19 en www.disidentia.com)


En las últimas semanas varios países latinoamericanos fueron noticia y no precisamente por sus virtudes: la crisis económica en Argentina con devaluación del peso de 500% en menos de 4 años, inflación del 60%, desocupación de dos dígitos y pobreza cercana al 40% acaba de terminar con las pretensiones reeleccionistas del gobierno neoliberal de Mauricio Macri quien cayó derrotado por el peronismo con una diferencia de 8%; el “paquetazo” en Ecuador, esto es, una serie de medidas de ajuste exigidas por el FMI, culminó en una pueblada contra un cada vez más castigado gobierno de Lenín Moreno; el presunto oasis chileno cayó como un castillo de naipes con protestas enormemente violentas y una represión que a todos nos hizo acordar la noche oscura de la dictadura pinochetista; las elecciones en Bolivia arrojan un triunfo de Evo Morales en primera vuelta por obtener unas décimas más que las mínimas necesarias pero su consecuencia es una movilización masiva de la oposición impugnando los comicios y demostrando presencia en las calles. No sabemos qué ocurrirá en Bolivia pero en los otros tres casos, en los que se trata de gobiernos con políticas neoliberales, tanto Macri como Moreno y Piñera tuvieron que ceder. Macri, desesperado por haber caído por 15% en las elecciones internas de agosto (una suerte de “previa” a la elección definitiva que se celebró el 27 de octubre), perdió su centro, prometió lo imposible, derechizó su discurso hasta el límite de la pared y generó escenas de populismo explícito que merecerían que se le tapara los ojos a los niños; Moreno, acorralado por el movimiento indígena organizado de la Conaie, que hasta lo obligó a cambiar la sede de Gobierno a Guayaquil, dio marcha atrás con la serie de medidas que había establecido como “innegociables”. En cuanto a Piñera, no solo retrocedió con el aumento de 4 centavos de dólar del precio del subte sino que pidió perdón, exigió a todo el gabinete que ponga a disposición su renuncia, dijo que durante años los gobiernos chilenos fueron incapaces de ver la desigualdad existente y lanzó un paquete de medidas dignas de un gobierno socialista. Así, finalmente, pareció aceptar uno de los lemas de la protesta que rezaba: “No es por 30 pesos [refiriéndose a lo que aumentó el subte]. Sino por 30 años”.
Que todos estos sucesos se hayan desarrollado en un lapso de apenas semanas ha hecho que los analistas buscaran continuidades, apelaran a presuntas tendencias regionales y/o causalidades comunes, intentos más honestos que los de algunos de los referentes de los gobiernos de derecha de la región que insólitamente pretenden instalar que la crisis de los gobiernos neoliberales se debe a la injerencia de infiltrados enviados por Maduro y Castro. Cómo podrían hacer dos gobiernos aislados, con carencias económicas enormes, para tener la capacidad logística de desestabilizar a Chile, que era el modelo de país exitoso, montándose en un aumento de 4 centavos, no resiste el menos análisis.  
¿Pero existen esas tendencias, esas causalidades y esas continuidades? La respuesta es sí y no.
Sin duda hay algo en común en las crisis de Macri, Moreno y Piñera: se trata de la respuesta a política neoliberales que en los primeros dos países se encuentran dictadas directamente por el FMI y en el último se han institucionalizado desde la dictadura de Pinochet, aquella en la que a través de la doctrina del shock se impuso a sangre y fuego el manual de la liberal Escuela económica de Chicago. A propósito vale recordar las declaraciones que hiciera Friedrich Von Hayek, referente de este ideario, en 1981, al diario El mercurio, el cual, por cierto, fue incendiado por los manifestantes la semana pasada: “Estoy totalmente en contra de las dictaduras como instituciones de largo plazo, pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Es posible que un dictador pueda gobernar una economía liberal como también es posible una democracia gobernada con falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. En Chile, por ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un gobierno liberal. Y durante la transición puede ser necesario mantener ciertos poderes dictatoriales, no como algo permanente sino como un arreglo temporal”.
