domingo, 18 de agosto de 2019

Cuando el cambio es cambiar a Macri (editorial del 15/8/19 en No estoy solo)


Se venía quebrando y se quebró. ¿Cuándo comenzó la fractura? Diciembre de 2017, a meses de un triunfo que consolidaba al gobierno y hacía prever macrismo por bastante tiempo. En aquellas elecciones de medio término, el kirchnerismo se había vuelto a equivocar “sacrificando la dama” y negándose a participar de unas PASO con Randazzo. ¿Qué pasó en diciembre de 2017? Modificaron la fórmula para calcular los aumentos a jubilados y eso derivó en una gran conflictividad social en las calles. Allí se empezó a quebrar el macrismo. Pocos se dieron cuenta. Es entendible: el entorno, los medios, todos decían que iban bien, que era por ahí. Sin embargo, ¿aquel comienzo hacía aventurar necesariamente este aparente final en 2019? No. De hecho, el armado electoral del panperonismo ha sido milagroso aunque el milagro tiene una hacedora: la decisión de CFK de correrse del centro de la escena. En lo personal, venía comentando en mis editoriales que ésa era una salida posible para que la oposición deje de construir una minoría intensa y vuelva a competir para ser mayoría pero había dos interrogantes: cómo hacer para garantizar el traspaso de los votos de CFK a quien fuera el ungido y quién sería el ungido. Allí la estrategia fue toda de ella y lo resolvió de forma inesperada: Alberto con ella detrás. Jaque mate (o casi). ¿Por qué? Porque como dijimos aquí también, Alberto no traía votos directamente pero sí de manera indirecta ya que su llegada al Frente de Todos implosionaría Alternativa Federal y renovaría el diálogo con los gobernadores y con el espacio de Sergio Massa. El resultado fue mayor al esperado pero bastaba con un mínimo análisis comparativo para prever al menos algo parecido.
De hecho, en el editorial del 2 de agosto, les decía que la estrategia de polarización del gobierno frente a un peronismo unido podía llevar al triunfo de la oposición porque estas PASO había que compararlas con el 37% que había votado a Scioli en primera vuelta de 2015, sumado al 21% que había obtenido Massa en esa elección. Estos porcentajes no se iban a sumar automáticamente pero le daban al panperonismo un número que no podía ser menor de 42 o 43%. A su vez, el 34% que Macri había obtenido en aquella elección de 2015 necesariamente debía mermar por el desgaste de la gestión y porque le habían aparecido expresiones minoritarias, por derecha, que le iban a quitar algunos puntos, a saber: Espert y Gómez Centurión. Reconozco que la proliferación de encuestas que en promedio daban una ventaja menor a favor de los Fernández me hizo ser cauteloso al momento de publicar la proyección pero un análisis bastante básico arrojaba que la diferencia tenía que estar por encima de 10 puntos. Para el gobierno resultó desastroso pero sinceramente haber obtenido el 32% de los votos es todo un mérito cuando en casi cuatro años lograron que la mitad de los chicos de la Argentina sean pobres, que la inflación esté por encima del 55%, que la deuda se acerque al 100% del PBI con fuga escandalosa de capitales incluida, que la desocupación haya llegado a dos dígitos y que el dólar pase de 10 a 60 pesos. Esto muestra que hay un núcleo duro antiperonista fuerte y consolidado que es capaz de tener estómago como para justificar uno de los peores gobiernos de la historia democrática basándose en el “pero ahora el INDEC dice la verdad”.   
Del “carajo” del “no se inunda más” pasamos, en cuestión de días, a mandar al carajo al infalible Durán Barba, a los bots de las caricias significativas desde Hurlingham, la big data de Marcos Peña y a la autoayuda zen emprendedorista. Resultó así que primó el verdadero “Arte de Vivir”, el que expresan quienes tienen que rebuscarse el mango y que decidieron que había que “cambiar al cambio”. Esto no supone ni una revolución cultural ni nada que se le parezca. Ni el kirchnerismo ni el macrismo logaron transformar los valores de la sociedad argentina, o en parte sí pero esos cambios no fueron capaces de consolidar una hegemonía que pudiera proyectarse. Porque seamos sensatos: si el macrismo no chocaba la calesita, el kirchnerismo era historia. Macri tuvo todo: los fierros de los medios, Estados Unidos, el FMI, los mercados, un clima de época favorable en Latinoamérica, una oposición desmembrada y sin rumbo, el presupuesto de Ciudad, Provincia y Nación. Y sin embargo chocó. Acerca de si este desastre era el plan o se trató de impericia hay que decir que las alternativas no son excluyentes: el plan en lo económico era favorecer a los que han sido favorecidos pero si con todo a favor el plan te hacer perder las elecciones imposibles de perder, evidentemente hubo impericia.    
