Durante muchos años se dijo que a la izquierda del
kirchnerismo había una pared y probablemente haya sido el propio Néstor
Kirchner quien entendió que a esa pared había que empujarla lo más que se pudiera.
Ahora bien, la preguntaría sería qué sucedería con la pared si el gobierno de
Alberto se corriera hacia el centro. ¿Se mantendría en su lugar? La respuesta
podría ser afirmativa si los adversarios no jugaran. Pero juegan y son los que
están del otro lado empujando. Por lo tanto, llegamos a la circunstancia en que
a la izquierda del kircherismo sigue estando la pared, pero esta nueva versión
en el marco del Frente de Todos muestra que la pared se ha corrido hacia el
centro acompañando la moderación del oficialismo.
Las pruebas están a la vista y podemos citar algunas: enfrentamos
una segunda ola sin ni siquiera margen para un IFE que ya el año pasado había
sido pobre; se ha perdido la disputa ideológica frente a una idea libertaria de
la libertad que entiende que prohibir una fiesta clandestina cuando el sistema
de salud está a punto de colapsar es casi un crimen de lesa humanidad; se ha
impuesto la puesta en escena del gobierno de la ciudad en torno a las clases
presenciales y el mismo gobierno nacional que mandaba a los chicos a la casa
con 100 casos se empecina en mantener abiertos los colegios con 24000
contándonos que, por alguna extraña alquimia, parece que el virus no contagia
en los espacios cerrados de las escuelas como sí lo hace en las casas
particulares o en los transportes públicos.
Asimismo, si nos corremos de lo estrictamente vinculado a la
pandemia, 10 años antes se discutía la ley de medios y hoy apenas logramos
sentarnos en la mesa de los dueños de los medios para pedirles que no aumenten
mucho el servicio de cable; lo mismo respecto al conflicto con el campo: allá
por el 2008 se discutían retenciones y comercio exterior. Hoy se tiene que
retroceder incluso ante el fraude vergonzoso con dinero de nuestros impuestos
que se ha llevado la empresa Vicentín. Por último, cuando en el gobierno de CFK
se recuperaban las AFJP, en la actualidad, a duras penas y en medio de la caída
económica más grande de la historia, logramos imponer un “aporte” por única vez
a 12000 megamillonarios. La lista podría continuar pero sin dudas la moderación
necesaria para ganar la elección en 2019 se trasladó al ejercicio del gobierno
si bien es muy probable que la gran mayoría de los votantes del Frente de Todos
exigieran muy poca moderación frente a la necesidad de transformar el país que
había dejado el macrismo.
De hecho, como les indicaba algunas semanas atrás, del
“volvimos mejores” hemos pasado al “pero ustedes son peores” y con eso es
probable que se gane la elección de 2021 del mismo modo que le alcanzó con una
lógica similar al macrismo para ganar la elección de 2017. Y si la historia se
repite y el electorado de centro es la clave de la elección 2023, es probable
que Juntos por el Cambio quiera presentar una opción presuntamente moderada en
Rodríguez Larreta y Vidal, postergando a los Macri, los Bullrich, etc. Sin
embargo, la derecha entiende bien que la estrategia de la moderación se usa
solo para ganar la elección y no para gobernar. De hecho, recuerden que hasta
quisieron presentar a Macri como un desarrollista que no venía a quitarte nada
de lo que tenías sino simplemente a modificar lo que estaba mal. Sonaba
hermoso. Hasta que ganó, empezó a gobernar y te vino la boleta de luz.
Gobernar ya no es poblar. Gobernar es tomar decisiones y ser
puteado. Máxime en un escenario de pandemia que le ha costado la cabeza a
muchos gobiernos, tal como experimentó Trump. El gobierno tuvo aciertos ante
este desastre pero también desaciertos. Sin embargo, aun cuando todos hubieran
sido aciertos recibiría las puteadas igual porque la gente está enojada por un
virus que le trastorna la vida y el único puteable es el gobierno de turno, un
gobierno, por cierto, muy sensible a las puteadas de algunos.
Igualmente, y por suerte para Alberto Fernández, las
elecciones presidenciales están lejos y dado que se ha decidido no aprovechar
para llevar adelante una política de shock que permita una mayor redistribución
dentro de un plan de generación de riqueza antes que una mera administración de
lo poco que hay, todo lo que espera el gobierno es que al rebote natural de la
economía no se le cruce nada y que lleguen más vacunas para hacer masiva la
vacunación. Con esas dos cosas le alcanza y le sobra para ganar. Más que
mostrar los números de contagios y muertos, subirse a una inexplicable campaña
de “cuidadanía” en la escuela o adoptar la agenda chiquitita que no le importa
a casi nadie de Pepín, la judicialización de la política y periodistas
indignados que hacen lo mismo que hacían los periodistas indignados que están
del otro lado, la única campaña de comunicación efectiva hoy es la de los
números de vacunados. Mientras los medios ladran y hacen terrorismo
epidemiológico o llaman a la desobediencia civil, la campaña de vacunación es
la que generará un consenso “por abajo” y le dará la esperanza a la gente
mientras la oposición se envenena mordiéndose la lengua y se vuelve más
temeraria, contradictoria y disparatada cuanto más alejada se ve del poder.
Retomando nuestro eje y para ponerlo en perspectiva
histórica, si Kirchner fue el presidente que antes de escuchar a la gente
adoptó una agenda propia que luego generó mayorías y el de CFK fue un gobierno
que con una mayoría constituida se encerró demasiado en escuchar a los propios,
el de Alberto es un gobierno que escucha, pero escucha demasiado a la oposición
y a aquellas partes del Frente con una agenda de buenas intenciones muy
meritorias pero que no ponen nunca en juego la disputa entre capital y trabajo.
Como lo indica aquella famosa anécdota de Margaret Thatcher
cuando le preguntaron acerca de su mayor legado y ella respondió “Tony Blair”,
dando a entender que su gran logro era que el candidato opositor estuviera
obligado a renunciar a sus principios y parecerse a ella, la derecha argentina
podría enorgullecerse de haber corrido tanto la pared hacia el centro hasta
obligar al kirchnerismo a moderarse para poder ganar la elección y sostenerse
en el ejercicio del poder.
El gobierno del Frente de Todos no es de derecha ni Alberto
es lo mismo que Macri pero la pared se ha corrido tan al centro que, si no hay
decisión política, el margen de transformación será muy acotado. Si ese margen
garantizara que en 2023 el oficialismo va a volver a ganar podrían analizarse
los pro y los contra de una estrategia en ese sentido. Pero esa garantía no
existe y nadie está en condiciones de confirmar que la respuesta a la
moderación kirchnerista será una derecha moderada en el poder. Porque ya
sabemos dónde está la pared cuando queremos ir hacia la izquierda. Lo que no
sabemos es dónde estará la pared si el próximo gobierno decide ir a la derecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario