Las PASO del 11 de
agosto darán inicio al gran juego. Más allá de las razones nobles que las
motivaron, desde su implementación hasta hoy, las internas abiertas no han
promovido la participación popular ni han abierto los partidos y los frentes a
la ciudadanía. Ha habido excepciones pero en general se instaló que ir a las
PASO contra un adversario interno debilita. Es bastante discutible y
probablemente un error pero las principales fuerzas tienden a evitarlas, al
menos, para los cargos más importantes. En este contexto, se dice que las PASO
son una suerte de gran encuesta aunque en un escenario de polarización hacen
las veces de una primera vuelta de hecho, un termómetro para que empiece a
jugar un cada vez más ansioso voto útil. La consecuencia de ello es el
debilitamiento de las fuerzas más pequeñas. Miedo mata pluralidad.
La oposición trata de
ganar votos hacia el centro. Por centro izquierda tiene todos los votos. Del
centro hacia la derecha tiene también muchos votos, por más que a la intelligentsia progre le duela, pero es
allí donde puede disputar indecisos. De hecho algunos análisis muestran que el
Frente de Todos tratará de interpelar a aquellos sectores de clase media baja
atravesados por el discurso meritocrático que, económicamente, están muchísimo
peor que hace 4 años, pero les ha calado profundo el discurso del
emprendedorismo macrista. Es el empleado de Glovo que se hizo famoso esta
semana por haber sufrido un accidente y haber sido sometido a la humillación
cuando desde la empresa le consultaron por el estado del pedido antes que por
su estado de salud. ¿Por qué es él? Porque consultado posteriormente, este
autónomo de 63 años con moto propia, defendió a la empresa, dijo que la paga de
30000 pesos en bruto por trabajar de lunes a viernes 10 horas por día era muy
buena, aseguró que la responsabilidad es de sus “compañeros” de trabajo que
frecuentemente fingen accidentes para quedarse con el pedido y acabó fustigando
a los gremios y a una militante kirchnerista que había intentado convencerlo de
que la precarización laboral suponía una pérdida de derechos. Es el prototipo del que dice “gobierne quien
gobierne el lunes hay que ir a laburar” y “el que cobra un plan es un vago”.
Max Weber diría que se huele a ética protestante pero eso ya daría para otro
artículo. Está claro que el autónomo que trabaja para Glovo no va a votar a los
Fernández pero si se logra hacer primar la economía por sobre la agenda
oficialista, algo se podrá rescatar de ese sector.
El gobierno, en tanto,
juega a sumar por derecha y por centro. Para la derecha tiene una agenda que va
desde Venezuela hasta el Servicio cívico voluntario; y hacia el centro toda una
retórica institucionalista que en los hechos ha sido falsada pero que se sirve
en bandeja para que el votante antiperonista citadino tenga una excusa y pueda
mirarse en el espejo después de volver a votar a Macri. “Han hecho mierda
todo…pero al menos ahora sabemos la verdad gracias al INDEC”. Para consuelo es,
al menos, curioso.
La gran encuesta echará
por tierra las operaciones que vienen haciendo las encuestadoras. Porque es
probable que Macri haya mejorado gracias a la estabilidad del dólar pero llevan
semanas publicando casi siempre el mismo título: “Una nueva encuesta muestra a
Macri cada vez más cerca de los Fernández”. No sabemos si es Godot, el General
Alais o un ideal asintótico.
Con todo, claro está,
puedo estar equivocado pero cuesta imaginar de dónde podría sacar los votos
Macri para triunfar en las PASO o en la primera vuelta. Distinto sería el caso
del balotaje pero dado que ese escenario resulta bastante distante voy a
posarme en las PASO y en la primera vuelta desde el punto de vista comparativo.
