miércoles, 30 de agosto de 2023

Reacción y odio nacional (publicado el 28/8/23 en The Objective)

 

Mientras el escándalo va in crescendo y se ha transformado insólitamente en un asunto gubernamental, el mundo entero ha visto más imágenes de la gestualidad de Rubiales que cualquier gol del campeonato obtenido por la selección de fútbol femenino. Algo parecido sucede con la jugadora Jenni Hermoso, quien inmerecidamente ha obtenido más fama por recibir el beso que por su desempeño en el campo de juego.

Así, paradójicamente, la sobreideologización de quienes más abogan por el “empoderamiento” del fútbol femenino, ha logrado dejar en segundo plano una gesta deportiva importantísima por una acción que recibirá la sanción que corresponda pero que, sin duda, era lo menos relevante de la jornada, tal como deslizara la propia Hermoso en sus primeras declaraciones.  

Lo cierto es que todos debemos opinar sobre Luis Rubiales. Si es en el modo enjambre destilando una tormenta de mierda sobre él, mejor; si es en su defensa, recibiremos el disciplinamiento pero lo mismo da: lo que importa es que opinemos y que esa opinión sea una “reacción”.

Es que este es el modo en que debemos ingresar al debate público: con opinión y a los gritos, si es posible. Buscar información o escuchar es un asunto de tibios y pasivos. La cultura impone ser vistos accionando y sin reacción no hay visibilidad.

En la mayoría de los casos, la participación no necesita palabras. Alcanza con apretar el botón de “Me gusta” o poner el emoticón de “Enojo”. Insisto: se trata de reaccionar. No de deliberar o de reflexionar. A un estímulo, una reacción. Son las reglas del juego.

Para muestra de la sobrevaloración del sentimiento (de la reacción) y de la subvaloración de la palabra está una de las performances más celebradas de los denominados influencers. Se trata, justamente, de lo que se conoce como “reacciones”. Para quien no sepa de qué se trata, los usuarios esperan ver, por ejemplo, cómo reacciona Ibai Llanos al video de Shakira con Bizarrap. En la pantalla se observa el video en cuestión y en uno de los ángulos tendremos una pequeña pantalla con la cara de Ibai “reaccionando” a lo que escucha. Así podemos ver si abre la boca, si se agarra la cabeza, si se ríe, si habla de Piqué o si grita “¡Madre de mi puta vida!”. No tengo nada personal contra Ibai quien, por cierto, me cae bien. Era solo un ejemplo. Por cierto, el video de su “reacción” tuvo hasta este momento 18 millones de vistas.

Veamos un segundo ejemplo. Sin ir más lejos, algunos días atrás, en ocasión de la semifinal disputada por el Inter de Miami de Messi, Busquets y Alba, el influencer conocido como Speed (@IShowSpeed), asistió al estadio y transmitió en vivo sus reacciones, haciéndose viral su cara y sus gritos ante el majestuoso pase de Messi en el segundo gol del Inter. Por si todavía no es claro: él no trasmitió el partido sino su cara viendo el partido. Esto significa que sus 20 millones de seguidores solo lo veían a él y demuestra que lo que a él le pasaba era más importante que lo que ocurría en el campo de juego.

Ahora bien, si en el caso de Rubiales hablábamos de “tormentas de mierda” es porque las reacciones de indignación y los hechos que las provocan son mucho más atractivas para los usuarios. Es que si, además de opinar, podemos juzgar y, en la medida de lo posible, linchar algún personaje público, todo se vuelve más estimulante.  

Recuerdo, por ejemplo, el capítulo 6 de la tercera temporada de la serie inglesa Black Mirror, en el cual hay un juego online en el que los usuarios votan a la persona más odiada del día. No importan las razones. Pueden ser buenas o malas y le puede tocar a alguien por una acción verdaderamente repudiable como por una cuestión menor, incluso por error. Pero cada día hay una persona que es la más odiada y esa persona es atacada, en la vida real, por un robot abeja que la mata. Menciono lo de la abeja porque si hay algo que describe el comportamiento de los “ataques virtuales” sobre una persona es la metáfora del enjambre. Como diría Zigmunt Bauman en su Mundo consumo, en el enjambre no hay identidades colectivas homogéneas sino usuarios individuales que “se juntan, se dispersan y se vuelven a reunir en ocasiones sucesivas, guiados cada vez por temas relevantes diferentes y siempre cambiantes, y atraídos por objetivos o blancos variados y en movimiento”. Tu compañero de enjambre que está aquí para pedir la dimisión de Rubiales puede acompañarte mañana en el repudio del odiado de mañana, pero quizás no estuvo contigo opinando sobre las tetas de Amaral.

Del enjambre se entra y se sale, más allá de que hay usuarios a los que les encanta ser parte de los enjambres diarios para juzgar a los otros con toda la severidad con la que no se juzgan a sí mismos. Por cierto, el capítulo en cuestión de Black Mirror se llama “Odio Nacional” (aunque en España quizás ahora se traduzca a las lenguas cooficiales y se rebautice como “odio plurinacional”).

Por si hace falta aclararlo, este artículo no se trata de Rubiales. Mucho menos pretende entrar en la discusión acerca su accionar. Él es solo un ejemplo y, probablemente, cuando usted lea esta nota el más odiado de la red social ya sea otro porque si hay algo que caracteriza al fenómeno es también la velocidad: las reacciones (de indignación) deben moverse con rapidez sobre distintos personajes y distintos temas. Hoy es un beso y es Rubiales; mañana es cualquier idiota que se haga viral por alguna incorrección política o alguien que merezca no solo un repudio sino una acción directa de la justicia. Pero en el mundo de la reacción lo que prima es la igualación y la falta de proporcionalidad. La carita de enojado no admite grados ni tampoco estipula penas correspondientes de modo tal que lo que importa es que, al menos el día de hoy, la persona elegida sea juzgada y castigada por el tribunal sumario de la red, al fin de cuentas, el único verdaderamente relevante para la nueva religión (de Estado).

Sin llegar a llamar a una suspensión del juicio como reivindicación a los viejos escépticos griegos, asumir que no es posible ni deseable tener que reaccionar y opinar sobre todo, podría ser un buen inicio para intentar cambiar el orden de cosas. Cuando una cultura nos impone reaccionar todo el tiempo, una pasividad deliberada no solo puede ser la forma de protegerse de la nueva inquisición, sino que, al mismo tiempo, puede ser un gesto verdaderamente revolucionario.

