¿Por qué las personas inteligentes
creen en tonterías? ¿Pueden las redes sociales transformarnos en imbéciles?
¿Por qué los más estúpidos creen que el estúpido es el otro? ¿Hay categorías de
estupidez? Reunidos por Jean-Francois Marmion, un psicólogo francés que se hizo
mundialmente conocido como divulgador, psicólogos, filósofos, sociólogos y
escritores, reflexionan sobre estos tópicos en La psicología de la estupidez. Explicada por las mentes más brillantes
del mundo, un libro que fue multiventas en Francia y que Península acaba de
editar en español.
No se trata, por cierto, de
preguntas simples y las diferencias en los enfoques de los miniartículos y
entrevistas que componen este volumen dan cuenta de ello. De hecho, podría
decirse que la falta de unidad y los distintos registros, algunos más humorísticos
y otros con pretensión académica, incluso con una edición atractiva con colores
y resaltados, dificulta la continuidad de la lectura.
Con todo, y a favor del libro,
podría decirse que tratar de definir la estupidez resulta tan controversial
como cualquier intento de definir la inteligencia, de aquí que muchos de los
artículos vayan de un campo a otro sin más, como también es natural que resulte
muy presente, probablemente por razones de coyuntura, la cuestión de la
manipulación mediática y el adjudicarle estupidez a determinados referentes
políticos por el simple hecho de que discrepan con las ideas del autor.
Sin ir más lejos, el profesor de
Filosofía, Aaron James, confunde al estúpido
con el idiota tal como se lo entendía
en la antigüedad, y define al primero como un ser individualista con un gen
egoísta que se encuentra sobre todo en Estados Unidos. Otros como el psicólogo
Serge Ciccotti, corren el eje del comportamiento cívico para vincular al
estúpido con la (ausencia de) inteligencia e indicar que éste posee la
tendencia a sobreestimar su nivel de competencia y “sobresale por su capacidad
de creer en todo lo habido y por haber, desde las teorías de la conspiración
hasta la influencia de la Luna en el comportamiento, pasando por la homeopatía”.
Asimismo, Ciccotti agrega que la
irracionalidad (aquí equiparada a la estupidez) estaría vinculada a nuestra
necesidad atávica de controlarlo todo, algo que, por ejemplo, se observa en
aquellos individuos que frecuentan personas que dicen ser capaces de predecir
el futuro.
Por su parte, el filósofo Pascal
Engel, hace uno de los intentos más serios del libro tratando de trazar una
taxonomía de la estupidez y complejizar el panorama cuando rompe la presunta
contraposición entre estupidez e inteligencia. En este sentido, Engel habla de el necio, quien no carece de
inteligencia ni es hostil al conocimiento si bien no sabe cómo aplicarlo; o del
estúpido inteligente aquel que puede
ser muy sabio y culto para brillar en sociedad, pero su inteligencia no acuerda
con sus afectos.
“Esta clasificación de tipos de
estupidez puede parecer rudimentaria, pero tiene la ventaja de subrayar que la
estupidez no es (o no es solo) una incapacidad para comprender o un defecto
intelectual, ni es una privación del juicio que dejaría al individuo, de manera
permanente o temporal, en un estado de inercia o falta de libertad”.
En este punto se abren distintos
aspectos conceptuales que son recogidos por algunos de los participantes del
libro. El primero, refiere al derribo del otro gran mito clásico de Occidente:
la contraposición entre racionalidad
y emoción que, en este caso, se
traduciría en la contraposición entre la inteligencia
como vinculada al ámbito de lo racional, y la estupidez como emergencia de un comportamiento prerreflexivo
gobernado por lo afectivo.
Es aquí donde aparece el gran
trabajo de Kahneman sobre los sesgos cognitivos en la que es otra de las
grandes discusiones del libro. Como ustedes sabrán, en una investigación que le
valió el premio Nobel, Kahneman dio en el eje de flotación de todas aquellas
teorías que, entrado ya el siglo XXI, seguían apoyándose en la idea de hombre
racional, aquí entendido como homo
oeconomicus, mostrando que al momento de tomar decisiones los sesgos
cognitivos resultan centrales. No podríamos llamar a éstos fuentes de estupidez, pero explican buena parte de los errores que
tomamos como agentes racionales.
Los sesgos cognitivos son errores
sistemáticos de nuestra forma de pensar basados en determinadas estructuras y
lógicas. En épocas de algoritmos e información cada vez más personalizada, el
sesgo más famoso es el de confirmación,
esto es, la tendencia a buscar información que confirme nuestras creencias y a
desacreditar toda aquella que las contradiga, si bien, sin dudas, el más nocivo
de todos es el que algunos llaman sesgo de punto
cero, esto es, aquel sesgo que, justamente, nos impide reconocer nuestros
sesgos.
Por último, se podría destacar la
entrevista al psicólogo, escritor y diplomático, Tobie Nathan quien entiende
que la cultura puede ser un antídoto contra la estupidez y responde a esta
sensación que seguramente nos ha invadido a todos alguna vez en los últimos
años: ¿existen en la actualidad más estúpidos que antes? De ser así, ¿cómo
podría explicarse ese fenómeno con un desarrollo civilizatorio como el que ha
demostrado la humanidad en el último siglo?
Sin embargo, Nathan es taxativo: “En
nuestra época, al renunciar a las filosofías comunes, las personas se han visto
obligadas a exponer más sus estupideces. No son más estúpidas de lo que solían
ser, yo diría que lo son bastante menos, pero se nota más”.
Seguramente a esto habría que
agregar que la combinación entre esta renuncia a las filosofías comunes que
daban un marco de creencia más o menos coherente, y la posibilidad de que
cualquier estúpido pueda, a través de las redes sociales, ofrecernos una
opinión o una conducta capaz de devenir viral
al instante, ayuda a confundirnos y creer confirmada la suposición de que, en
la actualidad, la cantidad de estúpidos está creciendo en grandes proporciones.
No se trataría, entonces, de mayor cantidad de estúpidos sino de mayores
canales a través de los cuales dar a conocer la estupidez, uno de los grandes
privilegios de estos tiempos.
En síntesis, La psicología de la estupidez es un libro desparejo y algo
inclasificable en el que las elaboraciones interesantes coexisten con
intervenciones que, quizás ayudadas por el objeto del libro, se prestan a
desarrollos donde el afán por la divulgación y la lectura entre amena y jocosa,
conspira contra la precisión. Con todo, nos permite conocer pensadores, ideas y
reflexiones que bien vale la pena rastrear.
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