Otro elemento en común, y que resulta un dato novedoso, es que tanto en Argentina, a favor del gobierno de Macri, como en Bolivia, en contra del gobierno de Morales, la derecha, que en general despreció y desacreditó la movilización popular, ha decidido salir a la calle y ocupar el espacio público. En Argentina, incluso con un Macri que aparecía muy atrás en las encuestas, miles de ciudadanos de grandes centros urbanos decidieron brindarle apoyo al presidente argentino y en Bolivia, en los últimos días, se llama a salir a la calle desconociendo el resultado de las urnas. Un verdadero final abierto.  
Pero hasta ahí llegan las continuidades y las tendencias comunes porque la realidad de cada uno de los países es completamente distinta. En Argentina, si con una crisis económica como la existente, la gente no salió a la calle para repetir puebladas que son ya una tradición en un país signado por los colapsos periódicos, es porque hubo elecciones y hay expectativa con un nuevo gobierno, y porque Argentina es un país en el que existe el peronismo, hay canales institucionales donde vehiculizar las demandas, movimientos sociales organizados verticalmente, sindicatos fuertes y un Estado de Bienestar que, en comparación con los países vecinos, es de envidiar. Estos elementos no garantizan la ausencia de conflicto pero lo contienen. En cambio, en Chile, la alternancia entre gobiernos de derecha y socialista es la alternancia de lo mismo porque ninguno pone en tela de juicio los cimientos de un país cuyos números macro parecen incuestionables pero que, al mismo tiempo, esconde una de las peores desigualdades del continente y expone a una mayoría de la población a convivir con un Estado cuyo servicio de salud público es deficitario, una educación básica y universitaria inalcanzable para la mayoría y un sistema de jubilación, de capitalización individual, fuertemente criticado. Todo esto en el marco de una transición democrática que, a diferencia de Argentina, garantizó la impunidad para la dictadura y sostuvo el plan económico que ésta impuso.
Por su parte, Evo Morales, perteneciente a la etnia aymara y primer presidente indígena de la historia de Bolivia, llevó adelante el milagro de estabilizar, levantar y dinamizar al país más atrasado de la región con políticas de nacionalizaciones e impulso del mercado interno sin que ello derive en grandes desequilibrios del gasto público. Desde el 2006, año en que asumió, a la fecha, el PBI de Bolivia pasó de 9000 M a 40000 M de dólares; la pobreza extrema se redujo del 38% al 15%; el desempleo bajó de 8,1% a 4,2% y el salario mínimo pasó de 60 a 310 dólares. Sin embargo, parece estar padeciendo la gran dificultad de los líderes carismáticos y las construcciones verticales: la sucesión. Todo esto, claro está, en el marco de una sociedad cuya fragmentación es clasista pero también étnica a tal punto que durante su gobierno, allá por el año 2008, la “Bolivia blanca y rica” del oriente que limita con Brasil, buscó la secesión de la “Bolivia indígena y pobre”. Hasta dónde llegará la escalada esta vez no lo sabemos.
Ecuador, por su lado, con una economía dolarizada de la cual no ha podido salir ni siquiera el gobierno de centro izquierda de Rafael Correa, tiene poco margen para políticas redistributivas, posee instituciones democráticas enormemente débiles y un movimiento indígena autónomo que ha sido belicoso no solo con Lenín Moreno sino también con el gobierno de Correa. Aquí, al igual que en Chile, el enorme conflicto no se canaliza en vías institucionales ni hay partidos tradicionales capaces de ponerse a la cabeza del reclamo.
