A días de las PASO, y salvo que suceda algún hecho conmocionante capaz de alterar el orden de cosas, puede decirse que hay alguna que otra certeza, demasiadas especulaciones y varios enigmas.
Si reunimos esas poquitas
certezas desperdigadas con algunas especulaciones sensatas, podría decirse, en
primer lugar, que entre los resultados ya confirmados gracias al desdoblamiento
de las elecciones y los resultados que se esperan, la oposición gobernará más
distritos que los que tuvo en 2015 cuando Macri se alzó con el triunfo. En
aquel momento, con sus aliados, JxC tenía 5 si a CABA, Buenos Aires, Mendoza y
Jujuy le agregamos Corrientes. En 2023, la elección en Buenos Aires no será
fácil, pero debemos sumar, a la lista de provincias opositoras, a Chubut, San
Juan, San Luis y, casi seguro, Santa Fe. Si a esto agregamos que JxC tiene
serias chances en Chaco y Entre Ríos, se está ante la posibilidad de que la
oposición al peronismo gobierne casi la mitad de los distritos. Habría que
remontarse, más que al 99, a la elección del 83 para un escenario más o menos
cercano.
¿Esto supone que la elección
nacional está resuelta? Para nada. Ya todos sabemos que los números de las
elecciones provinciales no pueden extrapolarse a una elección nacional. Sin
embargo, como dijimos aquí hace algunas semanas, tras la acumulación de
elecciones que han llevado a votar a casi la mitad del padrón, hay una
tendencia evidente a favor de la oposición, algo que se confirma en el hecho de
que de las 6 elecciones que perdieron los oficialismos este año, 5 eran
peronistas y la restante pertenecía al MPN en Neuquén.
¿Y las encuestas? Deben tomarse
con pinzas pues aun si dejamos a un lado las que son burdas operaciones, el
hecho de que utilicen la metodología del llamado telefónico aumenta el margen
de error, máxime si se toma en cuenta que 9 de cada 10 personas cortan el
teléfono.
En este sentido, quizás sea mejor
una mezcla de datos entre los que deben estar los números de las encuestas, los
resultados de las elecciones provinciales, el comportamiento tradicional de algunos
distritos clave y cierta intuición. De todo ese revuelto, podríamos inferir que
parece muy difícil, incluso en un escenario catástrofe, que el peronismo (sumando
la candidatura de Massa y Grabois) quede por debajo de los 30 puntos.
Una cuenta que puede ayudar es la
que se suele realizar dividiendo al país en 3 grandes bloques de manera
bastante arbitraria, pero con la finalidad de establecer algo así como tres
tercios. La provincia de Buenos Aires en sí misma, con 37 puntos, es un tercio
(y un poquito más); pero luego, si se toma toda la región centro, esto es, Córdoba,
Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, CABA, etc., zona que viene siendo refractaria al
kirchnerismo desde el 2008, podemos encontrar allí otro tercio. Finalmente el
otro casi 33% se conformaría con las provincias del sur más las del NEA y el
NOA.
En provincia de Buenos Aires el
peronismo no puede sacar menos de 30%. Tampoco sacará mucho más en estas PASO,
pero estará entre 30 y 35%. Eso supone, haciendo números redondos, entre 11 y
13 puntos para la elección nacional. En la franja central, donde es de esperar
que el oficialismo saque la mitad de los votos que JxC, es difícil que obtenga
menos del 20%. Quizás esté cerca de los 25% aproximadamente y eso equivale a
unos 7 puntos para la elección nacional. En cuanto al sur y al NOA más el NEA,
se trata de distritos donde el oficialismo ha sabido arrasar. Sin embargo,
asumamos que eso no ocurre y que gana con cierta moderación, esto es, con un
40%. Esto equivale a algo así como 12% para la elección nacional. Este cálculo
arroja a un oficialismo que estará en una franja de entre 30 y 35%. Si en la
interna se da una relación de 9 a 1 u 8 a 2 entre Massa y Grabois, es de
esperar que el tigrense tenga un piso de unos 27 y que, con un poco de suerte,
supere los 30 para ser el candidato más votado de las PASO.
