Mal que les pese a
muchos, especialmente dentro de las perspectivas del análisis del campo
popular, existe una extensa cantidad de bibliografía que demuestra que los
medios no determinan completamente aquello que pensamos. Sería más cómodo que
esa bibliografía no existiera, que esos estudios jamás se hubieran hecho y que
las derrotas culturales y electorales se expliquen simplemente porque los
medios controlan la cabeza de la gente como se creía ingenuamente en 1938
cuando Orson Welles adaptaba La guerra de
los mundos de Herbert Wells al formato radial y hacía entrar en pánico a
buena parte de sus oyentes. Sin embargo, esas mismas investigaciones muestran
que si bien los medios no son capaces de determinar qué pensamos, sí son
capaces de determinar o tener una influencia decisiva en los temas sobre los
que pensamos y discutimos. Dicho más fácil: los medios son eficaces para
instalar agenda y eso puede ser mucho más importante que la cuestión acerca de
cuáles son las posturas que aparecen en el debate de esa agenda. En este
sentido, resueltas ya las candidaturas y en el contexto de paridad entre las
dos principales fuerzas, la cuestión de la agenda resulta central porque con
buen tino todos los analistas advertimos que si la cuestión económica se
instala como eje central es muy probable que ésa sea la llave del triunfo para
los Fernández. Pero si la agenda se dispersara o tuviera otros ejes, el
beneficiario será el gobierno. Y la maquinaria electoral y cultural del oficialismo
no debe ser subestimada pues, de hecho, es probable que sea en los únicos dos
aspectos donde han sido eficientes.
Es de suponer que el
gobierno lance una campaña “de las pequeñas historias anónimas” a través de
whatsapp. Al estilo de las narraciones que hacía Macri en campaña cuando
siempre aparecía un nombre propio sin apellido, un Cacho, una María, ciudadanos
anónimos harán circular mensajes presuntamente espontáneos contando que le
pusieron una cloaca, que viaja más rápido, que al narco de la esquina lo
llevaron preso, es decir, la agenda y las ficciones que son funcionales al
oficialismo. Será difícil contrarrestar aquello pero seguro que no se logrará con
mensajes y campañas en las que la oposición hable e interpele solo a los propios.
De hecho, la decisión de CFK de hacerse a un costado de la centralidad de la
fórmula y de la campaña, tiene que ver con el reconocimiento de que con los
puros y duros solo se logran minorías intensas pero se renuncia a la
construcción de mayorías. Ese reconocimiento supuso uno de los logros más
difíciles en los tiempos de algoritmos: dar un paso más allá del microclima.
Y si de lo que hablamos
es de microclima, otro punto importante y muy difícil de vehiculizar para los
Fernández será lograr que la lógica y el perfil de la campaña de la ciudad de
Buenos Aires no se expanda al resto del país. De hecho, la gestión de Rodríguez
Larreta, siendo bastante deficitaria en muchos aspectos, es lo que Cambiemos y
el PRO en particular pueden exhibir como logro, especialmente por algunas obras
de infraestructura y algún que otro detalle estético; y a su vez, es en la
Ciudad de Buenos Aires donde el peronismo y el kirchnerismo no logran hacer pie
de ninguna manera ni acertar pues enhebran un sinfín de errores en lo que a
perfil, política y selección de candidatos, salvo puntuales excepciones,
respecta.
De hecho, el espacio
panperonista de la ciudad parece haber elegido como eje la cuestión del aborto
a sabiendas que en las grandes ciudades y especialmente en Capital hay una
mayoría a favor de la despenalización y/o legalización. Sin embargo, eso
intentará ser neutralizado por la decisión de postular a Martín Lousteau quien,
junto a su esposa, ha tomado una posición clara y militante a favor del pañuelo
verde. Por otra parte, este eje va a contramano de algunas declaraciones de la
propia CFK quien más allá de haber cambiado su opinión respecto a legalización,
dejó bien en claro que el espacio opositor debía incluir “pañuelos verdes y
pañuelos celestes”, especialmente porque en el resto del país la presencia de
los que postulan “la defensa de las dos vidas” es potente. Es probable, en este
sentido, que CFK entienda que poner como eje de la campaña la discusión “entre
pañuelos” lo único que hará es fragmentar a la oposición pues tradicionalmente,
en general, el electorado peronista, a diferencia del progresista, ha
reivindicado la causa de la igualdad de la mujer pero se ha opuesto a la
despenalización y/o legalización del aborto.
Por último, otro
aspecto de la agenda que será difícil de evitar para la oposición, que
claramente favorece al gobierno y que es parte de una decisión editorial de los
medios oficialistas, es tomar como eje del debate público cualquier cosa que
diga o haga alguien que se diga o sea identificado como K. Si tres jóvenes no
tienen nada más importante que hacer que jugarle una desagradable broma al
presidente para lograr un saludo y luego incomodarlo verbalmente, los medios
oficialistas dirigen el debate hacia el presunto autoritarismo k y cualquier
referente del espacio está obligado a salir en los medios a tomar posición
sobre este hecho. Lo mismo sucede cuando actores, referentes políticos
marginales autodenominados peronistas o intelectuales brindan opiniones
personales sobre temas relevantes y automáticamente son expuestos como
portavoces de CFK, de Alberto Fernández, del Papa, etc. Esto hace que el
candidato a presidente del espacio opositor pase buena parte de las entrevistas
que le hacen aclarando que él no se siente representado por lo que tal o cual
personaje ha dicho. Es decir, expone al candidato a presidente a adoptar una
actitud defensiva, en tiempos donde ser peronista y/o kirchnerista se ha
transformado, de por sí, en una imputación. Es muy difícil orgánicamente poder
“controlar” o al menos homogeneizar un discurso cuando los medios están a la
caza de cualquier bobería pero hay que hacer el esfuerzo mientras se cruzan los
dedos para que el narcisismo de muchos inorgánicos cese y decidan dejarse
llevar por un piadoso silencio, al menos temporalmente.
La lista de elementos a
los que deberá enfrentarse la oposición en la disputa de la agenda es sin duda,
más extenso, y probablemente aparezcan nuevas circunstancias y giros que
implicarán repentización, astucia, imaginación y, sobre todo, eludir los
microclimas con el profesionalismo que merece una campaña de esta magnitud. Son
momentos donde la oposición debe comprender que el voluntarismo, la heroicidad
individual y el perseguir reivindicaciones particulares independientemente del
colectivo y la suerte del país, solo pueden generar victorias pírricas,
chiquititas, que serán el germen de una gran derrota el día de mañana.
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