Para concluir, entonces, más allá de las épicas continentales que piensan una “Patria grande”, épicas bien fundamentadas en experiencias del pasado y objetivos proyectados a futuro, Latinoamérica no es una sola y cada país tiene particularidades que hacen muy difícil ubicar los sucesos en categorías comunes. Máxime cuando ni siquiera parece estar clara la tendencia ideológica hegemónica como ocurrió en los 80, cuando fueron gobiernos socialdemócratas los que hicieron la transición para salir de las dictaduras; en los 90, con la irrupción de gobiernos neoliberales que llevaron adelante el programa del Consenso de Washington, o en los primeros quince años del siglo XXI donde primaron gobiernos de centro izquierda y populares. La hegemonía continental no está clara y está en disputa porque lo que parecía ser la reconstrucción de una Latinoamérica de gobiernos conservadores y neoliberales con Macri y Bolsonaro a la cabeza está tambaleando no solo porque Maduro resiste, sino porque existe AMLO en México, volvió el peronismo a la Argentina, Moreno y Piñera, pero también Brasil, se encuentran en problemas, Perú no cesa de cargarse presidentes, la elección en Uruguay está abierta y Morales continuaría en Bolivia. Con todo, no puedo dejar pasar por alto que, desde mi punto de vista, se equivocan quienes desde las izquierdas hacen una lectura rápida y optimista de estas dificultades objetivas por las que estarían pasando los gobiernos neoliberales. Y la razón es la siguiente: el sujeto político que está disputando con los gobiernos neoliberales no es el mismo y no parece mayoritariamente estar exigiendo “la patria socialista”. Más bien, ese sujeto político resulta difuso y si tomamos como un conjunto a todos aquellos que están en las calles en los países mencionados encontraremos, claro está, anarquistas y socialistas pero también secesionistas, conservadores, jóvenes, pertenecientes a minorías disímiles, y sobre todo, miles y miles de ciudadanos con demandas individuales insatisfechas que no pretenden salirse del capitalismo sino ser incluido en él, incluso, dentro de modelos liberales o neoliberales. Esto significa que hay una crisis de los modelos neoliberales pero también hay crisis transversales a los modelos económicos ya que, en mayor o menor medida, en todos los países, hay descontento, sociedades polarizadas, fracturas entre la sociedad civil y las elites, crisis de los partidos, violencia e instituciones que parecen no dar cuenta de las demandas y de la celeridad de los tiempos. En otras palabras, estas características mencionadas se encuentran presentes también en sociedades que han elegido gobiernos con miradas alternativas al neoliberalismo. Por ello es innegable que en Latinoamérica hay crisis de los modelos neoliberales pero esta crisis es también algo más que la crisis del neoliberalismo.

        

lunes, 4 de noviembre de 2019

Alberto Presidente: la elección que ya había sucedido (editorial del 2/11/19 en No estoy solo)

Pasaron las elecciones y los análisis abundan. Parece que ahora hay un ganador legal y otro moral. El 49% del espacio popular en 2015 suponía una derrota que ameritaba autocríticas y autoflagelarse en la plaza pública. Sin embargo, el 40% del espacio no peronista en 2019, con el apoyo del establishment, el FMI, EEUU, los medios y la campaña más cara de la historia sostenida por todos los argentinos gracias a la insólita política monetaria del independiente BCRA, lejos de merecer autocrítica se transforma en una conquista moral y una apuesta por la dignidad que eleva a Macri a condición de líder republicano de la oposición. Curioso.
