Podría
llenarse una biblioteca entera con análisis y ejemplos de la complicidad de
determinados medios de comunicación con distintos gobiernos, incluso gobiernos
de facto. Intereses en común explican esta vinculación pero más allá de ello, y
sin creer necesariamente que los medios de comunicación tienen la capacidad
para determinar completamente las acciones de sus receptores, lo cierto es que
todo gobierno (democrático o dictatorial) entiende que necesita una “pata comunicacional”.
Desde la Gazeta de Buenos Ayres,
fundada por Mariano Moreno para propagar los ideales revolucionarios, pasando
por la “tribuna de doctrina” de Bartolomé Mitre, el uso que el peronismo le dio
a la radio, el peso que alcanzó la TV a color en plena dictadura, y la
importancia que la comunicación política le da hoy a las redes sociales,
tenemos ejemplos de relaciones entre partidos, movimientos y referentes de
signo político distinto y soportes variados.
Ahora
bien, más allá de esta breve reseña de 200 años de medios de comunicación y a
pesar de los pronósticos agoreros, los diarios siguen teniendo un lugar
preponderante en el armado de agenda y por ello siempre es interesante
examinarlos. ¿Y qué encontramos cuando lo hacemos? Por ahora, un claro
acompañamiento a las políticas de tinte neoliberal que incluyen transferencia
de recursos hacia los sectores más aventajados producto de una devaluación del
60% y una inflación que se ha duplicado, achicamiento del Estado, despidos en
los sectores público y privado, constitución de una Ceocracia y una fuerte
campaña de estigmatización hacia los símbolos de la extendida década
kirchnerista. Los grandes titulares, las columnas de opinión y la decisión de
qué es y qué no es noticiable siguen esta línea pero quisiera centrarme en un
conjunto de notas que, a simple vista, parecen “de color” pero subrepticiamente
brindan un mensaje que es el que me interesaría desentrañar. En la red social
Twitter hay quienes se dedican a llamar la atención hacia este tipo de notas y
las agrupan bajo la etiqueta #MilitandoElAjuste así que en honor a ellos
titularé así esta nota.
Usted
se dará cuenta rápidamente de qué se trata. Tenga en cuenta, por ejemplo, una
nota que se titula “Contra las vacaciones: resistirse al descanso como estilo
de vida” (La Nación, 22/2/16) y donde
en el interior de la misma aparece un testimonio que afirma: “Alguien tiene que
decirlo con voz clara de una vez: las vacaciones están sobreestimadas. Son un
automartirio anual”. En este mismo sentido, preste atención a estos títulos:
“Se puede despedir y terminar a la vez con la pobreza” (Clarín, 21/2/16); “Para Ferreres es mejor ganar un poco menos pero
estar ocupado” (Fortuna, 7/2/16); “Diez
años en la misma empresa puede ser un fracaso personal” (Clarín, 19/1/16); “La decisión más difícil: a la hora de despedir,
se trata de un ser humano” (La Nación,
15/2/16). Esta última nota afirma en su “bajada”: “Tanto en la empresa como en
el sector público, la desvinculación debe ser llevada adelante con cuidado
extremo”.
Resulta
demasiado evidente que notas como éstas buscan instalar en la opinión pública
un clima favorable a la política de despidos y a la exigencia de
flexibilización y pauperización del trabajo que disminuya los costos laborales
tal como exigen sectores empresariales. Las vacaciones aparecen así como una “imposición
cultural”, si permanece estable en un trabajo usted es un fracasado y si lo
despiden es para terminar con la pobreza. Además, lo invitan a conformarse con
ganar menos y le piden que esté tranquilo pues cuando lo echen lo van a tratar
(casi) como un ser humano.
Por
si esto no alcanzara, preste atención a este editorial de Jorge Oviedo en La Nación, el 15/2/16. Le transcribo el
párrafo entero pero haga especial énfasis en el pasaje que sigue a la frase
“comienzan a ser obligados”: “¿Cuántos
episodios inflacionarios harán falta en la Argentina para que se aprenda que el
fenómeno es puramente monetario? ¿Que se trata de oferta y demanda? ¿Que las
cosas se desmadran cuando los operadores, que no son otros que los ciudadanos,
los jubilados, los trabajadores, los obreros, comienzan a ser obligados a tener
más pesos que la cantidad con la que se sienten cómodos, y entonces los cambian
a toda velocidad por otras cosas, bienes, servicios, monedas, sabiendo que
pronto esos pesos valdrán menos?”
¡Qué particular enfoque! ¿Lo notó? Para el autor,
los que menos tienen se incomodan (SIC) cuando tienen muchos pesos en el
bolsillo algo que por alguna razón insondable no sucede con los que más tienen,
no sabemos si porque les corresponde por naturaleza tener más o simplemente
porque acceden a pantalones con bolsillos más anchos. (Asimismo, no hace falta
decirlo, debe haber sido algún gobierno populista el que, a contramano de las
leyes naturales de la economía (según la tradición monetarista, claro), obligó
(SIC) a los pobres a tener más dinero en el bolsillo).
Pero
déjeme avanzar en otro conjunto de notas cuyo mensaje es algo más sutil: “El
turismo virtual no para de sumar millas” (La
Nación, 17/1/16); “¿Compartimos el wi-fi?” (La Nación, 13/2/16); “Vivir en 30 metros cuadrados: una tendencia
que crece entre los porteños” (Clarín,
23/12/15); “Marucha, un corte alternativo y económico para el asado” (La Nación, 25/2/16); “Volver al
ventilador: el mejor aliado para combatir el calor y la crisis energética” (Clarín, 31/12/15); “Comprar alimentos
más baratos y menos ropa, las formas de ahorro más elegidas” (Clarín, 24/2/16).
Aquí
no aparecen los despidos sino “La crisis”. La crisis sobrevino, no es de nadie.
Se produjo, sin responsables. El año pasado no había devaluación ni inflación
del 40% ni despidos y ahora sí, sin embargo, ninguna de esas notas dice por qué
la gente elige “viajar” a través de su computadora y no en persona; por qué vive
en 30 metros cuadrados e intenta disminuir costos compartiendo el wi-fi con un
vecino y pagando a medias; por qué prefiere el corte marucha y las segundas
marcas, y por qué ha dejado de comprarse ropa y de usar el aire acondicionado.
El lenguaje sin responsables es caro al liberalismo económico, aquel que cree
que las leyes de la economía son naturales. Desde esta perspectiva, los
economistas (liberales) tienen la misma precisión que la de un científico
natural. Así, de la misma manera que nadie es responsable de la ley de gravedad
parece que nadie es responsable de las decisiones económicas que empobrecen a
muchos y enriquecen a pocos. Sin embargo, este tipo de mensajes no hacen
desaparecer la responsabilidad sino que la transfieren. Sí, efectivamente, en
un lenguaje canchero, tuteando y con algunos términos prestados del inglés, de
repente te dicen que vos podés estar mejor en la crisis. Si no lo estás es tu
entera responsabilidad. No debés quejarte ni rebelarte contra las decisiones de
política económica que se enmascaran detrás de las leyes del mercado. Debés
acomodarte a los nuevos tiempos. Viví hacinado que es una “tendencia” y usá el
ventilador que no es un tarifazo lo que te están clavando sino, simplemente,
una crisis energética que, entre todos y solidariamente, vamos a superar. Si no
podés sobreponerte a este momento que simplemente “acaeció” es porque te falta
ingenio o esfuerzo. Al fin de cuentas, bien podrías comerte una marucha,
compartir el wi-fi, viajar por todo el mundo virtualmente y usar la ropa que te
compraste el año pasado. ¿No?
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