Se venía quebrando y se
quebró. ¿Cuándo comenzó la fractura? Diciembre de 2017, a meses de un triunfo
que consolidaba al gobierno y hacía prever macrismo por bastante tiempo. En
aquellas elecciones de medio término, el kirchnerismo se había vuelto a
equivocar “sacrificando la dama” y negándose a participar de unas PASO con
Randazzo. ¿Qué pasó en diciembre de 2017? Modificaron la fórmula para calcular
los aumentos a jubilados y eso derivó en una gran conflictividad social en las
calles. Allí se empezó a quebrar el macrismo. Pocos se dieron cuenta. Es
entendible: el entorno, los medios, todos decían que iban bien, que era por
ahí. Sin embargo, ¿aquel comienzo hacía aventurar necesariamente este aparente
final en 2019? No. De hecho, el armado electoral del panperonismo ha sido
milagroso aunque el milagro tiene una hacedora: la decisión de CFK de correrse
del centro de la escena. En lo personal, venía comentando en mis editoriales que
ésa era una salida posible para que la oposición deje de construir una minoría
intensa y vuelva a competir para ser mayoría pero había dos interrogantes: cómo
hacer para garantizar el traspaso de los votos de CFK a quien fuera el ungido y
quién sería el ungido. Allí la estrategia fue toda de ella y lo resolvió de
forma inesperada: Alberto con ella detrás. Jaque mate (o casi). ¿Por qué?
Porque como dijimos aquí también, Alberto no traía votos directamente pero sí
de manera indirecta ya que su llegada al Frente de Todos implosionaría
Alternativa Federal y renovaría el diálogo con los gobernadores y con el
espacio de Sergio Massa. El resultado fue mayor al esperado pero bastaba con un
mínimo análisis comparativo para prever al menos algo parecido.
De hecho, en el
editorial del 2 de agosto, les decía que la estrategia de polarización del
gobierno frente a un peronismo unido podía llevar al triunfo de la oposición
porque estas PASO había que compararlas con el 37% que había votado a Scioli en
primera vuelta de 2015, sumado al 21% que había obtenido Massa en esa elección.
Estos porcentajes no se iban a sumar automáticamente pero le daban al
panperonismo un número que no podía ser menor de 42 o 43%. A su vez, el 34% que
Macri había obtenido en aquella elección de 2015 necesariamente debía mermar
por el desgaste de la gestión y porque le habían aparecido expresiones
minoritarias, por derecha, que le iban a quitar algunos puntos, a saber: Espert
y Gómez Centurión. Reconozco que la proliferación de encuestas que en promedio
daban una ventaja menor a favor de los Fernández me hizo ser cauteloso al
momento de publicar la proyección pero un análisis bastante básico arrojaba que
la diferencia tenía que estar por encima de 10 puntos. Para el gobierno resultó
desastroso pero sinceramente haber obtenido el 32% de los votos es todo un
mérito cuando en casi cuatro años lograron que la mitad de los chicos de la
Argentina sean pobres, que la inflación esté por encima del 55%, que la deuda
se acerque al 100% del PBI con fuga escandalosa de capitales incluida, que la
desocupación haya llegado a dos dígitos y que el dólar pase de 10 a 60 pesos.
Esto muestra que hay un núcleo duro antiperonista fuerte y consolidado que es
capaz de tener estómago como para justificar uno de los peores gobiernos de la
historia democrática basándose en el “pero ahora el INDEC dice la verdad”.
Del “carajo” del “no se
inunda más” pasamos, en cuestión de días, a mandar al carajo al infalible Durán
Barba, a los bots de las caricias significativas desde Hurlingham, la big data
de Marcos Peña y a la autoayuda zen emprendedorista. Resultó así que primó el
verdadero “Arte de Vivir”, el que expresan quienes tienen que rebuscarse el
mango y que decidieron que había que “cambiar al cambio”. Esto no supone ni una
revolución cultural ni nada que se le parezca. Ni el kirchnerismo ni el
macrismo logaron transformar los valores de la sociedad argentina, o en parte
sí pero esos cambios no fueron capaces de consolidar una hegemonía que pudiera
proyectarse. Porque seamos sensatos: si el macrismo no chocaba la calesita, el
kirchnerismo era historia. Macri tuvo todo: los fierros de los medios, Estados
Unidos, el FMI, los mercados, un clima de época favorable en Latinoamérica, una
oposición desmembrada y sin rumbo, el presupuesto de Ciudad, Provincia y
Nación. Y sin embargo chocó. Acerca de si este desastre era el plan o se trató
de impericia hay que decir que las alternativas no son excluyentes: el plan en
lo económico era favorecer a los que han sido favorecidos pero si con todo a
favor el plan te hacer perder las elecciones imposibles de perder,
evidentemente hubo impericia.
