lunes, 13 de febrero de 2023

El Frente de Todos Débiles (editorial del 11/2/23 en No estoy solo)

 

Finalmente, el presidente llamó a “la mesa política” cuya finalidad sería discutir la estrategia electoral. Se trata de una mesa amplia que incluye diferentes sectores y no solo las tres patas que conforman la coalición de gobierno. 

¿Quién sale fortalecido tras esta decisión? ¿Se le ha doblegado una vez más la voluntad al presidente o se trata de una demostración de que todavía conserva algo de poder? Hay distintas interpretaciones posibles, pero a primera vista, esa mesa parece exponer que Alberto Fernández está en su momento de mayor debilidad. Sin embargo, eso no significa que sus adversarios internos se hayan visto fortalecidos.

Como decíamos la semana pasada, si hay Alberto no hay PASO por más que el propio Alberto diga lo contrario. Es que ningún oficialismo fuerte admitiría que se ponga en cuestión el liderazgo del presidente en unas internas. Diferente sería el caso de que Alberto diera un paso al costado. Ahí sí: todos juegan y todos con legitimidad. ¿Capitanich, Massa y Scioli? ¿Alguno más? ¿Wado de Pedro? ¿Alguno menos?

Si Alberto no se baja, las únicas PASO sensatas serían unas en las que se invita a uno o dos contrincantes fácilmente derrotables para que sean vencidos por paliza y darle volumen al eventual triunfo del presidente (tal como hicieron Sanz y Carrió para legitimar a Macri en 2015). Cualquier otro escenario de PASO con participación presidencial podría ser una catástrofe.

Independientemente de lo que suceda, lo cierto es que si el presidente no puede imponer su candidatura y llama a unas PASO es porque es un presidente débil. Si faltaran pruebas de esa debilidad, se hizo viral la entrevista que el primer mandatario le diera a María O´Donnell en la que indica que no tiene diálogo con su ministro del interior y que gobierna “con los que puede”. Cómo hemos naturalizado que exista una coalición de gobierno con ministros que no obedecen ni tienen comunicación con el presidente, no deja de asombrar. Pero en todo caso, esta situación hecha pública por el propio Alberto reafirma la condición de extrema debilidad de un presidente que ni siquiera puede echar a un ministro que no le responde. A su vez, para no caer solo en la figura de Alberto, también cabe preguntarse cómo puede ser que un ministro sin diálogo con el presidente no haya presentado su renuncia aún. Lo más dramático es que esta dinámica se ha reproducido desde el primer día de gobierno en prácticamente todos los ministerios. Una gestión deficitaria como consecuencia de una concepción del poder en la que todos van a tener su cargo, pero sin poder sacar demasiado provecho del mismo. Un verdadero Frente de Todos Trabados; todos con los pies en el plato para transformarse en un ejército de hortelanos.

En este escenario se dejó trascender que, en una reunión privada amplia, Sergio Massa le pidió al presidente que defina si va a ser candidato. Seguramente ese pedido nunca sucedió, pero el mensaje que se quiere dar parece claro: Massa no va a competir con el presidente en unas PASO. Y es sensato que así sea.

Asimismo, también es sensato que el presidente no se apure a decir públicamente que se baja de la candidatura pues se diluiría aún más esa pequeña cuota de poder que le ha quedado. Pero los tiempos se acortan y si el presidente cree que la única manera de sostener el poder es presentarse a unas PASO contra adversarios fuertes que pudieran vencerlo, habrá que ajustarse los cinturones porque lo que viene es para preocuparse.

Mientras Massa espera y, suponemos, busca ser el candidato de consenso ante una eventual salida de Alberto, la pregunta es cómo ha quedado el kirchnerismo en este escenario. Dicho en otras palabras, ¿el hecho de ser convocado a una mesa política donde se tomarían las decisiones electorales lo fortalece o lo debilita? A priori podría decirse que lo fortalece ya que mostraría cómo Alberto tuvo que ceder y aceptar que no puede dejar afuera al kirchnerismo del armado electoral. Sin embargo, por otro lado, muestra una debilidad en el kirchnerismo, especialmente si lo comparamos con el 2019. Con esto hago referencia a que en aquel momento no hizo falta ninguna mesa ni una convocatoria a sectores amplios, etc. Allí bastó que CFK dijera “he aquí el candidato al que tienen que votar” para que haya un nuevo presidente. ¿Tiene hoy CFK el poder para ungir un candidato de esa manera? La respuesta claramente es “no” y aun cuando supongamos que un candidato k ganaría una interna, el hecho de que el kirchnerismo tenga que sentarse a esa mesa, muestra a un kirchnerismo muy débil incapaz de imponerle un candidato a un presidente igualmente débil.

Es más, de la misma manera que la candidatura de Alberto Fernández pudo leerse como la aceptación, por parte del kirchnerismo, de que ya no tenía los votos para ganar una elección, el hecho de que el escenario más competitivo para CFK y sus seguidores sea un acuerdo en torno a un candidato como Massa muestra una suerte de segunda capitulación, o al menos un lento pero marcado proceso de continuas resignaciones para sostenerse en el poder a modo de garante moral de las buenas intenciones de sus ungidos. “Voten a los Alberto y a los Massa que nosotros los controlamos desde adentro” pareciera ser el mensaje a los votantes a los que se invita a comprender el nuevo equilibrio de fuerzas mientras se le tira de carnada alguna bandera que se pueda levantar contra “el lado Magnetto de la vida”.

Para concluir, entonces, la debilidad de Alberto, cada vez más pronunciada, no ha redundado en un fortalecimiento del kirchnerismo. En todo caso, le abre la puerta a Massa pero no a una candidatura comandada por un K. Una mala gestión estructurada de modo tal que todos los actores puedan trabar a sus adversarios en la interna, sumado al condicionamiento del gobierno anterior y los imponderables de la pandemia y la guerra, hacen que transitando el último año de mandato la incertidumbre sea total. Si la elección no está definida es, en todo caso, porque la oposición no ofrece alternativas superadoras ni ha mostrado una capacidad de gestión superior. Un Frente de Todos que bien podría rebautizarse Frente de Todos Débiles, llega a la elección con un presidente del que no sabe si será candidato y que fue más efectivo en debilitar al resto de la coalición gobernante que en acumular poder para sí.

Si la potente persecución macrista debilitó al kirchnerismo pero no pudo con la sólida minoría K intensa, lo cierto es que la administración de Alberto está arrastrando al kirchnerismo hacia su licuación, máxime con una CFK corrida a un costado. Puede que el albertismo, entonces, no sea una fuerza propia sino el debilitamiento de todas las demás.      

 

 

 

 

 

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