Más allá de la controversia
acerca de cuántos miles de personas se manifestaron en la Plaza de Mayo, lo
cierto es que la figura de CFK volvió a demostrar ser la más convocante de la
política nacional. Podrá gustar o no, podrá generar que canallas brinden con
champagne una detención o que esos mismos canallas tensen sus labios y se les
llene de espuma la boca por un saludo en un balcón, pero estamos frente a un
dato: probablemente en baja y sin el apoyo de 10 años atrás, CFK sigue estando
en el centro de la escena.
La movilización del miércoles
traslada la discusión más allá de lo judicial y lo lleva al terreno político,
donde más cómodo se siente el kirchnerismo y donde se enfrentarán dos
posiciones irreductibles: la que indica que CFK es una perseguida política y la
que indica que es una ladrona. Para ambas posiciones, lo que diga la justicia
resulta indiferente tanto como resultan indiferentes los hechos. Es que la
discusión pública hace como si tuviera en cuenta argumentos y datos de la
realidad, pero nada de ello ya importa. Vivimos mundos paralelos y personales,
hechos alternativos que se adecuan demasiado fácil a nuestros deseos e
ideologías. Posmodernos somos todos.
Si nos posamos en la especulación
política tras la condena y la movilización de apoyo, el final es abierto.
Algunos días atrás decíamos que con CFK presa había tres posibilidades en el
peronismo: fragmentación sin reconciliación; unidad liderada por otro dirigente
o unidad detrás de CFK. A juzgar por los primeros movimientos, la última
posibilidad parece picar en punta si bien habría que ser cautos y esperar que
baje la espuma: el kirchnerismo ha dejado muchos heridos todos estos años y
este es un momento ambiguo en el que CFK es al mismo tiempo débil y Santa.
Mientras se mantenga en el terreno de la santidad, no habrá inconvenientes.
Pero si decide jugar fuerte en el poder terrenal de las lapiceras, allí habrá
más sangre (metafóricamente hablando) que milagros. Dado que, conociéndola a
CFK, el taller literario o una reducción en vida a parte de la liturgia no es
una opción, habrá que ponerse el casco para una disputa feroz porque, encima,
ahora, el kirchnerismo ni siquiera puede ofrecer los votos de ella, de modo que
tiene mucho menos poder de negociación del que tenía una semana atrás.
La centralidad de CFK, al menos
en el futuro inmediato, conecta con una pregunta bastante insólita que un
periodista le hiciera al gobernador Kicillof, una pregunta que, hay que
decirlo, lo descolocó: “en caso de ser Presidente, ¿usted indultaría a CFK?” En
el mismo sentido, Wado de Pedro declaró que la primera medida del próximo
gobierno debería ser indultar a CFK.
No sabemos si esta será la línea
K de aquí a los próximos años y no es este el espacio para juzgar si, llegado
el caso, el indulto sería justo o, al menos, conveniente. Sin embargo, de lo
que no hay dudas es que el indulto como bandera puede ser una estrategia útil
para el kirchnerismo pues cumpliría varias funciones. En primer lugar, polarizar;
en segundo lugar, seguir dándole centralidad a Cristina en el panperonismo; y,
en tercer lugar, funcionar como criterio para medir el kirchnerismo en sangre: “Aquel
que diga que no, aquel que balbucee, ese es el traidor”, podrá decirse, parafraseando
aquel mítico guion de El Padrino.
Por otra parte, el “Cristina
libre” o “Indulto a Cristina”, una vez más, independientemente de si es justo o
no, es la continuidad del ejercicio sacrificial que caracteriza al
kirchnerismo: ahora el pueblo ya no tiene que luchar por vivir mejor sino por
la liberación de CFK, lo cual es bastante pedir dada la calidad de la
dirigencia y frente a un pueblo que, lo único que le falta, es que encima le
pidan cosas.
Con todo, es interesante notar el
sutil corrimiento conceptual de los últimos años, el cual, no casualmente, ha
acompañado los dos grandes problemas del kirchnerismo: el de la sucesión y el
de un contenido programático que se anquilosa. Porque cuando no quedó más
remedio que hacer que Scioli fuera el candidato en 2015, de repente el
candidato pasó a ser el proyecto; pero cuando, con los años, el proyecto pasó a
ser algo que ya no se sabe bien qué es, el proyecto se transformó en una
persona: ella. Entonces ya no militamos un programa sino militamos a una
persona o, quizás, a una familia. La batalla cultural devino batalla personal.
Recapitulando, si de acá al 2027
lo único que tiene para ofrecer el kirchnerismo es la exigencia de liberación
de CFK al tiempo que implora que el proyecto Milei fracase, lo que parece
garantizado es la polarización. Es más, ya podemos presagiar la línea directriz
de la campaña de la derecha: “Milei/Macri o Cristina libre. Vos elegís”. Quizás
sirve y hasta se puede hacer una buena elección pero la gente merece otra cosa,
un plan, una idea, una expectativa, una mentira bella al menos. Ir a las urnas
por un indulto… bajo la suposición de que en esa persona se encarna todo lo
anterior suena bien, pero sabemos que no es cierto. En todo caso, puede cumplir
el requisito de mentira bella, pero expondría una realidad horrorosa: que solo
ella puede encarnar ese plan, esa idea y esa expectativa. Si es así…estamos en
problemas.
Por otra parte, lo que también
tendríamos garantizado, como mínimo, es el rol obstaculizador de CFK al
interior del espacio (imagínense… si hasta algún dirigente acostumbrado a las
declaraciones altisonantes llegó a proponer un delirante llamado a la
abstención solo porque ella no puede presentarse…). Y en caso de que ganara el
nuevo ungido de ella, también tendríamos garantizado que su figura devenga
rápidamente títere o traidor, según cuál fuera su relación con el espacio K.
Si nos restringimos a la lógica
estrictamente electoral, intuyo que las posibilidades del
kirchnerismo/peronismo dependerán más de los errores del adversario que de los
méritos propios. Solo con un país en crisis económica, el “Cristina libre”
puede aglutinar un espacio competitivo de cara al 2027. Porque esto hay que
repetirlo: desde el 2007 hasta ahora el kirchnerismo solo ganó dos elecciones y
perdió todas las de medio término; CFK se iba a presentar a candidata
provincial por la tercera para no perder, ya no su liderazgo nacional, sino
para no perder su influencia en la provincia de Buenos Aires. La torpeza y el
gen persecutorio y atávico de la derecha antiperonista encarnada en el
entramado de periodistas, políticos y jueces, le ha dado una vida más a quien
parecía tener un futuro de liderazgo restringido sobre una minoría intensa cada
vez más intensa y cada vez más minoría. Esa que es mayoría en el espacio
popular pero que lleva 10 años sin poder ofrecer un candidato propio que mida
bien y que debe recurrir siempre a figuras que no son del riñón para que, antes
o después, “traicionen”.
La moneda de la política local
vuelve a girar en el aire. No sabemos si el paso del balcón de la Rosada al
balcón de su casa es la metáfora perfecta de un lento declive político o el
inicio de un nuevo experimento de poder que, independientemente del cargo que
ostente, la seguirá teniendo a CFK en el centro de la escena por varios años
más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario