Finalizado el escrutinio de las
elecciones de medio término en Argentina, no hay demasiado espacio para
matices: en una jornada marcada por un récord de ausentismo, La Libertad Avanza,
el partido que lidera Javier Milei, obtuvo un contundente apoyo alcanzando más
del 40% de los votos y superando por 9% al peronismo.
Si bien el resultado no es
histórico y más bien suele ser habitual que los oficialismos triunfen en este
tipo de elecciones, la sorpresa ha girado en torno a la sorprendente
recuperación del gobierno si se lo compara con los resultados adversos conseguidos
en las elecciones locales que se desarrollaron en los últimos meses. En
especial, es de destacar el resultado en la Provincia de Buenos Aires, el
distrito que reúne al 37% del padrón electoral y que ha sido históricamente un
bastión del peronismo. En las elecciones locales que allí se celebraron el 7 de
septiembre, los candidatos de Milei habían perdido por 14 puntos. Sumemos a
esto que el candidato que encabezaba la lista para la votación de ayer debió
renunciar algunas semanas antes de la elección por claras sospechas de haber
recibido financiamiento narco, con la particularidad de que la renuncia fue tan
sobre el filo de la votación que en la boleta seguía figurando su rostro. En
ese escenario, contra todo pronóstico y mientras se incendian todos los
manuales de Ciencia Política, el mileísmo revirtió el resultado y le ganó al
oficialismo provincial por 0,6%.
¿Cómo pudo darse vuelta un
resultado así en algo más de 45 días? Se pueden arriesgar varias hipótesis:
¿acaso una reacción del antiperonismo ante el temor de un regreso del
kirchnerismo? ¿Quizás una menor movilización de la estructura territorial de
los caudillos locales del peronismo que en la elección de septiembre jugaban su
gobernabilidad y en octubre no jugaban nada? ¿Tendrá algo que ver el nuevo
sistema de votación con boleta única idealmente visto como menos proclive a la
manipulación? Quizás algo de cada una de ellas.
Recordemos, además, que aquel
resultado de septiembre había profundizado una crisis política con
consecuencias económicas marcadas y una atmósfera de inestabilidad de cara al
futuro cercano, producto de lo que en la jerga política podrían llamarse
“errores no forzados” de parte del gobierno.
A una mala praxis económica que
aceleró la devaluación del peso argentino alrededor de un 30% en los últimos
tres meses y que implicó un rescate del gobierno de Trump, a través de un SWAP
de 20.000 millones de dólares, y la intervención inédita del propio Tesoro
estadounidense para sosegar al mercado, se le sumaron escándalos de presunta
corrupción alrededor de la Agencia Nacional de Discapacidad que salpicaron a la
propia hermana de Milei, su persona de máxima confianza en el gobierno.
Asimismo, a diferencia de lo que
había sucedido durante el primer año donde a pesar de tener muy poca presencia
en el Congreso (menos del 15% de las bancadas en la Cámara de Diputados y menos
del 10% en la Cámara de Senadores), el gobierno había logrado avanzar en un
paquete de medidas profundamente ambicioso, una disputa con los gobernadores llevó
a la administración de Milei a padecer serios reveses legislativos. Puesto en
números, entre febrero y mayo de 2025, el gobierno había ganado el 69,8% de las
votaciones en el parlamento. Sin embargo, con la misma composición, entre junio
y septiembre, perdió el 82,9% de las mismas.
Por último, si bien Milei logró
el milagro de bajar la inflación (desde el heredado 211,4% anual en 2023 al
31,8%), mantuvo el superávit fiscal, contuvo el dólar, disminuyó la pobreza,
tras el pico alcanzado en su primer semestre de gestión, aumentó en términos
reales la ayuda a los más desaventajados y les dio alguna racionalidad a los precios
relativos de la economía, comenzaba a notarse cierta impaciencia en la calle y
los mercados. La razón es que la economía se encuentra actualmente estancada;
hay un aumento del empleo informal; el consumo de los hogares ha disminuido;
los asalariados con empleo público han perdido el 14% del poder adquisitivo;
los jubilados que cobran la mínima (más de la mitad) vieron disminuidos sus
ingresos en un 5,2% respecto a la inflación, y la capacidad instalada de la
industria alcanza números similares a los de la pandemia. Por último, la falta
de dólares en las reservas del Banco Central ha aumentado la desconfianza y,
con ello, la previsión de un salto inminente en el precio de la divisa
estadounidense y la imposibilidad de salir al mercado a obtener nuevo
financiamiento para pagar la deuda.
Es en ese marco que las encuestas
eran mayoritariamente esquivas para el gobierno y que Milei se contentara con
alcanzar un número cercano al 35% que le garantizara un tercio de alguna de las
Cámaras para obturar cualquier intento de juicio político y poder sostener los
vetos a las leyes que la oposición le venía imponiendo desde el Congreso.
El resultado, claro está, superó
sus propias expectativas. Según los últimos cálculos, junto a sus aliados de la
centro-derecha liderados por el expresidente Mauricio Macri, el mileísmo
alcanzaría unos 107 diputados (sobre 257) y unos 26 senadores (sobre 72). Si
bien no alcanza el quorum propio, se encuentra a tiro del número mágico si
negocia con los sectores dialoguistas de la oposición. Aun cuando el peronismo
continuaría siendo fuerte con unos 28 senadores y unos 97 diputados, el
equilibrio de fuerzas será radicalmente diferente.
De cara al futuro inmediato,
restan definir algunas incógnitas: en el caso del gobierno, se esperaban
cambios inminentes en materia económica frente a un mercado que entiende que el
precio del dólar está sostenido artificialmente y, en el plano político, se
descontaba la salida de varios ministros para relanzar la administración de
cara a los próximos dos años. ¿Modificará el triunfo electoral este escenario?
En cuanto al peronismo, más dudas
que certezas: carente de propuestas, con su último fracaso todavía demasiado
cercano, sin un liderazgo claro y con Cristina Kirchner en prisión domiciliaria
representando una minoría intensa que obtura una nueva camada de dirigentes carentes
de originalidad, su futuro parece depender exclusivamente de la capacidad que
pueda ofrecer Milei para sostener su gestión.
Por ello, con un peronismo
debilitado y una ciudadanía que parece haber refrendado en las urnas algunos de
los logros económicos, en particular, la baja de la inflación, de cara al 2027,
año de las próximas elecciones presidenciales, toda la responsabilidad recaerá,
sin excusas, sobre Milei. Algunos dirán que para bien. Otros dirán que para
mal.
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