    

sábado, 26 de agosto de 2023

Esto es todo, amigos (editorial del 26/8/23 en No estoy solo)

 

Sergio Massa es el candidato que nunca fue presidente pero que va por su reelección. Es que gobierna de hecho hace más de un año ante la ausencia del presidente formal y la vice.

Por cierto, esta última todavía no ha hablado públicamente acerca del resultado de las elecciones. Los trascendidos periodísticos dicen que ha tenido reuniones con Massa, pero los argentinos no saben qué piensa de lo recién ocurrido ni qué tipo de apoyo dará al candidato si es que piensa dar alguno, claro está.

En cuanto al presidente, de manera poco feliz aclaró que no hablaba porque no es candidato, aunque a partir de ahí comenzó a hablar y allí recordamos que era mejor que no lo hiciera. Con todo, tuvo actividades protocolares, alguna inauguración menor, y el anuncio sorpresivo del importantísimo ingreso a los BRICS. Sí, ni siquiera a una noticia de semejante trascendencia puede sacarle jugo el gobierno. Pese a ello, al menos sirve para demostrar que los dos principales candidatos opositores creen que todavía existe el muro de Berlín y que China y Rusia son comunistas. Efectivamente, en una muestra de sobreideologización, pero sobre todo de una enorme ignorancia, tanto Bullrich como Milei han indicado que no negociarán con los “comunistas” que son nuestros principales aliados comerciales. Liberales en contra del libre comercio. Un nuevo capítulo de los liberales más locos (y más ignorantes) del mundo.   

Mientras tanto, por capacidad o por casualidad, lo cierto es que desde el 13 de agosto Milei ha logrado manejar a piacere la agenda mediática con todo un arco de acciones que van desde convidar una suerte de superembajada a Macri hasta ponerse de novio con una humorista famosa. Todo el día están hablando de él y eso lo favorece, aun cuando se hable mal, algo que no entendió La Nación+, principal creador del monstruo que ahora se le escapa de las manos.

Con todo, para el 22 de octubre falta una eternidad y llegarán los ataques contra Milei a quien, hasta ahora, como se diría en la jerga, “no le entra ninguna bala”, especialmente si los ataques provienen de estupideces tales como la relación con su hermana o con sus perros.

Por su parte, Bullrich tiene que fidelizar los votos de Larreta, algo que a priori no resultaría tan fácil tras una interna feroz que ha dejado muchos heridos y sobre todo porque la candidata ha quedado, para decirlo en la terminología cambiemita, “desperfilada” políticamente. No tiene cómo cazar votos por derecha y no sabe cómo ir hacia el centro porque, como el escorpión, la radicalidad es su naturaleza y la sutileza no es su mayor virtud. En todo caso, si aparece en el centro es solo porque el escenario político, esto es, Milei, la hizo “caer ahí” como quien cae en la escuela pública.    

En cuanto al gobierno, hay como 6 millones de personas que en 2019 votaron al Frente de todos y hoy se volcaron hacia otras opciones o directamente no han ido a votar. Entonces hay que ir a buscarlos pero el problema es que no tiene cómo hacerlo pues no hay mucho para mostrar. De todo ese universo de votos, entonces, parecen recuperables solo los “aparateables” y algún porcentaje de atemorizados con Milei. Con todo, lo que se sabe es que en algunas provincias no se hizo todo lo que se podía hacer para ganar votos. Por ejemplo, Salta. Por ejemplo, Tucumán. Incluso en varios municipios del conurbano hubo demasiado corte de boleta contra Massa y es de esperar que se pueda levantar algo para llegar al número mágico de 33% que garantice el balotaje. Todo esto, claro está, bajo el supuesto de que los votos de Grabois van todos a Massa. Pero, ¿están todos seguros de eso? Interpreto que el triunfo de Milei habrá asustado a unos cuantos paladares negros, pero no subestimemos la naturaleza del troskokirchnerismo que prefiere resistir con aguante y levantar el dedito para decir “yo no lo voté”.   

Por cierto, tiene razón Massa en estar enojado con gobernadores y con intendentes tras ver que dos tercios de los distritos se tiñeron de violeta y que en algunos municipios Milei le robó demasiados votos a la boleta del candidato a presidente. Pero no olvidemos que esta es la consecuencia del desdoblamiento de las elecciones. En este sentido, si bien es un contrafáctico, no hay ninguna duda: la performance de Massa hubiera mejorado sustancialmente si las elecciones presidenciales se hacían simultáneamente con las de gobernador. ¿Por qué no sucedió eso? Porque los gobernadores vieron en el gobierno nacional lo mismo que ve la gente: desgobierno, peleas intestinas, parálisis, actitudes adolescentes.

En este sentido, ¿cómo Milei no va a ir contra algunos ministerios si todos sabemos que la gran mayoría de ellos han estado paralizados y malgastando dinero por falta de eficiencia o por llevar adelante políticas públicas que dan vergüenza a toda la sociedad salvo a los tecnócratas sociales que las idean? ¿Cómo no va a decir que quiere cerrar el CONICET si este gobierno, que ha demostrado enorme incapacidad en prácticamente todas las áreas, osó autodefinirse como un “gobierno de científicos”?

Como en el caso de su posicionamiento internacional, las declaraciones de Milei demuestran, repitámoslo, sobre todo ignorancia, pero este gobierno le ha abierto todas las puertas para que el libertario crea poder confirmar sus prejuicios antiestatistas de manual.  

Para finalizar, digamos que la campaña para las generales todavía no ha empezado y los candidatos recién van perfilando sus nuevas estrategias. A priori parece conveniente, tanto para Milei como para Massa, dejar afuera a Bullrich de la conversación y “levantarse” mutuamente ya que Milei solo podría ganar un balotaje frente a Massa y viceversa. Sin embargo, una buena fiscalización y una migración del voto útil antiperonista de Bullrich a Milei podría ponerlo en un número cercano al 40%, mínimo para intentar ganar en primera vuelta.

