La publicación de un nuevo libro
en el que Sarah Wynn-Williams, una exempleada de Facebook, revela secretos
incómodos sobre la compañía, ha despertado un nuevo escándalo alrededor de la
figura de Mark Zuckerberg y su empresa. El revuelo ha sido tal que el día
posterior a su publicación en Estados Unidos, en marzo de este año, Facebook
accionó judicialmente impidiéndole a la autora promocionar el libro. Como suele
ocurrir, el denominado efecto Streisand
se produjo de inmediato: el libro se transformó en un superventas y, gracias a
Península, ya tenemos su versión en español titulada Los irresponsables. Una historia de poder, codicia y falso idealismo.
El texto cuenta en primera
persona el largo camino de siete años desde la idealización ingenua hasta la
decepción con tintes trágicos, de una joven abogada neozelandesa con
experiencia diplomática, que, allá por 2010, entendía que el potencial de
Facebook ameritaba un departamento exclusivo de relaciones internacionales.
Tras mucho insistir, consigue
convencer a su interlocutor en la empresa y ser contratada, pero la alegría no
duraría demasiado: allí chocaría con el gran irresponsable de la compañía. Hablamos, claro, del propio Mark
Zuckerberg.
En este sentido, el libro abunda
en anécdotas que no dejan bien parado al actual CEO de META. Como aquella en la
que iba a tener un encuentro con el presidente Santos de Colombia y se generó
un conflicto porque le propusieron un horario cercano al mediodía sin tomar en
cuenta que Zuckerberg suele dormir hasta altas horas de la mañana; o cuando
debía viajar a una Cumbre en Perú donde hablaría para todos los presidentes del
mundo y se olvidó el pasaporte; la misma reunión en la que exigió la
construcción de una suerte de instalación especial a prueba de mosquitos porque
estaba buscando un bebé y la amenaza del virus zika no podía hacerle perder la
oportunidad de aprovechar la ovulación de su mujer.
El nivel de desinformación y
hasta desprecio por el conocimiento, la historia y las investiduras era tal que,
previo a ese viaje, Zuckerberg le escribió un mail a Wynn-Williams que rezaba
lo siguiente:
“Me gustaría
saber más sobre el tema, sobre cómo se crearon las Naciones Unidas y las distintas
instituciones de gobernanza internacional, qué poderes y mecanismos tienen para
conseguir resultados, cuáles son sus límites y si esos límites son buscados o
se está marginando a esas organizaciones, por qué se crearon como una
federación de naciones y no como un organismo internacional democráticamente
elegido (…) Busco cualquier recomendación sobre cómo saber más al respecto:
recomendaciones de libros, personas con las que hablar o a las que invitar a
cenar y otros recursos que consultar”.
Más allá de la irresponsabilidad
de quien es uno de los hombres más poderosos del mundo, lo que lleva a la
autora a afirmar que el trabajo diario en Facebook, más que interpretar
capítulos de Maquiavelo, se parecía más a “cuidar de una pandilla de chavales
de catorce años a los que les habían dado superpoderes”, lo cierto es que el
libro es también una larga descripción del tránsito hacia un hastío moral.
El corolario va a ser su
desvinculación por decisión de la empresa, acción que la autora atribuye a sus
diferencias ideológicas con algunos de sus superiores y, en especial, a una
denuncia por acoso que había hecho a uno de ellos y que la compañía había
archivado.
Pero se trata
solo del último eslabón de una cadena de decepciones entre las que se puede
señalar un destrato general hacia los empleados que, en algunos casos como el
de Brasil, expuso a uno de ellos a ir circunstancialmente a la cárcel; o la
actitud de la empresa frente a la aberrante limpieza étnica producida en
Myanmar e impulsada a través de grupos genocidas que manipularon y difundieron
noticias falsas a través de Facebook para levantar a un sector de la población
y justificar sus crímenes.
Párrafo aparte
merece, para la autora, todo el proceso por el cual Facebook pasa de ser una
compañía que decía perseguir la justicia social desinteresadamente y sin
ideología, a transformarse en una maquinaria con algoritmos cuyo sentido final
era siempre el crecimiento de la empresa, incluso poniéndose al servicio de partidos
políticos y campañas sucias. En particular, Wynn-Williams afirma que Facebook
ayudó al triunfo de Trump en 2016 y que para entrar en China firmó condiciones
vergonzantes que le permitían al Partido Comunista Chino hacerse de los datos, el
reconocimiento facial y los mensajes públicos y privados de los usuarios chinos
y de aquellos otros que desde distintas partes del mundo interactúen con algún
ciudadano de ese país.
El desencanto es
tal que la autora llega a afirmar que Facebook es una “autocracia de una sola
persona”.
Dicho esto, Los irresponsables es un libro ágil que
se puede leer casi en clave de tragicomedia. Buena parte de él parece demasiado
dedicado a la autora, en una suerte de autobiografía que desvía el objeto de
interés, como cuando narra cómo fue atacada por un tiburón siendo una
adolescente para afirmar que “se salvó solita”, cómo estuvo al borde de la
muerte en su segundo embarazo o cómo fue atacada por avispas en su rodilla. Las
alusiones personales son constantes y cuando uno termina el libro sabe más de
la autora que de “los irresponsables”.
A propósito de
ello, también llama la atención el momento del lanzamiento del libro pues
refiere a hechos ocurrido entre el 2011 y el 2018 aproximadamente, eventos que,
por cierto, en la actualidad son harto conocidos y que fueron ventilados en
decenas de artículos periodísticos y en varios libros, entre los que se puede
mencionar el de otra arrepentida, Frances Haugen, La verdad sobre Facebook, o el de Jeff Horwitz, el periodista que
trabajó con Haugen en la filtración de los documentos y publicara Código roto.
Tras la
publicación del libro, META emitió un comunicado en el que indica que el libro
contiene “una mezcla de afirmaciones desactualizadas (…) y acusaciones falsas
contra nuestros ejecutivos”, agregando, además, que Wynn-Williams recibe
financiamiento de grupos anti-Facebook, es una “activista descontenta que intenta
vender libros” y fue desvinculada por mal desempeño, comportamiento tóxico y
denuncias de acoso engañosas.
Sea como fuere,
el tema tendrá, seguramente, nuevos capítulos en los tribunales
correspondientes. Mientras tanto, de lo que podemos estar seguros es de que a
Mark Zuckerberg, el creador de los Likes
que han configurado nuestra forma de vincularnos con amigos y con el mundo, es
evidente que no le gusta esto.
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