miércoles, 22 de noviembre de 2023

Milei: el triunfo y las incógnitas (publicado el 20/11/23 en www.theobjective.com)

 

Finalmente, tras un agotador proceso electoral, Javier Milei es el nuevo presidente de la Argentina. Luego de haber alcanzado 30% de los votos en la primera vuelta, el candidato libertario trepó a casi 56% en el balotaje. De este modo venció al actual ministro de economía, Sergio Massa, que con 44% apenas pudo sumar 7% a su performance de octubre.

Si bien la gran mayoría de las encuestas hablaba de “empate técnico”, resulta evidente que los rápidos reflejos de Mauricio Macri fueron determinantes. Es que el líder del espacio conservador que había quedado relegado en octubre tras el pobre accionar de su candidata, Patricia Bullrich, salió a pedir públicamente el voto a Milei y logró que sus 24 puntos se trasladaran al candidato libertario.

Para quien no esté demasiado empapado de la actualidad argentina, digamos que esta elección tuvo una enorme cantidad de particularidades. La más importante, claro está, tiene que ver con que Javier Milei, un economista outsider de la política, se transforma en un líder popular con un discurso anarcocapitalista o, como él mismo indica, paleolibertario, en un brevísimo lapso de tiempo y sin ningún tipo de estructura. Si ya esto de por sí era sorprendente, al discurso economicista radicalizado que junto a sus características físicas y su irascibilidad lo hacían un fenómeno de consumo masivo en medios tradicionales y redes, Milei le agregó algo en el último tiempo: elementos de “batalla cultural” anti woke en línea con el trumpismo, el bolsonarismo y Vox, entre otros. 

Sin embargo, lo que fue determinante ha sido la habilidad de Milei para transformarse en el vehículo por el cual una mayoría de la sociedad argentina pudo canalizar su bronca, algo que fue muy bien explotado por él cuando instaló como eje de campaña la disputa contra “la casta política”. Como dijimos en otras intervenciones en este mismo espacio, Milei fue una suerte de Joker, un representante de una mayoría dispuesta a incendiarlo todo, harta de los privilegios de unos pocos que referenciaba en “El Estado”; un No Future que, especialmente después de la pandemia, fue llevado como bandera en mayor medida por los jóvenes con empleos precarios que otrora hubieran votado peronismo; como así también por aquellos otros de clase media hartos de las imposiciones hipermoralistas de la agenda progresista que los señalaba como victimarios por ser blancos, heterosexuales y amantes del asado argentino. 

El descontento era tal que una campaña errática y con un candidato que generaba mucho miedo, no alcanzó. Efectivamente, Milei, y los referentes de su espacio, han reivindicado a Margaret Thatcher, la “verdugo” de la guerra de Malvinas, pero además han hablado de dolarizar la economía; de prender fuego el Banco Central; de vender órganos como “un mercado más”; de volver al sistema privado de pensiones que en Argentina fue una estafa, como así también de privatizar las calles, el mar, la aerolínea de bandera y la principal empresa de energía; de dar el debate acerca de la venta de niños; de la posibilidad de que los varones puedan renunciar a las obligaciones de la paternidad; de implementar un sistema de vouchers para la educación y hasta han puesto en tela de juicio ciertos consensos básicos de la democracia argentina en torno a lo ocurrido en la última dictadura militar adoptando la terminología castrense. Y sin embargo, no solo nada de eso pareció ser determinante sino que es posible imaginar que, al igual que sucede en otras partes del mundo, es justamente esta actitud de dinamitarlo todo la que hizo que, al menos una parte de la población, votara al libertario. Porque hay que decirlo: Milei ofreció una verdadera revolución y, sobre todo, encontró un lugar en la necesidad de cambio que opera como un significante vacío. De hecho, hay encuestas cualitativas que muestran que muchos de los votantes de Milei están en desacuerdo con gran parte de sus propuestas, pero lo votan porque es “lo nuevo”.     

Luego, naturalmente, está el contexto. Es que Milei solo podía ganar en un escenario: enfrentando al peronismo (es decir, sumando a los antiperonistas). En este punto, bien cabe hacer un comentario: que el actual gobierno peronista haya sido competitivo después de una mala gestión que además padeció la pesada herencia del gobierno de Macri y vicisitudes como la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía, es verdaderamente milagroso. De hecho, no debe haber antecedente en el mundo en el que un oficialismo que llevó la inflación de 55% a 142% anual y tiene casi dos tercios de los menores de edad en condición de pobreza, pueda acaso pretender presentarse a elecciones.

¿Por qué sucedió? Porque el peronismo es, en Argentina, sobre todo, una cultura y una identidad más allá de que cada vez lo sea menos; porque el candidato era el candidato más de centro derecha que podía ofrecer; porque era además un buen candidato, tal como quedó demostrado en un debate en el que vapuleó a Milei; y porque hizo una campaña enormemente profesional al lado del amateurismo y el desorden que demostró la campaña libertaria.

Con el resultado puesto, lo que viene es verdaderamente incierto. Los mercados daban por descontado que ganaba Massa, y con una economía que arroja números de inflación de dos dígitos mensuales, la política de shock que promete Milei podría espiralizarla aún más y generar una tensión social preocupante. Por otra parte, como nunca antes en la historia, el espacio que preside el gobierno nacional no tiene ninguna de las 24 gobernaciones provinciales. Ni siquiera tiene un intendente. Asimismo, su fuerza parlamentaria es escasa e insuficiente para avanzar en las reformas radicales que pretende. De aquí que emerja como una figura de poder en las sombras, el expresidente Macri, el otro gran ganador de la jornada, un estratega frecuentemente subestimado.

Como se indicó anteriormente, el espacio liderado por Macri dio su apoyo públicamente y por estas horas se especula, o bien con la creación formal de una alianza de gobierno con referentes del macrismo ocupando lugares clave, o bien como una coalición de hecho que incluya, naturalmente, la importante representación que el espacio de Macri tiene en el congreso. De lo contrario, la fragilidad del gobierno naciente y un sistema de partidos estallado, deja abierto un escenario de enorme inestabilidad institucional que podría llevar a la Argentina por el camino de Perú aunque, claro está, con una hiperinflación como la que Perú no tiene.

De lo que no hay dudas es de que se abre una etapa completamente novedosa en la política argentina con un reagrupamiento de los partidos tradicionales y las coaliciones. El resto son incógnitas: la primera es alrededor del peronismo. Cómo se articulará en la oposición y cuáles serán los nuevos liderazgos con una Cristina Kirchner que parece hacerse a un costado, no lo sabemos. La segunda incógnita, y la más importante, es cuál será finalmente el plan de gobierno de Milei, cómo podrá sobrellevar socialmente medidas antipáticas cuyos resultados se verían a largo plazo y cómo convivirá con Mauricio Macri, el otro faro de poder que ahora se sabe más determinante que nunca.   

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