Eso sí, tomemos en cuenta algo en lo que probablemente las encuestas estén en
lo cierto: la polarización de estas elecciones es mayor a la de las elecciones
anteriores. Algunos hablan de que ésta podría hacer que las dos principales
fuerzas sumen el 80% de los votos, bastante más que el 71% que habían sumado
Scioli y Macri en la primera vuelta de 2015. Dicho esto, es inverosímil que la
fórmula de los Fernández obtenga menos del 40% de los votos, por la sencilla
razón que en las PASO 2015 Scioli obtuvo 38% y en la primera vuelta de 2015 un
37% con el UNA de Massa jugando por afuera y obteniendo en ambas elecciones
cerca de 20%. A esto agreguemos los resultados de las elecciones provinciales
que se desarrollaron este año. Por supuesto que los votos que tenía Massa no se
suman en su totalidad a la fórmula que encabeza Alberto Fernández y que sería
un gravísimo error extrapolar los resultados de elecciones cuya lógica es local
a la elección nacional pero volvamos a examinar comparativamente algunos
números en distritos clave. Siguiendo con la idea de que estas PASO funcionarán
como una primera vuelta de hecho, tomaré números de la primera vuelta del año
2015. En Córdoba, Macri obtuvo 53% y Scioli un 19,26%. ¿Les parece que en este
nuevo contexto, Alberto Fernández obtendría tan pocos votos? Seguro que va a
perder pero ¿con menos de 20%? En Santa Fe el peronismo obtuvo algo menos del
32% en 2015 y el PRO 35%. Tras el triunfo de Perotti (con el 40%) y el
resultado del candidato del PRO (19%), ¿ustedes suponen que aquel número se repetirá? ¿Y en provincia de Buenos
Aires? El peronismo juega unido, Massa encabeza la lista de diputados, en la
fórmula está la intendente de La Matanza y Kicillof recibe sin pérdida alguna
los votos de CFK. ¿es posible que ese armado haga una elección tan pobre como
la que hizo en su momento Aníbal Fernández? De hecho existen más posibilidades
de que esa fórmula venza a Vidal mientras los encuestadores se devanan los
sesos para poder identificar si la gobernadora logrará empujar para arriba a
Macri o el presidente hundirá a Vidal hasta hacerle perder su bastión. “¡Maldito
el día en que Macri me impidió desdoblar la elección!” debe pensar la
gobernadora. Con todo, como es difícil calcular el corte de boleta, aceptemos
generosamente que esa elección será voto a voto pero ¿puede, en este escenario,
la fórmula de los Fernández, obtener menos que el 37% que obtuvo Scioli en la
primera vuelta de 2015? Vayamos por último a la ciudad de Buenos Aires, no sin
antes mencionar que en todas las elecciones provinciales el PRO obtuvo menos votos
y que es esperable que esa merma no se recupere. Rodríguez Larreta es favorito
y va a ganar. Obtendrá entre el 45 y el 50% aunque es probable que por muy
poquito no triunfe en primera vuelta. En la primera vuelta de 2015, Scioli
obtuvo 24%, y si bien es difícil comparar porque aquella vez las elecciones
locales fueron desdobladas, uno creería que la ausencia de una tercera fuerza
de peso (como la que en su momento lideró Lousteau) sumado a esta suerte de
experimento paradójico de una lista peronista K que lleva más No K y no
peronistas que K y peronistas, debería orillar el 30%.
Si estas intuiciones,
con cierto apoyo en evidencias, fueran correctas, y si es verdad que la
polarización entre las dos fuerzas alcanza el 80% del electorado, aun con el promedio
que marcan las encuestadoras, esto es, una diferencia para los Fernández de
entre 3 y 6%, alcanzaría para pensar un escenario de 42% a 38% o 43% a 37% que,
al menos desde mi visión, serían escenarios benevolentes para el gobierno. Sumemos
a esto un detalle que puede ser determinante ante diferencias tan mínimas. En
las PASO el voto en blanco cuenta pero en la primera vuelta no. En las PASO
2015 el voto en blanco fue de alrededor del 5%. Si un candidato en las PASO
2019 obtuviese el 43% de los votos y repitiese ese número en la primera vuelta
de octubre, la eliminación de ese 5% de voto en blanco (que bien podría
repetirse en este escenario o incluso aumentar), haría que ese 43% se
transforme en 45,2%, es decir, garantizaría el triunfo aun cuando el adversario
obtuviese 44%. Esta sería hoy la principal preocupación de un gobierno que
supone que en el balotaje capturaría los votos de muchos de los que no votaron
en las PASO, de los que votaron a Espert y de la mayoría de los que votaron a
Lavagna, pero que no tomó en cuenta que el impulso de la polarización podría
llevar a los Fernández a un número cercano al 45%.
Una ventaja de 7 u 8
puntos de parte de los Fernández o un número demasiado cercano a 45% de parte
de la fórmula opositora sería un escenario difícil de revertir para el
oficialismo y auguraría semanas de enorme conmoción. ¿Acaso para muestra
tendríamos la supuesta respuesta de “los mercados” con un gobierno que
quitaría, adrede, el pie de encima del dólar el 12 de agosto? Son
especulaciones. Distinto sería, claro, que lo aquí expuesto estuviese
equivocado y el gobierno haga una elección pareja que le permitiera
“garantizarse” un eventual balotaje. Hay también, en este punto, otro sinfín de
especulaciones. La verdad comenzará a escribirse el próximo domingo 11.
No hay comentarios:
Publicar un comentario