La receta para detener este envión de Milei no la tenemos aquí, pero podríamos expresar ciertos reparos respecto a una campaña basada en el miedo y en la idea de que “se viene el fascismo”, más allá de que en España fue eficaz para lograr que el PP y Vox no obtuvieran la mayoría suficiente para formar gobierno. Es que slogans tales como “democracia o fascismo” serán respondidos con slogans igualmente eficaces como “libertad o casta política”, y me temo que, al momento de elegir, en un clima de asfixia económica y cultural, la gran mayoría va a elegir la libertad. Mientras tanto, quedará para otra columna preguntarse a qué le teme el progresismo para haber entregado la bandera del mérito y la libertad a la derecha.      

Volviendo a la cuestión, llamemos, táctica, en todo caso sabemos lo que no hay que hacer. No hay que menospreciar al votante ni tratarlo como un idiota pues, como comentábamos aquí la semana pasada, los otros candidatos bien pueden ser vistos como verdugos también, una porque ya ha demostrado lo que ha sido su gobierno y su área, y el otro porque es el actual ministro de economía de un gobierno que no ha hecho una buena gestión económica.

Asimismo, parte de este menosprecio es la necesidad de salir a explicarle al ciudadano lo equivocado que está su voto. También lo decíamos una semana atrás: explicar menos y escuchar más. Comprender que Milei tiene alcance popular porque conecta con una fibra íntima de un montón de gente que está harta de los explicadores y de quienes manejan un Estado que no les resuelve los problemas básicos cotidianos. Si en vez de hablar del abstracto fascismo o promover falsas divisorias en la sociedad, se hiciera hincapié en cómo las propuestas de Milei podrían afectar el día a día de la persona de a pie, los resultados quizás sean distintos. ¿Qué va a pasar con los precios? ¿Qué va a pasar con tu salario? ¿Qué va a pasar con tu alquiler? ¿Qué va a pasar con la vacante de tu pibe? ¿Qué va a pasar con el hospital o con la prepaga? Datos simples. No “el fascismo”. El alquiler. La guita a fin de mes. El problema es que si sos parte del gobierno, tenés un déficit en cada una de las áreas mencionadas y sobre todo, no tenés una puta propuesta para el día de mañana que no sea “el año que viene va a haber dólares porque no podemos tener la mala suerte de que nos caiga otra guerra, otra sequía u otra pandemia”.

Quizás sea por eso que no queda otra más que el miedo. En todo caso, quizás una mezcla de todo con algún retoque mínimo de ficción y mentira de proyecto para el día de mañana puede ayudar. Salir del “podés estar peor” para avanzar en el eventual engaño piadoso del “vas a estar mejor”. Aunque sea mentira. Y después a cruzar los dedos. Aceptar que es lo que hay y que las cartas están echadas; aceptar que no hay nada más que hacer y que esto es todo, amigos.   

 

sábado, 19 de agosto de 2023

Los explicadores y los pelotudos (editorial del 19/8/23 en No estoy solo)

 La Argentina no se ha vuelto libertaria. Por supuesto que desde hace tiempo hay una serie de tópicos liberales instalados en el sentido común con buenos fundamentos, pero, mayoritariamente, el de Milei no es un voto ideológico. La identificación se da más con su actitud que con sus ideas.

La clave está en el concepto de "Casta política" como un ataque a las elites y en el deslizamiento de ese concepto para abrazar el de “Estado”. El enemigo de Milei es el Estado y hay mucha gente con razones para considerar que el Estado es el enemigo, pero cualquier evaluación cualitativa muestra que una amplísima cantidad de argentinos considera que la participación del Estado en determinadas áreas es innegociable. Sin embargo, están enojados con los políticos que lo manejan. No quieren que desaparezca el Estado; quieren que funcione bien. Y como ustedes saben, este gobierno (y el anterior) está repleto de funcionarios que no funcionan. 

¿Por qué la rebeldía ha adoptado un discurso radical de derecha y se ha hecho fuerte entre los jóvenes y los trabajadores? Como se ha visto en otras partes del mundo, porque el pensamiento de izquierda en su línea progresista es el statu quo. Organismos internacionales, grandes corporaciones, Estados nacionales, instituciones locales, han sido cooptados por un discurso progresista que no admite disidencias y es cada vez más sectario. Todo aquel que no repite el mantra es rápidamente tildado de fascista. Lo que hasta hace pocos años era un término que solo se utilizaba para referirse al proceso liderado por Mussolini, Hitler o algunos gobiernos militares, hoy se ha ampliado hasta límites insospechados: quien gusta de comer carne puede ser considerado fascista tanto como el que cree que quizás detrás de la alarma real sobre el cambio climático hay algunos intereses que instalan dilemas que no son tales; también la biología es considerada fascista como toda aquella mujer que no acepte que se la reduzca, curiosamente, a la definición biologicista de "persona gestante" o “persona menstruante”; los republicanos que entienden que la presunción de inocencia es un principio innegociable también son acusados de fascistas por entorpecer los veredictos sumarios de los tribunales de las redes sociales; quien decide tener hijos en vez de perros es ahora un vecino fascista y quien no habla con la “E”, habla un lenguaje “excluyente” y, por lo tanto, fascista.  

Desconozco cuánto del votante de Milei es un votante que reacciona contra esta asfixia cultural, pero es el único candidato que ha salido a dar esa disputa, aun cuando muchas veces la dé sin demasiadas luces o abrazado a teorías conspirativas varias. Pero cuando el término fascista se extiende a todo, lo más probable es que una buena mayoría de la población se confunda y considere que ser fascista no es nada malo. Entonces, ¿cómo no votar al fascista si todos ya somos fascistas?  

¿Y el peronismo? Desde el punto de vista cultural, el peronismo es, junto a la izquierda trotskista, el principal impulsor de esta agenda de minorías. De aquí que no deba sorprender que reciba cada vez menos votos. Dicho de otra manera, es de esperar que una agenda de minorías sea votada por las minorías que representa y no por las mayorías a las que deja de lado. De modo que sacar 27 puntos y llegar con posibilidades de ganar la elección en un eventual balotaje es un verdadero milagro. Ahora ya es tarde, pero, hay que decirlo, proteger a las minorías no es incompatible con gobernar para mayorías. Sin embargo, este gobierno parece creer que existe esa incompatibilidad pues hizo énfasis en las primeras y olvidó las segundas.  

Ahora bien, sería necio afirmar que este resultado se da solo por razones de "batalla cultural". Naturalmente, lo central aquí es el desastre económico de este gobierno y del anterior. Si a esto agregamos un regular último período de gobierno kirchnerista, es comprensible que haya mucha gente harta de la "Casta politica" que dice que vienen por nuestros derechos cuando la mitad de la población activa es informal y en su puta vida supo qué es una paritaria, un aguinaldo, unas vacaciones pagas. ¿Qué derechos va a defender la gente que carece de los mismos?

