En las últimas semanas se aceleraron
los encuentros formales e informales entre dirigentes de la oposición de cara a
las elecciones del año que viene. De este modo, la tendencia parece dirigirse
hacia un nuevo escenario de polarización entre el macrismo y un kirchnerismo
más o menos panperonista.
Las encuestas, que hasta los últimos
meses daban siempre adelante a Macri, ahora hablan de paridad y de final
abierto e incluso hay quienes indican que el ex presidente de Boca podría no
presentarse para darle lugar a María Eugenia Vidal, versión que, desde mi punto
de vista, no tiene demasiado asidero. En cuanto al kirchnerismo, también están
los que sostienen que a último momento CFK podría bajarse por motivos
personales o por razones estratégicas, dado que, como indicamos aquí algún
tiempo atrás, Macri perdería contra cualquier candidato opositor en balotaje
pero podría ganarle a CFK en esa instancia. Sin embargo, ¿qué candidato
opositor cuenta hoy con 30% de los votos de piso para indicarle a la ex
presidente que dé un paso al costado? Asimismo, se debe tener en cuenta que aun
cuando muchos dirigentes opositores, off
the record, manifiesten sus críticas al cristinismo, para ellos es menos
relevante el balotaje que la primera vuelta porque ahí se juegan sus cargos
provinciales y municipales. Así, entre un candidato tapado que de alguna manera
pueda llegar a la segunda vuelta contra Macri obteniendo entre 20 y 30 puntos,
y los votos que tiene Cristina, que en algunas zonas del país es débil pero en
otras puede llegar hasta los 40, no cabe duda de hacia dónde se inclinarán. Por
otra parte, no se debe olvidar que las provincias son capaces de desdoblar sus
elecciones según le convenga al partido mayoritario, de modo que también
podrían especular con ello sin comprometerse directamente con el apoyo a un
candidato presidencial. En síntesis, empiezan a haber buenas razones para
suponer que una parte relevante del panperonismo acompañaría, de una u otra
manera, una eventual candidatura de Cristina.
En todo caso, la novedad de estas
últimas semanas pasaría por el modo en que los dos polos intentarían atraer los
votos del tercio que hasta ahora se encuentra disperso.
En el caso del kirchnerismo se
rumorea que CFK aceptaría una gran PASO en la que jueguen todos, incluyendo a
Massa. En ese punto hay varias cosas para decir. La primera es que si el
kirchnerismo impulsara una gran PASO sería un cambio radical respecto de la
estrategia utilizada para el año 2017 en la que inexplicablemente no aceptó una
interna en la que iba a triunfar holgadamente. En segundo lugar, habría que
pensar cuáles son las condiciones que puede pretender Massa para participar.
Allí el tigrense no tiene un lugar de muchísima fortaleza porque jugar por
afuera parece condenarlo a una elección de un dígito y a una aceleración del
goteo que le está haciendo perder dirigentes y votos; y, a su vez, el
kirchnerismo podría evitar acuerdo alguno especulando con que, al fin de
cuentas, los votos del massismo llegarán de una u otra manera en el balotaje.
En todo caso, a Massa no parece quedarle demasiada alternativa que negociar con
el kirchnerismo unas PASO en el que las listas se conformen con una modalidad
que permita a los perdedores de alguna u otra manera formar parte de la lista
definitiva en puestos expectantes. Si esto se logrará o no, lo desconozco, pero
tendrá que ver con el cálculo electoral que haga el kirchnerismo. Más allá de
los rumores y algunas fotos que hablan de una apertura, al menos hasta ahora,
el kirchnerismo nunca ha sido generoso con las candidaturas y ha sido “un mal
pagador” en relación con determinados aliados lo cual explica por qué existe
dentro del peronismo tanta inquina con el núcleo duro que rodea a CFK y que al
momento del armado de las listas, es el que “tiene la birome”.
El oficialismo no tiene muchas
opciones aunque puede tener un as en la manga. En otras palabras, subido a la
épica del déficit cero, el gobierno debería aceptar que es incapaz de dar una
buena noticia de aquí a lo que le quede de mandato. En el mejor de los casos,
logrará disminuir la recesión hacia el segundo semestre y llevar la inflación a
unos puntos por encima del último año de CFK. En este sentido, que sea reelecto
depende de la fragmentación opositora. Si esto no sucediera y el peronismo
lograra encontrar una unidad, descartada por falta de tiempo, antes que por
ausencia de deseo, la posibilidad de una CFK presa, el oficialismo podría
intentar trazar algunos puentes con algún sector del peronismo federal, más
específicamente con un Juan Manuel Urtubey que, desde la asunción de Macri, ha
defendido las políticas oficiales como si fuera parte del gobierno. Sin
embargo, es verdad que esto podría generar un conflicto con el radicalismo y
que, al momento de sumar votos, la figura de Urtubey no influya demasiado.
Mientras tanto, Felipe Solá y Agustín
Rossi se han lanzado como los candidatos “del acuerdo” en caso de que CFK
decida no ser candidata y un montón de egos con sellos de goma intentan subirse
el precio en programas de debate y en Twitter desde el denuncismo y el purismo.
Faltando algo más de seis meses para la presentación de las listas sabemos poco
pero encontramos indicios de que no hay lugar para una tercera vía, de que el
clima antipolítica no derivará en un Bolsonaro sino, como mucho, en el
crecimiento marginal del voto en blanco en el balotaje, y que la elección se dirimirá
en la polarización entre el macrismo y un panperonismo agrupado, por convicción
o necesidad, en torno a la figura de Cristina. Es bastante poco pero es todo lo
que hoy sabemos.
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