La denuncia periodística que
reveló el caso de aportantes falsos a la campaña de Cambiemos finalmente fue
visibilizada por la prensa hegemónica. Sin embargo, claro está, la recepción de
la noticia indeseada por parte de los medios cuya línea editorial es afín al
oficialismo nunca es aséptica y cuando se trata de casos de corrupción se
resuelve de la manera más obvia, esto es, buscando equipararla con una denuncia
similar contra la oposición. En este sentido, cuando hay una denuncia por
presunta corrupción contra el kirchnerismo la denuncia es contra el
kirchnerismo y también contra la política en general. Sin embargo, cuando la
denuncia es contra Cambiemos, la denuncia se hace contra la política y no
contra Cambiemos. Dicho de otro modo, el giro que hace la prensa oficialista,
cada vez que se salpica al espacio del presidente, es presentarlo como un
problema “de la política” y no de “Cambiemos”. Así, lo corrupto es la política
y nunca Cambiemos o será Cambiemos en la medida en que sus referentes abandonen
la pulcra tecnocracia que exigen los economistas de la ortodoxia neoliberal en
sus stand up diarios, para pasar al bando de “los políticos”. Mientras tanto
solo “conflicto de intereses”; mientras tanto solo “necesidad de modernizar el
financiamiento a los partidos”; mientras tanto el periodismo indignado por el
dinero en negro de la política ocultando el dinero en negro de las empresas
multinacionales en el periodismo y, sobre todo, el dinero negro y blanco de la
política en el periodismo.
No hay ninguna originalidad en
este diagnóstico pero quienes deberían reconocerlo serían las figuras políticas
de la oposición. Porque uno no le puede pedir a los periodistas opositores que
a duras penas se hacen un lugarcito en algún medio o en algún sitio web, que
actúen como políticos opositores. Esta confusión entre referentes mediáticos y
políticos atravesó buena parte del período kirchnerista y fue una confusión en
la que cayeron los referentes políticos y mediáticos de la oposición de aquel
entonces, y los referentes políticos y mediáticos de aquel oficialismo. Lejos
de pretender defender la presunta neutralidad del periodismo frente al interés
partidario del político, lo que quiero indicar es que la oposición al macrismo,
naturalmente, sacará provecho de este escándalo, como sacaría provecho
cualquier oposición, pero se equivocará si cree que va a vencer al actual
gobierno con un discurso de transparencia republicana y poniendo como héroes de
turno a los periodistas que hacen las denuncias que hoy son funcionales a sus
intereses.
En última instancia, exponer los
cada vez más frecuentes escándalos de corrupción protagonizados por este
gobierno, debilita la imagen pública de Macri pero, en el mejor de los casos,
logrará, como consecuencia, un “son todos lo mismo” o un “al final éstos
afanaban como los anteriores”. Porque el discurso de la transparencia no nos
hace mejores sino que hace a los otros tan peores como nosotros. No es una
conquista menor exponer que el adversario juega en el mismo barro que nosotros
pero no es ese el terreno más cómodo para la oposición actual. ¿Acaso se trata
de mostrar que ellos tienen su José López? ¿Y si demostramos que ellos tienen
decenas de José López les vamos a ganar la elección?
Es que la oposición debe ser
transparente y honesta pero no puede hacer del transparentismo y el honestismo
sus dos grandes banderas especialmente por razones estratégicas, esto es,
porque no le va a servir para ganar y porque si le sirviera le estaría
brindando en bandeja a la futura oposición un clima cultural en el que un caso
de corrupción sería capaz de derribar un modelo y una manera de ver el mundo.
Porque frente al que razona con una suerte de moral punitiva que indica que no
le importa cagarse de hambre con tal de que los políticos dejen de robar, no se
lo convence siendo transparente sino cambiándole el eje, explicándole que su
bienestar y el de su comunidad no depende de una mayor o menor opacidad de los
gastos vinculados a la política sino de un proyecto de país con otros valores.
Y si con ello no se lo convence, queridos amigos, a ser pragmáticos y a buscar
a esa porción del electorado que te puede votar. No hay que ser Durán Barba
para darse cuenta de eso…
Correr el eje del denuncismo,
entonces, es la tarea de los referentes políticos de la oposición, o por lo
menos de aquellos que pretenden reivindicar la política. Al periodismo, de un
lado y del otro, dejémosle la denuncia y la indignación no porque éstas
carezcan de efectividad en el esmerilamiento de un gobierno sino porque si
vamos por ahí, quizás, en vez de hacer política estemos haciendo periodismo y,
que yo sepa, con denuncia e indignación podés ganar dinero, fama y hasta
respeto pero gobernar un país… es otra cosa.