La pregunta sería, entonces, ¿qué tiene el peronismo en su variante progresista al frente del gobierno para ofrecerle hoy a sus votantes? Romantización de la pobreza y la falopa, que solo son románticas para todos aquellos que no son pobres ni son dependientes de la falopa; desprecio sobre el trabajador autónomo (el caso típico es el del repartidor de Rappi) por su individualismo y su “alergia” a la sindicalización; acusación de antipatria a la clase media que compra dólares cuando el billete verde alcanza los 750 pesos y al asumir este gobierno estaba en 60 pesos; estigmatización de la meritocracia cuando es un valor clave entre las clases populares que son las que más mérito hacen, y como si ser peronista o popular supusiese que da lo mismo el que se esfuerza que el que no; rechazo in limine de cualquier intento de abrir discusión sobre “las vacas sagradas” del Estado de Bienestar y de un garantismo zonzo y mal entendido. Con esto me refiero a no revisar los abusos que pudieran darse en materia de licencias en las escuelas públicas jodiéndole la vida a los pibes y a los padres, no actualizar aspectos de los convenios colectivos de trabajo pensados para otra Argentina, considerar que todos los problemas de seguridad se explican por la desigualdad social, etc. No abrir hacia adentro el debate cuando se es gobierno, eliminando las distorsiones y acabando con las avivadas que, por ejemplo, acaban perjudicando a PyMES gracias a la “industria del juicio”, da piedra libre a que luego aparezca un Milei o una Bullrich para barrer con todo y decir que hay que acabar con los derechos de los trabajadores, que los maestros son unos privilegiados, o que hay que “cerrar” el CONICET porque hay investigaciones y ponencias en congresos de ciencias sociales vergonzosas que, sin lugar a dudas, no hacen ningún aporte al conocimiento. ¿O acaso me van a decir que la idea de un Estado eficiente también es de derecha y es fascista?

Este punto es central porque el gobierno, y también JxC, por cierto, parecen hablarle a una Argentina que ya no existe. Incluso cuando se la escucha hablar a CFK del año 2015, se habla de una Argentina que no existe más, máxime después de la pandemia, donde se vio claramente el beneficio que tenían aquellos que de una u otra manera estaban cubiertos por el Estado. No se trata de privilegiados, pero cómo no comprender que así lo vea quien tenía que salir a laburar asumiendo el riesgo de morirse de Covid.

En este panorama: ¿qué hace el gobierno y sus comunicadores oficiales? 

Subestiman al votante y dicen que falló la comunicación, que la derecha gana por las fake news y que hay que explicar mejor. 

Pero es justamente lo contrario. No hay explicar mejor. Hay que escuchar primero y escuchar mejor después. Dicho de otra manera: no hay explicar nada porque lo único que hacen es explicar. Todo lo explican; forman sus kioskos alrededor del Estado y las instituciones para seguir explicando; toman el micrófono en los medios oficialistas para explicarnos por qué la gente que piensa distinto está equivocada; incluso nos dan cursos para explicarnos el nuevo catecismo, las nuevas pseudoverdades a las que hay que acogerse, y por temor a perder el laburo, la gente les dice que sí pero luego realiza su venganza en el cuarto oscuro. Porque no es que no los entendemos. Es justamente porque los entendemos que no estamos de acuerdo. No tenemos problemas cognitivos. Simplemente discrepamos.

Y por cierto, si hablamos de explicar, el mejor curso de capacitación que pueden ofrecer los explicadores es uno en el que permanezcan callados y escuchen a la gente. Pero, claro, en este caso deberían pagarle a la gente y asumir que no son la vanguardia iluminada. 

Por último, que muchos de los votantes de Milei acaben votando a su verdugo no significa que sus razones sean equivocadas. De hecho, si hay algo que no debe hacerse es tratar de boludo al votante de Milei. ¿Acaso por razones estratégicas para atraer a ese votante? No. Simplemente porque a todos nos caben razones boludas para votar candidatos. ¿O acaso no son boludos los que votan a una Patricia Bullrich que cada vez que abre la boca demuestra su profunda ignorancia y que cada vez más se parece a Zelig, aquel personaje camaleónico de Woody Allen? ¿Y qué de los que votan a un candidato que es ministro de economía y va a llegar a la elección con una inflación mensual de dos dígitos tratando de que no se hunda un gobierno en el que el presidente y la vice han hecho una gestión pimpinelística digna de dos adolescentes? ¿Votar a una administración que te va a dejar 150% de inflación no es de boludo? ¿No es votar a tu verdugo? Lo mismo para los que votaron al que prometía la reforma agraria y eliminar el peso para ser el patio trasero de Brasil, la que decía que el salario mínimo debía ser 500.000 pesos como por arte de magia, o las miles de células anticapitalistas desperdigadas que hace 50 años dicen que el problema es el FMI y han sacado menos votos que el voto en blanco. ¿En serio los votantes de Milei son más boludos? Yo no creo que todos sean lo mismo y, de hecho, he votado boludamente a algunos de los mencionados. Pero no hilemos fino con esto de que "votaron verdugos" porque de esta no se salva nadie. 

Falta muchísimo para octubre y si bien el gobierno ha hecho una merecida muy mala elección perforando los 30 puntos, está en el único escenario electoralmente hablando en el que tiene alguna chance. Efectivamente, la única posibilidad de ganar esta elección podía darse si Bullrich ganaba la interna pero, a su vez, quedaba, contando sus propios votos, lejos de Milei y de UP. Esto permite pensar que probablemente exista un eventual balotaje entre Milei y Massa que podría hacer que, ante el pánico que genera lo incierto, sectores moderados y hasta el propio círculo rojo jueguen con el oficialismo. Así, el gobierno estaría en condiciones de disputar el balotaje de manera competitiva. 

Pero lo más importante sería reconocer que Milei es solo un síntoma que ha canalizado un malestar estructural que se viene gestando en Argentina desde hace mucho tiempo. A Milei se le puede ganar. Pero si se sigue explicando antes que escuchando, si se sigue asumiendo que el boludo es el otro, las condiciones que dieron origen a Milei continuarán allí, sigilosas e impacientes, siempre a una chispa de la explosión.