Con todo, si bien es verdad que no hay que dar por muerto a nadie políticamente, si la carrera política de Macri no está terminada será por alguna conjunción particular de los astros. Porque Macri fue el presidente sin votos. Nunca los tuvo. Logró, con habilidad y buen asesoramiento, ocupar el lugar del antiperonismo clásico y desde el 12 de agosto hizo todo lo posible por dejar en claro que allí quería estar. La derecha moderna perdió su modernidad y quedó derecha. ¿Obtener un 40% es mucho? Sí, si se lo piensa por lo catastrófico que fue su gobierno pero no si tomamos en cuenta que ese 40% es el número clásico del espacio no peronista. Por ejemplo, en el año 73, con Perón en su punto de popularidad más alto, Balbín y Manrique sumaron 37% de los votos. Incluso un poco más cercano en el tiempo, ¿cuánto podría sacar el candidato de un gobierno que tiene que abandonar la casa rosada seis meses antes con una inflación del 3000% anual? Sí, aunque resulte sorprendente, Eduardo Angeloz, el candidato de la UCR en 1989, obtenía 37% de los votos y si a eso le sumamos el 7% de Alsogaray el número es sorprendente. En este sentido, el 40% obtenido por Macri, el único candidato a presidente que habiendo decidido presentarse a una reelección, acabó derrotado, es un número previsible, máxime en unos comicios que se polarizaron como no ocurría desde el año 83. ¿Cómo resolverá la flamante nueva oposición su armado? Naturalmente van a decir que lo importante es mantenerse unidos pero seguramente llevará tiempo reacomodarse y Macri deberá bajar al llano para, mientras empieza a pasear por Tribunales, discutir de igual a igual con los radicales, con Vidal, que intentará volver en 2021, y con Rodríguez Larreta, aquel que sabiendo que los últimos dos presidentes no peronistas fueron anteriormente Jefe de Gobierno en CABA, tendrá legítimas pretensiones presidenciales. Si hubo 2019 para el peronismo, habrá 2023 para el espacio no peronista pero es de suponer que muchos poderosos de la Argentina deben estar molestos con Macri, el gran chocador de calesitas, porque perdió la oportunidad histórica de acabar con un peronismo que estaba contra las cuerdas y que le dio todas las ventajas. Porque el kirchnerismo en 2015 no jugó a perder pero tampoco hizo todo lo posible para que gane Scioli. Supuso que “era más o menos lo mismo” que ganara éste o Macri y que, al fin de cuentas, había que recluirse en la Provincia de Buenos Aires detrás de Aníbal Fernández. Lo que ocurrió en aquellas elecciones ya lo sabemos y lo que vino después también. Es que hasta que Cristina digirió la derrota del año 2017, el kirchnerismo había decidido posicionarse como minoría intensa, guardia moral progresista que cómodamente criticaría los desastres de Macri. Un 30% de piso y techo que eran todo de Cristina a tal punto que quienes la rodeaban la impulsaron a que se expusiera a una derrota segura en aquellas elecciones de medio término, con el agregado del enorme error electoral de no darle unas PASO a Randazzo, quien tenía a Alberto Fernández como armador. Mientras la militancia aplaudía la presunta épica y seguía explicando todos los problemas de la galaxia por Magnetto, Durán Barba y Clarín. En aquel 2017, CFK entendió que la presión de su núcleo cercano tenía buenas razones, y se presenta por responsabilidad partidaria y porque sabía que sin ella su espacio se debilitaría en las cámaras. Parecía que iba a ser el último gran esfuerzo de quien ya había dado todo de sí mientras era perseguida tanto ella como su familia. Sin embargo, con un país que ingresa en una profunda crisis económica en el primer semestre del 2018, casi sin proponérselo, su figura comienza a reflotarse, suficiente para obturar cualquier alternativa a Macri pero insuficiente para ganarle al oficialismo. Y allí toma la decisión electoral más inteligente. Se comunicó un 18 de mayo de 2019: Alberto candidato y ella como vice: “mis votos asegurados y la posibilidad de que vos, Alberto, subas el techo que yo no puedo subir”. Ese día se ganó la elección porque automáticamente implosionó el peronismo federal y el oficialismo quedó groggy a pesar de que tuvo tiempo para responder. Pero lo único que pudo hacer es, a contrareloj, entregarle la vicepresidencia a un peronista de derecha con impunidad para decir cualquier cosa. Pichetto no funcionó como un armador político que atrajo peronistas al oficialismo sino como una suerte de alter ego del presidente que decía todo lo que el presidente no podía decir. La elección no sucedió, dijo el presidente. Pero ya había sucedido el 18 de mayo.