Con un resultado que parece muy difícil de revertir, el corto plazo deja varios interrogantes. En primer lugar, y aquí va la última autorreferencia, en el editorial antes citado indiqué que ante un resultado negativo el gobierno quitaría el pie de encima del dólar para dejarlo escapar el lunes 12 y endilgárselo al panperonismo. Lo hizo tal cual. Pero también lo hizo a través de uno de los peores discursos de Macri, aquel en el que se mostró como un patrón de estancia enojado con los votantes y pidiendo autocrítica a quien le había ganado por 15 puntos. Cuando quiso arreglarlo, el miércoles, fue peor, porque adujo el error a no haber dormido. Ese Macri alienado y obcecado fue la mejor representación del gobierno y de sus principales espadas mediáticas entre las que incluyo a varias encuestadoras que operaron descaradamente a favor de instalar un clima de paridad electoral que era falso y que hizo que unos cuantos vivos en la timba financiera ganaran ingentes cantidades de dinero entre el viernes y el lunes.
El mismo gobierno que junto a sus usinas propagó, detrás de un paraguas de presunto republicanismo, que el adversario político al que se enfrentaba no entraba dentro del juego democrático en tanto se lo podía identificar como autoritario, insano, populista y cleptómano. Todo en nombre de la unidad de los argentinos, claro. Entonces la primera duda es si este gobierno profundizará esta línea y buscará el incendio que deje la tierra arrasada como si no alcanzara con las limitaciones y la herencia que ya estaba dejando antes del domingo.
La segunda es cómo transitará el Frente de Todos las próximas semanas. Con no cometer errores estrepitosos alcanza y sobra incluso para obtener un triunfo por mayor diferencia. También ha sido interesante la apertura hacia dirigentes que hoy no forman parte del espacio ya que también hay que ir construyendo la fuerza propia de lo que sería un nuevo gobierno que tendrá enormes dificultades. Desde lo económico, cuesta pensar cuánto tiempo podría llevarle a Alberto Fernández enderezar un país en donde no hay espacio para más ajuste y tenés que inyectar dinero en el bolsillo de la gente pero al mismo tiempo tenés que bajar la inflación y te vas a quedar sin dólares porque el actual gobierno acabará dilapidando la cifra récord que le prestó el FMI. Todo esto en un contexto en el que el cheque en blanco durará poco. Asimismo, ordenar el frente interno será el principal desafío porque el Frente de Todos no está amalgamado sino que opera como compartimentos estancos más allá de que los triunfos acomodan los melones (temporalmente). Peor aún lo tendrá el espacio liberal y de derecha que devendría opositor. Con Macri fuera de escena, los votos de ese espacio, que nunca fueron de Macri sino del antiperonismo, buscarán alguna nueva referencia. ¿Acaso Rodríguez Larreta como el único que probablemente pueda resistir en su territorio? ¿Acaso Vidal quien, probablemente desde afuera, no esté sometida al desgaste de la gestión? Es muy pronto para ello y depende de infinitas variables.   
La tercera duda es Argentina en relación a Latinoamérica. Frente a los que auguraban una larga década liberal/conservadora después del triunfo de Bolsonaro, el resultado de México y el posible regreso del peronismo en Argentina vuelve a equilibrar las fuerzas. ¿Seguirán yendo a la carga las fuerzas liberales y conservadoras llamando chavismo a todo lo que no sea liberal o conservador? Probablemente sí porque la ideología y los intereses han sido siempre más fuertes incluso que los algoritmos que filtran la información.  
Mientras el dólar a 60 nos recuerda que los mercados votaron a Macri el viernes, no viene mal tener en cuenta que la mayoría de la ciudadanía, el domingo, decidió votar el cambio que, en este caso, es cambiar a Macri. 



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