 

La premonición de Truman (publicado el 14/8/23 en www.theobjective.com)

 

Hace algunas semanas se cumplieron 25 años del estreno de The Truman Show, la película protagonizada por Jim Carrey que nos enseña que ser libres es dejar de ser vistos.

Dirigida por Peter Weir y escrita por Andrew Niccol, como ustedes recordarán, The Truman Show cuenta la historia de Truman Burbank, el primer bebé que sería adoptado por una compañía con el fin de hacer un “reality show” de su vida las 24 horas del día.

Aunque él no lo sabe, quienes rodean a Truman, desde su mujer hasta su amigo, su jefe, su padre, etc., son actores y responden a un guion que capta la atención de los televidentes desde hace unos 30 años.

Según la película, millones de fanáticos siguen el día a día de Truman porque la gente se ha cansado de la ficción, necesitan “realidad”, y es evidente que no les faltaba razón.

De hecho, no es casual el hecho de que, aun con antecedentes como Real World en 1992, el boom de los reality surgiera el año posterior al lanzamiento de The Truman Show en ese formato que luego se globalizó y que cínicamente fue llamado “Big Brother”.

¿Por qué hablamos de “cinismo”? Porque, como es harto conocido, la idea del Big Brother tiene su origen en la novela 1984 de Orwell, la cual, a su vez, tenía antecedentes en Un mundo Feliz de Aldous Huxley y, sobre todo, en Nosotros de Yevgueni Zamiatin. En el caso de 1984, la distopía de Orwell es una denuncia a la deriva totalitaria del stalinismo siendo, el Big Brother, el ojo del Estado que todo lo controla y del cual el protagonista intenta escapar. Casi 50 años después de la publicación de la novela, Big Brother devino un programa de TV que viene a cumplir el deseo que tienen los jóvenes de que su vida privada y ordinaria sea expuesta. En otras palabras, mientras el personaje de Truman decide abandonar su mundo de ficción cuando se da cuenta que es el conejillo de indias de un experimento social al servicio del espectáculo, en el caso de las variantes de Big Brother, son los propios participantes los que conscientemente eligen formar parte. Truman quería escapar de la exposición; los “Big brothers” quieren ser vistos.  Ni en sus peores pesadillas se le podría haber ocurrido algo así a Orwell.

Pero a su vez, algo que el autor de Animal Farm difícilmente podría haber tenido en cuenta, The Truman Show muestra que hoy en día hay que temerle menos a los Estados que a las megacorporaciones privadas que se aprovechan de una legislación laxa. En 1998 no existía Facebook, pero evidentemente alguien fue capaz de avizorar un mundo en el que las corporaciones pueden tener más poder y manejar más información que un Estado.    

Ahora bien, habiendo transcurrido 25 años de aquel estreno, con la irrupción de redes sociales donde somos nosotros mismos los que iluminamos nuestra privacidad para que sea vista por los otros, surgen al menos dos preguntas: ¿queremos dejar de ser vistos? Y la segunda es: ¿podemos?

A la primera pregunta se la responde observando las colas infinitas que existen para los castings de los reality o siguiendo cuentas de Instagram o Tiktok donde la única finalidad de sus titulares parece ser la de ser vistos haciendo algo. Entonces, si estuviéramos frente a la puerta de salida del estudio donde todos nos miran, como en la última escena de Truman, ¿decidiríamos salir de escena como lo hizo él?

Para dar cuenta de la segunda pregunta, en cambio, parece necesario ir un paso más allá e interrogarnos cuál sería el costo social de una vida sin e-mail, sin whatsapp, sin internet. Allí el interrogante ya no es lo que decidiríamos; el interrogante es si hay algo más allá. En Truman había un “más allá del estudio de TV”; había “una realidad” allá afuera. ¿Existe para nosotros esa realidad? ¿Hay posibilidad de trabajar, consumir e interactuar socialmente sin un teléfono celular?

Digamos, entonces, que The Truman Show es premonitoria al menos en dos aspectos: el primero y, en todo caso, novedoso, más allá de que podemos encontrar advertencias en este sentido en obras de ficción como las de Philip Dick, por ejemplo, es hacer énfasis en los peligros que supone el avance de las megacorporaciones en lo que respecta a las libertades individuales.

El segundo aspecto, es el modo en que el siglo XXI eliminaría la distinción entre lo público y lo privado. Es que la vida hoy es una vida sin dobleces; todo está para ser visto; todo está orientado hacia el afuera. Es un tiempo pornográfico, en el sentido de que no hay mediaciones y todo debe estar expuesto; todo debe ser “demasiado real”.

Para finalizar, entonces, quizás el giro cándido de la película, aunque necesario para el final feliz que todos esperábamos, es que Truman, el que durante 30 años vivió en una “burbuja”, de repente se escinde de sí y toma una decisión que da un vuelco total en su vida. Es similar a la famosa escena de Matrix, la de la pastilla roja y la azul, en la que el oráculo le pide al protagonista que elija entre continuar una vida de ficción o aceptar las consecuencias de vivir en la monstruosa realidad. Nuestros héroes eligen la realidad siempre. Me permito dudar acerca de qué elegiríamos nosotros.   

 

Argentina y el enigma Milei (publicado el 15/8/23 en www.theobjective.com)

Si algunas semanas atrás, en este mismo espacio, decíamos que la Argentina parecía estar girando a la derecha, el resultado del último domingo no hace más que confirmar aquel diagnóstico. 

 

La coalición peronista ha sufrido una derrota histórica quedando en tercer lugar detrás de una coalición de derecha y del candidato más votado, el libertario Javier Milei. 

 

La carrera política de este economista ha sido vertiginosa ya que en prácticamente 5 años logró plasmar en votos lo que hasta el momento eran asiduas intervenciones televisivas con buenas mediciones de rating. 

 

Lo hizo sin una estructura partidaria y soportando también operaciones políticas en su contra cuando su predicamento entre los votantes empezó a ser un riesgo para los candidatos del establishment. 

 

Ahora bien, la pregunta que naturalmente surge es por qué frente a un mal gobierno peronista se eligió a Milei y no a la coalición de derecha que ya había gobernado la Argentina entre 2015 y 2019 con Mauricio Macri a la cabeza. 

