Finalmente se confirmó que CFK
será candidata por la tercera sección de la provincia de Buenos Aires en las
elecciones de septiembre. Quien fuera presidente, vice, diputada y senadora
nacional, entre otros cargos, da un paso que apenas unos meses atrás hubiera
sido impensado.
La confirmación llegó en un
reportaje televisivo evidentemente pensado para el anuncio y donde a lo largo
de más de una hora el periodista no intervino con preguntas sino con una
sucesión de comentarios indignados contra el gobierno. Una pena pues había
mucho que preguntar especialmente después de un discurso como el del último 25
de mayo en el que se había visto una CFK sustantiva con algunas definiciones
relevantes.
A la objeción más obvia, muy bien
reflejada en la anécdota de Carlos Menem, aquella en la que afirma que quien
llegó a papa no puede luego pretender ser monaguillo, CFK respondió rápido con
el manual del militante político que entiende que, según las circunstancias,
éste debe ubicarse en el lugar más conveniente para el movimiento. Una salida
elegante que, sin embargo, esconde otras razones de fondo que, naturalmente,
deben leerse como parte de la interna por el liderazgo del espacio. En este
sentido, si la elección en CABA fue una interna abierta, una PASO de facto,
entre la derecha y la derecha más radical, la elección de la provincia hará lo
propio con el espacio de centro izquierda. Lamentablemente, como indicó la
propia CFK el 25 de mayo, ni siquiera se trata de una disputa de ideas sino un
asunto del ego (que no es solo el ego del propio gobernador sino, claro está,
el de ella también).
La decisión puede pretender,
además, un efecto claramente disciplinador porque, seamos claros una vez más,
sin desdoblamiento de las elecciones provinciales, no había CFK candidata a la
tercera sección. Las excusas de una u otra facción para justificar la decisión
de desdoblar o ir juntas son atendibles, pero no representan las verdaderas
motivaciones. En otras palabras, detrás del “desdoblamos para provincializar y
que se evalúe la gestión del gobernador” debería leerse “desdoblamos porque no
vamos a ser un títere de las decisiones de CFK y que nos digan Axel ‘presidenta’
como le decían a Alberto”; y detrás del “hay que unificar porque el verdadero
adversario es Milei” debería leerse “no vamos a aceptar que el gobernador
desplace a CFK y pretenda ser el conductor del espacio”.
La pulseada por desdoblar o no,
la ganó el gobernador, sin embargo, un inesperado as estaba en la manga de CFK,
una jugada en la que triunfará sea cual sea el resultado y que automáticamente
ensombrecerá la figura del gobernador. Efectivamente, si CFK gana, (algo
posible y esperable no solo porque ella mide bien allí sino porque uno arroja
un ladrillo con el escudo del PJ y saca más de 40%), y ese triunfo le permite
al peronismo ganar la provincia, el mérito se lo llevará ella; si ella gana,
pero el peronismo pierde la provincia, quedará en evidencia que ella es la
dirigente de mayor peso y la conductora; y si ella perdiera (lo cual llevaría a
que el peronismo pierda la provincia), la culpa se le echará a la estrategia
del desdoblamiento impulsada por Kicillof. Jaque mate.
Pero la pesadilla del gobernador
podría recién iniciarse si CFK asume un oficialismo opositor desde la
legislatura bonaerense (igual al que ejerció durante el gobierno de Alberto a
nivel nacional) y le traba la administración a Kicillof, quien no puede
reelegir y, al día de hoy, es el principal candidato a enfrentar a Milei en
2027.
Es más, aun cuando suene
demasiado especulativo e incluso cuando existen posibilidades claras de que el
Poder Judicial le impida candidatearse a cargos públicos después de esta
elección, la estrategia de CFK de “bajar” a la provincia podría leerse desde la
perspectiva de quien observa que, dado que en 2027 habría posibilidades ciertas
de reelección del gobierno nacional, de lo que se trata es de retener la
administración de la provincia, si no con ella como gobernadora, con alguien
ungido por su dedo.
Aunque se trata de una estrategia
de repliegue y CFK se candidatea para retener espacios cada vez más pequeños
(solo le va a faltar ir como concejal en La Matanza), lo cierto es que si la
estrategia mencionada funciona, el cristinismo (con una eventual Cristina
proscrita por la justicia) haría pie en la provincia más importante sin
adversarios internos como los tiene ahora porque, esto lo sabemos, hoy por hoy el
kicillofismo no es ni un movimiento, ni un espacio, ni un ideario, sino apenas
una administración que caduca en 2027.