Lo cierto es que todo lo que vino después de aquel día fueron detalles. Ese día CFK decidió ganar la elección en un gesto de renunciamiento que sus adversarios no le reconocen porque necesitan seguir construyendo esa imagen de ella como una mujer enferma de poder. Y aunque no les guste, CFK es un animal político pero también tiene responsabilidad partidaria y un profundo sentido institucionalista tal como quedó demostrado cuando en su disputa con Clarín, su gobierno se apegó tanto a los tiempos del poder judicial que la aplicación de la ley de medios quedó trunca. Macri hizo todo lo contrario: decreto para destrozar la ley y favorecer la concentración apenas iniciado el mandato, lista negra para determinados periodistas, y, a los medios opositores, la sentencia de muerte a través de la quita de la pauta o, en algunos casos, -incluso con empresarios que pretendían negociar y que en 2016 tenían una línea editorial que era una invitación a esa negociación-, la cárcel.   
Antes de finalizar, para no extenderme demasiado, haré simplemente un punteo de los temas que seguramente desarrollaré en futuras columnas.
De las últimas grandes crisis (1989 y 2001) Argentina tardó dos años en salir. Ninguna crisis es igual a otra pero quienes piensan que de ésta se sale fácil, mienten o son ingenuos. Asimismo, los famosos 100 días de todo gobierno, serán 60 porque la nueva oposición ya está haciendo todo lo posible para cargarle los 40 días de la transición a Alberto. De modo tal que lo que viene no es para ansiosos y merece una comprensión clara de los riesgos. En este sentido, hay que entender que antes que la batalla cultural y la patria grande, el diferencial que votó por Alberto y que acaba decidiendo las elecciones por fuera del tercio duro no peronista y el tercio duro peronista, votó como votó porque se está cagando de hambre. Y tengamos en cuenta algo más: la macroeconomía está a punto de estallar. Una devaluación severa se impone y más allá de los costos sociales, que el dólar suba todo lo que tiene que subir, sumado a la capacidad ociosa de las fábricas, puede reeditar las condiciones que llevaron a un crecimiento enorme y a unas cuentas equilibradas durante el gobierno de Néstor Kirchner. Por todo esto, el mejor escenario para el gobierno de Alberto es llegar al 2023 como estábamos en 2015. Sí, es triste saber que si a Alberto le sale todo perfecto a lo máximo a lo que podríamos aspirar es a estar como estábamos cuatro años atrás. Pero es así. Por ello, no tengo dudas que Alberto firmaría con las dos manos un 2023 con inflación del 25%, pobreza entre 25 y 30%, desocupación alrededor del 7% y recuperar el 20% de poder adquisitivo que se perdió entre 2015 y 2019.
Todo esto sabiendo no solo que la oposición entiende que 100 días ya son demasiado sino que, desde adentro, veremos cómo algún tiempo después, el FDT, esto es, este espacio que lejos de estar cohesionado nuclea compartimentos estancos, comenzará a tironear a un Alberto que deberá hacer un equilibrio digno de admiración. Porque, una vez más, que nadie se asombre cuando muchos de los que llegaron a espacios de representación con votos peronistas, acaben corriendo por izquierda al nuevo gobierno. Ya los conocemos. Son extorsionadores y juegan la política chiquita, la que tiene el tamaño de sus ombligos.
Y ahora sí, para terminar, pocos saben cómo será Alberto como presidente pero no es descabellado pensar que el modelo puede ser el de Néstor Kirchner, esto es, factor sorpresa, agenda propia y fuertes gestos desde lo simbólico. En este sentido, y ante la imposibilidad de brindar buenas noticias desde lo económico en lo inmediato, es probable que haya mucha agenda progresista de ampliación de derechos civiles y un intento de incluir a la mayor cantidad de sectores para tener una legitimidad que exceda esos importantísimos 48% de los votos.
Con todo, se trata de especulaciones y es un lujo que nos damos. Porque es tanta la urgencia que ni siquiera hay tiempo para especular.