En un sistema político
fragmentado, tal como decíamos la semana pasada, los principales actores
políticos ya no pretenden canalizar mayorías sino bloquear adversarios, sea de
adentro, sea de afuera. CFK y Macri bloquean a cualquiera que ose disputar la
conducción del espacio y Milei bloquea, con su tercio en las cámaras, las
intentonas de una oposición reunida. En las últimas horas, si de fragmentos
hablamos, también encontramos la ruptura de los radicales de modo que puede que
allí también aparezca alguna dinámica similar. “Gobernar es bloquear” podría
ser la frase de estos tiempos.
Ahora bien, en las próximas horas
se debería confirmar la existencia de las dos listas para una interna del PJ
Nacional que ha elevado la temperatura a partir de la decisión de CFK y de un
gobernador que se anima a enfrentarla. Ha habido impugnaciones cruzadas de modo
que no sabemos si alguna de ellas avanzará. Ojalá no sea el caso porque, de ser
así, uno de los sectores denunciará proscripción y se oficializará una nueva
fragmentación.
Si las dos listas se mantienen en
pie, ahí entramos a jugar otro partido. Difícilmente pudiera darse que, con CFK
al frente, su lista pierda, pero los números tienen un rol simbólico relevante.
Para decirlo groseramente, si CFK gana 80 a 20 habría hasta buenas razones para
ser conspirativos e imaginar que el único sentido de una lista alternativa fue
la de robustecer a CFK. Pero si el resultado a favor de CFK es 55 a 45 o 60 a
40 la situación es otra. Sin hablar de un triunfo pírrico sería al menos un
triunfo que confirmaría una debilidad, un desgaste.
Distinto es si se hace un enfoque
desde afuera. Allí es difícil ver algo distinto que una CFK cada vez más encerrada
en un círculo de obsecuentes que se benefician con su figura y que contrastan
con la adoración genuina que una parte de la población posee todavía por la
expresidente. Es un movimiento extraño el del kirchnerismo: cada vez que
intenta ampliarse, se infla como un globo y explota para volver a un reducto
que es cada vez más pequeño. No se sabe si el problema es la capacidad del
globo o el hecho de que, desde adentro, muchos kirchneristas lo pinchen con sus
agujas. Ampliación, retracción, ampliación, retracción.
Un ejemplo de esto podría ser el
hecho de que, contrariamente a cierto imaginario, el kirchnerismo es una
máquina de perder elecciones, salvo cuando juega CFK. Gana 2007, 2011 y 2019
con ella en la fórmula, pero pierde 2009, 2013, 2015, 2017, 2021 y 2023. De las
últimas seis ganó una y a nivel nacional y provincial, además, pierde, en
algunos casos, elecciones imposibles de perder frente a candidatos que hoy
nadie recuerda. Todo se puede revertir pero allí hay un problema. No verlo es
una miopía. Y por favor, no me digan que el problema es que la sociedad
argentina se derechizó o que los empresarios argentinos son malos, a diferencia
de los empresarios del resto del mundo que son buenos.
La actitud sectaria del
kirchnerismo, en todos estos años, ha dejado afuera a un sinfín de dirigentes,
muchos de ellos deleznables y otros valiosos cuyas diferencias eran menos
ideológicas que de formas. Ni siquiera hacía falta realizar investigaciones
profundas. Ya apenas comenzado el segundo mandato de CFK, un diálogo con
segundas y terceras líneas de dirigentes y militantes peronistas por fuera de
AMBA advertía su incomodidad ante el hecho de que el kirchnerismo, casi siempre
a través de la Cámpora, “bajaba” a los territorios con dinero de Nación,
domiciliaba algún dirigente en la provincia y/o el municipio correspondiente, y
al tiempo, cumplidos los requisitos formales, desplazaba a los compañeros de
base que estaban trabajando allí durante años. Este atropello de la vanguardia
esclarecida porteñocéntrica generó la bronca de todo aquel que no fuera Cámpora
y se mantuvo contenida en la medida en que CFK ganara… pero al primer gesto de
debilidad se lo iban a facturar. Y tienen razón en hacerlo porque no puede ser
que a todo el resto le toque defender la extorsión culposa de abrazar primero
la patria y el movimiento, mientras que los hombres (sus nombres en las listas
y su titularidad en las grandes cajas) los ponga La Cámpora.
Asimismo, seamos justos, de los
dirigentes que fueron quedando en el camino, solo algunos pudieron construir
algo más allá de que, en general, funcionaban como imán de todos aquellos
peronistas enojados con CFK. Aun con gente valiosa, muchas veces esos espacios
se parecían a un tren fantasma. Eso hay que reconocerlo. Y este parece el gran
desafío de Quintela: cómo crear un espacio dentro del peronismo que no sea un
simple rejunte de los enojados particulares que, por buenas o malas razones, se
quedaron afuera de la endogámica birome K.