Con un resultado que
parece muy difícil de revertir, el corto plazo deja varios interrogantes. En
primer lugar, y aquí va la última autorreferencia, en el editorial antes citado
indiqué que ante un resultado negativo el gobierno quitaría el pie de encima
del dólar para dejarlo escapar el lunes 12 y endilgárselo al panperonismo. Lo
hizo tal cual. Pero también lo hizo a través de uno de los peores discursos de
Macri, aquel en el que se mostró como un patrón de estancia enojado con los
votantes y pidiendo autocrítica a quien le había ganado por 15 puntos. Cuando
quiso arreglarlo, el miércoles, fue peor, porque adujo el error a no haber
dormido. Ese Macri alienado y obcecado fue la mejor representación del gobierno
y de sus principales espadas mediáticas entre las que incluyo a varias
encuestadoras que operaron descaradamente a favor de instalar un clima de
paridad electoral que era falso y que hizo que unos cuantos vivos en la timba
financiera ganaran ingentes cantidades de dinero entre el viernes y el lunes.
El mismo gobierno que
junto a sus usinas propagó, detrás de un paraguas de presunto republicanismo,
que el adversario político al que se enfrentaba no entraba dentro del juego democrático
en tanto se lo podía identificar como autoritario, insano, populista y
cleptómano. Todo en nombre de la unidad de los argentinos, claro. Entonces la
primera duda es si este gobierno profundizará esta línea y buscará el incendio
que deje la tierra arrasada como si no alcanzara con las limitaciones y la
herencia que ya estaba dejando antes del domingo.
La segunda es cómo
transitará el Frente de Todos las próximas semanas. Con no cometer errores
estrepitosos alcanza y sobra incluso para obtener un triunfo por mayor
diferencia. También ha sido interesante la apertura hacia dirigentes que hoy no
forman parte del espacio ya que también hay que ir construyendo la fuerza
propia de lo que sería un nuevo gobierno que tendrá enormes dificultades. Desde
lo económico, cuesta pensar cuánto tiempo podría llevarle a Alberto Fernández
enderezar un país en donde no hay espacio para más ajuste y tenés que inyectar
dinero en el bolsillo de la gente pero al mismo tiempo tenés que bajar la
inflación y te vas a quedar sin dólares porque el actual gobierno acabará
dilapidando la cifra récord que le prestó el FMI. Todo esto en un contexto en
el que el cheque en blanco durará poco. Asimismo, ordenar el frente interno
será el principal desafío porque el Frente de Todos no está amalgamado sino que
opera como compartimentos estancos más allá de que los triunfos acomodan los
melones (temporalmente). Peor aún lo tendrá el espacio liberal y de derecha que
devendría opositor. Con Macri fuera de escena, los votos de ese espacio, que
nunca fueron de Macri sino del antiperonismo, buscarán alguna nueva referencia.
¿Acaso Rodríguez Larreta como el único que probablemente pueda resistir en su
territorio? ¿Acaso Vidal quien, probablemente desde afuera, no esté sometida al
desgaste de la gestión? Es muy pronto para ello y depende de infinitas
variables.
La tercera duda es
Argentina en relación a Latinoamérica. Frente a los que auguraban una larga
década liberal/conservadora después del triunfo de Bolsonaro, el resultado de
México y el posible regreso del peronismo en Argentina vuelve a equilibrar las
fuerzas. ¿Seguirán yendo a la carga las fuerzas liberales y conservadoras
llamando chavismo a todo lo que no sea liberal o conservador? Probablemente sí
porque la ideología y los intereses han sido siempre más fuertes incluso que
los algoritmos que filtran la información.
Mientras el dólar a 60
nos recuerda que los mercados votaron a Macri el viernes, no viene mal tener en
cuenta que la mayoría de la ciudadanía, el domingo, decidió votar el cambio
que, en este caso, es cambiar a Macri.
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