miércoles, 30 de septiembre de 2020

Sin la moderación se no puede (pero con la moderación sola no alcanza) [editorial del 30/9/20 en No estoy solo]

 

Quedó claro que la estrategia electoral del actual oficialismo fue exitosa: con Cristina sola no alcanzaba y sin Cristina no se podía. Entonces se fue a buscar a quien acercara entre 10 y 15 puntos de los sectores moderados y se ganó. Ahora bien, la pregunta que tras casi 10 meses de nueva administración aparece es: ¿la moderación que sirvió electoralmente es igualmente útil para gobernar?

Digamos que ese perfil abierto a consensos amplios y en un tono no confrontativo fue celebrado por la mayoría de la sociedad al menos en los primeros meses de la pandemia. “La foto” de Alberto, Rodríguez Larreta y Kicillof tratando de gestionar una crisis sanitaria y humana con pocos precedentes se entendió como un gesto de la clase política ante un desafío tan grande que merecía poner entre paréntesis cualquier disputa. A favor de la moderación podría señalarse también el mantener unido un Frente que en muchos casos agrupó dirigentes cuyo común denominador no era mucho más que el terror ante lo que había en frente. Porque no debe ser fácil surfear entre cristinistas, massistas, intendentes, gobernadores, movimientos sociales, etc. cuando no hay un “albertismo” y tu rol parece ser el de administrador de la disputa entre facciones que no se reproducen sino que se están peleando aunque todavía lo hagan en relativo silencio.

Sin embargo esa moderación empezó a “hacer ruido” adentro entre militantes pero también entre dirigentes que consideran que “Horacio” no es un amigo y que con Magnetto no te podés sentar en la mesa con una sonrisa. Si bien en general impera la responsabilidad partidaria y la idea de que no es el momento para críticas fuertes, es una realidad que muchos observan de reojo esos gestos más allá de que algunos se ilusionan con que se trate de una estrategia o, simplemente, el cumplimiento de la función por la que Alberto fue ungido.

Y los “peros” se agudizan cuando se ven los resultados porque la moderación que puede haber servido para dar cuenta de situaciones como las antes descriptas, no ha funcionado para avanzar en cambios estructurales. Tal como lo hemos repetido aquí varias veces, hasta el día de la fecha y a diferencia de los gobiernos anteriores, independientemente del color político y de la valoración de lo realizado, lo cierto es que el actual gobierno no avanzó en una medida que suponga una transformación de lo que había. No pudo con Vicentín; la suspensión de la ley de movilidad jubilatoria perjudicó a jubilaciones desde 20000 pesos y no generó beneficios sustanciales para los de la mínima; las 60 medidas económicas que estaban por llegar todavía no llegaron; la reforma de la justicia, dicho por la propia vicepresidenta, no es la reforma radical que habría que hacer, y la ayuda brindada a los sectores más afectados por la pandemia ha sido importante pero no se destaca entre las más generosas si lo medimos en porcentaje de PBI con otros países. ¿Quiere decir que el gobierno no ha hecho nada? Claramente no es eso lo que intento decir pero en lo que hago énfasis es en que lo que se ha hecho es administrar la escasez con un sentido más o menos redistributivo pero no mucho más que eso.

¿No se avanza porque no da la correlación de fuerzas, por negligencia o por la convicción de que éste es el camino correcto? Dejo la pregunta abierta pero lo cierto es que habiendo ganado en primera vuelta y con un congreso en el que hay números para imponer condiciones, ni siquiera se pudo lograr al día de hoy el aporte excepcional para las 12000 grandes fortunas. Es muy poco para un gobierno que ganó en primera vuelta con el 48% de los votos y que fue votado por sectores moderados pero que fue votado para que cambie lo que había sin moderación alguna. Parece paradójico pero casi la mitad de los argentinos no eligieron al gobierno para que realice una serie de arreglos cosméticos: votaron para transformar radicalmente el escenario que había dejado el macrismo. Si esos sectores no alzan la voz hoy en día no es por estar de acuerdo con el camino seguido sino por tener la virtud de la paciencia o por cálculo político en el mejor de los sentidos, máxime cuando observa que la alternativa es atemorizante.

Y si hablamos de lo que hay del otro lado, podría decirse que la moderación del oficialismo no funcionó como espejo pues al menos hasta ahora vemos que Juntos por el Cambio pero, sobre todo, las usinas culturales desde las cuales se construye la oposición en la que luego, circunstancialmente, se encastran determinados nombres propios, ha optado por una agenda radicalizada. En este punto recuerdo aquellas declaraciones de Dady Brieva hace unos meses cuando indicó que si cualquier acción del gobierno iba a ser valorada como “camino a Venezuela”, una opción podía ser avanzar efectivamente “hacia Venezuela”. Ni Brieva ni quien escribe estas líneas promoveríamos ir hacia el modelo venezolano pero lo que el humorista estaba exponiendo era que el gobierno no debía aceptar ese “chantaje” porque la consecuencia sería una administración estática. Es que para la oposición el problema es el signo político del gobierno y no las acciones que realiza. Se ve en las marchas y ya lo hemos dicho. No se protesta por tal o cual medida. Se protesta porque se perdió la elección. De ahí que todo sea “Venezuela”.

Para concluir, el gobierno tiene entonces un desafío enorme. La moderación no le está sirviendo para avanzar en la línea de lo que sus votantes esperan de él porque del otro lado no hay predisposición para el consenso. Lo que sí avanza es el descontento entre los opositores pero también entre los propios que no están buscando chavismo pero sí están esperando un proyecto de desarrollo, una propuesta consistente que tenga claro que no se puede hablar de “inclusión” si tenés 60% de los chicos pobres, paritarias que no vuelvan a perder poder adquisitivo y, por qué no decirlo, mejoras para una clase media que también ha votado fuertemente a este gobierno y que, sin embargo, se sigue viendo perjudicada. Sin dudas hay sectores ultra dentro del gobierno que creen que hay que hacer la reforma agraria pero muchos otros apenas se contentarían con que se revise “ganancias” y los dejen comprar 200 dólares para ir a Brasil, esto es, que el gobierno no toque más a la clase media y decida enfrentar a los sectores que hacen de este país un país cada vez más desigual. No se trata de expropiar ni de realizar la revolución jacobina sino al menos de intentar meterle el dedo en el culo a quien corresponda. Hacer eso implicará una gran reacción de los afectados pero evitar hacerlo no ha redundado en una reacción menos histérica. Y a su vez, continuar con la moderación puede generar que mientras te putean los adversarios también te puteen los propios porque te votaron para otra cosa.

Antes que ir al choque, siempre es mejor avanzar con la mayor cantidad de consensos pero parafraseando la frase citada en un principio, podría decirse que sin la moderación no se puede. Pero con la moderación sola no alcanza.  

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