Cuando hace algunos días se le consultó al ahora ex presidente Néstor Kirchner a qué se iba a dedicar tras 20 años ininterrumpidos de gestión ejecutiva, con la ironía que lo caracteriza ante el periodismo respondió: “me iré a un café literario”. Más allá de la broma, todos saben que Kirchner tendrá un rol central en la gestión de su esposa si bien seguramente mantendrá el perfil bajo en la medida en que las circunstancias no demanden otra visibilidad.
El off the record, esto es, aquel eufemismo por el cual los periodistas políticos chismosean como periodistas de espectáculos y adquieren la impunidad de la fuente indemostrable, afirma que Kirchner se encargará principalmente de “re-organizar” el partido justicialista. Parece razonable que sea así puesto que todos sabemos que el PJ sea lo que fuere hoy en día, para bien o para mal, es el único partido que parece garantizar gobernabilidad. Cristina no podrá gobernar sin una mayoría importante del partido y será su marido quien deba domesticar la tropa.
En este sentido, la búsqueda de consenso con otras fuerzas en esto que se dio en llamar Concertación plural puede resultar importante pero insuficiente a la hora de la gobernabilidad. De hecho, seguramente el candidato opositor al Frente para la victoria en 2011 seguramente provendrá del interior del propio PJ. El propio Macri, aún haciendo una gran administración en la Ciudad sabe que tendrá que ir a buscar al peronismo disidente si quieren llegar con posibilidades ciertas a disputar la presidencia dentro de 4 años.
Me detengo aquí en un punto: hay quienes afirman que la concertación plural no es otra cosa que una transversalidad aggiornada que se nutrió de una nueva terminología para seguir el manual de la sobrevalorada disciplina del marketing político. No me parece que sea este el caso. La transversalidad suponía una comunión ideológica no necesariamente vinculada a actores de poder. Más bien se trataba de construir por fuera de las estructuras del PJ un movimiento de centro izquierda que tuviera un proyecto y la capacidad de llevarlo a cabo. Allí se incluía actores que ocupaban cargos electivos y otros que simplemente acompañaban el proceso. La transversalidad puede ser un poco más o un poco menos abarcativa pero se define por sobre todo por un pensamiento llamemos “progresista” en el sentido vulgar del término. El eje de la concertación plural, en cambio, es la gobernabilidad. El pacto es entre estructuras de poder cuya cara visible son los gobernadores. Antes que la transversalidad, lo que se encuentra emparentado con la idea de Concertación plural es la idea de Pacto Social sobre el cual tanto machacó Cristina. Allí sí se ve a las claras, que se trata de la gobernabilidad: sindicatos, empresarios y Estado sentados en la mesa de negociación para garantizar paz social y equilibrio.
Este viraje de lo ideológico a lo pragmático puede ser visto como una claudicación o una pendiente propia de los tiempos políticos por los que atraviesa el mundo. Quizás sea parte de ambas. Pero es un hecho que la transversalidad como movimiento fracasó y que el 22% de los votos con que Kirchner llegó al poder de un Estado en quiebra exigía una base de sustento en los actores de la política. En ese sentido la habilidad política de Kirchner estuvo en domar el aparato peronista de la provincia de Buenos Aires dejando a la transversalidad circunscripta a las alianzas contra Macri en la Ciudad.
La alianza con el aparato bonaerense de caudillos y punteros, incluyendo personajes altamente execrables resulta, sin duda, pasible de crítica pero cabría preguntarse si existía otra opción y si Cristina está hoy en mejores condiciones para impulsar un cambio que acabe con la lógica prebendaría y mafiosa de muchos íconos de Buenos Aires. Qué hubiera pasado de no haber habido apoyo del aparato bonaerense es un contrafáctico que en tanto tal no tiene respuesta si bien la historia reciente, al menos desde el regreso de la democracia, parece darnos algunas pistas. En todo caso, lo que resta saber es si Kirchner intentará liderar el partido a partir de la simple obediencia que genera quien detenta el poder en un partido cuya característica central es el verticalismo o si por el contrario, aún a riesgo de profundizar las divisiones en el partido, intentará darle ese tinte ideológico que caracterizó a la búsqueda de transversalidad y que puede cooptar a parte del movimiento. De darse esto último, ideología y gobernabilidad pragmática quizás puedan acercarse bastante más.