En el caso de la oposición, en la
provincia de Buenos Aires parece correr de atrás. Que entre los dos candidatos
lleguen a 30% es factible (algo así como un 11% para la nacional). Por otra
parte, si arrasa en el tercio de la zona centro obteniendo un 50% de los votos,
eso equivaldría a unos 15 puntos para la nacional; y haciendo buenas elecciones
en el sur y NOA y NEA, ganando y perdiendo, o perdiendo por poco, tendría un
piso de 30%, equivalentes a unos 10 puntos más en la nacional.
Estos números arrojan cierta
paridad aunque, intuyo, hoy los dos candidatos de JxC sumados estarían algunos
puntos por encima de los de Unión por la Patria. Pero la diferencia no sería
mayor a 5 puntos.
Y aquí empiezan las dudas. La
primera es el factor Milei. Las encuestas lo muestran resistiendo, pero sin
competirle a las dos fuerzas más grandes. Es verdaderamente una incógnita.
Sacar 15 a nivel nacional sería una gran campaña para un candidato cuya
principal estructura es él en la televisión. Sin embargo, algunos dicen que
puede sacar algo más. Lo dudo. Veremos.
Otro interrogante es el de los
desencantados y las elecciones de este año muestran que vienen en aumento. En
las PASO, a su vez, la tendencia a ausentarse suele ser mayor que en las
elecciones “de verdad”. Pero entre voto en blanco y los ausentes, el número
alcanza un tercio del padrón. Lo dicen los analistas y también lo podemos
intuir: ahí hay una clave para el oficialismo porque se supone que buena parte
del desencanto se debe al gobierno de Alberto Fernández. Si por alguna razón,
esto es, por un nuevo encantamiento (con Massa) o por pánico hacia lo que hay
en frente, ese número se achica, es de esperar que favorezca al oficialismo. En
cualquier caso, esto no ocurriría en las PASO sino en la primera o en la
eventual segunda vuelta.
El último interrogante,
determinante si los hay, es cómo se resuelve la interna opositora. Los números
dan parejos: las encuestas favorecen a Bullrich; las elecciones por los porotos
favorecen a Larreta con su armado territorial radical. Ese resultado, junto a
la performance del Milei, abre un escenario distinto pos 13 de agosto. Allí hay
muchas combinaciones posibles y el cálculo es difícil y supone magnificar el
odio de los vencidos: ¿unos bullrichistas eventualmente perdedores acompañarían
a Larreta o a Milei? Dependerá de si Milei es competitivo, de cuánto odio/miedo
le tengan a Massa, de a qué distancia han quedado, etc. ¿Y si pierde Larreta?
¿Ninguno de esos votos iría a Massa?
Por otra parte, si alguno de
estos cálculos falla y el oficialismo pierde catastróficamente (escenario
improbable pero no imposible), ¿qué pasa el 14 de agosto con la economía y con
el ministro que es el candidato?
La unidad detrás de Massa, trajo
orden en un Frente que no funcionó durante casi 4 años. El recuerdo cercano del
desastre opositor es la única razón por la que el gobierno es competitivo.
Asimismo, el fracaso de este gobierno (y del anterior) explica que la suma de
los votos de Milei, el ausentismo y los votos en blanco alcancen muy
probablemente casi la mitad del padrón.
La primera elección en 20 años
sin apellidos Macri ni Kirchner al frente inaugura un nuevo tiempo pero tanto
los Macri como los Kirchner se posicionarán en función del resultado del 13 de
agosto. Con un triunfo de Larreta, el expresidente quedaría relegado y será su
propia fuerza la que busque instalar que el período Macri es un período a ser
superado. En el caso de CFK y el kirchnerismo, hay un ojo puesto en la nacional
y otro puesto en la provincia. Inferimos que, eligiendo a Massa, CFK juega la
última carta que tenía el Frente para intentar ganar la elección. Sin embargo,
también entendemos que ella jugó un plan B a partir del diagnóstico de que la
nacional está perdida. De aquí que haya “entregado la fórmula presidencial” a
cambio de hacerse fuerte en la provincia donde es posible ganar aun si se
perdiera la nacional. De ser este el caso, el kirchnerismo acabaría reducido a
una fuerza conurbanera de clase media universitaria con fuerte predicamento en
la franja etaria que va de los treinta y largos a los 50, esto es, aquellos que
más gozaron de los beneficios de una década en la que casi todos los años se
vivió mejor que el anterior.
Que viene una Argentina distinta
políticamente hablando parece ser un hecho. Lo que no queda claro es si este
mismo 13 de agosto tendremos las suficientes señales como para confirmarlo.
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