 

Y la respuesta está en que más allá de que Milei pueda hablar de Hayek y la escuela austriaca, 

o se introduzca en debates bizarros sobre teorías  paleolibertarias o venta de órganos, su diferencial es su discurso antipolítica. 

 

Entonces él promete bajar impuestos, cerrar ministerios, desregular y dolarizar la economía, prender fuego (SIC) el Banco Central en tanto presunto origen de la inflación en Argentina, pero lo que más ha cautivado a la ciudadanía es la indignación contra lo que él llama la "Casta política". 

 

Esa indignación irreverente ha interpelado sobre todo a la juventud que es testigo de un país cuya economía no crece desde hace 12 años y va en línea con esta rebeldía de derecha que ha surgido en diversos países frente a una izquierda ocupada en autopercepciones y en decirnos qué leer, qué comer, cuándo tener ecoansiedad, cómo hablar y cómo irse a la cama. Así, si 15 años atrás la juventud se enamoraba del discurso de centro izquierda popular de Cristina Kirchner que llamaba a construir un héroe colectivo, la retórica incendiaria de Milei propone pintarse la cara como el Joker y salir a luchar contra el Estado. 

 

Para el lector que quizás no conozca el sistema electoral argentino, Milei ha ganado una instancia que en la práctica funciona como una especie de gran interna abierta donde los ciudadanos solo eligen qué candidatos representarán a cada espacio. Esto significa que recién en octubre llegará la primera vuelta electoral que puede definir al presidente en caso de que alguno de los postulantes obtenga el 45% de los votos o, en su defecto, el 40% pero aventajando por más de 10% a su inmediato competidor. 

 

En las elecciones de este domingo, Milei obtuvo 30%, la coalición de derecha que lleva como candidata a Patricia Bullrich, alcanzó el 28%, y el espacio peronista quedó muy cerca con 27%. 

 

Es prematuro para conjeturas de cara a octubre pero no parece fácil que Milei pueda ganar en primera vuelta, de modo que es probable que todo se resuelva en noviembre, en un balotaje entre él y Sergio 

Massa, el candidato de la coalición peronista. 

 

Si ese fuese el caso, estaríamos frente a un escenario abierto pues es de esperar que, como sucediera en Francia con Le Pen, o incluso algunas semanas atrás en España cuando la izquierda movilizó a los votantes azuzando el temor al presunto fascismo encarnado en Vox, el candidato peronista acabe recibiendo el apoyo de sectores moderados. Es más, es probable que ante la incógnita que suponen las medidas económicas de Milei, los mercados jueguen su partido apoyando a quien compita contra él. 

 

Con 120% de inflación anual, salarios medidos en dólares que se acercan a los de Venezuela, más de la mitad de los niños en condición de pobreza, un déficit fiscal crónico, y una deuda impagable, la Argentina de las crisis eternas se enfrenta a un escenario inédito. Entre la expectativa y el temor, el país se asoma a algo nuevo sabiendo que un paso en falso podría sellar el destino de varias generaciones y dar un golpe fatal a la legitimidad de las instituciones democráticas. No parece poco lo que está en juego.

 



domingo, 6 de agosto de 2023

PASO: certezas, especulaciones y enigmas (editorial del 5/8/23 en No estoy solo)

 A días de las PASO, y salvo que suceda algún hecho conmocionante capaz de alterar el orden de cosas, puede decirse que hay alguna que otra certeza, demasiadas especulaciones y varios enigmas.   

Si reunimos esas poquitas certezas desperdigadas con algunas especulaciones sensatas, podría decirse, en primer lugar, que entre los resultados ya confirmados gracias al desdoblamiento de las elecciones y los resultados que se esperan, la oposición gobernará más distritos que los que tuvo en 2015 cuando Macri se alzó con el triunfo. En aquel momento, con sus aliados, JxC tenía 5 si a CABA, Buenos Aires, Mendoza y Jujuy le agregamos Corrientes. En 2023, la elección en Buenos Aires no será fácil, pero debemos sumar, a la lista de provincias opositoras, a Chubut, San Juan, San Luis y, casi seguro, Santa Fe. Si a esto agregamos que JxC tiene serias chances en Chaco y Entre Ríos, se está ante la posibilidad de que la oposición al peronismo gobierne casi la mitad de los distritos. Habría que remontarse, más que al 99, a la elección del 83 para un escenario más o menos cercano.

¿Esto supone que la elección nacional está resuelta? Para nada. Ya todos sabemos que los números de las elecciones provinciales no pueden extrapolarse a una elección nacional. Sin embargo, como dijimos aquí hace algunas semanas, tras la acumulación de elecciones que han llevado a votar a casi la mitad del padrón, hay una tendencia evidente a favor de la oposición, algo que se confirma en el hecho de que de las 6 elecciones que perdieron los oficialismos este año, 5 eran peronistas y la restante pertenecía al MPN en Neuquén.  

¿Y las encuestas? Deben tomarse con pinzas pues aun si dejamos a un lado las que son burdas operaciones, el hecho de que utilicen la metodología del llamado telefónico aumenta el margen de error, máxime si se toma en cuenta que 9 de cada 10 personas cortan el teléfono.

En este sentido, quizás sea mejor una mezcla de datos entre los que deben estar los números de las encuestas, los resultados de las elecciones provinciales, el comportamiento tradicional de algunos distritos clave y cierta intuición. De todo ese revuelto, podríamos inferir que parece muy difícil, incluso en un escenario catástrofe, que el peronismo (sumando la candidatura de Massa y Grabois) quede por debajo de los 30 puntos.

Una cuenta que puede ayudar es la que se suele realizar dividiendo al país en 3 grandes bloques de manera bastante arbitraria, pero con la finalidad de establecer algo así como tres tercios. La provincia de Buenos Aires en sí misma, con 37 puntos, es un tercio (y un poquito más); pero luego, si se toma toda la región centro, esto es, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, CABA, etc., zona que viene siendo refractaria al kirchnerismo desde el 2008, podemos encontrar allí otro tercio. Finalmente el otro casi 33% se conformaría con las provincias del sur más las del NEA y el NOA.