Esto en lo que respecta al plano
electoral. En cuanto a lo conceptual, el asunto es mucho más complejo porque,
vale la pena repetir lo que alguna vez comentamos aquí, el problema de la
oposición hoy no es electoral sino de programa, los mismos que ya existían en
2019 donde el choque de la calesita de un gobierno inepto como el de Macri le
regaló el retorno a la versión remendada del kirchnerismo que quizás haya
vuelto mujer, pero seguro que no volvió mejor.
Con Kicillof prometiendo
canciones nuevas de un álbum que todavía no ha compuesto ni tiene donde
grabarse, y ningún otro dirigente, al menos por ahora, con la potencia para
recoger el guante (ojalá Massa sea candidato en la primera sección así al menos
recupera el don del habla), la oposición, no solo en lo electoral, sino también
desde lo conceptual, sigue dependiendo de CFK.
Y allí se plantean dudas, primero
por la falta de autocrítica respecto a lo ocurrido entre 2019 y 2023. Y no me
refiero a la decisión de llevar a Alberto Fernández como candidato. Caer sobre
eso es injusto porque fue solo Guillermo Moreno el que advirtió del error con
el diario del viernes. Luego, en el mejor de los casos, algunos lo vieron con
el diario del lunes y otros con el diario del lunes de cuatro años después.
Pero falta algún comentario crítico de qué hizo el kirchnerismo entre 2019 y
2023 además de algún diagnóstico de qué se hizo mal para perder una elección en
2015 después de varios años de una gestión que terminó con problemas pero cuyo
resultado final, para las grandes mayorías, fue satisfactorio. La influencia de
Clarín, el poder económico, Nisman, la opereta con La Morsa, los buitres…todo
eso ya lo sabemos. Lo que nos falta es hablar de los errores no forzados. Las
trampas del adversario ya las conocemos.
Pero incluso sin pedir tanto y
sin ir tan lejos, al menos retomando algunas de las líneas del discurso del 25
de mayo, allí hay algo al menos para abrir una mesa de discusión: un “Estado
eficiente” que reemplace al “Estado presente” que se parece más bien a un
Estado bobo que dice “presente” pero que te da turnos de atención médica a los
3 meses y le ofrece dos días de clases a los pibes porque los docentes están de
paro y el suplente del suplente del suplente del suplente del suplente del
suplente pidió licencia por dolor de cabeza, es un buen punto de partida.
También podría serlo cuando habló
del hecho de que un eventual fracaso de Milei no necesariamente derivará en un
regreso de los votantes al peronismo o cuando se refirió a avanzar en una
discusión seria acerca de una actualización del régimen laboral para un mercado
de trabajo que no es ni siquiera el de hace 10 años.
Ahí hay algo por lo menos para
discutir, para trazar algún sendero y ofrecer una perspectiva de futuro que va
más allá del oposicionismo burdo y esa boludez de “este es un gobierno cruel”,
como si 211% de inflación no hubiera sido una crueldad o como si las medidas de
Milei fueran deseables en caso de que sea un poco menos malito.
¿Habrá posibilidad de darse esos
debates, ya no de acá a septiembre, pero al menos de acá a 2027? A juzgar por
la actitud de la militancia la respuesta es negativa. Cuando CFK daba su
discurso, la militancia asentía, pero luego repiten la misma cantinela como si
el asentir no tuviera que ver con el contenido sino con una actitud reverencial
frente al líder el cual es interpretado como un mito viviente asociado a cierto
ideario del cual no puede desprenderse diga lo que diga.
Si en CFK falta autocrítica, el
mayor problema es que la falta de autocrítica es mayor en su propia militancia,
aquella que entiende que es una traición poner en tela de juicio su conducción,
pero no la escucha.
No hay que culparlos. Siempre es
más fácil seguir a alguien que pensar por sí mismo. Pero eso tiene
consecuencias. ¿Se acuerdan de eso que se decía allá en la previa al 2019? ¿Lo
de “Con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”? Resta saber si
tanta cerrazón, tanto núcleo duro e incapacidad de delegación, confirmará que con
Cristina no alcanza y que ahora con Cristina ya no se puede. O lo que es peor,
que los continuos errores del kirchnerismo cumplan el sueño húmedo que muchos
tuvieron durante años: que con Cristina no alcance y que solo se pueda sin
Cristina.
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