El off the record, esto es, aquel eufemismo por el cual los periodistas políticos chismosean como periodistas de espectáculos y adquieren la impunidad de la fuente indemostrable, afirma que Kirchner se encargará principalmente de “re-organizar” el partido justicialista. Parece razonable que sea así puesto que todos sabemos que el PJ sea lo que fuere hoy en día, para bien o para mal, es el único partido que parece garantizar gobernabilidad. Cristina no podrá gobernar sin una mayoría importante del partido y será su marido quien deba domesticar la tropa.
En este sentido, la búsqueda de consenso con otras fuerzas en esto que se dio en llamar Concertación plural puede resultar importante pero insuficiente a la hora de la gobernabilidad. De hecho, seguramente el candidato opositor al Frente para la victoria en 2011 seguramente provendrá del interior del propio PJ. El propio Macri, aún haciendo una gran administración en la Ciudad sabe que tendrá que ir a buscar al peronismo disidente si quieren llegar con posibilidades ciertas a disputar la presidencia dentro de 4 años.
Me detengo aquí en un punto: hay quienes afirman que la concertación plural no es otra cosa que una transversalidad aggiornada que se nutrió de una nueva terminología para seguir el manual de la sobrevalorada disciplina del marketing político. No me parece que sea este el caso. La transversalidad suponía una comunión ideológica no necesariamente vinculada a actores de poder. Más bien se trataba de construir por fuera de las estructuras del PJ un movimiento de centro izquierda que tuviera un proyecto y la capacidad de llevarlo a cabo. Allí se incluía actores que ocupaban cargos electivos y otros que simplemente acompañaban el proceso. La transversalidad puede ser un poco más o un poco menos abarcativa pero se define por sobre todo por un pensamiento llamemos “progresista” en el sentido vulgar del término. El eje de la concertación plural, en cambio, es la gobernabilidad. El pacto es entre estructuras de poder cuya cara visible son los gobernadores. Antes que la transversalidad, lo que se encuentra emparentado con la idea de Concertación plural es la idea de Pacto Social sobre el cual tanto machacó Cristina. Allí sí se ve a las claras, que se trata de la gobernabilidad: sindicatos, empresarios y Estado sentados en la mesa de negociación para garantizar paz social y equilibrio.
Este viraje de lo ideológico a lo pragmático puede ser visto como una claudicación o una pendiente propia de los tiempos políticos por los que atraviesa el mundo. Quizás sea parte de ambas. Pero es un hecho que la transversalidad como movimiento fracasó y que el 22% de los votos con que Kirchner llegó al poder de un Estado en quiebra exigía una base de sustento en los actores de la política. En ese sentido la habilidad política de Kirchner estuvo en domar el aparato peronista de la provincia de Buenos Aires dejando a la transversalidad circunscripta a las alianzas contra Macri en la Ciudad.
La alianza con el aparato bonaerense de caudillos y punteros, incluyendo personajes altamente execrables resulta, sin duda, pasible de crítica pero cabría preguntarse si existía otra opción y si Cristina está hoy en mejores condiciones para impulsar un cambio que acabe con la lógica prebendaría y mafiosa de muchos íconos de Buenos Aires. Qué hubiera pasado de no haber habido apoyo del aparato bonaerense es un contrafáctico que en tanto tal no tiene respuesta si bien la historia reciente, al menos desde el regreso de la democracia, parece darnos algunas pistas. En todo caso, lo que resta saber es si Kirchner intentará liderar el partido a partir de la simple obediencia que genera quien detenta el poder en un partido cuya característica central es el verticalismo o si por el contrario, aún a riesgo de profundizar las divisiones en el partido, intentará darle ese tinte ideológico que caracterizó a la búsqueda de transversalidad y que puede cooptar a parte del movimiento. De darse esto último, ideología y gobernabilidad pragmática quizás puedan acercarse bastante más.
1 comentario:
crei leer esta nota en otro lado...pero no comente...asique dejo unas sinteticas palabras....muy buena prosa...
adelante joven..
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