En provincia de Buenos Aires el peronismo no puede sacar menos de 30%. Tampoco sacará mucho más en estas PASO, pero estará entre 30 y 35%. Eso supone, haciendo números redondos, entre 11 y 13 puntos para la elección nacional. En la franja central, donde es de esperar que el oficialismo saque la mitad de los votos que JxC, es difícil que obtenga menos del 20%. Quizás esté cerca de los 25% aproximadamente y eso equivale a unos 7 puntos para la elección nacional. En cuanto al sur y al NOA más el NEA, se trata de distritos donde el oficialismo ha sabido arrasar. Sin embargo, asumamos que eso no ocurre y que gana con cierta moderación, esto es, con un 40%. Esto equivale a algo así como 12% para la elección nacional. Este cálculo arroja a un oficialismo que estará en una franja de entre 30 y 35%. Si en la interna se da una relación de 9 a 1 u 8 a 2 entre Massa y Grabois, es de esperar que el tigrense tenga un piso de unos 27 y que, con un poco de suerte, supere los 30 para ser el candidato más votado de las PASO. 

En el caso de la oposición, en la provincia de Buenos Aires parece correr de atrás. Que entre los dos candidatos lleguen a 30% es factible (algo así como un 11% para la nacional). Por otra parte, si arrasa en el tercio de la zona centro obteniendo un 50% de los votos, eso equivaldría a unos 15 puntos para la nacional; y haciendo buenas elecciones en el sur y NOA y NEA, ganando y perdiendo, o perdiendo por poco, tendría un piso de 30%, equivalentes a unos 10 puntos más en la nacional.

Estos números arrojan cierta paridad aunque, intuyo, hoy los dos candidatos de JxC sumados estarían algunos puntos por encima de los de Unión por la Patria. Pero la diferencia no sería mayor a 5 puntos.

Y aquí empiezan las dudas. La primera es el factor Milei. Las encuestas lo muestran resistiendo, pero sin competirle a las dos fuerzas más grandes. Es verdaderamente una incógnita. Sacar 15 a nivel nacional sería una gran campaña para un candidato cuya principal estructura es él en la televisión. Sin embargo, algunos dicen que puede sacar algo más. Lo dudo. Veremos.

Otro interrogante es el de los desencantados y las elecciones de este año muestran que vienen en aumento. En las PASO, a su vez, la tendencia a ausentarse suele ser mayor que en las elecciones “de verdad”. Pero entre voto en blanco y los ausentes, el número alcanza un tercio del padrón. Lo dicen los analistas y también lo podemos intuir: ahí hay una clave para el oficialismo porque se supone que buena parte del desencanto se debe al gobierno de Alberto Fernández. Si por alguna razón, esto es, por un nuevo encantamiento (con Massa) o por pánico hacia lo que hay en frente, ese número se achica, es de esperar que favorezca al oficialismo. En cualquier caso, esto no ocurriría en las PASO sino en la primera o en la eventual segunda vuelta.     

El último interrogante, determinante si los hay, es cómo se resuelve la interna opositora. Los números dan parejos: las encuestas favorecen a Bullrich; las elecciones por los porotos favorecen a Larreta con su armado territorial radical. Ese resultado, junto a la performance del Milei, abre un escenario distinto pos 13 de agosto. Allí hay muchas combinaciones posibles y el cálculo es difícil y supone magnificar el odio de los vencidos: ¿unos bullrichistas eventualmente perdedores acompañarían a Larreta o a Milei? Dependerá de si Milei es competitivo, de cuánto odio/miedo le tengan a Massa, de a qué distancia han quedado, etc. ¿Y si pierde Larreta? ¿Ninguno de esos votos iría a Massa?  

Por otra parte, si alguno de estos cálculos falla y el oficialismo pierde catastróficamente (escenario improbable pero no imposible), ¿qué pasa el 14 de agosto con la economía y con el ministro que es el candidato?

La unidad detrás de Massa, trajo orden en un Frente que no funcionó durante casi 4 años. El recuerdo cercano del desastre opositor es la única razón por la que el gobierno es competitivo. Asimismo, el fracaso de este gobierno (y del anterior) explica que la suma de los votos de Milei, el ausentismo y los votos en blanco alcancen muy probablemente casi la mitad del padrón.

La primera elección en 20 años sin apellidos Macri ni Kirchner al frente inaugura un nuevo tiempo pero tanto los Macri como los Kirchner se posicionarán en función del resultado del 13 de agosto. Con un triunfo de Larreta, el expresidente quedaría relegado y será su propia fuerza la que busque instalar que el período Macri es un período a ser superado. En el caso de CFK y el kirchnerismo, hay un ojo puesto en la nacional y otro puesto en la provincia. Inferimos que, eligiendo a Massa, CFK juega la última carta que tenía el Frente para intentar ganar la elección. Sin embargo, también entendemos que ella jugó un plan B a partir del diagnóstico de que la nacional está perdida. De aquí que haya “entregado la fórmula presidencial” a cambio de hacerse fuerte en la provincia donde es posible ganar aun si se perdiera la nacional. De ser este el caso, el kirchnerismo acabaría reducido a una fuerza conurbanera de clase media universitaria con fuerte predicamento en la franja etaria que va de los treinta y largos a los 50, esto es, aquellos que más gozaron de los beneficios de una década en la que casi todos los años se vivió mejor que el anterior.

Que viene una Argentina distinta políticamente hablando parece ser un hecho. Lo que no queda claro es si este mismo 13 de agosto tendremos las suficientes señales como para confirmarlo.  

 


martes, 1 de agosto de 2023

Barbie y el nuevo catecismo "woke" (publicado el 31/7/23 en www.theobjective.com)

 

A días del estreno, Barbie, la película de Greta Gerwig protagonizada por Margot Robbie, se ha transformando en un éxito de taquilla y ha comenzado a generar sus primeras polémicas gracias a un guion bastante particular.

Para quienes no la hayan visto, Barbie vivía feliz en el mundo ficticio y perfecto de Barbie Land, el cual se basaba en una suerte de “matriarcado” en el que las mujeres no solo tenían su propio gobierno y ocupaban todos los cargos de la Corte Suprema, sino que también se hacían cargo de los trabajos incómodos como los de los obreros de la construcción. Los hombres que habitaban Barbie Land, los Ken, eran apenas una sombra al servicio de las Barbie.

El punto es que la Barbie protagonista comienza a tener “imperfecciones” que nunca tuvo: piensa en la muerte, no logra caminar en puntas de pies como si estuviera usando tacos y observa celulitis en sus piernas.

La solución para ello está en el mundo real, porque esa imperfección padecida por la muñeca obedece a que su dueña humana le ha transmitido sus padecimientos y pensamientos oscuros.