Pero ahora aparece una novedad:
el conflicto entre CFK y Kicillof. Es distinto porque Kicillof no es Scioli, ni
Randazzo, ni Alberto, ni Massa, etc. Es decir, no es alguien que plantea un
tipo de autonomía desde diferencias ideológicas o procedencias diversas.
Kicillof es “hijo” del kirchnerismo y no hay manera de llamarlo “traidor”,
“magnettista” o cosas por el estilo. Por eso es tan desafiante la escena. Las
otras rupturas se podían justificar desde lo ideológico, como parte de un
proceso de purificación hasta alcanzar una identidad K. Pero Kicillof es K.
Quitarlo no depura nada. De aquí que exponga groseramente que la disputa es
personal, es por ego, por cajas, por nombres. Y en eso, seamos sinceros, no
parece haber sido el gobernador el gran agitador. En este sentido suenan
exageradas las referencias bíblicas de CFK hablando de Judas, Poncio Pilatos,
etc.
Digámoslo claro: es muy probable
que el kirchnerismo no pueda crear un candidato competitivo de su riñón, tal
como le viene sucediendo desde 2015 porque CFK lo bloquea y porque ninguno de
los que la sigue le da la altura para serlo. Entonces debe recurrir a un
tercero que, en este caso, sería Kicillof que es propio, pero generó márgenes
de autonomía y decisión. ¿Cuál es el plan, entonces? El mismo que con Alberto:
vos al frente. Nosotros al control moral, político e ideológico, y a las cajas.
Alberto lo aceptó porque era un dirigente sin ningún tipo de aspiración al que
le llegó un regalo del cielo que con su incapacidad y soberbia supo
desaprovechar. Pero Kicillof puede pararse desde otro lugar tras haber ganado
solito dos elecciones en la Provincia de Buenos Aires. ¿Por qué debería aceptar
que la birome se la maneje La Cámpora o CFK, expertos en elegir candidatos que
han dado más de un dolor de cabeza?
La disputa es tan obscena que,
contra el propio Kicillof, habría que decir que esa declaración casi infantil
de “las canciones nuevas” no se ha verificado en ninguna acción concreta. ¿Cómo
son esas canciones? ¿Es solo tener la birome y elegir a los propios? Eso sería
una misma canción con un cambio en los ejecutantes. ¿Cuál es la canción nueva,
entonces? ¿Cuál es la crítica al kirchnerismo que un kirchnerista como Kicillof
quiere hacer y no hace?
La pregunta es importante porque
a la gente le importa tres carajos quién maneja la birome y el kirchnerismo
perdió elecciones porque, de alguna manera, la gente entendió que hubo errores
y que algunas de esas políticas tenían que cambiar. No fueron solo “los
medios”. No nos engañemos. A tal punto habrán calado hondo esos errores que
tras casi un año del ajuste más grande de la historia, hay una mitad de la
población que apoya a Milei. Y como diría Iorio, “Milei (también) existe por
ustedes”.
En el kirchnerismo, y esto
incluye a Kicillof, nadie plantea un programa antiinflacionario, solo se
critica al vigente, el cual, nobleza obliga y más allá de los costos, está
siendo exitoso; se defiende infantilmente el déficit fiscal solo para
enfrentarse al dogmatismo liberal; nadie se hace cargo del desastre con los
subsidios a la energía y los transportes que algún gobierno iba a tener que
pagar; tampoco hay una revisión de un crecimiento del Estado que no siempre
estuvo vinculado a la necesidad y menos aún a la búsqueda de la eficiencia.
Además, con políticas sobreideologizadas en favor de presuntas minorías que
quebraron al electorado y lograron el repudio de sectores que tradicionalmente
los votaron; las mismas políticas sobreideologizadas que continúan marcando una
total falta de respuesta a la problemática de la inseguridad. Nadie habla de
eso. Solo se dice que en frente está el fascismo.
La lista podría continuar hasta
el infinito incluyendo la necesidad de revisar la ley laboral, la ausencia de
autocrítica frente a una ley de alquileres que destrozó el mercado y ha llevado
a la desregulación total como única salida, la problemática docente cuyo
deterioro se da a todo nivel y que se venía dando aún con recursos más
generosos.
Si después del armado de las
listas, con los mismos de siempre, queda algo de tinta en la birome, esta
podría utilizarse para establecer nuevas ideas que den respuesta a los
problemas de los Argentinos sin los versos ni los dogmatismos a los que estamos
acostumbrados. Porque los problemas siguen estando. Si no los responde la
actual oposición de manera original, los seguirá respondiendo el oficialismo.
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