Al viajar al mundo real junto a Ken, Barbie se da cuenta que allí todo es distinto y que, en este mundo, las mujeres no solo no son autónomas ni gobiernan, sino que se encuentran constantemente en tensión y agredidas: los hombres las miran lascivamente y les dicen cosas por la calle; incluso uno de ellos se propasa con Barbie y la que acaba presa es ella tras darle una bofetada.

Asimismo, Barbie va a la empresa que la ha fabricado, Mattel, y allí se da cuenta que todos los altos ejecutivos son varones, con lo cual experimenta el “techo de cristal”, y también sufre en carne propia el mansplaining (la actitud machista de algunos hombres de menospreciar a las mujeres creyendo que deben explicarle todo porque, en tanto hombres, saben más que ellas); por si esto fuera poco, la hija adolescente de su dueña acusa a Barbie de ser el prototipo de la sexualización capitalista, de retrasar al movimiento feminista, de matar al planeta por impulsar el consumismo y de ser, finalmente, aquello que puede resumir todo lo que no nos gusta, esto es, ser fascista.

En el mundo real, Ken aprende los principios del patriarcado y regresa a Barbie Land para imponer que todas las mujeres acaben rindiendo pleitesía a los varones; incluso aquellas que eran escritoras, ganadoras de premios Nobel o presidentas, devienen “siervas” y obsecuentes de unos Ken que gozan de los privilegios de la masculinidad.

Sin embargo, la dueña de Barbie, una mujer “ordinaria”, realiza un discurso frente a las Barbie a las que les explica todo lo que una mujer padece, cómo el sistema las obliga a ser “sororas” pero a su vez ser competitivas; a estar perfectas, pero, a su vez, encargarse del cuidado de los demás, etc., y aquello se transforma en una revelación que empodera a las Barbie y las hace tomar conciencia para rebelarse contra el patriarcado.

Paso seguido, se dan cuenta que la manera de vencer al sistema es enfrentar a los Ken entre sí porque los varones son competitivos. Entonces seducen cada una a un Ken, pero luego se van con otro para promover los celos y el enfrentamiento. Finalmente, mientras ellos se pelean, las mujeres vuelven a tomar el poder.

Hacia el final, aparece el personaje de Ruth Handler, la ya fallecida creadora de Barbie, donde le explica su origen y su sentido, el cual es, justamente, no representar ninguna esencia, no tener ningún final “predeterminado”. Barbie, a su vez, ofrece un mensaje claramente individualista cuando le explica a Ken que él no debe vivir para Barbie ni para nadie; que él debe encontrar su verdadero yo sin nadie más.   

Por último, en el nuevo gobierno femenino de Barbie Land, buscando hacer un guiño al pretendido progreso que supondría el feminismo queer, el muñeco “raro” de la saga, claramente homosexual, Allan, formará parte del gobierno. Lo mismo sucede con una Barbie desvencijada y maltratada, otra “rara” y aparentemente lesbiana, quien también tendrá un lugar central en la administración, a diferencia de los Ken a los cuales ni siquiera se les dará un escaño en la Corte Suprema de Barbie Land.   

Si usted no ha visto la película y se sorprende por este tipo de mensajes entenderá que el film acaba encorsetado en una suerte de nuevo catecismo woke y pierde la frescura del entretenimiento. Como observador, la idea es que se ha elegido un guion repleto de los lugares comunes del feminismo mainstream, aquel que suele encontrarse bastante alejado de las mujeres de carne y hueso, a pesar de que al final de la película la dueña humana de Barbie pide a los ejecutivos de Mattel que hagan una Barbie común y ordinaria para representar a las mujeres de verdad.

Claro que las mujeres padecen, por suerte cada vez menos, especialmente en Occidente, muchos de los aspectos que se mencionan en la película pero que ese mensaje se promueva desde una megacorporación con una inversión millonaria y en simultáneo en todo el mundo, muestra a las claras que desde hace ya unos cuantos años hay un conjunto de reivindicaciones del feminismo que han sido abrazados abiertamente por el establishment.   

Por otra parte, la película recurre al ya demasiado trillado recurso que alguna vez señalara Mark Fisher: la corporación que promueve un producto con un discurso crítico hacia las propias corporaciones, lo cual funciona en la práctica como un ejemplo de cinismo y como una forma de esterilización sobre la crítica que eventualmente pudiera acabar con el privilegio del que esas corporaciones gozan.

Pero si hablamos de estereotipo, más que el de la propia Barbie, deberíamos posarnos en el rol de vanguardia esclarecida que la directora y guionista asigna tanto a la mujer “común” dueña de Barbie como a la anciana creadora de la muñeca y a la Barbie “rara”. La escena es muy burda: las Barbie que habían sido cooptadas por el patriarcado son sentadas frente a las mujeres que han comprendido el sistema de opresión y por el solo hecho de que se les explica su rol de sometimiento construido socialmente, se les hace un “click”, literalmente, les brillan los ojos, salen de la alienación y se empoderan. Más prejuicio universitario woke no se consigue; faltaba que se les asignara un curso de capacitación anticapitalista. Por cierto, alguna vez alguien deberá explicar cómo el patriarcado, la construcción social más perfecta e invisibilizada de la historia de la humanidad, sucumbe ante un grupo de jóvenes universitarias que leen a Foucault y a Butler para divulgarlo entre las mujeres alienadas que esperan el esclarecimiento.

Para finalizar, la película propone jugar entre el mundo real y ficcional pero su creadora no hace más que expresar su propio mundo paralelo, su “Feminismo Land” en el que aparecen todos los prejuicios que cierto feminismo mainstream pretende instalar. Las problemáticas de las mujeres ordinarias de carne y hueso no aparecen allí y las referencias a los padecimientos existentes se presentan eludiendo sutilezas y complejidades mientras el mensaje que se pretende dar es el de una guerra entre las Barbie y los Ken. Al repudiable mansplaining se lo pretende combatir con un womansplaining que no logra romper la cámara de eco de universidades, redes y medios progresistas.

Twittear contra el fascismo, subir una foto a Instagram vestido de rosa en la puerta del cine, adorar a Margot Robbie a pesar de su belleza hegemónica y volver a twittear contra el fascismo. Así militan algunos los derechos de las mujeres hoy. Si no hay revolución, que al menos haya fantasía.